Mi libro se llamó “La línea en medio del cielo” porque
asumí que el cielo es la literatura peruana y la línea es mi novela. Yo pensaba
que esa novela sería la obra maestra que transformaría toda la literatura de
este país.
Francisco Ángeles – En la presentación de su novela
“Plagio”
Yo, en esta vida, necesito que me den la razón. A mí
la gente que me lleva la contraria me cae muy mal. Que me den la razón siempre
en todo. A mí la controversia no me gusta.
Francisco Umbral – En una entrevista con Lola Flores
Yack
Mamani está presentando su segunda novela, un librito de ciento veinte páginas,
en la feria del libro de Lima.
El
presentador, un tipo calvo, delgado, de anteojos redondos, amanerado como la
mayoría de los escritores -como Yack, sin ir muy lejos- invita a Yohn Pooll
Cutipa, también escritor, a brindar la respectiva crítica de la novela de Yack.
Yack y
Yohn Pooll llevan lentes, hablan delicadito, y sus cuellos chatos y cortos,
característicos de su raza chola, están envueltos por unas bufandas que ellos
han visto que usan escritores de otras latitudes; americanos, por ejemplo. A
ellos les queda regia la bufanda, piensan; estoy seguro de que a mí
también, creen.
Yohn
Pooll, Yack y el presentador, que se llama Jaime del Junco, dirige una revista
cultural y es director de la editorial Planeta en el Perú, están parados
enfrente del auditorio que ha venido a ver lo que ya se ha convertido en un
evento muy popular en la ciudad, en el país entero.
Quiero
agradecerle a Yack por la invitación y a Planeta también por permitirme estar
aquí con ustedes, empieza Yohn Pooll, quien todavía no ha
publicado con Planeta, pero que luego de este acto siente que esa transnacional
se fijará en él o, al menos, lo tendrá en el radar para la publicación de su
cuarta novela. Cuatro novelas en un año es una marca que supera lo que se viene
escribiendo en el país, donde lo que ahora proliferan son los escritores,
debido al vertiginoso aumento de la lectura. Si lees, tarde o temprano
querrás escribir, ha declarado Yohn Pooll en alguna entrevista.
La
novela de Yack, “Constipación”, es brillante, dice Yohn Pooll, ya
entrando en materia. Yack baja el cierre de la bragueta de su pantalón, mete la
mano en el agujero y extrae un pene encogido, marroncito, nada provocador ni
prometedor. Yohn Pooll se hinca al lado de Yack, le toma el miembro y continúa
con sus apreciaciones.
Dentro
de la novela, lo artificial es un tema transversal, ya que los personajes de
Yack están en contra de toda tecnología. Me parece que él tiene una habilidad
sui géneris para abordar con prontitud al lector, ya que en cinco páginas te
desarrolla la novela y te compromete con su lectura. Creo que esto es el
resultado de un lenguaje supremamente cuidado, de un estilo preciso, que va
directo al grano. A Yack nunca le sobran las palabras. Su prosa es muy
funcional, y a la vez rítmica, es muy… norteamericana, casi faulkneriana.
Yack
ha escuchado esto y se ha sentido en las nubes. Ya es gringo, al menos desde el
punto de vista de su prosa. Yohn Pooll vuelve a apoderarse del sexo de Yack y
le lustra la cabeza. Cuando dijo lo de que su prosa era muy norteamericana,
casi faulkneriana, el glande de Yack le golpeó en la úvula. Por poco vomita
delante del auditorio; lo que hubiera sido una escena bochornosa. Uno tiene que
dominar el arte de lactar en este oficio. Yohn Pooll tiene más comentarios
sobre la novela de Yack. Está seguro de que ahora le provocará la eyaculación
cataclísmica.
Su
prosa es minimalista. A mí, personalmente, me gusta mucho. Me fascina. Su
lenguaje siempre está repleto de símbolos, de guiños culteranos desperdigados
por aquí y por acullá. Creo que las propuestas de Yack parten de premisas que
son asaz interesantes, lo cual lo convierte en un intelectual de primerísimo
orden, alguien a quien tenemos que seguir de todas maneras.
Yack
disfruta de las palabras de Yohn, pero no son lo suficientemente cautivadoras
como para que se le suelte todo el cuáquer. Yohn sabe que no logrará que el
homenajeado se venga. Tiene que replantear su táctica. Decide cederle la
palabra a Yack; que él mismo se vaya haciendo una paja, que se caliente por sí
solo. Luego, cuando lo vea a una nada del éxtasis, se reapropiará del acto y lo
hará venirse con unas loas mucho más certeras.
Para
finalizar mi intervención, querido Yack, quería preguntarte: ¿Cómo ha cambiado
tu forma de narrar desde tu primera novela?
Yohn
le alcanza el micrófono a Yack.
Sí, mi
primera novela, “Bajo el sol”, adoleció de la retórica juvenil que se apodera
de nosotros cuando, con ilusión, queremos ver plasmadas nuestras letras y
nuestros nombres en las principales librerías del país. Con el tiempo,
evolucioné. Ahora, disfruto de las historias que son directas, que van al grano,
como dijiste. No me gustan los libros que malgastan hojas de hojas describiendo
espacios y lugares. Soy un lector con muy poca paciencia. Si la primera página
no me atrapa, difícilmente termino el libro. Por eso, yo en las primeras hojas
lo cuento todo. A diferencia de “Bajo el sol”, en esta nueva entrega, me he
expandido un poco para darle más fluidez a la narración. Apunto a cambiar la
perspectiva del lector.
