Una niña judía
de catorce años es raptada por un comando nazi y enviada a un campo de
concentración. Al poco tiempo, es trasladada a una zona reservada para el solaz
de los soldados, a una “División de la alegría” o “Joy Division”. Este es
el comienzo de “La casa de las muñecas”, escrita por el polaco y sobreviviente
del Holocausto Yehiel De-Nur, quien se basó en las anotaciones de un auténtico y
desgarrador diario de la época, así como en sus propias y funestas
experiencias, para pergeñar esa novela de culto.
Los
miembros de Warsaw, una banda punk inglesa, desean distinguirse de otra que usa
el mismo nombre en el circuito londinense. Entonces, deciden adoptar el de “Joy Division”, nombre
que no deja de resonar en sus cabezas desde que lo leyeron en la novela “La
casa de las muñecas”. Además de sonoro, el nombre presentaba una oportunidad
para la reflexión sobre las atrocidades de las que eran capaces los seres
humanos.
El primer
ministro desea ponerse más cómodo mientras vuela de regreso a casa. Ha tenido
unos tres intensos días de negociaciones con el presidente de los Estados
Unidos y ha logrado acuerdos que, está seguro, beneficiarán a la economía del
país que lidera. Lleva casi un día en el aire, a bordo de un Airbus de la Real
Fuerza Aérea Australiana. Está harto del saco, la camisa y la corbata.
Un polo le
sentará muy bien. Le había encargado a su esposa, en quien confía plenamente,
que le pusiera en la maleta de mano un par de ligeros politos. Y no le falló. Lamentablemente,
son polos con logotipo, aunque son los de dos de sus bandas favoritas: Joy
Division y Jane’s Addiction. En su condición de primer ministro, no debe marcar
favoritismos por tal o cual marca, por tal o cual producto, por tal o cual
banda. Pero, ni modo. Ya está harto del saco, la camisa y la corbata. Entonces,
¿qué polo usará? En ese momento, se siente contestatario e introspectivo. La
decisión es sencilla.
Elige el de
Joy Division. ¿Sabe el primer ministro la historia del nombre de esa banda? ¿Sabe
que era el nombre de un área, en los campos de concentración nazi, donde las
mujeres judías eran forzadas a ser esclavas sexuales de los soldados? Sí, lo sabe.
Reclinado sobre
el sofá presidencial, sopesa la decisión de lucirse, descendiendo las
escalinatas del avión, con el polo de Joy Division cuando, en esos momentos, la
población australiana judía enfrenta un aumento del antisemitismo.
Su rostro
refleja la firmeza de su decisión: se lucirá con el polo de la banda inglesa
porque los australianos, el mundo en general, deben aprender a diferenciar
entre el arte, la protesta y la apología del terror.
No hay comentarios:
Publicar un comentario