Vivo en Magdalena, pero voto en La Perla. En el Callao, viven mi mamá y mis hermanos. Viví con ellos ahí hasta mis veintiocho años. Luego me casé y me mudé con mi esposa a un cuarto en San Martín de Porres. Después de nacida mi hija, alquilamos un departamento en el Centro de Lima, en pleno jirón Camaná. Al cumplir nuestra niña los dos años, nos mudamos a la periferia del Cercado, en una zona vecina a Pueblo Libre.
La relación con mi esposa, que era tirante por esos
años, se agrió todavía más y en setiembre del 2016 me mudo al jirón Zepita para
evitar la proliferación de las conflagraciones verbales. En diciembre, una transnacional
me lleva a Honduras, y vivo en ese país cerca de año y medio. Allí, conozco al
amor de mi vida.
Regreso al Perú porque se me hace necesario retomar el
contacto frecuente con mi hija; ya se olvidaba de mí y de lo bien que la
pasábamos cuando vivíamos bajo el mismo techo.
Ocupo una habitación minúscula en Lince.
En diciembre del 2019, recibo a mi chica hondureña,
quien llega para quedarse definitivamente en mi vida. Ha renunciado a su promisorio
empleo como médico en la mina donde trabajé, apostándolo todo por mí.
Es mi chica hondureña quien, a los pocos días de su llegada,
consigue este departamento en Magdalena, en el que aún vivo, pero ya sin ella.
Perdí a la mujer de mi vida, básicamente, por no haber
iniciado lo que hoy sábado cinco de junio he comenzado: el proceso de divorcio.
Vivo en Magdalena, pero voto en La Perla. Votaré por Keiko
Fujimori, quien representa, mal que bien, a la opción democrática. Pero no me
limitaré a la simple emisión del voto. Acudiré temprano al centro de votación con
la esperanza de que me elijan miembro de mesa, ante la posible ausencia de alguno
de los miembros oficiales.
Nunca he sido miembro mesa; sin embargo, al saber que
el país está a un paso de joderse gracias al comunismo, quiero serlo. Así, vigilaré
que los personeros comunistas no conviertan los votos en blanco en votos a
favor de su nefasto candidato.
Nadie me paga por querer convertirme en miembro de mesa; lo hago porque quiero que mi proceso de divorcio avance sin mácula, porque quiero que mi hija disfrute de un país libre, porque quiero que mi chica hondureña regrese y encuentre un lugar en el que se pueda formar un hogar sin temor a nada ni a nadie. Lo hago porque, a pesar de ser un loco del carajo, aprecio profundamente a la no muchas veces valorada libertad.
¿Tendré la suerte de que alguno de los miembros
oficiales de mi mesa se ausente y ocupe yo ese lugar? Veremos.
Jaja, idiota de mierda, a llorar que tu derecha bruta no le gano al candidato mas facil de vencer
ResponderEliminarYa viejo huevón conservador, a la tumba y a llorar, tipico rockerito ahuevao idiota
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