En tiempos de paz, hay que pensar en la guerra.
Nicolás Maquiavelo
Limpiarle
la caca a un anciano era complicado. Sin embargo, en los cursos de Enfermería,
enseñaban a efectuar ese tipo de cosas con el mayor cuidado e higiene posible,
tanto para la persona que realizaba el trabajo cuanto para el paciente. Parecía
una tarea fácil cuando la practicaba una enfermera experimentada. Mote había
visto unos cuantos vídeos al respecto. A pesar de ello, cuando se presentó en
la residencia de los Cannavaro, estuvo nervioso, pero resuelto a quedarse con
el puesto. El señor Gianluigi Cannavaro, otrora poderoso industrial italiano,
impulsor de numerosas empresas dedicadas a los rubros alimentarios,
metalmecánicos y textiles, necesitaba de alguien que velara su sueño y se
encargara de limpiarle el culo a partir de las diez de la noche.
Emilio
Quispe, peruano radicado en Italia desde hacía veinte años, tenía a su cargo,
además de los múltiples emprendimientos que le habían garantizado una vida
muelle en Milán, una agencia de empleos para latinos ilegales. Ninguna
autoridad honesta estaba al tanto de ella. En cambio, era muy popular en el
barrio donde vivía Mote. Gracias a esa agencia, él había conseguido la mayoría
de sus trabajos. Emilio y sus socios se reservaban un jugoso porcentaje de los
tres primeros sueldos que el aplicante recibiera luego de conseguir el trabajo.
Poca gente podía explicar qué pasaba si no se cumplía con los tres primeros
diezmos obligatorios. Los cuerpos de aquellos que incumplieron terminaron
picados y en bolsas de basura, arrojados a las turbias aguas del río Lambro, que
cruzaba Milán como la torcida cicatriz del rostro de Tony Montana.
***
El primer
“conchatumadre” que se vio y oyó en la televisión peruana fue obra del Sensei
Valencia, periodista deportivo peruano que consolidó cierta fama nacional luego
de protagonizar un airado debate con el exjugador de fútbol, también peruano,
Johan Fano.
El popular
incidente, alrededor del cual se creó o, mejor dicho, se consolidó la corriente
de la Brutalidad en el periodismo de redes ocurrió el 9 de marzo del 2016. El
Sensei Valencia fue proclamado por sus seguidores como el abanderado de dicha
corriente.
Mote era adicto
al Sensei Valencia. Era su periodista deportivo favorito; su periodista
favorito, en general. Jugueteaba con la idea de que un presidente con los
huevos y la frontalidad de Valencia harían que el país se colocase entre los
más honestos y adelantados del cono sur de la región.
La noticia
rebotó en todos los medios: el Sensei Valencia le había gritado “fuera de acá,
conchatumadre” a Johan Fano por criticar la decisión de Gianluca Lapadula, un destacado
futbolista ítalo-peruano, de no jugar por la selección peruana y preferir
tentar un lugar en el seleccionado italiano.
¿Y quién
eres tú? ¿Quién eres tú para decirle qué hacer a Lapadula?, repetía
Mote las frases que el Sensei Valencia creó magistralmente mientras destruía en
vivo y en directo al exfutbolista Fano. A usted nadie lo conoce, señor, a
usted nadie lo conoce. Y remataba salmodiando la expresión que quedó para
la posteridad: ¡Respete a Lapadula, respételo a Lapadula, respétemelo!
Con un
presidente como el Sensei Valencia, el Perú dejaría de ser una cueva de
ladrones, le dijo Mote a Jacky en una cama del exclusivo hotel Suiza, a orillas
de la Huacachina, en Nazca. Mote había decidido darse la gran vida aquella
semana del lunes ocho de marzo. ¿Tenía que trabajar en la Caja Huanca? Por
supuesto, pero le había sustraído tantísimo dinero a dicha institución, de un
modo magistral e irrastreable, que se permitió minimizar la autoridad de su
jefe. Se ausentó durante toda esa semana sin presentar excusa alguna. Mantuvo
el teléfono del trabajo apagado. Así, tirado en una cama kingsize, con Jacky
desnuda haciéndole un mamey, Mote fue testigo de cómo, a través de la señal web
del canal ExChistosa, el Sensei Valencia, harto de la tozudez del exjugador
Fano, le espetó: ¡Fuera de acá, conchatumadre!
Esa semana
sabática sería la penúltima semana de Mote en libertad. Y también sería la
penúltima semana libre del Sensei Valencia.
***
Cayó por el
mismo motivo por el cual caen los más grandes timadores del mundo: codicia,
angurria, la torpe fiebre por acomodarle un millón más a los montones de
millones que ya tenían.
