Han
transcurrido apenas 13 días desde que pausé mi vida minera, pero los he sentido
como meses y meses.
Mi
esposa se había acostumbrado a mis espaciadas ausencias, y yo, en la mina,
alejado y solo, atareado por los continuos encargos, aprendí a valorar y añorar
su compañía.
Luego
de 13 días, las cosas entre nosotros han vuelto a la normalidad: no existe hora
en que no discutamos.
Desde que llegaste solo
lees o estás enfrente de esa maldita computadora. Un día la voy a botar, vas a
ver.
Cuando
no estoy imbuido en mi cuarto proyecto narrativo, el cual sí espero concluir, estoy
leyendo.
Las
buenas historias son mi portal hacia otros mundos. Me permiten olvidar prontamente
las escaramuzas que sostengo con mi esposa y los nervios que me invaden cuando
recuerdo que la fecha que puede cambiar mi vida se acerca.
Había
picoteado esta historia de Somerset Maugham, Una hora antes del amanecer, pero no pasaba de las tres o cuatro
primeras páginas. Sin embargo, esas primeras líneas me auguraban una novela
prometedora.
Hace
dos días la cogí y no paré hasta llegar al final. Una hora antes del amanecer no es ambiciosa, pero dentro de un
escenario reducido, el hogar de una familia inglesa de los años 40 del siglo XX,
Maugham logra crear pequeños microclimas que entrecruza perfectamente para
llevarnos, sin que nos demos cuenta, a un final sangriento y doloroso.
Los
Henderson, una familia en decadencia que se aferra a su rancio abolengo, sufrirán
penosas situaciones y se conocerán a sí mismos. Los sentimientos más bajos y
las lealtades más puras brotarán inevitablemente en el seno de esta familia a
raíz de que verán su tranquilidad y continuidad amenazada por la locura de
Hitler y sus tropas, quienes se han propuesto adueñarse de toda Europa.
La
traidora Dora, el valeroso Roger, el pacifista Jim, la deslenguada Jane, son
algunos de los personajes que Maugham nos entrega perfectamente construidos.
Hace
unas horas concluí la historia y volví a mi realidad.
Otra
pelea con mi esposa. Yo escribo esto en la sala al tiempo que ella, de un
portazo, se recluye en la habitación, prende la tele y entra en su página de
Facebook.
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