viernes, 15 de agosto de 2014

Fuck God - Pedro Salinas

“Al diablo con Dios” (“Fuck God”) should better be called “Fuck the Catholic Church” because, instead of bombarding the foundations of the beliefs in God, Pedro Salinas blows up the performance of the people at the top of the Catholic Church. And for this purpose, he uses logic and real and overwhelming facts.


 (Lout cholo feignedly reading his non original book)

Moreover, this book is a terrible punch against everything that looks like repression, archaic ideas and intolerance.

The next extract, which has been taken from page 159 (my book is an illegal copy, by the way), sums up what “Al diablo con Dios” is all about:

“Its strict hierarchy, its unyielding dogmas and its closed system that leads to one way of thinking, in these modern times, don’t help either. They indeed help to outline a deteriorated, out-of-date, reactionary and pre-modern church.


By discriminating against women, forbidding contraceptive pills, concealing its priests’ sexual abuses, or by polarizing society over abortion, homosexuality and euthanasia issues, as you see, it (Catholic Church) doesn’t underpin any real reform or genuine correction; on the contrary”.

Al diablo con Dios - Pedro Salinas

“Al diablo con Dios” debiera llamarse, más bien, “Al diablo con la Iglesia Católica” porque, más que un bombardeo a los cimientos sobre los que se funda la creencia en Dios, Pedro Salinas dinamita el accionar de la cúpula que maneja aquella milenaria institución. Y lo dinamita con lógica y hechos concretos.



 Morganita ojeando el libro. Al parecer, el texto no la convence.

Más aún, este libro es un golpe certero a todo aquello que huela a represión, arcaísmo e intolerancia.


 (Cholo atorrante que se alucina culto porque lee delante de una pila de libros)

El siguiente extracto referente a la Iglesia Católica, sacado de la página 159 del libro (mi ejemplar es pirata, por si acaso), resume perfectamente el tenor de “Al diablo con Dios”:

“Su estricta jerarquía y sus inquebrantables dogmas y su cerrado sistema que aspira a un pensamiento único, en tiempos como los actuales, tampoco ayudan. Ayudan, sí, a perfilar una iglesia decadente y anquilosada y retardataria y premoderna.


Discriminando a las mujeres o prohibiendo los anticonceptivos o tapando los abusos sexuales de sus curas o polarizando a las sociedades en temas como el aborto, la homosexualidad y la eutanasia, como verán, no apuntala ninguna reforma real ni ninguna corrección auténtica. Todo lo contrario”.

lunes, 11 de agosto de 2014

Are you smarter than a fifth grader? Yes, of course

What are you about to read has been written with anger, with a bad loser spirit, with revenge, with the iniquitous spirit of the resentful person.

I’ve just checked three little things:

One: TV is managed and represented by a bunch of assholes. I’m an asshole, by the way. So I think I can fit there.

Two: TV has room for pretty people only. There’s no way a shitty cholo like me could ever burst in Peruvian TV screens unless he is used as a puppet everybody can make fun of.

Three: TV only embraces dumbass people, people of little culture. Well, there are some few exceptions.

Two weeks ago I went to the casting of “Are you smarter than a fifth grader?” I did my queue. That queue wasn’t even the one percent of the queue for the public of “Esto es Guerra”. There were a bunch of school girls shouting their heads off every time one of their favorite warriors passed by. Shit! I wish I was one of them, instead of having to wake up every morning at 6 am and sitting in front of a PC and watching the same faces all day long just to make a few soles.

A guy, who was getting in and out the channel building, gave us some papers with a lot of stupid questions in them: “What was the name of your favorite teacher?”, “How were your grades back at school?”, “What do you plan to do with the 30,000 soles?”  

I answered the truth: “Don´t remember”, “Good” and “I don’t know”. I didn’t want to be part of a circus by writing nice and false answers just for Brunito (the programme host) to ask me questions he neither I give a shit about.

