Leoni Leone es un hombre guapo, culto y atractivo. Es capaz de ganarse la simpatía tanto de hombres cuanto de mujeres. Y ha dejado a varias señoritas embelesadas con sus encantos, a lo largo de sus periplos europeos. Leoni Leone sabe eso, sabe que la naturaleza y su refinada educación le han dado el poder de capturar el corazón de cualquier mujer.
A la muerte de sus padres, Leoni heredó los bienes patrimoniales, los cuales hizo humo cuando se dedicó de modo parejo al juego y al libertinaje. Así es, Leoni es un amante liberal. Por ello, este antihéroe nos cae muy bien a los lectores liberales, casi libertinos.
Se preguntarán: si este Leoni recibió tan buena y refinada educación –tengan en cuenta que los hechos ocurren en los comienzos del siglo XIX, y en esa época, la educación que recibían los ricos era estricta y completa-, ¿cómo terminó siendo un pillo que seducía a mujeres cuyos caudales pecuniarios eran extraordinarios? La respuesta se esconde detrás del voluminoso cuerpo de un cura llamado Zanini. Este hombre, preceptor de Leoni durante su adolescencia, le enseñó ciertas artes que luego puso en práctica en su vida adulta. Zanini decía: “Es preciso hacer el mal para saber hacer el bien; saber gozar en el vicio para saber gozar en la virtud”.
Julieta Ruyter es una mujer hermosa. Gracias a los esfuerzos de sus padres, quienes se forjaron una acomodada posición burguesa –su padre cosechó dinero en su oficio de orfebre-, recibió una educación de lujo y la ubicación apropiada en la sociedad para una mujer de su intelecto.
Es en un escenario de lujo en donde Julieta y Leoni se conocen. Ella jamás se separará de él, a pesar de todos los desaires y plantones que éste le hace sufrir.
Leoni se hace pasar por un atildado y rico heredero. Con ese cuento, el cual hasta cierto punto del pasado fue verdad, logra casarse con Julieta, a quien, sinceramente, poco le importaba la riqueza o inopia de su amado. A los padres sí les importaba ese pequeño dato.
La boda se fijó para cierta fecha, pero no se realizaba, pues los papeles que, presuntamente Leoni había encargado traer de su lugar de origen, y que comprobarían su linaje y títulos, no llegaban. Todo era una pantomima, por supuesto. Una pantomima cuyo objetivo era hacerse la víctima para que sus suegros corrieran con todos los gastos del matrimonio, además de aportar la dote de Julieta.
Se llevó a cabo el matrimonio, los papeles nunca llegaron y Julieta y Leoni hicieron un viaje. Leoni robó todas las joyas que los padres de Julieta le habían confiado. También la abandonó.
Hay un pretendiente, a quien Julieta le narra todas estas vivencias, un tal Bustamante. Este es oyente de todas las decepciones que Leoni le ha provocado. Incluso cuando ella se enteró del robo, de que no era más que un vividor, que mantenía una relación amorosa paralela con una rica condesa viuda, Julieta siguió amándolo sin reservas, siempre perdonándole todo.
El juego de dramas envueltos en esta historia ha sido perfectamente diseñado por George Sand (París, 1804 – Nohant, 1876) de modo que nos resulta atractivo y fascinante. ¿Hasta qué punto alguien puede engancharse con una persona cuyo comportamiento no encaja dentro de los parámetros seculares de moral establecidos por la sociedad? Directamente y sin florituras, George Sand nos logra conmover, crea una atmósfera romántica y patética al mismo tiempo. La desvergüenza de Leoni no obtendrá castigo. Julieta será su amante por siempre a pesar de que encuentra en su camino hombres buenos capaces de ofrecerle la felicidad tranquila que ella merece. Pero Sand, no va por ese camino, por el predecible: Julieta encuentra un hombre bueno y vive feliz con él, reponiéndose de las fechorías que Leoni le hace. No. Eso hubiera sido desleal al espíritu de una buena novela. Julieta se queda con Leoni, pero hay que ver el final inesperado que George Sand dejó para el final.
Es la única novela de esta mujer –sí, George Sand era el seudónimo de Amandine Aurore Luciel Dupin; en su época, era mal visto que una mujer se dedicase a escribir ficciones- que he leído. Sabía de ella porque se rumoreó que fue amante del afamado escritor francés Gustave Flaubert. He leído Leoni Leone y no me he decepcionado. Flaubert, en cambio, describe el interior de una casa, las flores, los jardines, los caballos, etc, Luego de leer esas andanadas verbales, uno queda exhausto y somnoliento. Bukowski odiaba esos comienzos pastoriles: "Era una tierra preciosa, las montañas escarpadas estaban cubiertas por la nieve y Tom Haney llegaba solo en su viejo y destartalado automóvil". "Oh, Dios mío", diría Bukowski , "¿Por qué tengo que empezar con una mierda como esa? No es real". En Sand, la cosa es directa: la trama –y no las descripciones escenográficas recargadas- se impone y captura al lector por la vivacidad con que la escritora la cuenta.
Al abrir Leoni Leone, no esperé encontrarme con esta historia tan atrayente y viva, llena de verdad. Por experiencia sabemos que aquello que llamamos amor siempre le pertenece a esa persona que tanto daño nos hizo y nos sigue haciendo. Así es la naturaleza humana. Y Sand plasmó esto muy bien en su novela.
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