lunes, 28 de marzo de 2022

Un País Feliz. Una Presidente Transexual en el Perú - Capítulo 13 (Novela de Daniel Gutiérrez Híjar)

 

Mi libro se llamó “La línea en medio del cielo” porque asumí que el cielo es la literatura peruana y la línea es mi novela. Yo pensaba que esa novela sería la obra maestra que transformaría toda la literatura de este país.

 

Francisco Ángeles – En la presentación de su novela “Plagio”

 

Yo, en esta vida, necesito que me den la razón. A mí la gente que me lleva la contraria me cae muy mal. Que me den la razón siempre en todo. A mí la controversia no me gusta.

 

Francisco Umbral – En una entrevista con Lola Flores

 

Yack Mamani está presentando su segunda novela, un librito de ciento veinte páginas, en la feria del libro de Lima.

El presentador, un tipo calvo, delgado, de anteojos redondos, amanerado como la mayoría de los escritores -como Yack, sin ir muy lejos- invita a Yohn Pooll Cutipa, también escritor, a brindar la respectiva crítica de la novela de Yack.

Yack y Yohn Pooll llevan lentes, hablan delicadito, y sus cuellos chatos y cortos, característicos de su raza chola, están envueltos por unas bufandas que ellos han visto que usan escritores de otras latitudes; americanos, por ejemplo. A ellos les queda regia la bufanda, piensan; estoy seguro de que a mí también, creen.

Yohn Pooll, Yack y el presentador, que se llama Jaime del Junco, dirige una revista cultural y es director de la editorial Planeta en el Perú, están parados enfrente del auditorio que ha venido a ver lo que ya se ha convertido en un evento muy popular en la ciudad, en el país entero.

Quiero agradecerle a Yack por la invitación y a Planeta también por permitirme estar aquí con ustedes, empieza Yohn Pooll, quien todavía no ha publicado con Planeta, pero que luego de este acto siente que esa transnacional se fijará en él o, al menos, lo tendrá en el radar para la publicación de su cuarta novela. Cuatro novelas en un año es una marca que supera lo que se viene escribiendo en el país, donde lo que ahora proliferan son los escritores, debido al vertiginoso aumento de la lectura. Si lees, tarde o temprano querrás escribir, ha declarado Yohn Pooll en alguna entrevista.

La novela de Yack, “Constipación”, es brillante, dice Yohn Pooll, ya entrando en materia. Yack baja el cierre de la bragueta de su pantalón, mete la mano en el agujero y extrae un pene encogido, marroncito, nada provocador ni prometedor. Yohn Pooll se hinca al lado de Yack, le toma el miembro y continúa con sus apreciaciones.

Dentro de la novela, lo artificial es un tema transversal, ya que los personajes de Yack están en contra de toda tecnología. Me parece que él tiene una habilidad sui géneris para abordar con prontitud al lector, ya que en cinco páginas te desarrolla la novela y te compromete con su lectura. Creo que esto es el resultado de un lenguaje supremamente cuidado, de un estilo preciso, que va directo al grano. A Yack nunca le sobran las palabras. Su prosa es muy funcional, y a la vez rítmica, es muy… norteamericana, casi faulkneriana.

Yack ha escuchado esto y se ha sentido en las nubes. Ya es gringo, al menos desde el punto de vista de su prosa. Yohn Pooll vuelve a apoderarse del sexo de Yack y le lustra la cabeza. Cuando dijo lo de que su prosa era muy norteamericana, casi faulkneriana, el glande de Yack le golpeó en la úvula. Por poco vomita delante del auditorio; lo que hubiera sido una escena bochornosa. Uno tiene que dominar el arte de lactar en este oficio. Yohn Pooll tiene más comentarios sobre la novela de Yack. Está seguro de que ahora le provocará la eyaculación cataclísmica. 

Su prosa es minimalista. A mí, personalmente, me gusta mucho. Me fascina. Su lenguaje siempre está repleto de símbolos, de guiños culteranos desperdigados por aquí y por acullá. Creo que las propuestas de Yack parten de premisas que son asaz interesantes, lo cual lo convierte en un intelectual de primerísimo orden, alguien a quien tenemos que seguir de todas maneras.

Yack disfruta de las palabras de Yohn, pero no son lo suficientemente cautivadoras como para que se le suelte todo el cuáquer. Yohn sabe que no logrará que el homenajeado se venga. Tiene que replantear su táctica. Decide cederle la palabra a Yack; que él mismo se vaya haciendo una paja, que se caliente por sí solo. Luego, cuando lo vea a una nada del éxtasis, se reapropiará del acto y lo hará venirse con unas loas mucho más certeras.  

Para finalizar mi intervención, querido Yack, quería preguntarte: ¿Cómo ha cambiado tu forma de narrar desde tu primera novela?

Yohn le alcanza el micrófono a Yack.

Sí, mi primera novela, “Bajo el sol”, adoleció de la retórica juvenil que se apodera de nosotros cuando, con ilusión, queremos ver plasmadas nuestras letras y nuestros nombres en las principales librerías del país. Con el tiempo, evolucioné. Ahora, disfruto de las historias que son directas, que van al grano, como dijiste. No me gustan los libros que malgastan hojas de hojas describiendo espacios y lugares. Soy un lector con muy poca paciencia. Si la primera página no me atrapa, difícilmente termino el libro. Por eso, yo en las primeras hojas lo cuento todo. A diferencia de “Bajo el sol”, en esta nueva entrega, me he expandido un poco para darle más fluidez a la narración. Apunto a cambiar la perspectiva del lector.

