Todo está perdido cuando los malos
sirven de ejemplo y los buenos de mofa.
Demócrates
Ha sido un
día de mierda.
Gonzalo
acaba de perder el trabajo. El dueño de la academia preuniversitaria Venus
3000, donde dicta el curso de Literatura, lo ha expulsado sin miramientos. No
es posible que me lleguen estas cosas sobre usted, señor Reynoso. Esta es una
institución seria. Los maestros que laboran aquí son ejemplos de vida.
De camino a la puerta de salida, Gonzalo se
topa con Pietro Quispe, maestro de Matemáticas.
¿Qué pasó,
negro? ¿Y esa cara larga?
Nada, compare.
Todo está bien, miente Gonzalo, cortante. Jamás le contaría a
ninguno de sus colegas un solo problema laboral, mucho menos personal. Sí, Pietro
se enterará tarde o temprano del despido, pero no será de su propia boca.
¿Entonces?
Estás blanco, nero. Parece que me hubieras visto meando, se ríe
Pietro.
Fuera,
huevón. Permiso, ya me voy, dice Gonzalo, el semblante sombrío. No está para las
bromas cojudas del cholo Pietro.
Quispe le
extiende una mano: No te vas a ir así como una mula, ¿no, nero? Somos
profesionales, carajo.
Gonzalo sabe
muy bien que Pietro tiene la costumbre de agarrarse los huevos, que, dicho sea
de paso, jamás se lava, para luego estrecharle la mano al dueño de la academia.
Es un modo de cobrarse una revancha diaria con la vida que lo ha tratado tan
mal, que lo ha convertido en profesor de Matemáticas y no en el jugador de
fútbol que anheló ser desde niño. El dueño de la academia es la representación
de esa vida tan mezquina que le ha tocado.
¿Me vas a
dejar con la mano extendida, zambo?, parece ofenderse Pietro.
Lávate la
mano, serrano asqueroso, dice Gonzalo y reinicia su andar hacia la puerta.
Te vamos a
extrañar, Profe Bruti, alcanza a decir Pietro con cincelada mofa. Ve a
pedir limosna en tu canal de YouTube, negro malparido. De repente ahí te va
mejor que como profe.
Con todo
gusto, le hubiera sacado la mierda al cholo, pero Gonzalo está estático. Varias
preguntas se acaban de formular en su cabeza y no acierta a colocarles una
respuesta plausible a ninguna de ellas. ¿Cómo se enteró este conchasumadre de
que me acaban de botar? ¿Cómo sabe que trasmito huevadas en YouTube? ¿Cómo supo
mi seudónimo?
El cholo
Quispe, que no es cojudo, ha subido las escaleras y ha desaparecido en los
vericuetos de ese vetusto y estrecho edificio. Sabe que, de un buen golpe,
Gonzalo lo hubiera dejado fuera de combate.
***
Leyó tres
veces el dizque cuento. ¿Quién podría ser este conchasumadre?, caviló
Gonzalo. ¿Quién tiene esta fijación perversa conmigo? ¿Quién me quiere hacer
daño? ¿No toleran que un negro triunfe en algo, carajo?
Decidió que
esas mismas preguntas se las trasladaría a sus seguidores ya mismo. Quizá ellos
conocían la identidad de sus saboteadores.
Se sentó
frente a la computadora. La encendió. Probó su cámara. Todo estaba listo.
Ingresó en la cuenta de su canal de YouTube y empezó la transmisión en vivo.
¡Qué tal,
gente! Aquí el Profe Bruti. Hoy voy a dirigirme a unos conchasumadres que me
han hecho perder el trabajo, el número de conectados al directo subía rápidamente.
Quiero que ustedes me digan por qué hay hijos de puta que no toleran que un
hombre de raza negra triunfe en YouTube como yo lo estoy haciendo. Hoy les voy
a contar cómo acabo de perder mi chamba de profesor por culpa de unos mierdas
que quiero que me ayuden a identificar.
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