viernes, 11 de abril de 2025

Novela Peruana "Brutalidad" de Daniel Gutiérrez Híjar - Cap 12: Ligando transexuales con la doctrina aprista

 


Gran discurso, compañero, dijo el expresidente García, estrechándole la mano a un joven Groover. Va usted por buen camino; tiene tremendo vozarrón, un gran manejo de la gesticulación y, sobre todo, García bajó el tono de la voz y acercó la boca al oído de Groover, una gran concha para negar lo evidente. Después, retomando la entonación anterior, continuó: Venga, déjeme prodigarle un abrazo.

Groover estaba emocionado. El mismísimo García le había encomiado la perorata que se acababa de mandar sobre “El antiimperialismo y el APRA”, un libro considerado como sacrosanto por cualquier aprista.

El siguiente y último expositor de la tarde, casi noche ya, ocupó el podio. García no cesaba de bostezar. Groover lo miraba de refilón desde uno de los asientos vecinos. Se deleitaba con los gestos de aburrimiento y desaprobación que García soltaba ante la desangelada oratoria de su rival.

Fuera, fuera, prorrumpió García de pronto. No voy a perder mi tiempo oyendo más a este payaso. Si Cicerón o Demóstenes lo vieran, se meterían un tiro en la cabeza por la conchasumadre.

El joven orador quedó petrificado, temblando.

El expresidente García terminó de desalojar al orador con un certero puntapié en el culo. ¡Fuera, mierda! A este me lo sacan del partido. No tiene la madera necesaria para manipular al rebaño, no posee la elocuencia debida para que nuestras mentiras sean tomadas por verdades ineludibles, carece del poder persuasivo churchilleano requerido para el fogoneo, para alentar a nuestros compañeros a meterles palo a nuestros execrables rivales. Más bien, porque ya me esperan mis butifarras en el Cordano, terminemos con esta huevada y compensemos al único orador que me ha parecido digno de llevarse los…

García tenía en el bolsillo de su saco los billetes del premio que, acumulados, redondeaban la cifra de quinientos soles. Eran cinco de cien soles. Con entrenada mano, logró sacar un solo billete.

…cien solsazos del premio de oratoria. Venga para acá, compañero…, dijo, dudando, mirando a Groover.

Sonrojado, henchido el pecho, Groover se irguió por sobre sus compañeros y caminó hacia el podio para acompañar al líder del longevo partido peruano.

Groover, doctor, me llamo Groover, completó con entusiasmo, decidiendo no volver a lavarse las manos luego de ser estrechadas tan efusivamente por el histórico expresidente García, que regresaba de París luego de haber dejado al Perú en un catastrófico coma diabético tras el término de su primer gobierno. La crisis que ayudó a agudizar fue una de las más punzantes de la historia del Perú, quizá comparable con la sufrida en los tiempos posteriores a la guerra con Chile, después de la cual se necesitaron de casi veinte años para que el Producto Bruto Interno volviese a los niveles previos a la conflagración.

Groover, Groover, sopesaba García el nombre del ganador del concurso de oratoria. No recuerdo a ningún gran personaje histórico con ese nombre. Solo se me viene a la mente el nombre de Grover Cleveland. ¿Sabes quién fue Grover Cleveland?

No, desconozco mayormente, dijo Groover, con una humildad perruna, debida a su admiración por el esbelto exmandatario.

Fue presidente de los Estados Unidos en dos periodos no consecutivos. Fue el único que ha hecho esa huevada hasta la fecha. Sirvió en dos periodos: 1885-1889 y 1893-1897. Se le recuerda por su honestidad, su independencia, y por su compromiso con el liberalismo y el libre comercio, que son justamente las banderas con las que me arroparé para las próximas elecciones, compañero. ¿Sabía usted todo esto?

Groover, que no quería quedar como un bruto, dijo: Sí, algo he leído, presidente.

