domingo, 9 de noviembre de 2025

Los intensos días de la Señora K - Cap 04 - "MENTIDERO" Novela Peruana de Daniel Gutiérrez Híjar

 

Un grito la despertó. Era el berrido de un bebé que, ella sabía, no era el suyo, porque hacía tiempo que sus hijas se habían hecho señoritas. Entonces, ¿de quién era ese mocoso infiltrado en su habitación? ¿A qué irresponsable madre le pertenecía ese pequeño monstruo?

Con los ojos resistiéndose a abrirse del todo, tanteó por el celular en la mesita de noche, pero no había mesita de noche. Tampoco celular. El grito volvió a reverberar; esta vez más fuerte que antes.

Saltó de la cama y descubrió, con un estupor que ahora sí le abrió los ojos, que el lugar donde estaba no era su habitación, que ese no era su piso, que esa no era la suave oscuridad de su residencia en el distrito de San Borja, una de las zonas más acomodadas de Lima.

El piso era de tierra. Sintió a un ejército de bichos trepándosele por los dedos, recorriendo sus tobillos desnudos y desparramándose, en bárbaro festín, por todo el resto de su cuerpo tres veces presentado a la presidencia del Perú. 

Con el andar de los segundos, pudo reconocer, clavado en una viga de madera, la forma de un interruptor de luz. De un salto, porque la habitación era estrecha, lo encendió.

La humilde luz amarillenta la cegó un momento, pero luego reconoció, con horrendo pavor, que se había convertido en una de las señoras a las que ella solía regalarles tapers con papas fritas y polos baratos anaranjados a cambio de rabiosos aplausos en los mítines y votos masivos en las elecciones.

A más tapers, más votos y más posibilidades de ser presidente; aunque esa fórmula no le funcionó en ninguna de las tres veces en que se postuló, pero sí que le fue útil y rentable para que la mayoría congresal fuese solo suya, gobernando al país sin la necesidad de que sea la cara visible y usualmente denostada.

Así, desde aquella vez en que perdió en segunda vuelta contra el viejito lobista de apellido polaco, derrocó a un presidente tras otro -aunque había que reconocer que cada uno de esos especímenes había contribuido grandemente con sus tropelías, desidias y sorderas a su propia destitución-, logrando que el Perú tuviese, en promedio, un mandatario al año.

Con horror, se vio a sí misma correr hacia la caja de leche reforzada con pedazos de madera en cuyo interior un crío de no más de un año chillaba enloquecedoramente. Lo tomó en sus brazos y, con asco, se vio a sí misma sacarse, por debajo de un ancho y viejo polo de Fortaleza Popular, su partido político, una teta marrón de pezón oscuro que fue succionado con desespero por la famélica boca infantil, enmudeciendo inmediatamente.

Conteniendo la avidez por echar a la basura a ese niño extractor, giró sobre su sitio con lentitud para descubrir conscientemente en qué clase de agujero había despertado. Se preguntó, mientras observaba las paredes de triplay, el techo de calamina agujereado y los objetos prácticamente sacados de la basura, dónde había quedado su lujosa y cómoda residencia de San Borja, mantenida y sustentada con el dinero del partido político que le era provechoso no para servir al Perú sino para vivir de él con unos ingresos que superaban al de cualquier presidente de directorio de empresa minera. Porque hasta alguno de ellos también le giraba, muy por debajo de la mesa, casi subterráneamente, como las galerías que construían para extraer el mineral, generosas y abultadas bolsas de oro.  

Entonces vio que un niño descalzo y semidesnudo se le acercó y le tironeó del polo. Le aproximó una mano huesuda que descubrió entre sus dedos unas monedas y un par de billetes fruncidos. Le explicó que era el resultado de las ventas de la noche anterior. Se lo estaba entregando todo. Se vio a sí misma coger el dinero con una mano mientras que con la otra continuó sosteniendo al infante que no paraba de chuparle la teta aguada. Se oyó a sí misma decirle que durmiera un poco porque dentro de poco tendría que volver a salir para vender esa otra bolsa de caramelos.

Sin poder ejercer el respectivo control sobre su cuerpo, se dejó arrastrar por el papel que desempeñaba en la sociedad de los que no tenían ni voz ni rostro y preparó unas cincuenta manzanas acarameladas con un almíbar hecho con el agua de lluvia recogida en un balde, en donde se mezcló también mucho de su sudor de madre luchona.

