martes, 16 de septiembre de 2014

Desempleado

Hay una purga tremenda en la empresa para la que trabajo. Cada semana se va a la calle un huevón. También, cada semana le informan a un huevón que su contrato no será renovado, que solamente se le prolongará el acuerdo laboral por un mes más, un mes de gracia que el sentenciado deberá aprovechar para buscar otra oportunidad. Es decir, en el mismo momento en el que a un huevón se le arroja a la calle a otro se le está anunciando que ése será su último mes de trabajo. Aquellos que tenemos esposa e hijos a quienes mantener nos aferramos a la esperanza de no pertenecer a la lista de los guillotinados, a la lista de los que han sentido el arrollador paso de la moto asesina.

Sin embargo, como escribió Nietzsche, la esperanza no es más que el sustento de los tormentos del hombre, del iluso, de aquel que igual terminará estrellándose contra el muro de la cruda realidad.

Entonces, mentía cuando dije que albergaba alguna esperanza. Gracias a las lecturas de Nietzsche no albergo esperanza alguna. Ahora, que han llegado a mis oídos ciertos rumores, menos: la gerencia de la empresa ha decidido no renovarles el contrato a aquellos gandules cuyos acuerdos finalicen en octubre, noviembre o diciembre. Mi contrato concluye en octubre. No hay vuelta de hoja. Estoy condenado a recibir el año desempleado.

Así, vivo mejor sin esperanzas. Así, sin esperanzas, he vivido bien los últimos años de mi vida. No espero nada de nadie ni de nada. Si algo llega, enhorabuena; si no, todo sigue igual. Así conseguí este trabajo, en el que ya tengo más de tres años: Un amigo me comunicó que necesitaban a un huevón con urgencia. Acudí al llamado y, tres años después, todavía sigo aquí.

Dos huevones ya fueron expectorados del área. Ojo, solo estoy hablando del área en la que trabajo; no de toda la empresa. Porque en toda la empresa, ya habrán eliminado a más de un centenar. Como decía, ya expectoraron a dos huevones, como si fueran molestias o flemas que uno lleva atoradas en la garganta.

El siguiente en ser eliminado seré yo. Es un hecho. El resto de huevonazos que aún sigue con vida y cuyos contratos también expiran en octubre o noviembre consulta todas las mañanas la página CompuTrabajo. Entre las ocho y las nueve de la mañana, la gente se afana en buscar las novedades laborales en internet, y dejan sus hojas de vida en cualquier oferta, en lo que venga. Si les liga, próximamente en el mercado laboral tendremos ingenieros de minas fungiendo de guardaespaldas, gasfiteros y canillitas.

Por mucho tiempo, el área en la que trabajo no había sufrido el talado de su personal, a diferencia de otros sectores de la empresa en los cuales quitar gente era casi una práctica de rutina. Ahora, le ha tocado el turno a esta área.

Sé que soy el próximo. No tengo miedo. Algo llegará. No busco trabajo en CompuTrabajo durante el trabajo como el resto de gente, porque prefiero hacer eso en la soledad de mi hogar: solos la laptop y yo. Sin ningún fisgón.

La flojera me ha ganado. Lo reconozco. Me he presentado a pocas ofertas (tampoco hay mucha gente que solicite ingenieros de ventilación): dos, en total. Y solo recibí una respuesta. El ingeniero solicitante me comunicó que me entrevistaría por Skype. Se trataba de realizarles un proyecto de ventilación a unos inversionistas australianos. Es decir, el trabajito sería un ingreso adicional; no un nuevo trabajo con salario mensual y demás. Sería lo que se conoce como “un cachuelito”. Le dije al sujeto mis “pretensiones salariales” (así dijo el huevón: pretensiones salariales. Siempre me ha causado gracia ese eufemismo). Me dijo que eran aceptables. Llámeme dentro de dos días, acotó. Cuando lo llamé, el muy puta me dijo que ya tenía a otro candidato.


No tengo miedo a quedarme sin trabajo. En estos 31 años he aprendido que cada día nos depara una sorpresa, buena o mala, eso no importa. Lo importante es hacerse a la idea de que todo está por los suelos, de que nada puede salir peor. De ese modo, una mala noticia siempre será una buena. Así que, cabrones, láncenme la moto de una vez.

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