No
me lo esperaba.
La
noticia llegó cuando ya me había resignado a permanecer en esa mina un largo
tiempo.
Había
estado toda la mañana dentro del socavón, había acudido luego al vestuario,
enseguida había almorzado y, finalmente, dirigido a mi cuarto para bañarme.
Salí
de la ducha exultante, alegre. Me vestí y fui a la tiendecita, compré una Coca
Cola de litro y medio y unas cuantas galletas de diversos sabores. Para la
gente de la oficina, pensé.
En
la oficina, rechazaron cordialmente la gaseosa que les ofrecí. Me dijeron que
sus hábitos alimenticios habían cambiado drásticamente. Cuidaban sus
triglicéridos. Ahora solo bebían agua natural. ¿Galletas? Tampoco. Todavía les
duraba la satisfacción del almuerzo.
En
el escritorio que se me había asignado, la Coca Cola a mi diestra y los paquetes
de galletas a mi siniestra, encendí la vetusta y lenta laptop de la empresa. Revisé
mi cuenta de Hotmail. Era lo primero que hacía al conectarme en internet:
revisar mi correo.
Tres
mensajes nuevos. Dos son spam y el otro tiene un título en inglés: Engineer
Position. Recuerdo entonces que hace varios meses envié mi CV a varias empresas
extranjeras. Albergaba la ingenua esperanza de trabajar en un lugar del primer mundo
o, al menos, con personas que pertenecieran a ese primer mundo. Sentía, todavía
siento, que solamente en esos lugares podría aprender algo nuevo.
Seguramente
es una respuesta de rechazo amable de todas las que me llegaron inmediatamente
después de que hube enviado mis cientos de correos. Seguramente es un correíto
de rechazo que se ha atrasado unos cuantos meses en llegar.
Lo
abrí con curiosidad. Líneas después, no podía creer lo que leía. Por fin,
después de tanto tiempo y tantos sueños, una empresa me invitaba a trabajar con
ellos. Una de las condiciones, sin embargo, era fijar mi residencia allá donde
ella se ubicaba, en Clovis, Fresno, California. Acepté la propuesta y las
conversaciones de los detalles continuaron.
Días
más tarde, un viernes de la semana de mis días libres, el CEO de esta
consultora norteamericana me entrevista telefónicamente. Por favor, Daniel,
acelera los trámites de tu visa. Nos gustaría contar contigo pronto aquí para
entrevistarte personalmente y presentarte a los ingenieros de la oficina.
Además, nos gustaría mostrarte Clovis para que más o menos vayas viendo dónde
podrías acomodarte. Apenas tengas una respuesta de la visa, nos avisas para
arreglar los pasajes aéreos y demás asuntos, me dice antes de concluir nuestra
conversación, charla que duró, estimo, treinta minutos.
Sábado,
domingo, lunes. El día martes ya estaba camino a Huancavelica, de regreso a la
mina. Sin embargo, ya tenía fecha para la entrevista en la embajada de Estados
Unidos, institución que dirimiría el asunto de si se me otorgaba la visa de
negocios que me permitiría entrevistarme personalmente con los ingenieros
americanos de esta consultora o no.
El
martes 3 de febrero, a las 10:30 de la mañana, veré si mi anhelo de trabajar en
un lugar en el cual pueda aprender en serio se hace realidad. Ese día, veré si
el consulado norteamericano juzga conveniente aceptarme en su país por los tres
días que durará la entrevista y el pequeño tour en Clovis.
Aunque es muy cierto que escribir sobre un deseo es una forma bastante poderosa de evitar que éste se cumpla.
Aunque es muy cierto que escribir sobre un deseo es una forma bastante poderosa de evitar que éste se cumpla.
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