Qué vas a haber leído, huevón, dijo García con una sonrisa maquiavélica. Pero como me lo has dicho con esa mirada aviesa y ese tono roncoso y firme de tu voz me he creído tu mentira. Pero, tranquilo, que hoy vas a aprender conmigo la verdad de Cleveland y cómo ese cojudo me ha influenciado para presentar esta nueva cara. Hoy te voy a dar unas lecciones que jamás olvidarás.

García les hizo una señal a los dos matones que tenía estratégicamente ubicados dentro del Aula Magna. Un letrero colgado de una de las empolvadas paredes del recinto indicaba el leitmotiv del APRA: Solo Dios salvará mi alma y solo el aprismo salvará al Perú. Los matones flanquearon rápidamente a la pareja conformada por el exmandatario y el joven Groover no permitiendo que nadie se les acercara. Alguno que otro ferviente compañero deseó aproximarse a la alta figura de García, olerle los pedos, respirarle la nuca, pero los matones les dedicaron severos golpes y gruesos escupitajos para mantenerlos a raya.

Así, muy bien, que no se me acerquen estos cholos pezuñentos, dijo García, y abandonó con Groover la Casa del Pueblo.

¿Adónde vamos, presidente?, dijo Groover, embelesado cual quinceañera.

A Zepita, compañero, al jirón Zepita, cuna de la prostitución limeña. Hoy va a recibir usted una clase de realpolitik de la conchasumadre con la ayuda de su casi homónimo Grover -solo que tus padres, que estimo eran unos analfabetos de mierda, le pusieron una “o” de más a tu nombre-. Vamos a ir a un barcito caleta, en Zepita, al que suelo acudir antes de tomar decisiones importantes.

***

Chino Pinto, llamó García.

Mi presidente Alan, ¿cómo está? Siéntese, dijo un tipo delgado, de escaso pelo y gestos reptilianos.

Ya tú sabes, Chino, mi Pilsen heladita. Un barranquino como yo solo chupa Pilsen.

Y quién es su invitado, preguntó el Chino.

Quizá mi futuro sucesor, Chino. Este cojudo tiene el potencial necesario para meterles letra a todos estos ciudadanos de quinta clase, dijo García entre salivazos. Unas cuantas gotas cayeron cerca de la boca de Groover. Este sacó una lengua serpentina y las lamió con regocijo.

Ahorita mismo le traigo su Pilsen con dos vasitos, dijo el Chino, servicial.

Cuál dos vasitos, Chino. No somos rosquetes. Los hombres toman de un solo vaso.

Ahora mismo se lo traigo, jefe.

***

Ese Grover Cleveland era un adelantado, era un visionario ese cojudo, ¿sabías eso?, dijo García tras sacudir el vaso vacío de cerveza contra el piso.

El huevón se casó en la mismísima Casa Blanca, el único cojudo en hacer eso. Se casó con Frances Folsom, que era una niña de 21 años. Un PDF era ese cojudo, pero le regaló a los Estados Unidos la primera dama más joven de su historia. ¿Sabías estas huevadas? Te sugiero que leas la biografía no autorizada de ese huevón. Puta, desde que la leí, supe que debía meterme en su cabeza, ser como él, ser un pendejo como él, más pendejo y menos cándido, porque en mi primer gobierno fui un huevonazo a la vela.

¿Y Haya?, dijo Groover. ¿Dónde queda Haya? Pensé que era él el eje de sus pensamientos y decisiones, presidente.

¿Haya?, retrucó García. Haya me puede chupar la pinga y mamar bien los huevos. Pon atención a lo que te voy a decir.

El expresidente contuvo un eructo. Luego continuó: En su campaña de 1884, lo acusaron de tener un chibolo en otro canal, ¿entiendes?

La cagada, dijo Groover. Iba a decir: tuvo un hijo en otro canal como usted, pero se contuvo; no quería perder la gracia presidencial.

Pero Grover no lo negó, tampoco lo afirmó. O sea, actuó como un estadista. Ya sabes, cuando te descubran una huevada, no entres en pánico; pon cara de analizar la situación y muy calmadamente di que la información es incierta, que merece más investigación, como lo hizo el gran Grover Cleveland, quien, a pesar de ese escándalo, ganó la presidencia, oiga usted.

