Mi jefa
Natalie llega al trabajo a las once de la mañana. Entra rauda a su oficina sin
saludar a nadie. Ha dejado una estela de perfume caro. Llevaba consigo el tazón
plástico de su infaltable ensalada.
Su día está
a punto de empezar, y el mío lleva cuatro horas de iniciado. Terminará después
de las seis de la tarde. El de ella acabará ni bien dé cuenta de su ensalada
mientras se telefonea con todos los que pertenecen a su mundo.
Ninguno de
los que trabajamos en la oficina más de once horas al día -porque no tuvimos la
suerte de ser hijos del dueño de la empresa- pertenece al mundo de la jefa. Solo
somos los roídos engranajes que sostienen su imperio familiar.
Mi vida
transcurre en la oficina. Muchos están quemados o a un paso de estarlo. Pero
siguen arrastrándose a la oficina porque no conocen otra forma de hacer dinero.
Yo no estoy quemado porque supe hacer que las más de once horas de oficina se
sientan diferente: desde hace un año sostengo una relación amorosa con una
compañera. Ella está casada; yo, también. Sin embargo, es como si no lo estuviésemos
ya que pasamos más tiempo en la oficina que en casa.
Dawson, uno
de los empleados más sacrificados, se acerca a la oficina de Natalie. Estoy
quemado, le dice. Ya no puedo con tanto trabajo. Te pido, por favor, en
consideración a los siete años que llevo trabajando aquí o que me aumentes el
sueldo o que contrates a un par de personas que pueda aliviarme la carga.
Óyeme bien, dice
Natalie, y no cierres la puerta porque esto quiero que lo escuchen todos. Tú
no eres un foco de luz para que te quemes, ¿ok? Solo los focos se queman. Tú
eres una persona. Y si te sientes frustrado -que es otra cosa muy distinta de
estar quemado- es porque no tienes la paciencia para observar todo lo que has
conseguido con tu esfuerzo en los… ¿cuántos años dices que estás trabajando
para esta empresa que trata a sus empleados como a una gran familia? Sin
esperar una respuesta, Natalie continúa: Aprende de Leo que me produce muy bien
y sin quemarse, ya que no es un foco y lo sabe muy bien.
Dawson
furioso, me delata: Pero es que él tiene una aventura en el trabajo. Así
cualquiera sobrelleva esta tortura.
¿Qué?, se encabrita
la jefa. ¿Leo tiene una aventura con alguien de la oficina?
Sí, reafirma
Dawson, con Grace.
¿Ambos no
están casados? Las venas de su frente se hinchan. Estrella su ensalada
caprese contra los vidrios de su oficina. Al poco rato, entre airadas
reconvenciones éticas y morales, Grace y yo somos echados del Edén empresarial.
Las políticas de Natalie no podían permitir que dos de sus empleados se
relacionen íntimamente sin hacerle daño a nadie.
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