Es
domingo. Estoy enfrente de la laptop. La página del procesador está en blanco.
No sé sobre qué escribir. Sería estupendo
si no escribieras nada, piensan mis amigos de la oficina. Sería formidable que nos cayeran más y más
planes de minado para desarrollar, piensan mis amigos de la oficina. Trabajaríamos en ellos día y noche, 24/7.
Daniel, ¿tienes algo qué
hacer más tarde?, me
dice mi mamá. Sí, tengo 30 años y todavía vivo con mi mamá. Seguramente no soy
un buen ejemplo para las jóvenes promesas de la oficina. No, mami, ¿por qué? Para que
lleves a Cesitar a ver la segunda parte de “300”. Estoy a punto de decirle
que no tengo dinero para comprar entradas para el cine porque los gastos del
colegio de mi Morgana me tienen apescuezado. Pero ella continúa: Aquí están las entradas. Es en el Cineplanet
de Plaza San Miguel. A las 7 y 15. Cuando tomo las entradas, me percato: ajá, y en 3D.
*
Cesitar
es uno de mis hermanos menores. Su parte favorita de la Historia es “Grecia
antigua”. Desde que vio “300”, quedó totalmente encandilado por las hazañas de aquel
puñado de espartanos liderados por Leónidas. Aquellos tenaces guerreros, acorralados
en las Termópilas, fueron aplastados por las cuantiosas huestes de Jerjes.
Prefirieron morir de pie a vivir genuflexos.
Otro
de los tópicos favoritos de lectura de Cesitar es Alejandro Magno, el macedonio
redentor de la cultura griega.
*
Llegamos
con diez minutos de antelación. Hacemos la consabida cola. Mi hermano está
emocionado. Me comenta los trailers que ha visto de la película. Está ansioso
por armar el rompecabezas que tiene en la cabeza.
*
La
primera película que vi en 3D fue “Viaje al centro de la Tierra”. La vi con
Cesitar en un cine de Larcomar, allá por aquellos días en los que empezaba a
tener más dinero del que jamás hube tenido antes, aquellos días en los cuales
ese dinero me hacía sentir poderoso, días en los que mi mente alucinaba que era
mejor quien tenía más dinero, quien tenía un iPod o veía una película en 3D.
Ahora
las cosas han cambiado. He leído a Hesse. Estoy loco, no tengo dinero (ni quiero
tenerlo) y disfruto mucho más de la vida.
*
Educo
a mi hermano en las mañas del buen cinéfilo: una vez que pasemos la revisión de los tickets, corremos y empujamos a
todo el mundo para agarrar los mejores asientos (los del medio de la sala
hacia arriba). La cola se acaba luego de
que nos revisen los tickets, luego todo se convierte en tierra de nadie.
¿Entendiste, Cesitar?
Pero
mi consejo no se pone en práctica porque luego del control de tickets sigue la
entrega de los lentes 3D. Ergo, la cola continúa.
*
No
hubo necesidad de atropellar a nadie. Encontramos buenos asientos. Nos damos el
lujo de escoger. Bueno, mi hermano se da el lujo de escoger. Yo ya estoy viejo
para estar escogiendo algo. La vida me ha enseñado a apreciar y acoger todo lo
que ella me dé, sea eso malo o malo.
*
“300,
El nacimiento de un imperio” está basada en los hechos ocurridos en la batalla
de Salamina, enfrentamiento que protagonizaron griegos y persas (los primeros,
defendiéndose de la invasión; los segundos, tratando de expandir sus
territorios). Temístocles, héroe heleno, logra unificar a los estados griegos
y, ensalzando la memoria de Leónidas y los 300 mártires, crea un ejército feroz
y pundonoroso, que obliga a Jerjes a poner pies en polvorosa. Si bien la
película se toma algunas licencias históricas (nos presenta a una Artemisia
algo alejada de lo que el gran historiador Herodoto nos ha contado), cumple su
cometido: transmitirnos la crueldad con la que se libraban esas batallas a
espada limpia.
*
Hay
sangre, materia, decapitaciones, brazos que vuelan, piernas que ruedan, cabezas
que rebotan, intestinos que serpentean, huesos que se quiebran y flechas que
convierten a los cuerpos en dignas copias de quesos suizos. Los efectos son
reales, lentos, minuciosos. Sospecho que en unos años no solamente se nos
entregarán los consabidos lentes 3D sino también cubiertas o forros para evitar
que nos salpique la sangre de las pantallas. No falta nada. Cada día nos
insensibilizan más. Los noticieros mañaneros hacen su parte del trabajo cuando
nos muestran a los cadáveres atrapados debajo de una llanta o a los cuerpos
agujereados por un nutrido grupo de balas asicariadas (si me permiten el neologismo).
*
Garúa.
Estamos en el paradero esperando el bus. Mi hermano está fascinado por la
película. Todavía no comprende cómo Temístocles y Artemisia pudieron intimar
con tal violencia (los que han visto la película saben a qué me refiero). Yo me
alucino Temístocles. Un Temístocles cholo, pero Temístocles al fin y al cabo. Y
veo el bus que se acerca a toda velocidad, rompiendo la fina garúa que cubre
las pistas de la calle Dintilhac. Y alucino que ese bus es un barco persa que
viene a por nosotros, y le digo a mi hermano: Agárrate fuerte, Cesitar. Vamos a embestir al enemigo. ¡Ah-hum, ah-hum!
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