Además de
robarle al banco, tras haber detectado, desde hacía mucho tiempo, una serie de
vacíos en el sistema de préstamos, Mote decidió robarles a los clientes de la
Caja. Ese fue el inicio del fin de su imperio.
***
Allora
ti chiami Carlo, vero? Non sono un pazzo. Dai, come ti chiami e che crimine hai
commesso nel tuo paese? (Así que te llamas, Carlo, ¿no? No soy ningún
tonto. Vamos, ¿cómo te llamas y qué delito cometiste en tu país?), así de
rotundo era el señor Cannavaro. Por algo no había sido uno de los hombres más
poderosos y ricos de Milán.
Mote,
fingiendo desconcierto, reafirmó llamarse Carlo y desconocer aquello de los delitos.
El anciano se enderezó en su asiento, se acomodó la manta que tenía en su
regazo y le dijo a Mote no solo su verdadero nombre, también el de su esposa
Roxana y el de su pequeña Alice. Finalizó detallándole los delitos de estafa
por los cuales todavía era requerido por la justicia en el Perú.
Quindi non
mi prenderai in giro, pezzo di merda (Así que a mí no me vas a engañar, pedazo de
cojudo), añadió don Gianluigi.
La cara de huevón de Mote fue de la más
primitiva pureza. Su gesto demudado confirmaba cada una de las cosas que había
dicho el octogenario.
Se vuoi riscuotere lo
stipendio che ti pagherò, sarà meglio che tu mi dica sempre la verità. Hai capito? (Si
quieres cobrar el sueldazo que te voy a pagar, más te vale decirme siempre la
verdad. ¿Entendiste?)
El viejo había
hablado con claridad y severidad. A Mote no le quedó ninguna duda de lo bien
conectado e informado que estaba don Gianluigi. Tras prometerle que sería tal
cual él lo establecía y dejar que se le pasara el susto, corroboró que no se
llamaba Carlo y abundó en las historias de sus estafas en el Perú. Los ojos del
viejo, cubiertos por espesas y largas cejas, estaban atentos al relato. Tutti
commettiamo errori, ragazzo (Todos cometemos errores, muchacho), sentenció
don Gianluigi.
Unas
cuantas lágrimas se le habían aflojado a Mote tras el recuento de sus aciagas
peripecias.
Il
tuo errore è stato raccogliere le mele quando avevi già il melo. Se uno è
già sopra, perché abbassarsi? (Tu error fue recoger manzanas cuando ya tenías el
manzano. Si ya uno está arriba, ¿para qué rebajarse?), continuó el viejo.
Non
ti giudico. Ma mi piace la lealtà. Con disciplina e lealtà si ottengono
risultati. Guarda questa stanza (No te juzgo. Pero me
gusta la lealtad. Con disciplina y lealtad se consiguen cosas. Mira esta
habitación), siguió don Gianluigi. Mote miró a su alrededor. Lujo discreto,
pero lujo, al fin y al cabo, por todos lados.
Non
ho ottenuto tutto ciò che vedi pagando le tasse e osservando i dieci
comandamenti di Mosè. Se l'avessi fatto, probabilmente morirei da solo in una
stanza schifosa senza nessuno che pulisca la mia cacca. Capisci? Non catturare
mai più le mosche se stai già mangiando altre aquile. Hai capito? (No he
logrado todo lo que ves pagando mis impuestos y cumpliendo los diez
mandamientos de Moisés. Si hubiera hecho eso, seguramente estaría muriéndome
solo en una habitación de mierda sin nadie que me limpie la caca. ¿Entiendes?
Nunca vuelvas a cazar moscas si ya estás devorándote a otras águilas. ¿Entendiste?),
dijo el viejo.
Dos horas
habían volado. Era poco más de la medianoche y el viejo estaba ya algo
adormilado.
Quindi
non mentirmi mai e non nascondermi mai nulla, ragazzo. Dimmi sempre la verità.
Sii leale con me e forse ti tirerò fuori da questo lavoro di merda e ti
trasferirò da qualche altra parte. Hai capito? (Así que nunca me mientas u ocultes cosas,
muchacho. Dime siempre la verdad. Seme leal y quizá te saque de este trabajo de
mierda y te reubique en otro lado. ¿Entendiste?). Mote reprimió un bostezo,
pero el viejo abrió la boca sin pudor alguno. Bostezó hasta lagrimear. Se
remetió entre las sábanas y, como acto final de la noche, dijo: Romolo
dovette uccidere suo fratello Remo per fondare Roma. E
nessuno ne parla. Tutti parlano solo di Roma, del prodotto, di ciò che resta.