Desayunó una de las manzanas, que compartió con el niño que ahora se despertaba tras un par de horas de sueño para volver a la calle a vender otra bolsa de confites. Tras él, salió ella. Recorrió todo el Centro de Lima vendiendo las manzanas con su bebé a cuestas.

Entre las ocho y las diez de la noche, entró al ruedo de los cómicos ambulantes del anfiteatro Chabuca. Uno de ellos la ayudó a vender algunas manzanas a cambio de unas burlas que giraron en torno de su gordura y su choledad.

Hacia la una de la madrugada, vendió el resto de su melosa mercadería y emprendió el regreso a casa.

Sí que había sido un día intenso, agotador. Y todavía faltaba otro y otro y otro; entonces despertó.

***

Cuando terminó de grabar el TikTok en el que no apareció el ejército de empleadas que le hacían de todo en la casa y en el que afirmaba que sus días eran intensos porque debía atender a las reuniones en las que ella ideaba las nuevas formas en las que su partido político debía extorsionar y coercer al país, se repantigó en un sillón y se alivió al saber que el ser una menesterosa vendedora de manzanas solo había sido una pesadilla.

Ese no fue un día intenso, pensó, recordando su sueño; eso fue un infierno.


sábado, 8 de noviembre de 2025

No Seas Apostador - Cuento 03 - "AUSSIE FLASH STORIES" Libro de Daniel Gutiérrez Híjar

 

Perdió cinco mil dólares en lo que duró un partido de fútbol. Se tomó la cabeza y se sumió en un silencio que solo podía culminar en un extenso y atribulado alarido, pero esto último no ocurrió.

Por el contrario, de esa cabeza hundida emergió un rostro auspicioso.

Todavía tengo cuatro mil más. Los voy a colocar en este equipo desconocido que juega en esta liga desconocida de este país desconocido. Su victoria paga ocho veces.

Le indiqué que ese equipo pagaba esa cantidad porque claramente no era el favorito para ganar la contienda.

¿Y tú crees que no lo sé? Es claro que las casas de apuestas nos quieren confundir con su numerología. Pero yo he sido testigo de las muchas veces en que un David ha derrotado a su Goliat. Pasó en la Biblia y sigue pasando en la vida. Y si uno quiere ganar en grande, tiene que apostar por los riesgos grandes. En el riesgo está el triunfo.

Le recordé que hacía unos segundos acababa de perder cinco mil dólares apostando por un equipo que pagaba cinco veces; o sea, por uno que tampoco era el favorito para ganar, y que no ganó.

Sí, pero un buen jugador tiene que seguir creyendo en su instinto. El mal jugador, el apostador falaz, tira la toalla justo cuando en la siguiente apuesta se hallan la redención y el clímax que tanto ha perseguido.

Ciegamente, ingresó su apuesta. Entregó sus restantes y únicos cuatro mil dólares; todo el dinero que tenía en su cuenta bancaria.

Inútilmente, le aconsejé que, al menos, dividiese los cuatro mil dólares en cuatro montos de mil, así tendría la posibilidad de expandir el número de apuestas y las consecuentes chances de ganar.

De ganar una miseria, completó. De ninguna manera, dijo a continuación con fiera rotundidad. Los riesgos siempre se toman a lo grande. ¿Cómo crees que trabajan los empresarios mineros? Ellos les meten harto dinero a los proyectos más riesgosos porque esos son los que dan la plata de verdad. Por eso, yo también me considero un empresario de las minas.

Al terminar el partido, Keiran se convirtió en el orondo poseedor de treinta y dos mil dólares libres de recortes tributarios.

Ese bravío ejemplo me hizo apostador. No tengo dinero propio, solo el que los bancos me ofrecen en incontables y no solicitadas tarjetas de crédito. Pierdo, pero sigo esperando a mi David con la perseverancia de la que ponderaba el ahora empresario minero Keiran.


Don't Be A Gambler - Story 03 - "AUSSIE FLASH STORIES" Book by Daniel Gutiérrez Híjar

 

He lost five grand in the time it took for a footy match to finish. He grabbed his head, sinking into a silence that seemed destined to end with a long, tortured scream, but the scream never came.

Instead, from that bowed head rose a strangely optimistic face.

I’ve still got four thousand left. I’m putting it all on this random team from some unknown league in some unknown country. Their win pays eight to one.

I pointed out that the payout was that high clearly because they weren’t the favourites.

And you think I don’t know that? Bookies use numbers to mess with our heads. But I’ve seen plenty of Davids take down their Goliaths. It happened in the Bible, and it’s still happening today. If you want to win big, you’ve got to take big risks. Triumph lives in the risk.

