Cuando
el lector seguidor de Bayly abre las páginas de uno de sus nuevos libros, va
predispuesto a hallar personajes mediáticos tomados de la realidad, personajes
que, estamos seguros, Bayly desnudará minuciosamente para ofrecernos aquel lado
arcano que, por pudor o hipocresía, ellos no nos muestran. En la mayoría de los
casos, parece que Bayly únicamente les cambiara el nombre a sus víctimas
literarias; aunque conserva, algunas veces, las iniciales de sus nombres.
Un
tanto de esto ocurre en su nueva novela La
lluvia del tiempo. Podemos reconocer a los personajes que le sirvieron al
autor para crear las personalidades de Alcides Tudela (Alejandro Toledo),
Lourdes Osorio (Lucrecia Orozco), Elsa Kohl (Eliane Karp), Juan Balaguer (Jaime
Bayly), Soraya Osorio (Zaraí Orozco), Gustavo Parker (Genaro Delgado Parker),
Enrico Botto Ugarteche (Enrique Chirino Soto), personaje que rescata de su
mejor novela Los últimos días de la
prensa, Lola Figari (Lourdes Flores), entre otros. Los mencionados son los
personajes principales de una historia que muestra que el dinero no solo compra
objetos sino también conciencias, voluntades e ideologías. Todo se puede
comprar con el dinero, esa es la cruda realidad.
Al
leer el listado de personajes que intervienen en la historia, es innecesario
especificar que ésta novelará aquel caso en el cual un candidato a la
presidencia del Perú negó en todas las formas posibles la paternidad de una
niña que engendró con una mujer que no era su esposa, una paternidad que venía
siendo reclamada por 14 años ante los tribunales y que se hacía pública en esos
momentos de agitación política.
No
espere el lector hallar un relato fiel de la realidad. Bayly, si bien, como
dije, emplea a personajes cuyas vidas, más o menos, nos son familiares; Bayly,
decía, exacerba las personalidades del candidato mitómano compulsivo, del dueño
de un canal de televisión amante del dinero y el poder, del periodista cobarde
y egoísta. El autor le inventa una vida a cada uno de estos personajes, una
vida que por lo disparatada parece poco creíble, pero quién puede juzgar qué es
creíble o no en este mundo en el cual ocurren hechos que día a día nos
sorprenden, para bien o para mal.
Sin
embargo, las últimas trescientas páginas del libro resultan falsas. ¿Por qué?
Porque Jaime emplea el alter ego de personajes que son conocidos. Así el autor
les haya cambiado los nombres, les haya creado otras vidas –vidas que tienen
puntos de intersección con las vidas reales de sus pares de carne y hueso-, el
lector no podrá quitarse de la cabeza que los caracteres que intervienen en el
relato –relato basado en un hecho que sucedió hace poco, en el 2000, y que aún
pervive en nuestras memorias- son reales y, por tanto, cuando repasa junto a
Bayly las vidas exageradas que éste les atribuye, las encontramos falsas. Si
este escritor peruano hubiese empleado personajes totalmente distintos,
anónimos, otro escenario menos conocido, quizás aquellas rocambolescas vidas
que les endilga a sus criaturas pudieran haber engañado a sus lectores,
haciéndoles creer que aquello que cuenta es real o lo fue.
Las
primeras cien páginas son más mesuradas y, por ello, el lector cree ver en esta
novela la superación de aquella que es, actualmente, la mejor novela de Bayly, Los últimos días de la prensa. Jaime no
ha logrado escribir su mejor historia con esta última entrega; sin embargo, a
causa de que modifica lo que realmente ocurrió en el caso de Zaraí Toledo, el
lector desea llegar a la página 403, la última, para conocer qué final le da
Bayly a su, por otro lado, divertido recuento.
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