Groover se empezó a servir el décimo vaso de la noche. Veía el pasar cansino de los peruanitos de a pie que, por falta de cultura, no reconocían al recién llegado presidente García de su vuelta de París.

Sírvete bien, hombre, dijo García, y le aumentó la ración de alcohol al vaso.

Gracias, presidente, dijo Groover por toda reacción.

En pleno segundo gobierno, en 1893, al cojudo le encuentran un tumor canceroso en el paladar. Para no cagar de miedo a los inversionistas, que son los que importan -no el pueblo, ojo con eso-, el cojudo se operó en un yate, en el yate Oneida. Seis médicos altamente calificados le quitaron el tumor y el pueblo americano ni enterado de esa jugada. Y justamente estaban atravesando un periodo de crisis económica que se llamó “El Pánico de 1893”. Imagínate si a eso le agregabas que el presidente se estaba muriendo de cáncer. La cagada. Los Estados Unidos se iban a la mierda. Pero el cojudo, todo un visionario, resolvió el tema por lo bajo. El mensaje es que el pueblo, los pezuñentos de a pie, no deben enterarse de las grandes reformas que das como presidente. Lo realmente importante nunca sale en la prensa, compañero. El que cree que sabe de política porque lee periódicos o ve noticieros está cagado. Lo importante se cierra o se hace entre cuatro paredes, compañero, en baños jalando coca o en yates quitándote un tumor de la conchasumadre. Recuerda, si ves que algún político o pez gordo se mató en los noticieros, no lo creas, el huevón está feliz, y con tu plata, en alguna parte del mundo. 

Groover asintió y se echó al buche el décimo cuarto vaso de cerveza. García iba por el vigésimo octavo, pero mantenía una cordura y una estabilidad que demostraban que era un ducho controlador de las situaciones.

Aquí se hace mucha plata, compañero, dijo García, mirando hacia afuera.

¿En los casinos?, apuntó Groover, queriendo dárselas de estadista económico, demostrando que estaba en sintonía con los pensamientos de su adorado mandatario. Señaló a los casinos que medraban en el jirón Chancay, cerca de la avenida Piérola.

Cuáles casinos, cojudo. Me refiero a la prostitución que abunda en estos lugares. Mira a las travas cómo ofrecen sus carnes. Dentro de poco, si no hay mano dura, vendrán matones a cobrar cupos a diestra y siniestra. El dinero está botado aquí. Por eso tengo que volver a gobernar, por la conchasumadre.  

Groover escuchaba con devoción.

El Chino puso un bolero; “Vicio de oro” de la Sonora de Lucho Macedo, uno de los temas favoritos de García cuando deambulaba por los temas sexuales.

García festejó el acierto del dueño del bar. Bien jugado, chino fumeque, dijo, y se echó otro vaso de cerveza.

A Grover Cleveland lo conocieron con “El Hangman”, como “El colgador” o “El ajusticiador”, porque había sido sheriff del condado de Erie, en Nueva York, y él mismo había torcido los pescuezos de dos huevones, prosiguió García. A ese cojudo no le temblaba la mano para aplicar justicia y liquidar a los malos elementos, así como a mí tampoco me tembló el alma cuando, allá por los ochentas, me soplé a esos ciento setenta enemigos de la patria, carajo.

García se exaltó. Había hecho tambalear la mesa de un sonoro manazo. Si perdonas a tu enemigo, te cagaste, porque ese conchasumadre no te va a perdonar a ti. Prepárate a morir, más bien.

Groover tomó nota.

Sí, así, muy bien, toma nota, delfín.

García se levantó. A Groover le pareció que acaban de erigir una torre de doscientos pisos delante de él. Quedó sumido en la sombra proyectada por su líder.

Ahora vamos a asomarnos al jirón Peñaloza, donde las travas abundan como piojos en las cabezas de mis colegiales peruanos. Te voy a enseñar la prédica aprista como para que nunca te olvides y puedas darle un justo uso a tus cien soles ganados en buena lid.