I reminded him he’d just lost five grand seconds ago on another team that was paying five to one; also not the favourite, and they’d lost too.

Yeah, but a good punter keeps faith in his gut. The weak ones, the false gamblers, they pack it in right before the next bet, the one that brings redemption and glory.

Without hesitation, he lodged the bet. He handed over his remaining four thousand; everything sitting in his bank account.

I tried, unsuccessfully, to convince him to split it into four bets of a grand each. That way, at least, he’d have more chances to win something.

To win peanuts?, he cut in. No bloody way, he added firmly. You’ve got to take risks big time. How do you reckon mining blokes make their money? They pour heaps of cash into the riskiest projects, because those are the ones that pay off for real. That’s why I see myself as a bit of a mining entrepreneur too.

When the match ended, Keiran became the proud owner of thirty-two grand, tax free.

That bold example turned me into a gambler. I don’t have any money of my own, only what the banks offer me through countless, unsolicited credit cards. I keep losing, but I’m still waiting for my David, with the perseverance once praised by Keiran, now a mining entrepreneur.


miércoles, 5 de noviembre de 2025

Cerveza Traicionera - Cuento 02 - "AUSSIE FLASH STORIES" Libro de Daniel Gutiérrez Híjar

 

El hombre abrió la lata de cerveza y yo dije ya explotamos todos.

El alma se me devolvió al cuerpo cuando comprobé que seguíamos vivos y en una pieza.

La lata quedó expectante sobre la mesa. El sujeto que pretendía beberla consideró más urgente intercalar una opinión en el diálogo que sostenía con su acompañante, con quien, de tanto en tanto, intercambiaba ardorosos besos.

Bien, me dije, todavía tengo tiempo de evitar una desgracia.

Me acercaría a la mesa en cuestión y, sin decirle nada a la pareja, tomaría la lata y me la llevaría para desecharla con sumo cuidado, tal cual indicaba la noticia que acababa de leer.

Luego les explicaría, si todavía tenían la paciencia de escucharme, el porqué de mi extraño actuar. Les mostraría la noticia en el celular: la muy popular cerveza lager Big Creatures había enviado al mercado un lote defectuoso que contenía un exceso de carbonatación, convirtiendo a las latas en pequeñas pero devastadoras bombas de guerra. Una advertencia final indicaba que, si la lata no explotaba al ser abierta, de todas maneras, lo haría en el estómago del bebedor, propagando sus ondas destructivas varios metros a la redonda.

La pareja me agradecería el salvarles la vida.

Cuando estuve cerca de su mesa, sin proponérmelo, reconocí a la mujer. Era la novia de mi mejor amigo. Y hasta donde yo sabía, ya que él me contaba todas las mañanas en el trabajo lo que había hecho con ella el día anterior, seguían más juntos que nunca y con la intención de casarse.

Entonces, me detuve, tomé el vaso de cerveza de la mesa que me quedaba más cerca y, mirando al tipo primero y luego al resto de ocupantes del bar, y también a quien le acababa de tomar prestado el vaso, dije: Voy a ser papá y quiero celebrarlo con todos ustedes. ¡Salud! Noté que la cara del sujeto de cuya cerveza me había apropiado se relajó al escuchar mi proclama. Y pareció querer invitarme un vaso más.

Enseguida, vi al amante de la novia de amigo tomar la lata para llevársela al cogote. Entonces, salí corriendo del lugar a toda prisa y, como en las películas, justo al momento de cruzar el umbral de la puerta me tiré un clavado en el asfalto.

Del interior del bar se liberó una bola de fuego que hizo volar la estructura como si estuviera hecha de papel, encapotando el despejado cielo de Brisbane con un gris de infidelidad y malas noticias.


Treacherous Beer - Story 02 - "AUSSIE FLASH STORIES" Book by Daniel Gutiérrez Híjar

 

The man cracked open the can of beer and I thought that’s it; we’re all goners.

My soul slipped back into my body when I realised we were still alive and in one piece.

The can sat there on the table, waiting. The bloke who’d meant to drink it seemed more interested in chiming in on the chat he was having with his date, with whom he exchanged the occasional passionate kiss.

Good, I thought, there’s still time to stop a tragedy.

I’d walk up to their table, grab the can without saying a word, and take it away to dispose of it carefully, just as the news article I’d read had instructed.

