Pamela y yo decidimos experimentar el sexo de a tres: ella, una amiga de ella y yo. Lo coordinamos una noche en que entré al Messenger. Casi nunca entro al Messenger, pero cuando uno no tiene con quien hablar en las noches a veces se ve obligado a hacerlo.
Era un viejo anhelo de Pamela cumplir esa fantasía. Bastante tiempo (desde que nací) llevaba yo esperando porque sucediese esa oportunidad. Ahora, mientras chateaba con Pamela, la idea germinaba y cobraba forma.
Pamela me comentaba que tenía una amiga, mayor que ella, que ya había gozado de las bondades del ménage à trois. Pamela tiene 34 años. ¿Qué tan mayor podría ser su amiga?
-¿Es muy mayor tu amiga?-le escribí.
-Es un poco mayor que yo-me escribió.
-Pero ¿qué tan mayor?-insistí. Yo quería hacer un threesome, pero no con una venerable anciana.
-Unos cuantos años más, no más-me responde-. Pero no es muy atractiva que digamos. Tampoco tiene un cuerpo espectacular.
Comenzaba a preocuparme sobre si realmente disfrutaría de esa posible comunión de cuerpos. Me animé, como último recurso, a indagar si la amiga en cuestión era poseedora del atributo que más me seducía.
-¿Tiene tetas grandes?-pregunté.
-Grandazas-me contestó Pamela.
Eso era todo lo que quería saber. Las tetas pequeñas de Pamela y su buen culo se verían contrapesados con las tetazas de su amiga y su no tan espectacular cuerpo. Le rogué que hablase con su amiga cuanto antes y que me asegurara que ella accedería a tomar concurso en nuestra peculiar aventura.
-Pame, si todo va bien, y no hay contratiempos (tú sabes cómo son de jodidos los contratiempos), estaré en Lima el sábado 4 por la tarde. Y en la noche, de todas maneras, tenemos que hacer realidad nuestra fantasía. Tu amiga tiene que estar disponible para ese día. Convéncela, por fa.
-Tranquilo Conejito-ella siempre me dice Conejito; raro, porque yo más que un conejo me parezco a un chancho por lo gordo que estoy-. Tienes que tener paciencia. Recién hablaré con mi amiga y le comentaré un poco sobre ti. Pero yo creo que sí va a aceptar. Ella es mi pataza y siempre me aconseja y me da lecciones habladas de sexo. Es un vacilón y una loca.
Eso era lo que yo quería: una tetona loca en la cama. Una loca que me enseñase las posturas más placenteras que eleven a condición de arte al acto sexual.
-Dame una semana, Conejito, para convencer a mi amiga. Primero voy a tantearla.
-Justo en una semana estoy llegando, amorcito-le escribí.
Habíamos quedado así. Sin embargo, no me imaginé que las cosas se iban a joder antes de tiempo.
Pamela no respondía a mis cursilones mensajes. Incluso me había aventurado a enviarle mensajes de texto desde mi nuevo número Movistar. Tuve que comprarme un chip de Movistar, muy a mi pesar, porque es la única señal que capta en estas confinadas latitudes en las entrañas de Machupicchu.
Ella mantenía un mutismo prolongado. Supuse que seguramente se debía a que algunas de sus obligaciones como maestra la mantenían ocupada.
Una noche, como todas las noches aquí en Machupicchu, abrí mi correo. Apareció un solitario mensaje de Pamela. El título del mensaje era pavoroso y dinamitante para mis tantas veces postergadas intenciones lujuriosas : “Todo ha terminado entre nosotros”.
Su mensaje, extenso por cierto, relataba que Pamela le había recomendado a su amiga leer mi blog para que conociera un poco de mi forma “loca” de pensar. Su amiga leyó un artículo en el que me expresaba muy mal de Pamela, dejándola, según el comentario de su amiga, como una gran cojuda. Pamela leyó el artículo y se sintió devastada.
En su carta, me mandaba a la mierda de una manera decorosa y elegante, diciéndome que no me odiaba ni odiaría jamás porque yo le había enseñado a descubrir ciertas formas de placer que jamás pensó desarrollar. Pamela, fiel a su estilo, jamás perdía la compostura a lo largo de su dilatado mensaje. Toda una dama.
-La cagada-pensé-. Se fue a la mierda el trío.
Pero no solamente perdía la oportunidad del trío, porque al parecer la amiga de Pamela también tenía ahora un pésimo concepto de mí; también perdía a mi gran amiga Pamelita.
Ella se despedía muy afligida de nuestra amistad y me deseaba lo mejor en lo que me quedaba de vida.
Puse mis dedos sobre las teclas de la laptop y digité, compulsivamente, mi respuesta. Apelaba a su sentido del perdón para que disculpase mis impertinencias y desmanes literarios. Le escribía que, y esto era muy cierto, desde hacía un par de meses, para ser más exactos desde que puse mis pies en suelo cusqueño, la amaba y la deseaba muchísimo. Recuerdo haberle escrito: “Te amo muchísimo” una docena de veces. Recuerdo haberle escrito que me había dado cuenta de lo mucho que la amaba, que había caído en la cuenta que ella era la única mujer que se acordaba de mí y que me hacía sentir deseado. Pero lo más importante era que siempre estaba dispuesta a darme unas mamadas espectaculares. Y eso era algo que no permitiría que se me escapase de las manos.
A los días, encontré a Pamela en el chat. Le hablé bonito, procurando ser atinado. Tras media hora de escribirle, ella explotó.
-Dani, no puedo seguir así. No puedo estar molesta contigo ni alejarte de mi vida. Te necesito en ella. Tú eres mi Conejito de los ojos hermosos, de los ojos que me han alumbrado la vida. Te deseo, amor. Te deseo muchísimo.
Leí aquello y pensé: “No todo está perdido”. Le respondí que yo también la amaba y que me alegraba que me hubiese perdonado.
Sin embargo, lo que hasta ahora no me queda claro es si se realizará mi tan anhelado trío. No me pareció pertinente preguntarle si las cosas con respecto a ese tema todavía seguían en pie.
A escasos días para el sábado 4, aún no está claro si ese día en la noche me encontraré acariciando el cuerpo de dos mujeres al mismo tiempo. Lo que sí es algo casi seguro es que Pamela y yo nos amaremos con más frenesí que antaño y que la cama del hostal que nos albergue crujirá hasta romperse.
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