“El
crimen de lord Arthur Savile”, “El príncipe feliz” y “El amigo fiel” son tres
de las deliciosas obras del gran Óscar Wilde que leí en un libro que compré en
la librería del señor Luna, en Quilca. La primera historia muestra que la mente
humana es fácilmente manipulable si esa mente es propensa a las supercherías y
persuasiones; la segunda es un bello relato de la grandeza de los corazones
nobles y la podredumbre e hipocresía de la humanidad. Wilde le restriega a la
humanidad que hasta un gorrión y una estatua (un animal y un objeto inanimado)
son capaces de alcanzar una grandeza moral que difícilmente ella podría. En “El
amigo fiel” asistimos a la meridiana definición de la palabra amigo. Wilde, en
esa historia, desenmascara al falso amigo, a aquel que abusa de la amistad para
su propio beneficio.
El
entretejido inteligente y mordaz de cada historia así como la llanura de su
prosa provocan la plena satisfacción del lector. Siempre he hallado
remunerativa la narrativa de Wilde; en “El crimen de lord Arthur Savile”, por
ejemplo, encontré las siguientes sutiles e ingeniosas sentencias:
“-Lo que es interesante no es nunca correcto-dijo lady Windermere.”
“-Si una mujer no puede hacer deliciosos sus errores, es una criatura
infeliz-le respondió.”
“El mundo es un escenario, pero tiene un reparto deplorable.”
Luego
de la lectura del libro, resuelvo una vez más los cubos de Rubik, mis nuevos
vicios: el conocidísimo 3x3x3, el 5x5x5 y el aparentemente caótico axis.
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