Luego, dirigiéndose al Chino, siguió García: Me anotas las cervezas en mi cuenta. Nos vemos otro día.

El Chino puso la cara de un huevonazo sonriente, aprobando lo que dictaminaba el exmandatario. Después, corrió hacia su libreta y buscó el nombre de García. Debajo de él, vio montos que estaban registrados en intis. Desde esa época no me paga este conchasumadre, pensó. Bueno, ojalá que en esta nueva era que estamos inaugurando en soles se acuerde de su cuenta.

***

El Antiimperialismo del Corazón

Principio: La trava limeña es como el pueblo oprimido, tienes que prometerle que la sacarás del juego de plata y sexo en el que se halla envuelta hasta la punta de la cabeza.

Táctica: Usa tu retórica revolucionaria para que te atienda a ti y solo a ti: Juntos combatiremos el fascismo del mercantilismo de tus otros pretendientes y mi dinero siempre te pondrá a buen resguardo de las minúsculas ofertas de los pezuñentos que te pretenden. Solo tendrás ojos y culo para mí.

La Alianza de Clases

Principio: Une los gustos populares de la trava (como su anticucho callejero) con tu burguesía (dile que le vas a invitar piscos sours en el Bolívar).

Frase clave: Como el APRA, yo también sé mezclar lo fino con lo pueblo.

El Indoamericanismo

Principio: Encomia su arte cholo-chic: tacones y ropa de Gamarra.

Acción: Dile que la llevarás a peñas criollas para que se celebre la diversidad transgénero en la mismísima médula del limeñismo reaccionario. Así, ella verá que no eres ningún neoliberalcito de mierda.

El Estado Planificador

Principio: Plantéale y detállale las futuras citas como si fueran planes quinquenales de gobierno. En la fase uno, harás un reconocimiento de su territorio y, en la fase 2, nacionalizarás sus tetas y su ojete solo para ti, sobre la base de los datos recogido en la fase uno.

La Joven Escuela

Principio: Como el APRA en los 30, yo también soy joven, rebelde y no tendré miedo de exponerte en público en los principales eventos de mi vida. Así, lograrás que te rebaje la tarifa o que con cien soles te brinde hasta tres o más polvos. Ya dependerá de tu rendimiento, compañero.

El Imperialismo Yanqui

Táctica: Siempre culpa a la derecha obtusa por la marginación que la sojuzga, que mantiene prisionera en la condena social a tu trava.

Frase: Esos que te discriminan son fujimoristas; por eso, yo te voy a restaurar tu condición de persona en la sociedad, mamacita.

***

Ahora ve y haz del ideario aprista que te acabo de recapitular como para bruto el máximo orgullo en la cacería de travas, dijo un exultante García. Porque yo sé que te gusta meterles pinga a esos angelitos del Señor.

Groover extendió una mano: Muchas gracias, excelentísimo presidente, pero ¿me da mis cien soles del premio, por favor?

García se sobresaltó: ¿Cómo? Oiga, usted, ya le di sus cien soles allá en el Aula Magna. Haga memoria. A un ladrón no te vas a atrever a robarle, ¿no? Pero felicito tu intento, compañero; buen intento, dijo, palmeándole la espalda. Vaya, compañero, vaya a enorgullecerme aplicando los postulados apristas, finalizó el presidente, acariciando dentro del bolsillo de su saco los quinientos soles intactos que la junta de la Escuela Nacional Aprista de Oratoria había acopiado para que sean otorgados al ganador del concurso de oradores.

Ningún billete que esté en mis manos saldrá jamás de mis bolsillos, pensó García, divertido, jocoso, viendo a Groover abismándose en el prostibulario jirón Peñaloza. Vaya, usted, pobre huevón, a aprender a sacarle la plata al prójimo. Ya es bueno orando, ahora le falta robustecer el arte del choreo, característica fundamental de cualquier aprista, pensó García con una sonrisa que resquebrajó la oscuridad de esa noche.


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