Acaban
de hacer el amor. Sus cuerpos secos, pues apenas han sudado, están cubiertos
por la delgada manta del hotel. Están apoyados sobre sus codos y garabatean un
pedazo de papel. Se turnan el lapicero. Uno propone un nombre, la otra otro. Cuando,
de pronto, poseído por un chispazo de genialidad, él coge el bolígrafo y
estampa en el papel las tres primeras letras del nombre de su amada y las
cuatro últimas del suyo. Así, ambos quedan complacidos con: TATCHER. Ambos creen
que acaban de dar con el nombre más hermoso con el que bautizarán a su futuro hijo.
Sellan el afortunado hallazgo con un prolongado beso.
Todo
esto acaba de recordar Quecher luego de anotar su quinto gol en el campeonato y
el segundo del partido entre Minas y Piping. Desde que dejó de llevar a su
chica a los encuentros de su equipo, Quecher ha anotado indefectiblemente en
cada partido. Mientras ella estuvo sentada en la tribuna, Quecher no pasaba de
ser un mero fantasma en el campo. Sus compañeros le han pedido que, por el bien
del equipo y su continuidad ganadora, se abstenga de llevar a su compañera
sentimental a los encuentros. El pedido parece rendir sus frutos.
El
primer gol lo había convertido Manolitro, tras recibir un balón dividido en el
corazón del área.
El
tercer gol, producto más del esfuerzo y la casualidad que de una acción
planeada, terminó por sentar la autoridad de Minas frente a su rival, quien, ya
vencido, no ocasionó más dolores de cabeza.
Con
este 3 a 0, Minas acaba de clasificar a los octavos de final. Es cierto que todavía
le resta una fecha para cumplir con el cronograma de grupos, pero el rival, al
parecer por su lugar inferior en la tabla, no representará mayor problema.
Luego
del partido, los mineros acudieron a la fonda de la esquina para celebrar su
victoria con unas cervezas. Apenas llegaron a beber una botella de 650 ml, pues
la dependienta, una señora de provecta edad, se negó a convertir su digno
restaurante en un bar cualquiera. Váyanse, borrachos, les había dicho. Los
mineros se trasladaron al Bohemia, bar colombiano en la cuatro de Arenales. Ordenaron
dos jirafas, recipientes largos de 3 litros de capacidad cada uno. Muchos
regresaron a sus hogares tras la chupeta. Otros continuaron su jarana en
chongos de la avenida La Marina y terminaron comiendo chifa a las 3 de la
madrugada.
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