Yack le devuelve el micrófono a Yohn Pooll que ya está listo para decir sus palabras finales. Ahora sí te provocaré una eyaculación feroz, piensa Yohn. Pero Jaime, que quiere ser el causante de la descarga final y atronadora de Yack, se apodera del micrófono y dice que él cerrará el evento. Yohn, que no quiere arruinar un promisorio futuro con Planeta, se deja arrebatar el micrófono. Jaime, entonces, se arrodilla al lado de Yack, le toma el miembro y empieza a hablar.

Me siento en la satisfactoria obligación de hacerle un brevísimo homenaje a Yack Mamani, que aparte de su grandeza de escritor, de autor de obras personalísimas, tiene una importancia capital en el desarrollo de la literatura en lengua castellana. Creo que Yack Mamani está encontrando para todos nosotros las fórmulas secretas de la composición en castellano. Considero que descubrió otra vez el sistema vertebral de nuestra lengua, sus articulaciones más auténticas. Yo creo que, bajo el patrocinio de Francisco de Quevedo, Yack despojó a la lengua castellana de toda vana palabrería, ya que venía recargada de demasiada fronda verbal desde el siglo dieciocho, sobre todo, desde el diecinueve. Y Yack halló otra vez el sistema escueto, el esquema del árbol radical. Y, naturalmente, el lector puede hallar todos los rizos de la guirnalda y todos los desarrollos de las hojas y de las flores a base de ese esquema fundamental redescubierto por Yack. Hemingway ha encontrado en Yack un digno sucesor, a un…

Pero Jaime ya no puede continuar porque Yack se acaba de venir con todo. Jaime se apresura en tragar toda la leche que sale a trompicones del ojo del glande de Yack. Yohn se lanza al piso para arrebatarle a Jaime unas cuantas gotas de esa leche que mana sin control, porque está convencido de que sus palabras también contribuyeron a la detonación de ese clímax intelectual.

***

¿Ha sido este el clímax supremo que he experimentado en mi fulgurante carrera de escritor?, se pregunta Yack Mamani. Puede que sí. Aunque también esta esa vez, hace dos semanas apenas, en que me vine sobre el escritorio de Rafael Sepúlveda, crítico literario que conduce “Jardín de libros”, en el canal 5.  

Esa no fue una mamada; fue un pajazo literario. Yack recuerda el soliloquio que Sepúlveda le permitió desembuchar en su espacio televisivo. 

Ahí se ve otra vez, auxiliado por su brillante memoria de novelista, sentado en el escritorio del set de televisión, la mano en la verga, masturbándose acompasadamente, yendo de menos a más:

Mis párrafos tienen reminiscencias hopperianas (¡Uy, qué rico! Acabo de aludir a Edward Hopper, pintor norteamericano de culto. Me excita establecer relaciones entre mi obra y la de tipos que se desenvolvieron en otros ámbitos del arte, como la pintura o la arquitectura. Me he sentido cultísimo diciendo ho-ppe-ria-nas. Ya se me va lubricando la cabecita de la pinga). Narran situaciones arrebatadas en las que unos chicos van en busca de la noche. El personaje principal no cuenta, sino que es contado. Y, además, no tiene nombre.  A diferencia de “Bajo el sol”, en donde el narrador quiere decir su mundo, quiere tocarlo, en “Constipación”, el personaje no quiere tener contacto con el mundo y está siendo obligado a tocarlo. En ese sentido, está expuesto a los peligros de la noche porque es un migrante peruano en Estados Unidos. Hay, entonces, un sentido más fuerte de la observación, como el de una cámara eisensteiniana (el líquido preseminal, que me sale a borbotones, se me va chorreando por los dedos. Qué tal referencia al cine ruso, carajo, qué tal conexión con un director cuyas películas me han causado sueño más que emoción, pero he lucido culto al decirla y eso es lo que importa) que merodea en cada habitáculo que el personaje va descubriendo.

Los paisajes de mi novela son develados balzacianamente (¡Balzac, carajo! He metido a Balzac. Ya se va formando la espumita alrededor de la cabecita de mi pinga), como haciendo paneos a lo Truman Capote (¡Ay, carajo! Dos en uno: Balzac y Capote en una sola oración. Estoy con la mecha prendida. I’m on fire. Ya la voy a dar). En “Constipación”, el ambiente está primero. Son evidentes esas líneas de claroscuro que podrían hacernos pensar que la descripción es demasiado simple, casi como que las luces y las sombras son más importantes incluso que el espacio y los personajes (¡Ay! ¡Qué bello me salió esto! Seguro que nadie me ha entendido, porque ni yo sé lo que acabo de decir, pero todo sonó tan culto, tan filosófico, y el entrevistador me mira como diciendo qué genio eres, y ya no puedo más, ya la estoy dando, ya estoy eyaculando sobre tu escritorio, conchatumadre).

No, ni siquiera el pajazo de esa entrevista fue tan genial como la mamada que me acaba de regalar el buen Jaime, piensa Yack, muy satisfecho de la vida, muy bien pagado de su carrera de escritor.