Me costó terminar la lectura de esta novela. En lugar
de cuatro, invertí seis días en culminar este texto de casi cuatrocientas
páginas, obra del uruguayo Eduardo Acevedo Díaz (1851-1921). Y es que la prosa
de un naturalista suele abundar y redundar en descripciones. Leo con facilidad
aquellas historias que suceden en la urbe, pero me desaniman las que ocurren en
la naturaleza. Acevedo Díaz, el primer escritor en crear una saga literaria concerniente
a la etapa emancipadora del Uruguay, nos narra en su Ismael (1888) la historia
de los gauchos y matreros uruguayos, tipos duros que solían vivir al margen de
la ley y que combatieron contra los españoles en cruentas y súbitas embestidas.
Acevedo describe piedra por piedra el ambiente en que viven los gauchos, así
como sus costumbres, indolentes y prácticas.
Además, es minucioso en el detalle de los enfrentamientos que sostienen con los españoles que dominaban al Uruguay. Así, por ejemplo, nos presenta con vívida prolijidad el machetazo que le endilgan a un matrero y este, con la ceja colgándole del ojo, continúa el combate, del cual resulta victorioso.
No solo de varones estaba compuesto el acervo gaucho; también hubo mujeres, comúnmente llamadas amazonas, féminas que preferían siempre estar a caballo rompiendo cráneos del foráneo invasor.
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