Esta es Panda, de México. Es muy buena. Y esta es Babba, algo diferente, pero también muy buena. Y esta última es Chocco, de las frondosas montañas de Colombia. Ahora, las dos primeras cuestan lo mismo: 100 soles 5 gramos. Precio de patas. Pero esta, Chocco, es un poquito más cara: 150 soles 5 gramos. Cuando la fumes, comprobarás el valor de esos 50 soles extra.
Sin dudarlo, le digo que me venda 20 gramos de Chocco.
Está fregada la situación, ¿no?, me dice mientras prepara mi pedido. Si el huevón de Castillo gana, nos vamos a la mierda, loco; Chocco te saldrá a 300 soles 5 gramos. Quizá hasta más. Quizá desaparezca la vaina y me tenga que fugar del país.
Esperemos que no gane, le digo; el Perú te necesita.
Tiempo que no fumas, bro; ¿qué pasó?
No sé, creo que estoy feliz.
Ah, ¿sí? ¿Por qué?
El amor, compadre, el amor, le digo.
¿Vas a regresar con tu esposa?
No, loco, esa relación está más muerta que la única neurona de Castillo.
Se ríe. Qué buena, qué buena, repite, tosiendo. ¿Entonces? ¿De quién estás templado?
Es una larga historia y no quiero aburrirte. Además, si te cuento, al minuto habrás dejado de prestarme atención. Te conozco. Tú solo estás atento cuando se trata de compra y venta de merca.
Y no va cher, me dice, retomando las carcajadas, entregándome la hierba y recibiendo mi dinero.
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