Then, if they still had the patience to listen, I’d explain why I’d acted so strangely. I’d show them the article on my phone: the very popular Big Creatures lager had released a dodgy batch with too much carbonation, turning the cans into tiny but deadly warheads. And even if the can didn’t blow up when opened, the warning said it could still explode inside the drinker’s stomach, sending destructive shockwaves several meters around.

They’d thank me, no doubt, for saving their lives.

When I got close to the table, I suddenly recognised the woman. She was my best mate’s girlfriend. And as far as I knew, since he told me every morning at work what they’d been up to the day before, they were still going strong and planning to get married.

So I stopped, picked up a nearby glass of beer, looked at the man who was with my mate’s girl, then at the bloke whose drink I’d just claimed, and finally at the rest of the bar, and said I’m going to be a dad, and I want to celebrate with all of you. Cheers! I noticed the face of the guy who owned the beer relax at my announcement. He even looked like he might shout me another one.

Just then I saw my mate’s girlfriend’s lover pick up the can and raise it to his lips. That’s when I bolted for the door, running flat out, and, just like in the movies, dove onto the asphalt the moment I crossed the threshold.

A fireball erupted from inside the bar, sending the whole place sky-high as if it were made of paper, cloaking Brisbane’s clear sky in a smoky grey of infidelity and bad news.


Tendero - Cuento 01 - "AUSSIE FLASH STORIES" Libro de Daniel Gutiérrez Híjar

 


El hombre tomó un paquete de jamón y lo escondió en el interior del abrigo largo que lo cubría y que era incongruente con los treinta grados de temperatura en el exterior del mercado.

Sus ojos examinaron los míos. ¿Me atacaría para que no lo delate? ¿Me insinuaría unos fieros puños?

Supo que bastaba con clavarme la mirada para asegurarse de mi silencio. Entonces, continuó su búsqueda entre los otros anaqueles del lugar, dejándome ahí, con mi canasto de cosas a medio llenar.

Tras reponerme de la impresión, decidí seguirlo. ¿Se llevaría más cosas?  

Sí, tres bollos de pan, un botellón de jugo, unos quesos, un filete, un six-pack de gaseosas personales, y más.

Agazapado tras los anaqueles, observaba cómo se le iba hinchando el abrigo, que de por sí era de una tela muy delgada, de modo que las formas de los objetos que el sujeto iba escondiendo delataban sus curvas y perfiles a cualquiera que se topase con él.

Una de las cosas que me asombraba era que el hombre no parecía apurado o temeroso, por el contrario, elegía con paciencia y minuciosidad las marcas y la calidad de los productos. Parecía determinado a no comer cualquier tipo de jamón.

Luego de casi una hora de aprovisionamiento, el hombre decidió que había terminado su periplo.

Cuando se acercó a la salida, estuve seguro de que sería detenido, aporreado y encerrado en prisión. Entonces, un chico de aspecto amable se le acercó con una gran sonrisa en el rostro.

¿Todo bien, señor?

El tipo, que parecía que llevaba escondido a cuatro o cinco personas dentro del abrigo, respondió con un ligero movimiento de cabeza y se marchó tan campantemente.


sábado, 1 de noviembre de 2025

T. Ruco frente al pelotón de fusilamiento - Cap 03 - MENTIDERO Novela Peruana de Daniel Gutiérrez Híjar

 

El balón de gas estaba a punto de estallar y Gerardo Santa María, el sudor chorreándole la cara y descorriéndole el maquillaje que lo había convertido en un cholo protestante, solo podía imaginarse, con sofocante pavor, que su cuerpo galán y fuerte quedaría reducido a irreconocibles pedacitos de carne. Estaba convencido de que esta vez su novia, la actriz Mariela Menacho, había destrozado todos los linderos de la razón y del amor.

Listo, gordo, dijo al fin Mariela. Ya puedes apagar la hornilla y venirte para la cama. Estoy muy caliente.

Pero se me ha descorrido el maquillaje, anotó Gerardo, aliviado porque los alfiles de la muerte se habían marchado, pero responsable aún del rol que le tocaba desempeñar en el acto ritual que él y su novia celebraban, sobre todo por demencial insistencia de ella, cada vez que había en Lima una marcha popular en contra del gobierno.   

Ya no hay tiempo para que te repases la pintura marrón en la cara, gordo. Vente rápido a la cama que ya no aguanto. Me muero de ganas de hacerle el amor a mi fabricador de bombas mata-policías, a mi protestante cholo de la Facultad de Sociales de la Católica; ven, papito, que te quiero comer ahorita mismo.  

