No
soy un tipo que lee poesía. Casi no leo poesía. No he leído un poemario
completo. Apenas mordisqueé “Los heraldos negros” de Vallejo. Pero siento
simpatía por la vida de ese gran poeta. Siempre que se puede, leo su biografía.
Admiro
a Bolaño por la vida que le tocó vivir y la manera en que la vivió. Lo admiro
porque leía en la puerta de los cines. Leía cuando y donde la gente normal no
suele leer. No paraba de leer. Leí sus “Detectives salvajes”. Estoy leyendo su
libro de cuentos “Putas asesinas”. No me gustan los cuentos de Bolaño; al
menos, no me gustan los cuentos de “Putas asesinas”. No me emocionan, no me
enfurecen, son largos, no hay giros inesperados, parecen inacabados. No creo
que termine de leer “Putas asesinas”.
Porque
admiro a Bolaño y veo en Youtube las pocas entrevistas que dio en vida, decidí
leer algo de Nicanor Parra, uno de los poetas chilenos que Bolaño admiró más.
Leí
“Poemas y antipoemas”. No soy nadie para decidir la bondad o maldad de los
trabajos de un escritor. Bostecé mucho mientras leía los poemas durante las
horas en las que se suponía debía trabajar. Solo un poema llamó mi atención: “Advertencia
al lector”. Me gustó mucho. Me rescató del sopor en el que me hallaba sumido.
Es el poema más antipoema de todo el libro, una clara protesta contra la poesía
de flores y rosas.
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