martes, 7 de septiembre de 2010

El poder de Claudia

La mujer que ha marcado su personalidad en mí con tanta profundidad fue y es Claudia. Desde que ella terminó nuestra relación, he tenido la oportunidad de compartir momentos con otras mujeres. La compañía de aquellas otras mujeres me hacía olvidar, por momentos cortos o largos -según qué tanto la chica calaba en mí-, la figura de Claudia.

Sin embargo, Claudia con su presencia omnímoda y omnipresente, tarde o temprano –según cuán poderoso era el hechizo que la otra chica ejercía sobre mí, terminaba irrumpiendo violentamente en la relación, haciéndola trizas, añicos o polvo.

Claudia usaba un camino infalible para llevar a cabo sus innumerables sabotajes: la vía mental.

Ella estaba enquistada en mi mente. Cuando detectaba que mis pasiones lujuriosas o mis nobles sentimientos por otra mujer medraban, ella se descolgaba de alguna parte de mi cerebro e iniciaba su ataque devastador y demoledor.

Es así que en muchas ocasiones en que he tenido sexo con algunas otras mujeres con las que intentaba construir algún tipo de relación algo duradera (no es mi intención tener una pareja que me esté jodiendo todo el tiempo; no es mi intención satisfacer los caprichos de alguna mujer gastando un dinero que bien puedo emplear en comprar más libros que desborden mi biblioteca y, cual plaga literaria, invadan el resto de mi habitación), Claudia se hacía presente en el cabello de la chica, en su espalda, en sus nalgas o en cualquier otra parte. De pronto, sentía un poderoso anhelo por sustituir, in situ, in puribus e ipso facto, a la chica de turno por Claudia.

Su recuerdo inhabilitaba y anulaba todas mis armas. Mi pene languidecía al comprobar (sí, comprobar, porque es sabido que ese cilíndrico órgano tiene ojos, boca, oídos, cerebro y por tanto, puede comprobar) que la mujer sobre la cama no era Claudia. Mi pene reclamaba en esos momentos a Claudia. Al no estar ella presente, sino otra mujer que se revolvía, jadeante, sobre la cama de algún hotel de mala muerte pidiendo más caricias y más penetraciones, mi pene moría y se retraía y se retiraba, como si fuera un chiquillo al que no le han satisfecho su más perdido capricho.

Es por Claudia que no he tenido ganas de ejecutar el trío sexual que venía planeando desde el Cusco. Es por Claudia que ya no he sentido deseos de estar, tocar, besar o penetrar a Pamela.

La figura de Claudia es tan poderosa en mi mente que me ata de manos y evita que este ser, que ahora escribe estas líneas pensando justa y fervorosamente en ella, se enrede con alguna otra mujer.

Hasta el momento, estoy seguro de que el día en que Claudia abandonará el fuerte que ella ha erigido en algún requiebre de mi cerebro y dejará de ejercer su hechicera influencia será cuando ocurra mi intempestivo deceso.

1 comentario:

  1. Dude mucho en escribir esto pero al final ganaron mis sentimientos, el sábado te odie tanto “dejarme a merced de esos desgraciados” pero felizmente cuando entraba en pánico apareció mi amigo JL, se extraño de verme sola pero le dije un cuentazo y se lo creyó; lo que quedo de la madrugada baile y me divertí. Sabes ahora que leo esto me doy cuenta que Yo habría echo lo mismo, el “AMOR” es un sentimiento sublime y debe ser respetado. Siempre te dije que Claudia es una buena chica y te pedí que luches por ella, el tiempo curara las heridas en ella y Uds. volverán a estar juntos; de una manera sólida y eterna ¡Suerte en esta nueva etapa!

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