Primer
día de trabajo. Primer día de encierro. En esta mina, teóricamente, trabajas
catorce días y descansas siete. Pero, en la práctica, esos catorce días
generalmente se convierten en veinte o veintitrés. Nunca depende de ti sino de
fuerzas mucho más poderosas. Los días de descanso siempre son los mismos. A algunos,
se los acortan. Les dicen que los necesitan urgentemente, que suban rápido,
carajo. Hasta el momento, no me han acortado los días (felizmente). Será porque
no me necesitan (felizmente).
El
primer día llamo a mi esposa. Le digo que me cuente cosas de Morgana, nuestra
hija: ¿qué está haciendo? ¿ya comió? Estamos dejando la casa de la calle López
Albújar para mudarnos a una un poco más grande en la calle Ernest Malinowski. En
realidad, mi esposa es quien se está encargando de transportar nuestros pocos
pero muy pesados enseres al nuevo hogar.
Por
el Whatsapp, le pido que me mande fotos de la bebe en la nueva casa. A sus tres
añitos, por fin, este irresponsable padre le dará a su bebe un cuarto propio.
Así
son los primeros días de trabajo en la mina, desesperado pidiéndole fotos de la
bebe a mi esposa. La sonrisa de mi hija es mi cura. Sin sus fotos, me dejaría
abrumar por la soledad y reciedumbre de este lugar.
Al
menos, tienes trabajo, me dice mi esposa.