Mientras caminaba al cuarto, Gerardo Santa María, joven gerente de Google para Latinoamérica, graduado de la Universidad de Pensilvania, sopesaba la idea de acabar esa misma noche con las fantasías subversivas de su novia. Si la dejo continuar, la próxima no la cuento.

***

¿Estás con la izquierda?

No, no soy ni de izquierda ni de derecha. Yo soy apolítico, pero estoy en contra de la corrupción de los comechados del congreso, dijo el cantante.

¿Cuba y Venezuela son dictaduras?

No sé, oe. No digas tonterías. ¿Qué quieres que te diga? ¿Que sí son dictaduras?

Claro, lo son, ¿o no?

No, no son dictaduras, son gobiernos del pueblo que tienen como figura símbolo al gran Simón Bolívar. Justamente, estoy creando unas líricas que van a resaltar la memoria de Bolívar y que van a reivindicar a los gobiernos populares y bolivarianos de Cuba, Venezuela y Bolivia, enfatizó el cantante.

Entonces no estás yendo a la protesta para echar a los congresistas.

También. Estoy yendo para que se vayan todos esos corruptos y para que repongan al presidente bolivariano Castilla, que está secuestrado por haber querido reformar al Perú sin incluir a la misma argolla que nos ha mantenido pobres y pisoteados durante más de doscientos años.  

¿Vas a llevar eso a la marcha?

¿Esta camiseta? Es mi camiseta bolivariana. Aquí está Bolívar de fondo y, delante, las caras de los líderes de Cuba, Venezuela y Bolivia.

No, me refiero a eso.

Ah, las bombas. Es para tirárselas a los tombos y para quemar el congreso.

¿Pero no que la protesta va a ser pacífica?

Hermano, con la paz nunca se ha conseguido ningún cambio social. Solo con nuestra sangre, con la de nuestros hermanos, lograremos el cambio verdadero que este país necesita.

***

El oficial a quien usted escupió y golpeó es parte de la Guardia Nacional que yo mismo fundé para mantener el orden entre la población. Faltarle el respeto a uno de sus integrantes es como si me lo faltara directamente a mí, dijo el dictador del Perú Simón Bolívar. Es decir, siento como si ese escupitajo suyo me hubiera dado aquí en la mera cara y como si ese palazo que usted esgrimió me hubiese partido la tibia en dos.

Este era el cabecilla, el agitador, Libertador, informó Sucre. Este desgraciado espoleaba al resto de sus camaradas a avivar el desorden y a aventar piedras y palos a los oficiales. Varios de ellos resultaron con los huesos quebrados y las cabezas rotas.

¿Cómo te llamas? La mirada de Bolívar abrasaba.

Respóndele al Libertador, so pedazo de majadero, demandó Sucre.

El prisionero, las manos sojuzgadas e inmovilizadas por una basta serpiente de cáñamo, y de pie, altivo, la espalda desnuda rozando la pared de adobes de su celda, mantenía la mirada fija en sus propios pensamientos.

Tampoco importa cómo se llame, observó Bolívar, porque alguien que le falta el respeto a su guardia, instantáneamente pierde su condición de persona, de ser humano, y se convierte en una cosa, un objeto cualquiera sin nombre al que se le puede, por ejemplo, llenar la guata con varios plomazos.

Llegamos a sustraerle una carta conspirativa, informó Sucre, entregándole un pedazo de papel al Dictador. Ahí figura el nombre de este rebelde.

Bolívar leyó el nombre: T. Ruco.

Será Teófilo, Teodoro, Tadeo, sabrá Dios. No se atreve a abrir la boca este infeliz, se impacientó Sucre.

General, con tipos como este no vale la pena gastar paciencia sino balas. Fusile a este T. Ruco y a todos sus apandillados. Reúname a todo el pueblo en la plaza y delante de ellos descerrájeles a estos rebeldes todo el furor de sus fusiles. La gente tiene que aprender que a la Guardia Nacional se la respeta. 

Como usted diga, su Excelencia, se despidió Sucre, chocando los talones y llevándose una mano de acero a la frente.

***

Ya me dio hambre, gordo, dijo Mariela. Gerardo no era gordo, pero era una costumbre, entre las jóvenes bien de Lima, llamar “gordos” a sus novios o esposos, lo fuesen o no.

Un molesto escrúpulo royó la conciencia de Gerardo cuando se percató de que las sábanas y el cubrecama habían quedado manchados con la pintura marrón que empleó para transformarse en el típico cholo universitario que protestaba en contra de la corrupción en el gobierno. Cada generación juvenil creía que su gobierno era el más corrupto de la historia, ignorando que, desde antes de su fundación incluso, el Perú y la corrupción eran dos conceptos casi indesligables.  

