martes, 17 de junio de 2014

Cartero - Charles Bukowski



Como todas las novelas de Bukowski, “Cartero” es entretenida y directa; por tanto, resulta imposible dejarla de lado. Lo corto de cada capítulo hace más fácil su lectura. Estás leyendo uno y ya quieres leer el próximo. Es que cada uno de ellos va al grano y no se regodea en circunloquios. Las descripciones son escasas y, cuando las hay, precisas. Bukowski nos plantea su atmósfera con diálogos, abundantes diálogos, conversaciones muy reales, cotidianas y, por esto mismo, fuertes.



Henry Chinaski trabaja como cartero. Odia su chamba. Se ha dado cuenta de que cada uno de sus compañeros carteros, incluidos sus jefes, son unos idiotas que ven en ese trabajo, rutinario y agobiante, su principal motivación en la vida.

Chinaski bebe cervezas y apuesta en los caballos. Así se procura un breve escape de su realidad y unos dolarillos que le permiten vivir experiencias tan desternillantes como las que consigue trabajando como cartero.

Con una de las tantas mujeres que pasan por su relato (no tantas como en la novela “Mujeres”, donde Chinaski es ya un escritor reconocido y asediado por jovenzuelas que desean ser parte de los relatos vivenciales del escritor. En “Cartero”, Chinaski es un perfecto desconocido), Chinaski tiene una hija (al igual que el mismo Bukowski), a quien llama Marina Louise (el mismo nombre de la hija de Bukowski). Chinaski nos cuenta el embarazo, el parto y cómo, casi natural y pacíficamente, decide con la madre que ella vivirá con la bebe y él solo, dándole al trabajo que cada día le troncha los sueños (y el sueño). No pretendan, en ese punto del relato, hallar a un Bukowski sentimentalón. Chinaski jamás se sale de su papel de tipo duro, sabio. Sin embargo, creo percibir que, a su modo, Bukowski enternece.

El gancho de las novelas de este genio del relato sucio es su crudo y cotidiano realismo. Bukowski no se devana los sesos practicando técnicas narrativas alambicadas o vanguardistas; lo suyo es darle al lector un recto de derecha con toda la fuerza de la verdad de la vida.

Me quedo con estos extractos de la novela porque hoy, en estos momentos de mi vida, los siento muy cercanos, como si el viejo Hank me estuviera aconsejando personalmente (Hay que estar bien loco para tomar los consejos de un viejo borracho y sexópata como Bukowski).


Página 107


-¿Cómo puedo trabajar 12 horas por noche, dormir, comer, bañarme, hacer los viajes de ida y vuelta, ocuparme de la lavandería y la gasolina, el alquiler, cambiar neumáticos, hacer todas las pequeñas cosas que han de hacerse y todavía estudiar el esquema? -le pregunté a uno de los instructores


-No duerma -me dijo.


Le miré. No estaba tocando el trombón. El condenado imbécil hablaba en serio.


Página 174


Fay se quedó con la niña. Yo me quedé con el gato.


Encontramos un sitio a 8 o 10 manzanas de distancia. La ayudé a mudarse, me despedí de la niña y conduje de vuelta.


Iba a ver a Marina 2 o 3 veces por semana. Sabía que mientras pudiese ver a la niña me sentiría bien.



Página 187

Once años pasaron por mi cabeza. Había visto al trabajo devorar a hombres hechos y derechos. Parecían derretirse. Estaba Jimmy Potts, de la estafeta Dorsey. Cuando llegué, Jimmy era un tío fuerte y bien parecido con una camiseta blanca. Ahora había desaparecido. Había puesto su asiento lo más cerca del suelo posible para sostenerse mejor con las piernas y no caer redondo. Estaba demasiado cansado para cortarse el pelo y había llevado el mismo par de pantalones durante 3 años. Se cambiaba de camisa un par de veces por semana y caminaba muy lentamente. Lo habían matado. Tenía 55 años. Le faltaban 7 para el retiro.


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