Se il tuo obiettivo è fare soldi, fai tutto il possibile per fare soldi. Se per
questo devi uccidere tuo fratello, fai pure. Nessuno ricorda uno zio povero e
onesto. I film parlano sempre del mafioso milionario. Quello rimane. Questo
dura. Non dimenticare (Rómulo tuvo que matar a
su hermano Remo para fundar Roma. Y nadie habla de eso. Todos hablan de Roma
solamente, del producto, de lo que queda. Si tu meta es hacer plata, haz todo
lo que puedas para hacer plata. Si para eso tienes que matar a tu hermano,
adelante. Nadie se acuerda de un tío pobre y honrado. Las películas siempre se
hacen del mafioso millonario. Ese queda. Ese perdura. No lo olvides).
Mote, ya
sin lágrimas, atento a lo que el viejo zorro le indicaba, asintió.
E
non dimenticare che cago sempre alle tre del mattino. Sii attento affinché mi
pulisca e mi lavi il culo. Tieni tutto pronto secondo le istruzioni
dell'infermiera. Buona notte (Y no te olvides de que siempre
me cago a las tres de la mañana. Estate atento para que me limpies y laves el culo. Ten
todo listo según te indicó la enfermera. Buenas noches), dijo el
viejo antes de hundir la cabeza en las sábanas. Mote apagó la luz de la lamparita
y se dispuso a velar el sueño del anciano, quien empezó a roncar como chancho
con asma.
***
Coincidentemente,
el 24 de marzo del 2016, Mote y el Sensei Valencia eran apresados; Mote por habérsele
descubierto infraganti la estafa a un ahorrista de la Caja Huanca, y el Sensei
por negarse, con descarado envanecimiento, a acatar la orden de una joven
policía que custodiaba el ingreso al Estadio Nacional del Perú.
El Sensei
permaneció unas largas horas en la carceleta de una comisaría del centro de la
ciudad. Salió al cabo de poco tiempo gracias a los rápidos y convincentes
oficios del abogado que le contrató la casa televisora para la que trabajaba. La
prensa captó los sentidos momentos de su liberación: las lágrimas en el hombro
de su madre (mientras repetía su famosa: “¡mi mamá, mi mamá!”), el abrazo
mocoso y agradecido con su abogado salvador. Mote no correría la misma suerte.
El tiempo que le esperaba en la cárcel superaría las pocas horas dadas a su
admirado Sensei. Superaría todas sus expectativas.
***
El negro ya
está bien sentado en la mesa de un restaurante, dice el
mensaje. Está tomando un caldo de gallina y ha pedido un arroz con pollo.
Tiene para rato. Tú dirás, finaliza.
Mote lo
piensa. Lee una y otra vez el mensaje. No sabe cómo responder. ¿Y si lo
chapan a este huevón? ¿Y si descubren los mensajes y me rastrean? ¿Borrará las
conversaciones como quedamos? Se sienta en la banca del parque Baden
Powell. Uno de sus dedos aún le duele. Se lo martilló horas antes, distraído,
pensando en cómo se le había muerto, durante la madrugada, el viejo Gianluigi. Sin
embargo, unas horas antes de morir, le había regalado otro de esos grandes
consejos que solo un tipo que ha pisado la cabeza de cientos, sin dejarse
llevar por cojudos remordimientos, podía ofrecer.
***
Che
consiglio mi daresti? (¿Qué consejo me daría usted?), preguntó Mote.
El viejo Gianluigi había escuchado atentamente su dilema: el tesoro escondido
peligraba porque un conchasumadre, que había sido uno de sus mejores amigos,
había decidido recorrer el camino de la deslealtad para salvar su pellejo.
Se
qualcosa ti ostacola, lo rimuovi. Se non riesci a rimuoverlo, sei fregato.
Semplice come quella. Ti scopi o ti scopano? Ho sempre optato per il primo. Hai capito? (Si
algo te estorba, lo eliminas. Si no puedes eliminarlo, te jodiste. Así de
simple. ¿O jodes o te joden? Yo siempre opté por lo primero. ¿Entendiste?)
Esa misma noche, Mote sucumbió al sueño. Desde
que fue contratado para cuidar las noches de don Gianluigi, siempre había
estado alerta. Pero en esa ocasión, abrumado por las amenazas de Gonzalo, Mote
durmió como una piedra. Por ello, no se percataría de que el viejo Cannavaro
sufriría un ataque cardíaco fulminante que terminaría con su legendaria vida horas
después.
Al
amanecer, Mote descubrió el cuerpo inerte y cagado del anciano y, asustado,
huyó por la ventana que daba al jardín.
Paja, pero el italiano un poco me cago.
ResponderEliminarOrzan es mi pastor, y con él nada me faltará...
ResponderEliminarBuena historia mi bro, habrá que conseguir en libro para continuarla
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