I was 8 and I was up for my audition. It was my time to answer 8 questions. The guy I told you about said to us: “At least, try to hit three questions right. Remember: the most important thing is how you act before the camera. How much you know is not important”.

I acted well before the goddam camera. I didn’t show any kind of fear or shyness. I didn’t act as a clown either. That’s not my style yet. Behind the camera there was a pile of subnormal people which, by their tone of voice, looks and behavior, looked like graduated students from La Católica, San Martín and La de Lima.

One of those chimps asked me the questions:

“What was the name of the mine work system under the Virreinato?”

“Mita”, I answered.

“What is the name of the heart contraction movement?”

“Systole”, I responded.

“What civic ceremony we celebrate on October?”

“The combat of Angamos”, I said.

“If I have eight muffins and I have them divided by eighths, how many pieces will I have?”

“Sixty-four”, I calculated.

There were other questions which I can’t remember because, maybe, they were easier than those exposed here. The guy who was asking me those questions said: “Great. You have answered everything correctly.”

Everything correctly? You, pussy. And why haven’t you people summoned me for playing in the show? Don’t you see I need some green in my pocket? You prefer to have white, blue-eyed people in your show instead of having real Peruvian-type guys in a country which is entirely populated by cholos. While I was watching how the last white-skinned contestant took the 30 thousand soles, I said to myself: “You could have been there, big headed dumbass, if it wasn’t because nature made you ugly and cholo.”


Good luck next time.

¿Sabes más que un niño de primaria? Sí, cómo no

Lo que están a punto de leer ha sido escrito con saña, con el ánimo del mal perdedor, con ánimo de revancha, con el ánimo del que se ha picado.

Acabo de comprobar tres cositas:

Uno: Que la televisión está manejada y representada por un conjunto de idiotas. Yo también soy un idiota, por si acaso. Así que creo que podría encajar muy bien en ese ambiente.

Dos: Que en la televisión solo hay cabida para la gente bonita. De ningún modo se podrá permitir que un cholo de mierda (como yo) irrumpa en las pantallas de los hogares peruanos así como así, a menos que el cholo sirva para divertir a la noble audiencia.

Tres: Que la televisión solo acoge a gente de escasa cultura. Salvo algunas honrosas excepciones.

Hace dos semanas me presenté al casting de “¿Sabes más que un niño de primaria?”. Hice la colita respectiva, que, dicho sea de paso, no era ni el uno por ciento de la cola del público de “Esto es guerra”: Un montón de chibolitas desgañitándose ante el avistamiento de sus guerreros favoritos. Ya quisiera yo estar en los músculos de esos guerreros. No me queda otra que destrozar mi sueño a las 6 de la mañana, de lunes a viernes,  y ganarme las pesetas sentado ante una fría computadora, mirándoles las caras a las mismas personas de siempre por horas y horas.

Un tipo, que entraba y salía del canal cada tanto, nos entregaba a los recién llegados unos papeles con las más estúpidas preguntas: “¿Cómo se llamaba tu profesor favorito de primaria?”, “¿Cómo eran tus notas en el colegio?”, “¿Qué piensas hacer con los 30 mil soles?”

Respondí la verdad: “No me acuerdo”, “Buenas” y “No sé”. No estaba dispuesto a prestarme a circos escribiendo respuestas agradables y mentirosas para que luego el buen Brunito (conductor del programa) me preguntase cosas poco importantes para mí y, desde luego, para él.

Cerca de las ocho de la noche, llegó mi turno. Era el momento de mi audición. Tendría que responder ocho preguntas. El tipo de las hojas nos había dicho: “Contesten bien al menos tres de las ocho. Recuerden: lo más importante es su desempeño ante la cámara y no lo que saben.”

