domingo, 25 de agosto de 2024

NOVELA PERUANA EL PROFE BRUTI de Daniel Gutiérrez Híjar - Capítulo 07

 


El mundo es un escenario,

pero la obra está mal repartida.

Oscar Wilde

 

Mientras calculaba en qué parte del cuello de aquel conchasumadre debía hundir el cuchillo, recibió en el hombro una palmada vallejiana. Sobresaltado, volvió los ojos locos para descubrir al autor del gesto.

Profe Bruti, ¡cuánto gusto me da conocerlo!

Gonzalo tenía ante él a un tipo blanco, alto, de elegante vestimenta y con el pelo engominado y brilloso, cual galán de película mexicana de los cincuenta. Una mano de gruesos pelos marrones se extendía hacia él.

Soy el dueño de este restaurante, pero, más importante que eso, soy fiel seguidor suyo, dijo el hombre. Luego, con la voz baja y en un tono de confidencia, continuó: Yo también soy hincha de la Brutalidad.

Los ojos de Gonzalo bizquearon; no podía creer lo extensa, variopinta e inesperada que era la comunidad que lo había erigido a él como su máximo representante. Estrechó la mano del hombre.

Permítame presentarme. Soy Otto Yerovi, pero seguramente usted me conoce mejor como RompeCulos.

Ah, o sea que tú… usted…, Gonzalo vaciló. No sabía si mantener la formalidad y el respeto hacia la figura del hombre blanco o tratarlo como a un peruanito de a pie más.

Otto captó al instante el dilema semántico de Gonzalo. Tutéame, no más, Profe.

Gonzalo, algo más cómodo con la anuencia de Otto, siguió: O sea que tú eres RompeCulos. No puedo creerlo. Y yo que pensaba que eras un pezuñento más que vivía en una choza de esteras.

Ya ve que no, querido Profe. Pero, tome asiento… Oh, ya veo, estaba usted camino a conocer a otro gran personaje de la Brutalidad. Venga que se lo presento ya mismo.

Otto condujo a Gonzalo hacia donde estaba el conchasumadre que le había bajado sus canales.

Camilo, Camilo, mira a quién tengo aquí.

Los ojos de Gonzalo se incendiaron al encuadrarse dentro del campo visual de Camilo, el nefasto Gato-K-Ch-Ro.

***

Profe Brazo de Bebé, ya somos treinta mil pezuñentos, decía un comentario al tiempo que el contador de espectadores del YouTube enloquecía; había subido de los habituales doscientos conectados hasta los mil y, luego, escalado, al parecer sin límite alguno, hacia los treinta mil.

El Profe Bruti sabía que el Gato-K-Ch-Ro estaba detrás de la maniobra. YouTube castigaba con la desaparición del canal el uso de vistas generadas automáticamente: bots; falsos espectadores creados -previo pago a una mano inescrupulosa- con unas pocas líneas de código para darle una aparente popularidad, y así atraer nuevos espectadores, a canalitos pequeños. A menudo, el algoritmo de YouTube toleraba una cantidad moderada de bots: doscientos, trescientos. ¿¡Pero treinta mil!? El artesano informático detrás de esos ya cuarenta mil bots tenía un único objetivo: la desaparición del exitoso canal de Bruti.

Con ganas de llorar, pero esforzándose por contenerse, Gonzalo, totalmente poseído por su personaje de Bruti, lanzó unas palabras finales. YouTube le acababa de enviar un mensajito contundente y doloroso: Su canal será dado de baja dentro de un minuto por violar las políticas de uso de la comunidad.

Gato cachado, sé que estás detrás de esta pendejada. Me las vas a pagar, conchatumadre. Porque, el día que te vea, te voy a moler a golpes. No va a quedar nada de tu cara. Ni la puta de tu vieja te va a reconocer, malparido, Gato malcachado. Y se cortó la transmisión. El Gato-K-Ch-Ro había triunfado.


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