Las sábanas quedaron mugres, apuntó Gerardo con existencial inquietud.

Ay, gordo, tengo hambre. No me hables de las sábanas. La chola viene mañana y las lava. Para eso se le paga. Y si te molesta dormir con las sábanas mugres, en el closet hay tres juegos más. Pero, ya, no te preocupes por eso. Ni que fueras la muchacha. Llama más bien y pide comida.

Desconcertado y derrotado, Gerardo tomó el teléfono y pidió comida.

¿Una pizza hawaiana estará bien?

Yo estaba pensando en unos anticuchitos, deslizó Mariela, juguetona.

Colgó y marcó el número del restaurante criollo que atendía a cualquier hora del día.

Dos porciones de anticuchos. ¿Con ají?

Marie, ¿con ají?

Oye, gordo, ¿tú crees que soy serrana o chuncha para comer mis anticuchos con ají? Sin ají, caramba.

¿Con emoliente?

¡Agh! Gordo, no me conoces, ¿no? Ya te dije que no soy chola. Yo tomo Coca Cola. El solo nombre “emoliente” me da vómitos.

Una Coca helada, por favor.

El pedido tardaba y Mariela, ya duchada, al igual que Gerardo, se moría de un hambre ahora redoblada.

¿En cuánto tiempo te dijo?, preguntó por quinta vez la mujer.

En media hora, dijo Gerardo, con la misma paciencia servicial.

¿Tanto? Si estos cholos hicieran bien su chamba, llegarían volando. Ni se te ocurra dejarle propina.

Claro, amor, no te preocupes. No le voy a dejar nada.

Cuarenta minutos después, los anticuchos estaban servidos en un plato y las Coca Colas recuperaban su gelidez gracias a los cubos de hielo que Irma, la empleada cama afuera, siempre alistaba con incaica previsión en la hielera de la refri.

Prendieron el televisor.

Jóvenes lanzando piedras a la policía que se defendía con escudos, cascos, tibias, peronés, cúbitos y radios. Y un muerto.

Malditos policías. Son unos cerdos. Siempre en contra del pueblo. Deberían levantarse en armas y botar de palacio al títere improvisado que la hija del dictador ha puesto ahí. Y para colmo de males es un violador de mujeres. No es justo para mi país. ¡Cómo me duele mi Perú! Pero ya se fregó ese violador. Ya hay un muerto para botarlo, así como hicimos con Marino, que no duró ni una semana como presidente.

¿Eran genuinas las expresiones de su esposa? ¿O era tan buena actriz que ya hasta la realidad le salía muy bien? Sin abandonar el gesto ulcerado, Mariela se llevó a la boca un palo de anticucho y con unos dientes blancos y acerados cercenó un pedazo de corazón.

¿Llegaste a ir a esa marcha?, dijo Gerardo aludiendo a las crepitantes escenas en la tele.  

No, gordo. Apuró un trago de gaseosa. Hay mucho cholo.

Harto de las apariencias, Gerardo protestó: Cómo que mucho cholo si tú tienes una fijación con ellos.

Sí, pero con los cholos que están al frente peleando contra los policías, aguantando, resistiendo, desactivando las bombas lacrimógenas y lanzando las molotov. Esos me encantan. Pero esos siempre están adelante; y atrás están los cholos sin ética, sin patria ni moral, los que se apachurran como parte de la masa que no piensa. Esos son los que me dan asco.

Y siempre voy a tener que disfrazarme de cholo lanza-bombas para hacerte el amor.

Por el momento sí. Tú sabes que eso me pone. Y ya no seas tan cargoso, amor. Más bien, dime si este finde nos vamos a Aruba.

, dijo Gerardo. Mi asistenta ya compró los pasajes.

Regio, amor, lo abrazó Mariela. Luego, para animarlo, le dijo: Gordo, lo de los cholos que se dejan matar por la Patria es solo un gustito. Yo solo soy tuya. Porque jamás me dejaría tocar por un cholo. ¡Qué asco!

Dejaron los platos y los vasos en el lavadero. La señora empleada debía llegar temprano al día siguiente y dejaría la cocina tan reluciente como cuando compraron la casa. Sin embargo, la joven pareja de esposos ignoraba que aquella señora acababa de perder a un hijo en una inútil protesta que no cambiaría nada en el gran orden de las cosas. Los platos y los vasos permanecerían sucios un día más.