Mi desempeño ante la cámara fue normal. No mostré temor alguno (¿por qué habría de mostrarlo?). Tampoco me comporté como un payaso. Todavía no es mi estilo. Detrás de la cámara había un grupúsculo de subnormales quienes, a juzgar por su voz, aspecto y comportamiento, parecían haber egresado de las facultades de Comunicaciones de La Católica, San Martín y la de Lima.

Uno de los monigotes me dirigió las preguntas:

“¿Cómo se llamaba el sistema de trabajo minero en el virreinato?”

“Mita”, respondí.

“¿Cómo se llama el movimiento de contracción del corazón?”

“Sístole”, contesté.

“¿Qué fecha cívica se celebra en octubre?”

“El combate de Angamos”, dije.

“Si tengo ocho panecillos y cada uno lo divido en un octavo, ¿cuántos pedazos tendré?”

“Sesenta y cuatro”, calculé.

Hubo otras preguntas que ya no recuerdo porque seguramente fueron más fáciles que las que acabo de citar. El tipo, luego de que le hube dado mi última respuesta, dijo: “Muy bien, tienes veinte.”

Veinte, maricón. Y por qué no me han llamado para el programa. ¿No ven que necesito embolsicarme unos buenos billetes? Prefieren llamar a gente blanquita, de ojos claros y medio cojuda en lugar de llamar a los verdaderos representantes de la choledad de este país serrano. Mientras veía cómo el pituquito del último “¿Sabes más que un niño de primaria?” se llevaba los 30 mil soles, me decía: “tú pudiste haber estado ahí, cabezón, sino fuera porque eres tan feo y tan cholo”. Ahí tienen el caso de Magaly Medina. Tuvo que arreglarse la cara y blanquearse para ser plenamente aceptada por la gente de nuestro querido país.


Mejor suerte para la próxima.

domingo, 10 de agosto de 2014

The wrong man - John Katzenbach

For three days, I’ve been attached to “The wrong man”, great suspense novel of the American author John Katzenbach.



Really, I couldn’t put the book down while I was reading it. And this is because Katzenbach knows exactly how to hook his readers to his books pages. Every chapter contains the exact amount of drug that you will need to take in the next one as soon as possible. Katzenbach is a master. On Youtube, I searched for some of his interviews regarding “The wrong man”, but I find none. Instead, I found interviews about his many other books. I realized that this Katzenbach had a large amount of fans here in Latin-American. And this is because those fans know what I have discovered: John knows how to provide the precise doses of this narcotic called suspense.  

As usual, I found that novel on one of my visits to my favorite second-hand bookshop in the Jirón Quilca: the Mister Luna’s second-hand bookshop. “The wrong man” cost me 3 soles. But with my discount of preferred customer, the price went down to 2.5 soles. I chose “the wrong man” because its first pages were so inviting. On Mister’s Luna second-hand bookshop I always buy 8 to 10 books with 10 or 15 soles. It’s paradise to me.

To this day, I’ve watched a whole bunch of Katzenbach’s interviews on Youtube. I would like to share this quote of his:

“People say that I write books that are psychological thrillers. All good books should be psychological thrillers. All good books should make you want to turn the page. Every book should be exciting.”

That’s right. No matter what technique is used to build a novel, but that technique and other craftwork used by the author should be capable of ignite the reader’s curiosity, so he could be easily drawn throughout the book pages till the last one.

So, let’s talk a little bit about “The wrong man”. You could not easily forget the psychopath Michael O’Connell. This is an awesome bad guy. He had a quick intercourse episode with Ashley, the only daughter of the ex-married couple formed by Scott Freeman, History college professor, and Sally Freeman-Richards, who decided to live with Hope Frazer, a soccer coach at a female school. Sally, a somewhat successful lawyer, had decided to live next to the person she felt happy with, despite what people’s prejudices could argue.

Michael desires Ashley so bad above anything else in the world that he would try anything to have her by his side even ruin the lives of her parents and relatives.

