«El
día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana
para esperar el buque en que llegaba el obispo.»
Un
comienzo kafkiano como aquel desentumece la impasividad de cualquier lector y
lo encarrila en el sendero de un relato emocionante, plagado de personajes
cuyos espíritus resonarán en su cabeza por un buen tiempo.
Novela
breve, pero trepidante, Crónica de una
muerte anunciada es el exitoso intento de García Márquez por llevar a la
ficción un hecho real que ocurrió en Sucre, lugar en el que vivió una corta
temporada con su familia y donde la violencia hacia metástasis aceleradamente.
Todo
el pueblo estaba enterado de que los hermanos Vicario asesinarían a Santiago
cual si fuera un toro en el camal. Los propios gemelos Vicario se encargaban de
anunciárselo a cualquiera que se cruzara en su camino. Todos, excepto el propio
Santiago, sabían sobre el sangriento acto que estaba a punto de suceder, aunque
consideraban que las bravuconadas verbales de los Vicario eran producto de la
borrachera del día anterior, borrachera que se habían pegado en honor de la
boda de su hermana, Ángela, con un advenedizo y acaudalado empresario llamado
Bayardo San Román.
Que
don Bayardo descubra, en el lecho nupcial, que Ángela no era lo virgen que se
suponía debía ser, desencadenará una serie de confusiones, magistralmente
narradas por García Márquez, que terminarán con dos hermanos ansiosos por ver
discurrir la sangre de un despreocupado Santiago Nasar.
Santiago
se enteraría del peligro que corría únicamente cuando estuviera en frente de
los hermanos Pedro y Pablo Vicario, éstos últimos blandiendo sendos y enormes
cuchillos para destazar vacunos.
Aquellas
personas que tomaron en serio las amenazas de los gemelos estuvieron dispuestas
a alertar a Nasar, pero jamás dieron con él. Como dice acertadamente uno de los
personajes de esta corta pero magnífica novela: «La fatalidad nos hace invisibles.»