El hombre
abrió la lata de cerveza y yo dije ya explotamos todos.
El alma se
me devolvió al cuerpo cuando comprobé que seguíamos vivos y en una pieza.
La lata
quedó expectante sobre la mesa. El sujeto que pretendía beberla consideró más
urgente intercalar una opinión en el diálogo que sostenía con su acompañante,
con quien, de tanto en tanto, intercambiaba ardorosos besos.
Bien, me dije, todavía
tengo tiempo de evitar una desgracia.
Me
acercaría a la mesa en cuestión y, sin decirle nada a la pareja, tomaría la
lata y me la llevaría para desecharla con sumo cuidado, tal cual indicaba la
noticia que acababa de leer.
Luego les
explicaría, si todavía tenían la paciencia de escucharme, el porqué de mi
extraño actuar. Les mostraría la noticia en el celular: la muy popular cerveza
lager Big Creatures había enviado al mercado un lote defectuoso que contenía un
exceso de carbonatación, convirtiendo a las latas en pequeñas pero devastadoras
bombas de guerra. Una advertencia final indicaba que, si la lata no explotaba
al ser abierta, de todas maneras, lo haría en el estómago del bebedor,
propagando sus ondas destructivas varios metros a la redonda.
La pareja
me agradecería el salvarles la vida.
Cuando
estuve cerca de su mesa, sin proponérmelo, reconocí a la mujer. Era la novia de
mi mejor amigo. Y hasta donde yo sabía, ya que él me contaba todas las mañanas
en el trabajo lo que había hecho con ella el día anterior, seguían más juntos
que nunca y con la intención de casarse.
Entonces,
me detuve, tomé el vaso de cerveza de la mesa que me quedaba más cerca y,
mirando al tipo primero y luego al resto de ocupantes del bar, y también a
quien le acababa de tomar prestado el vaso, dije: Voy a ser papá y quiero
celebrarlo con todos ustedes. ¡Salud! Noté que la cara del sujeto de cuya
cerveza me había apropiado se relajó al escuchar mi proclama. Y pareció querer
invitarme un vaso más.
Enseguida,
vi al amante de la novia de amigo tomar la lata para llevársela al cogote.
Entonces, salí corriendo del lugar a toda prisa y, como en las películas, justo
al momento de cruzar el umbral de la puerta me tiré un clavado en el asfalto.
Del
interior del bar se liberó una bola de fuego que hizo volar la estructura como
si estuviera hecha de papel, encapotando el despejado cielo de Brisbane con un gris
de infidelidad y malas noticias.
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