Suspense, violence, menaces and murders are carefully intertwined in “The wrong man”. But there’s also love. After you finish reading the book, you will agree with me that love is the main ingredient in the novel, love in all of its forms: The twisted and obsessive love that Michael O’Connell offers to his victim and the love of Ashley’s parents that will take them to undertake a brutal enterprise, an enterprise that will leave its signature on their lives forever.


Now, I will have to wait for my lady to buy for me one of the other Katzenbach’s books: “The madman’s tale”, “A day of reckoning”, “The analyst”, and others. Because the odds that another second-hand Katzenbach’s book reaching Mister Luna’s bookshop are rare. I count on you, babe.   

El hombre equivocado - John Katzenbach

Durante tres días he vivido pegado a “El hombre equivocado”, estupenda novela de suspenso del norteamericano John Katzenbach.



Era una cosa que no podía soltar el bendito libro, y esto porque Katzenbach sabe perfectamente cómo mantener enganchado a su lector. Cada capítulo termina con una pequeña porción de droga que necesitarás consumir en el siguiente. Es un maestro este Katzenbach. En Youtube, busqué alguna entrevista sobre esta novela, pero hallé conversaciones con respecto a otras de sus muchos trabajos, y me di cuenta de que este escritor norteamericano tiene una legión de admiradores por el motivo que les acabo de exponer: sabe suministrarnos a nosotros sus lectores contadas y efectivas dosis de ese narcótico llamado suspenso.


(Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/John_Katzenbach#mediaviewer/Archivo:John_Katzenbach_2.jpg)

Como siempre, este nuevo hallazgo fue el producto de una de mis visitas a mi librería de viejo de Quilca: la librería del señor Luna, para más señas. Me costó 3 soles. Bueno, 2.5 por ser cliente conocido. Lo escogí porque las primeras líneas del libro (y luego las demás) son simplemente invitantes. Siempre que voy a la librería del señor Luna, con 10 o 15 soles, compro 8 o 10 libros.

A la fecha, he visto una buena parte de las entrevistas de Katzenbach en Youtube. Me quedo con esta frase que copio a continuación:

“La gente dice que escribo libros de suspenso psicológico. Todos los buenos libros debieran ser libros de suspenso psicológico. Todos los buenos libros debieran generarte esas ganas de voltear la página. Todo libro debiera ser excitante.”

Así es. No importa la técnica que se utilice para construir la novela, pero esa técnica y el resto de la artesanía que emplee el autor deben ser capaces de encender la curiosidad del lector de modo que éste simplemente se deje arrastrar, expectante, hasta la última hoja, sin tomarse siquiera un respiro para ver qué sucede allá afuera, en el mundo exterior.

A ver, hablemos un poco acerca de “El hombre equivocado”. No podrán olvidarse tan pronto de uno de los personajes principales de la novela, el psicópata Michael O’Connell. Este tipo es el malo de la película. Tuvo un cache fugaz con Ashley, la única hija del extinto matrimonio entre el profesor universitario de Historia Scott Freeman y Sally Freeman-Richards, quien ahora convive con Hope Frazer, una entrenadora de soccer en un colegio de mujeres. Así es Sally, una abogada más o menos exitosa, se arriesgó a apostar, a pesar de los prejuicios ajenos, por la relación que sentía más sincera, por convivir con Hope en la casa de ésta.

Michael desea a Ashley por encima de cualquier cosa e intentará de todo, hasta arruinar la vida de los seres queridos de la muchacha con tal de eliminar a cualquiera que se interponga en el camino de poseerla una vez más en cuerpo y alma.

Suspenso, violencia, intimidaciones y asesinatos. Todo ello se entrelaza cuidadosamente en “El hombre equivocado”. Pero, también, hay amor. Luego de que hayan experimentado la fascinante lectura de este libro, podrán acordar conmigo que el amor, en todas sus variantes, es el protagonista: El amor retorcido y obsesivo de Michael O’Connell por su víctima y el amor de los padres de Ashley que los llevarán a cometer una bárbara empresa, una empresa que no los volverá a dejar igual que antes.


