viernes, 23 de enero de 2015

Los ojos del hermano eterno - El sublime peregrino - Stefan Zweig

La espera es larga. El futuro es un artefacto en el cual ciframos nuestras esperanzas, pues sin ellas, no podríamos vivir.

Peleas con tu esposa, luego te reconcilias. Ya estás acostumbrado. Los conflictos se desatan por motivos anodinos. Un chifita, un pollito a la brasa, una película en la tele o una ocurrencia graciosa de tu hijita, disuelve por completo la conflagración. No te imaginas vivir sin esa cómoda y antagónica rutina. Ya has vivido sin ella un tiempo, y te dolió en el alma.

Te acercas a la biblioteca y decides leer otra novela de uno de tus escritores favoritos: Stefan Zweig. Los ojos del hermano eterno narra la evolución espiritual del guerrero Virata. El matar por error a su hermano mayor, Belangur, lo marcaría para siempre. Jamás, Virata, olvidaría la mirada yerta, y viva al mismo tiempo, del cadáver de su hermano.



Virata, favorito del rey de su pueblo, renuncia a guerrear, se hace juez, luego abandona a su familia y se exilia en el bosque. Virata solo quiere ser un hombre sin culpas. La muerte de su hermano le pesa. Ve en aquellos que sufren al hermano que ha matado. Virata cree que aislándose evitará causarles problemas a sus semejantes.

Sin embargo, se dará cuenta de que el no actuar es casi tan peligroso como el blandir un arma para cegar una vida. Sabio y avejentado, concluye que el servir a los demás, sin esperar pago alguno, es la única manera de vivir en paz.

Los ojos del hermano eterno puede no ser la mejor novela de Zweig, pero ello no le quita su atractivo narrativo ni la capacidad de brindarle al lector momentos de reflexión.


En el mismo libro, casi de contrabando, hallo una pieza teatral de Zweig: El sublime peregrino. Esta pieza es la continuación que Zweig pergeñó de El poder de las tinieblas,  obra teatral inconclusa de Tolstoi. El novelista austríaco, luego de recopilar documentos fehacientes, se embarca en la construcción de esta pieza teatral en la que nos entrega a un Tolstoi que tiene ya las pelotas hinchadas luego de soportar por varios años un matrimonio que, en lugar de ensanchar su libertad, más bien la constriñó. Sofía Andreievna Tolstoi aparece como una mujer muy cuidadosa de las apariencias y las máscaras sociales. A sus 84 años, el viejo Tolstoi, luego de encomendarle a su médico que sus obras sean donadas a la humanidad, escapa de su hogar, que era para él el mismo infierno, para, al menos, morir en libertad. Muere, pues, a los pocos días, días en los cuales gozó de esa tranquilidad que jamás había conocido. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario