domingo, 27 de febrero de 2011

Agradecimientos por los 100 posts (I)

El post anterior constituye el número 100. Cien artículos publicados, algunos felices y otros infelices, desde que decidí un buen día de principios del 2010, plasmar mis opiniones, gustos o disgustos y partes de mi vida (no exentas de ingentes dosis de fabulación, porque más que un historiador, soy un fabulador, mediocre pero fabulador, al fin y al cabo).

Me encontraba desempleado, viviendo de mis exiguos ahorros y con un hondo problema sentimental que no me dejaba vivir en paz: no podía aceptar el hecho de que Jeannet ya no sería más la compañera con la cual yo había proyectado el resto de mi vida. Luego de haber leído el libro de Renato Cisneros: Nunca confíes en mí, entendí que, a veces, hay que dejar pasar las cosas sin que ellas dejen en nuestro interior sedimentos de resentimiento o frustración.

En una madrugada leí el libro. Al amanecer, fui hasta Los Olivos. Llegué muy temprano a la casa de Jeannet, minutos antes de que ella se fuera a trabajar. Era lunes. Tenía que verla y decirle que nunca más la molestaría con el insistente tema de rogarle que sea mi enamorada, que ya había entendido que prefiero tenerla como amiga a no verla nunca más por culpa de mi tonta cerrazón y testarudez. Le dije todo eso mientras la acompañaba, hasta cierto tramo de su recorrido al trabajo, en la estrecha combi que tomó en la avenida Angélica Gamarra. Necesitaba decirle eso y saber que podía controlar en mí, el desembridado capricho de querer que Jeannet permaneciese siempre a mi lado. Fue difícil acomodarse a esa idea. Me costó mucho. Luego de casi siete años de estar con ella, los ocho meses que hice vida confirmada de soltero fueron un tanto arduos, sobre todo durante los dos o tres primeros meses. Mis libros de Literatura: Borges, Valdelomar, Vargas Llosa, D.H. Lawrence, Conrad, entre otros, fueron fundamentales para distraer la mente hacia otros parajes. También fueron fundamentales las dos o tres chicas con las que sostuve menores escarceos de corte más bien sexual.

Al llegar a casa, luego de haber hablado con Jeannet, me creé una cuenta de blog y empecé con esto.

Mi orgullo no me permitía decirle al mundo que ya no estaba más con la bella Jeannet. Mis compañeros de la universidad la habían conocido, me hacían casado con ella. El blog fue un medio fundamental para deshacerme de mis miedos interiores y de mis orgullos perjudiciales para, por fin, aceptarme tal cual era, sin más y sin menos.

Como este post se me está haciendo demasiado largo, en el siguiente, agradeceré a las personas que siempre me alientan a seguir escribiendo y que me hacen saber que me leen apenas se hacen de un tiempo libre.

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