Gracias
a la feliz iniciativa del blog “Lee por Gusto” de obsequiar a sus lectores con libros,
pude leer “Dabai, Chelo, dabai”, colección de cuatro cuentos, más o menos
extensos, escritos por el moqueguano Giovanni Barletti (1988) y publicados por Cascahuesos
editores.
“Dabai,
Chelo, dabai” es el nombre del segundo relato que presta su nombre al libro.
Este cuento, así como los dos últimos, “Rojizo” y “El detective salvaje”, son
cualitativamente inferiores al primero, “Como quien no quiere la cosa”, de
lejos el más original, mejor trabajado e ingenioso. No es que los últimos tres
relatos sean malos; son buenos y entretenidos. Sin embargo, el primer texto
descuella notablemente. Todo esto, claro, según mi modesto, discutible y muy
subjetivo parecer. Como diría don Marco Aurelio Denegri, parafraseando al
eximio cuentista Cortázar: “Es muy difícil hallar cuentarios que tengan más del
10% de bondad cuentística. Si un cuentario tiene 10% de bondad ya es aceptable”.
Los
cuatro relatos del libro están publicados de acuerdo con el orden cronológico en
que fueron escritos, así tenemos: “Como quien no quiere la cosa” en diciembre
del 2009, “Dabai, Chelo, dabai” en marzo del 2010, “Rojizo” en octubre del 2010
y “El detective salvaje” en enero del 2011.
Si
consideramos lo escrito anteriormente, podríamos inferir que el autor perdió
originalidad y desfachatez con el tiempo, ya que “Como quien no quiere la cosa”
es un relato que toca problemáticas sociales muy actuales y recurrentes, pero
que son tratadas y presentadas al lector de un modo asaz particular e
interesante. Digamos, y esto siempre desde mi propia subjetividad, que este
cuento podría ser antologable, pues invita al lector a ser parte de la trama de
la narración, que no es lineal, sino que salta en el tiempo a través de las
voces de sus cuatro personajes principales: Meche, Mario, Tavo y Analú. Este
relato involucra al lector y lo convierte en un engranaje necesario para que la
maquinaria del texto se mueva. Una característica encomiable del cuento es que
le entrega datos discretos al lector para que él arme en su mientes el
argumento propuesto.
“Dabai,
Chelo, dabai” (en español: “Vamos, Chelo, vamos”) describe los deliquios
amorosos de un joven universitario peruano en un lugar tan lejano e improbable
como Kiev. La mente del protagonista, Chelo, flota sobre apasionadas nubes
creadas por una guapa ucraniana, mientras que su tío (Loco), y el amigo de éste
(Deivid Charaja), lo cogen de los pies para enclavarlo en la poco poética
realidad que los rodea: “Ten cuidado, Chelo, no confíes en las ucranianas. Ya
te he dicho que lo único que quieren es meterte la rata.”
“Rojizo”
da cuenta de las peripecias en las que se embarcan un par de amigos cuando
deciden incursionar infructuosamente en la proscrita actividad del proselitismo
de un grupo marxista. Uno de ellos es arrastrado hacia esa ideología luego de sufrir
un revés amoroso a causa de una muchacha que no tenía reparos en relacionarse
con tal o cual chico.
“El
detective salvaje” es un claro guiño a Bolaño –el personaje principal, un
detective taimado, alcohólico y putañero, conduce un coche Impala-. Si bien el
relato es entretenido, se regodea en lo repetitivo de los encuentros sexuales
del protagonista en lenocinios y en sus grandes curdas.
Si
bien estos tres últimos relatos son entretenidos y muestran cierto trabajo
técnico, son muy largos; una poda verbal no les hubiera caído mal.
Giovanni
Barletti, a pesar de su juventud, demuestra un sano afán por explorar distintos
artificios narrativos y, por los epígrafes colocados en el libro, una vastedad
de lecturas interesantes. Definitivamente, el primer cuento de “Dabai, Chelo,
dabai”, convierte al libro en un texto recomendable.
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