jueves, 30 de julio de 2015

Primer día de encierro

Primer día de trabajo. Primer día de encierro. En esta mina, teóricamente, trabajas catorce días y descansas siete. Pero, en la práctica, esos catorce días generalmente se convierten en veinte o veintitrés. Nunca depende de ti sino de fuerzas mucho más poderosas. Los días de descanso siempre son los mismos. A algunos, se los acortan. Les dicen que los necesitan urgentemente, que suban rápido, carajo. Hasta el momento, no me han acortado los días (felizmente). Será porque no me necesitan (felizmente).

El primer día llamo a mi esposa. Le digo que me cuente cosas de Morgana, nuestra hija: ¿qué está haciendo? ¿ya comió? Estamos dejando la casa de la calle López Albújar para mudarnos a una un poco más grande en la calle Ernest Malinowski. En realidad, mi esposa es quien se está encargando de transportar nuestros pocos pero muy pesados enseres al nuevo hogar.

Por el Whatsapp, le pido que me mande fotos de la bebe en la nueva casa. A sus tres añitos, por fin, este irresponsable padre le dará a su bebe un cuarto propio.

Así son los primeros días de trabajo en la mina, desesperado pidiéndole fotos de la bebe a mi esposa. La sonrisa de mi hija es mi cura. Sin sus fotos, me dejaría abrumar por la soledad y reciedumbre de este lugar.


Al menos, tienes trabajo, me dice mi esposa.   

lunes, 20 de julio de 2015

La Fanta

Tomamos una Fanta en mi cumpleaños.

Hubo alitas broster.

Hubo canchita.

Hubo una torta asquerosa (sin embargo, se agradece el gesto cuando se sabe que existe un contrato de por medio mediante el cual la misma proveedora ofrece la misma torta para todos los cumpleaños. Esto le sale muy a cuenta a la mina).

Sobró una Fanta.

Me la llevé a la oficina.

Llevo días mirando la Fanta.

No me provoca tomarla.

Los días se suceden, uno más jodido que el otro. Ya van diecisiete (se supone que solo serían catorce).

En la mina, nunca sabes qué podrá pasar al minuto siguiente: alguien irrumpe en el cuarto que llaman tu oficina y te dice algo que te desordena los esquemas.

Falta poco para volver a ver a mi hija.

¿Dos días son poco?

Miro la Fanta.

Tengo la garganta llena de flemas. Me los trago. Tienen buen sabor.

Hace dos días que no me baño porque el huevón encargado de los campamentos no halla la solución al problema del agua. El agua desaparece entre diez de la noche y seis de la mañana.

Cuando no me baño, me enfermo y el pelo se me pone tieso.

Miro la Fanta.

Me paro, camino hasta ella, la cargo (está en el piso), la destapo y vierto su contenido en este vaso de plástico.

La Fanta resbala por la garganta y endulza mis flemas.

Apenas llegue a Lima, me tatuo a Bolaño.

Apenas llegue a Lima, paseo con Morgana.


Así es la mina.