“Ah,
estás con ganas de cagar gente hoy día, compare”. Eso le hubiera dicho a
Reynoso si yo hubiera sido Jaime Cabrera en la entrevista reproducida en su
blog “Lee por gusto”. Pero, también, por qué tiene que iniciarse una entrevista
con preguntas tan manidas: “¿Cuándo empezó a leer?, ¿cuándo empezó a escribir?”
¿No podemos preguntar algo diferente, algo que refresque y agilice el ambiente?
Son preguntas tan estúpidas e igualmente equivalentes a aquellas que les
formulan a los cantantes o actores extranjeros cuando nos visitan: “¿Ya probó
el ceviche?, ¿le ha gustado el pisco sour?”.
Reynoso
no solo se muestra “cagón” al principio de esta entrevista, pero es en esa
parte donde más resalta esa especie de altanería que te da la vejez y los
elogios descontrolados que le llegan a uno de todos lados. Una altanería que te
hace creer que lo que dices es ley.
He
leído hace dos meses, por primera vez en mi vida, la tan mentada famosa obra de
Oswaldo Reynoso y, a causa de mi tan escaso gusto literario, no la he hallado
tan magnífica como la proclaman escritores viejos y jóvenes, el público en
general, quienes, principalmente por ese cuentario, hablan de este Reynoso como
si fuera un auténtico dios o leyenda.
Siempre
que leo una novela o un cuentario, indago sobre el autor: busco las entrevistas
que dio en vida o documentales biográficos.
Mientras
leía “Los inocentes”, buscaba documentos visuales sobre Reynoso. Quería saber
algo más sobre él y su obra. Hallé la entrevista colgada. Luego de verla, quedé
profundamente decepcionado del escritor y, por contera, del entrevistador.
Pensé: “viejo dogmático, chauvinista de mierda”.
En
el vídeo, es lamentable el momento en el que este escritor cuenta cómo le
destroza la ilusión a una pequeña que le encarga un regalo para Colorete (uno
de los personajes del libro) y aquel, en lugar de fomentar la imaginación de su
pequeña lectora y seguirle la corriente, le dice: “Colorete no existe; es un
personaje de ficción”.
Es
abominable el momento en el cual el escritor dice que Abimael Guzmán -uno de
los más grandes genocidas que ha conocido este país-, es un “humanista”. Es
indignante, además, la abulia del entrevistador, que no reacciona ante esas
declaraciones; antes bien, calla y se une al séquito de escritores que
proclaman a Reynoso como un ídolo de las letras peruanas. Tremenda sorpresa se
lleva uno cuando se comprueba que los emisores de dichos elogios son escritores
que abominan de la “lucha armada” y se proclaman defensores de la paz. Qué tal duplicidad, ¿verdad? Incluso Beto
Ortíz, en el vídeo colgado aquí también, se deshace en encomios a este Oswaldo
Reynoso.
Es
vergonzoso oír a Reynoso defender la gestación de “Sendero Luminoso” y del “MRTA”
cuando dice: “(En los sesenta) hay dos partidos políticos que dan el paso al
frente”. Uno se pregunta: ¿El entrevistador está ahí?, ¿alguna persona
ligeramente memoriosa puede permanecer pasiva ante tales declaraciones?
El
contenido de “Los inocentes” no dejó nada en mí; a diferencia de otros textos.
Han transcurrido dos meses desde que la leí y apenas recuerdo el título. Sé que
mis pocas lecturas y mi inopia intelectual no me permiten emitir un juicio más
elaborado y “literario”, pero es inevitable que esta opinión esté muy
contaminada de la mala impresión que me deja su autor.