Ahora, tendré que esperar que mi chica me regale alguno de los muchos otros libros de John: “La historia del loco”, “Un asunto pendiente”, “El psicoanalista”, entre otros. Porque las posibilidades de que llegue otro libro usado de Katzenbach a mi librería de viejo son remotas. Cuento contigo, por fa.

sábado, 9 de agosto de 2014

My prepuce itches hard. What can I do?

I was going to start this new serial of posts talking about the hypnotic book of John Katzenbach “The wrong man” (I said “hypnotic” to me. I can’t assure that what is magnetic to me would have to be magnetic to somebody else). Anyway, I hope I will finish that post after writing and uploading this one. We’ll see.

That’s right. Just as the tittle of this post reads, yesterday I had the most irritating pineal itching that I’ve ever experienced in these 31 years of existence.

I’ve been suffering these itchings for some few months now. They appear with little frequency, but when they do, as time goes by, they get ferocious and impious. The zenith of those itchings arrived yesterday.  

After doing some businesses at the office, while walking along Arenales avenue, the trouble started to grow, this trouble that wouldn’t decay until I reached the bus stop. That pain was so intense that I was forced to put my shyness aside and start scratching frantically my penis (over my blue jeans, of course). I was longing to be suddenly alone so I could scratch my naked penis and see what was going on down there.

For what I saw in these days, my itching is focused on my prepuce (I’m not circumcised) and it tends to get red, slightly swollen and, when not wet by some preseminal liquid, it gets the softness of a cardboard. Besides, in my glans appear some little pink spots which change position and, all of a sudden, they disappear to reappear days after in some different places on my bullet-shaped glans.

I was, then, walking along Wilson Avenue, looking for a drugstore in which a male clerk could take care of my request. I wouldn’t dare to tell my pineal problems to some lady just to get a “go away, you pervert filthy monkey” face. My search was not fruitful. Any of the drugstores I visited had a single male clerk. Damn! What’s with you guys that don’t want to study Pharmacy anymore? Or is it that the fucking drugstores prefer to hire only ladies? Too bad! A man is only confortable, to talk about this penis unknown diseases, in front of other males. At least that’s my case, son. Remember that, stupid Peruvian drugstores.

My itching was so extreme that I had this impulse to ask to any kind of older guy “excuse me, sir, by any chance, are you an urologist? Yes? You think you can check out my penis and tell me what on earth is giving me these never felt before itchings? Please?” Unfortunately, I wasn’t brave enough to ask that. Shame on me!

The itching diminished its intensity when I got the bus to my home. A little bit relieved, I was able to take out from my bag the new Marco Aurelio Denegri’s book “Poliantea”. You know, to me it’s always a pleasure to read to Marco Aurelio. Reading his stuff enriches my vocabulary and teaches me how to write properly so I can use that knowledge to write the stupid things I use to write some time on this bloody page.

The five blocks of Bertello Avenue were walked along by a relaxed me. But, I was not going to allow that itching to come back again. Fuck, no! I knew who could help me. A block away from home there’s a drugstore run by two guys and two ladies. Luck had to be on my side this time. And it was. But not as I wanted it to be. There were the two guys. You know what I mean? Two guys. It feels uncomfortable to relate you penis issues to one stranger; so imagine have to do that shit in front of two. Well, at least, at that moment, there were no customers around.

I told the guy that, by his nerdy looks looked like the best student of some Peruvian Pharmacy Institute, that I had this itching for some time ago and it was getting very painful as days were going by. The itching, I was saying to him, is mainly focused on my prepuce, and is constant. I am constantly attacked by that itching. I intentionally skipped the part of my glans spotted by pink stains. You know, that’s not the problem. It could be a visual problem, if you like. Once the woman I regularly fuck asked me about that and I told her that that was the way my glans has always been. Case closed.

