No todo pueblo es sabio. Depende de qué tipo de pueblo se está considerando. Un pueblo que ha sido debidamente educado, aquél que no tiene carencias de primera necesidad sino aquel cuya máxima preocupación es saber qué tipo de automóvil va a adquirir al cabo de cinco años, sabrá escoger, apropiada y acertadamente, a los gobernantes que les propongan la continuidad del modelo económico y social que desean seguir llevando.
Un pueblo como el peruano, cuya tercera parte de su población sólo piensa en saber cómo conseguirá los dos soles diarios, si acaso, que le permita subsistir, no escogerá al candidato que le hable de bonanza macro económica a futuro, ni mucho menos a aquel que reciba el respaldo de connotados intelectuales que aparecen en cenas de lujo u en ceremonias fastuosas, que hablan de democracia y estado de derecho, cosas que esa tercera parte de la población no entiende porque eso no les sirve para vivir.
Ese sufridísimo sector del país es calificado por muchos de los que sí entienden de democracia y macroeconomía como ignorantes y bestias salvajes. Estos que sí entienden de cosas como privatizaciones, redes sociales y encuestas a boca de urna, desconocen que aquellas gentes que les parecen bestias y salvajes jamás, a través del tiempo, tuvieron acceso a una buena educación porque ningún gobierno procuró acercarse a ellos. Toda esta desconexión tiene orígenes muy remotos y ello no cambiará instantáneamente.
Los más pobres del Perú votaron por aquellos que les ofrecieron solucionar sus problemas inmediatos y urgentes. No por aquellos que se parecían mucho a aquellos que jamás hicieron algo por escucharles siquiera.
Un pueblo como este no puede ser sabio. Es, simplemente, un pueblo ávido de cambios que le son urgentes, primarios y perentorios.
PPK hubiera sido un excelente presidente del Perú. Estoy seguro que si buen manejo político le hubiera procurado al país el bienestar económico y social tan anhelado en estos tiempos. Sin embargo, su propuesta, llamémosla “intelectual” y “técnica” no calaría en esa población que sólo quiere que alguien le asegure que va a dejar de ganar dos soles diarios el día de mañana.
Un pueblo descontento, desilusionado y no ilustrado (porque sus antepasados siempre fueron relegados y conminados a hacer duras labores si quería seguir viviendo) escoge a aquel que le dice lo que quiere escuchar. Populismo. Por ello, es que el Perú ha llegado a un punto en el que el votante pensante (porque ha tenido la oportunidad de estudiar y progresar) evaluará más de dos veces su intención en marcar un aspa sobre la O o sobre la K.
Como diría el malvado y simpático Billy The Puppet de la sangrienta película Saw: “The choice is yours. Let the game begin”.
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