Yack
le devuelve el micrófono a Yohn Pooll que ya está listo para decir sus palabras
finales. Ahora sí te provocaré una eyaculación feroz, piensa Yohn. Pero
Jaime, que quiere ser el causante de la descarga final y atronadora de Yack, se
apodera del micrófono y dice que él cerrará el evento. Yohn, que no quiere
arruinar un promisorio futuro con Planeta, se deja arrebatar el micrófono.
Jaime, entonces, se arrodilla al lado de Yack, le toma el miembro y empieza a
hablar.
Me
siento en la satisfactoria obligación de hacerle un brevísimo homenaje a Yack
Mamani, que aparte de su grandeza de escritor, de autor de obras
personalísimas, tiene una importancia capital en el desarrollo de la literatura
en lengua castellana. Creo que Yack Mamani está encontrando para todos nosotros
las fórmulas secretas de la composición en castellano. Considero que descubrió otra
vez el sistema vertebral de nuestra lengua, sus articulaciones más auténticas.
Yo creo que, bajo el patrocinio de Francisco de Quevedo, Yack despojó a la
lengua castellana de toda vana palabrería, ya que venía recargada de demasiada
fronda verbal desde el siglo dieciocho, sobre todo, desde el diecinueve. Y Yack
halló otra vez el sistema escueto, el esquema del árbol radical. Y,
naturalmente, el lector puede hallar todos los rizos de la guirnalda y todos
los desarrollos de las hojas y de las flores a base de ese esquema fundamental
redescubierto por Yack. Hemingway ha encontrado en Yack un digno sucesor, a un…
Pero
Jaime ya no puede continuar porque Yack se acaba de venir con todo. Jaime se
apresura en tragar toda la leche que sale a trompicones del ojo del glande de
Yack. Yohn se lanza al piso para arrebatarle a Jaime unas cuantas gotas de esa
leche que mana sin control, porque está convencido de que sus palabras también
contribuyeron a la detonación de ese clímax intelectual.
***
¿Ha
sido este el clímax supremo que he experimentado en mi fulgurante carrera de
escritor?, se pregunta Yack Mamani. Puede que sí. Aunque también
esta esa vez, hace dos semanas apenas, en que me vine sobre el escritorio de
Rafael Sepúlveda, crítico literario que conduce “Jardín de libros”, en el canal
5.
Esa no
fue una mamada; fue un pajazo literario. Yack recuerda el soliloquio
que Sepúlveda le permitió desembuchar en su espacio televisivo.
Ahí se
ve otra vez, auxiliado por su brillante memoria de novelista, sentado en el
escritorio del set de televisión, la mano en la verga, masturbándose
acompasadamente, yendo de menos a más:
Mis
párrafos tienen reminiscencias hopperianas (¡Uy, qué rico! Acabo de aludir a
Edward Hopper, pintor norteamericano de culto. Me excita establecer relaciones
entre mi obra y la de tipos que se desenvolvieron en otros ámbitos del arte,
como la pintura o la arquitectura. Me he sentido cultísimo diciendo
ho-ppe-ria-nas. Ya se me va lubricando la cabecita de la pinga). Narran
situaciones arrebatadas en las que unos chicos van en busca de la noche. El
personaje principal no cuenta, sino que es contado. Y, además, no tiene
nombre. A diferencia de “Bajo el sol”,
en donde el narrador quiere decir su mundo, quiere tocarlo, en “Constipación”,
el personaje no quiere tener contacto con el mundo y está siendo obligado a
tocarlo. En ese sentido, está expuesto a los peligros de la noche porque es un
migrante peruano en Estados Unidos. Hay, entonces, un sentido más fuerte de la
observación, como el de una cámara eisensteiniana (el líquido preseminal, que
me sale a borbotones, se me va chorreando por los dedos. Qué tal referencia al
cine ruso, carajo, qué tal conexión con un director cuyas películas me han
causado sueño más que emoción, pero he lucido culto al decirla y eso es lo que
importa) que merodea en cada habitáculo que el personaje va descubriendo.
Los
paisajes de mi novela son develados balzacianamente (¡Balzac, carajo! He metido
a Balzac. Ya se va formando la espumita alrededor de la cabecita de mi pinga),
como haciendo paneos a lo Truman Capote (¡Ay, carajo! Dos en uno: Balzac y
Capote en una sola oración. Estoy con la mecha prendida. I’m on fire. Ya la voy
a dar). En “Constipación”, el ambiente está primero. Son evidentes esas líneas
de claroscuro que podrían hacernos pensar que la descripción es demasiado
simple, casi como que las luces y las sombras son más importantes incluso que
el espacio y los personajes (¡Ay! ¡Qué bello me salió esto! Seguro que nadie me
ha entendido, porque ni yo sé lo que acabo de decir, pero todo sonó tan culto,
tan filosófico, y el entrevistador me mira como diciendo qué genio eres, y ya
no puedo más, ya la estoy dando, ya estoy eyaculando sobre tu escritorio,
conchatumadre).
No, ni
siquiera el pajazo de esa entrevista fue tan genial como la mamada que me acaba
de regalar el buen Jaime, piensa Yack, muy satisfecho de la vida,
muy bien pagado de su carrera de escritor.