-Take these pills.

Just like that? That quick? Wouldn’t you want to see my cock and give me a weighed prescription, motherfucker?

-But those pills will be effective? I mean, they will eradicate my problem at once?-I asked, mistrustful.

-Of course. If not, take two doses. Take one dose every twelve hours.

-And what do you think is causing my problem?

-It must be some kind of allergy-he said, with all the confidence that the look of a brilliant student of some Pharmacy Institute can give you.

Allergy to what, idiot? Allergy to the pussy of the woman I regularly fuck? Besides, I wash my cock more times than I wash my hands. What allergy could affect my little cock? I didn’t ask more and left.

Today in the morning I had my last dose. And I’ve been feeling that that itching was only hiding somewhere, getting ready to jump out and start ripping my soul bloodily any unexpected time. I know, from the bottom of my brain and heart that those pills wouldn’t solve shit.

I was going to travel to Chimbote this week to visit my father and brother and sisters, but I had something on the way and I’m afraid I will stay home this week. It’s sad because I really wanted to see my relatives there. I’m a bad person, you know. I don’t take the proper time to visit them at least once in a while. And also, I’m sad because I am not going to be able to tell my dad to get some of his urologist friends to take a look to my penis and, for God sake, take my pain out and away for good.


Well, it seems that my minuscule boy (my cock) will have to wait a little longer.

Me pica el prepucio fuertemente ¿Qué puedo hacer?

Iba a empezar esta nueva seguidilla de posts con uno sobre el hipnótico libro de John Katzenbach “El hombre equivocado” (digo hipnótico para mí. Yo no puedo asegurar que lo que es magnético para uno pueda serlo para otro). En fin, el post en mención lo tengo casi preparado, y seguro lo termino luego de escribir y colgar este. Veremos.

Así es. Como reza el título de este post, ayer tuve la picazón, en el pene, más ardiente y feroz  que haya sufrido jamás en mis 31 años de existencia.

Estas picazones las he estado sufriendo desde hace unos pocos meses. Aparecen con poca frecuencia, pero cuando lo hacen, a medida que transcurre el tiempo, se vuelven feroces e impías. El cenit de estas comezones llegó ayer.

Luego de copiarle a mi hermano el video del partido en el que Minas le ganó por 5 goles contra 1 al equipo de C & S, mientras caminaba por Arenales, comenzó la molestia, incomodidad que no bajó los brazos en buena parte de mi recorrido al paradero. El dolor era tan intenso que dejé de lado mis pudores y me rasqué continuamente, por encima del pantalón, la zona genital. Dejó de importarme que la gente me mirara rascándome la pinga como un enfermo. Cuánto deseaba estar a solas para ver qué chucha pasaba ahí abajo.

Por lo que he visto en estos días en que este dolor me asalta por temporadas, la picazón parece concentrarse en mi prepucio (no soy circuncidado), y éste suele enrojecerse, inflamarse ligeramente y, cuando no estoy secretando algún líquido preseminal, se acartona, se pone medio áspero. Además, a mi glande le aparecen manchitas rosáceas, las cuales mudan de posición y, de pronto, desaparecen, para volver a aparecer después.

Estaba, pues, caminando rápidamente por la avenida Wilson, buscando una farmacia en la que atendiera un varón. No me atrevía a contarle esa particular dolencia a una mujer. Lo siento, pero no estaba dispuesto a soportar la cara de “oye, enfermo, sucio, sidoso, chancroso, qué te pasa”. Infructuosa búsqueda. Ninguna puta farmacia contaba con un dependiente varón. ¿Qué pasa muchachos peruanos, por qué no estudian Farmacia? ¿O es que las farmacias y boticas solo prefieren contratar a mujeres? Pues, mal, muy mal. Uno prefiere contar sus problemas de pene a su similar. Al menos, ese es mi caso.

Caminando por Wilson, rascándome constantemente la pichula, me sobrevinieron deseos de preguntarle a cualquier tipo, de apariencia más o menos mayor, “disculpe, señor, ¿por ventura es usted urólogo? ¿Cree que pueda darle una chequeada rápida a mi pichula, al tiro, como dicen en Chile, al toquepala, como decimos acá, y determinar qué puede recomendarme para aliviar lo que sea que tenga?” Pero no tuve el valor de preguntar.

La picazón menguó considerablemente su intensidad cuando abordé el bus a casa. Algo más aliviado, pude sacar de mi mochila el “Poliantea”, el nuevo libro de Marco Aurelio Denegri, y continuar con su lectura. Siempre es un placer y un enriquecimiento del propio bagaje lingüístico la lectura de los libros del tío Marco Aurelio.

Las cinco cuadras de la avenida Bertello a mi casa las recorrí más tranquilo. Pero no estaba dispuesto a que esa picazón de mierda me volviese a atacar. Ya sabía quién me podría ayudarme a  solucionar mi pequeño problema. A una cuadra de mi casa, hay una botica regentada por dos varones y dos mujeres. La suerte tenía que estar de mi lado. Y estuvo de mi lado. Aunque no tanto. Hallé a los dos varones. ¡Solo ellos! Ninguna mujer a la vista. Me libraba del roche. Tampoco había clientes. Así que ningún extraño oiría que este parroquiano sufría de constantes picazones en la pichula. Dije “aunque no tanto” porque había “dos” varones. Hubiera preferido que estuviera solo uno. Era mucha huevada que dos huevones se enteraran de ese tipo de vergonzantes situaciones personales. Pero, ni modo. No quería volver a sentir en la pichula el encarnizamiento que acababa de sufrir.

Le conté al dependiente, un tipo, digamos, de mi edad, de pelo recortado al rape, de lentes y, en conjunto, de aparentar haber sido el alumno más chancón y serio de la carrera de Farmacia; le dije, decía, que tenía una picazón constante y muy dolorosa en el prepucio. No le mencioné que mi glande también adolecía de la aparición anómala de las manchitas rosáceas. Lo obvié porque no era el glande el que me jodía, sino el prepucio de mierda, ahí se centraba todo mi dolor.

-Tómese estás pastillas.

¿Así de rápido?, pensé. ¿No quieres verme la pichula primero para que te crea algo de lo que me recetas, cabrón?

-¿Pero me quitarán la picazón definitivamente?-pregunté, desconfiado.

-Sí. En caso de que no, llévese dos tomas. Tómelas cada doce horas.

-¿Y a qué cree que se deba mi problema?

-Debe ser una alergia-dijo el joven, con la seguridad que te pueda dar lucir como el chanconcito del Instituto de Salud Loayza.

¿Alergia a qué?, pensé. ¿A la vagina de la única mujer con la mantengo relaciones sexuales? Además, yo me lavo la pieza todos los días. ¿A qué le puede tener alergia mi minúsculo miembro? No pregunté nada más y me retiré.

Hoy en la mañana, tomé la última toma. Pero he sentido la picazón, ahí, agazapada, esperando asaltarme nuevamente en el momento menos esperado y rasgar los pellejos de mi alma uno a uno. Sé, en mi fuero más íntimo, que esas pastillas no eran la solución a mi problema.

Esta semana iba a viajar a Chimbote para visitar a mi papá, mis hermanos y demás parientes. Pero ha acaecido un pequeño inconveniente y, lamentablemente, no podré ir. Doble “lamentablemente”. Uno, y el más importante, porque no podré ver a mis familiares (soy un tipo muy desagradecido) y, dos, porque no podré pedirle a mi papá que me concierte una cita con algunos de sus colegas urólogos para que le den una chequeada a “Dani Junior” y pueda, por fin, separarme del intenso dolor que me produce la picazón.


Pues bien, esperaré un poco más.