Aunque el amor llegue un día, me da miedo que
tan solo sea esto; y, aunque el amor llegue
un día, también me da miedo que sea mucho más.
Sylvia Plath
El profesor
tiene que salir. Está preso injustamente. Toda la derecha se confabuló para
drogarlo y diera ese lamentable golpe. O sea, pregúntate, ¿quién da un golpe de
estado sin asegurarse que el ejército te apoye? Que no me jodan los derechistas
de mierda, dijo Jack.
Vera
escuchaba atentamente, casi, casi descuidando la mercadería que ofrecía a los
transeúntes en plena calle. Se había enamorado de la elocuencia de Jack, de sus
inquebrantables convicciones, de su auténtico modo de descifrar y experimentar
la vida.
El
capitalismo quiere embrutecernos a como dé lugar. El profe Castillo era la
única opción, no solo de frescura, sino de cultura que teníamos para darle al
país. Yo tuve tiempo de leer su verdadero plan de gobierno, flaca, y créeme que,
de haber sido aplicado en su totalidad, este país sería ya potencia mundial, continuó
Jack. Pásame la rila, pidió. Su chica le alcanzó lo solicitado. Jack,
con la pericia que dan los años, armó en cuestión de segundos un riquísimo
troncho. El encendedor, por fa, añadió. Su novia le aproximó el
artefacto a la punta del troncho. No, dame, yo mismo lo prendo.
Por eso, es
muy importante, flaca, que reunamos a nuestros amigos, conocidos, familiares,
no sé, a todos los que conozcamos, para que nos apoyen en esta gran marcha en
la plaza San Martín. Nuestra meta es tomar el Congreso y secuestrar a un par de
sus ratas para canjearlas por la libertad de nuestro profesor, dijo Jack,
tras chupar su troncho y expulsar nubarrones grises que provocaron accesos de
tos en su compañera.
¿Tus
alumnos?, agregó luego.
¿Mis
alumnos?, se sorprendió ella.
Sí, ¿tus
alumnos están con el profesor? ¿O son todos unos burgueses de mierda que andan
en el carrito de papi y van todas las noches a chupar y drogarse en Barranco?, dijo
Jack.
Mis alumnos
son…, Vera dudó. Para empezar, solo tenía un alumno. A Jack le había contado
que tenía varios; una decena, o por ahí. Son buenos, se decidió.
¿Buenos?
¿Qué chucha significa eso? ¿No has hablado con ellos sobre la situación
geopolítica del país? ¿Ellos no se expresan? ¿O solo van a aprender su idioma
burgués para luego estar presumiendo que saben inglés?
Yo enseño
francés, corrigió Vera.
Francés,
inglés, la misma huevada, flaca, dijo Jack. Francés, todavía. ¿Para qué sirve el
francés en el Perú?, dime. Por eso digo, los que estudian esa huevada, por
ejemplo, solo quieren panudearse. Tienen plata para tirarla por el wáter,
flaca. Discúlpame que te lo diga así, pero sabes que yo soy franco.
Sí, eso me
gusta de ti, tu honestidad, dijo Vera, pensando que, si otra persona le hubiera
dicho lo que Jack le decía, hace rato ya le habría partido la cara.
Bueno, te
encargo que convenzas a tus alumnos de participar en la marcha para restituir
al profe en Palacio. Jack le metió otra chupada al troncho. Prosiguió: Y
como yo sé que tienen plata, diles que contribuyan con una buena cifra a la
causa.
¿Cuánto
está el Depredador?, dijo un hombre de unos cuarenta años, señalando a
una de las veintitantas figuras de acción que Vera y Jack tenían desplegadas
sobre una tela verde en una vereda de la avenida Abancay.
Quinientos
soles, dijo Jack. Está en oferta, ah. Aprovecha, hermano.
¿Quinientos
soles? Pero si no está en su caja original y…
Y qué, demandó
Jack rudamente.
Que lo
estás vendiendo en el suelo, pues, se atrevió el hombre. Puta, por una pieza de
colección en su caja y con la debida garantía, bien pagados, unos trescientos.
Pero esto, agregó, con el Depredador en las manos, está sin caja, usado
y, encima, todo cochino. No, pues. Quién te va a pagar quinientos. Ni cagando.
¡Entonces
lárgate, conchatumadre!, gritó Vera. La gente que pasaba pegó un brinco. Vete
a joder a otra parte. Esto cuesta lo que escuchaste y punto.
El hombre
dejó el muñeco sobre el tapete verde y se marchó.
Las cosas
tienen un precio, flaca, un valor que es innegociable. Debemos mantenernos
firmes si queremos ganar con esto, dijo Jack, mirando la marcha del hombre que se
perdía dentro de un grupo de personas que cruzaba la avenida, toreando los
buses que la surcaban raudamente y con las clarísimas intenciones de matar a
alguien.
¿La plata de
estos muñecos va a ser para la causa del profesor?, dijo
Vera, acomodando al Depredador al lado de los Thundercats.
Sí, sí, una
parte, claro. Hay que pagar sus abogados y toda esa huevada, mintió
Jack. Más bien, flaca, recuerda que mañana tienes que ir a ver Josué. Te voy
a dejar un regalito con él. Y, ahora que has aceptado enrolar a tus alumnos en
la marcha, hablaré con él para que te presente a uno de los principales
dirigentes de la causa del profesor. Creo que un congresista. ¿Está bien?
Si eso no
era un novio inteligente, generoso y comprometido con la justicia, ¿quién lo
era, entonces?, pensó Vera.
***
El sábado
te veo.
El hombre
escuchó los descargos de la otra parte.
Te he dicho
que el sábado. Mañana no voy a poder.
El hombre volvió
a escuchar los mismos descargos.
Bueno,
depende de ti. Solo puedo el sábado, ¿ok?
Los nuevos
alegatos que oyó parecieron desbocarse del tono cordial de la conversación. El
hombre, entonces, respondió: Si quieres desaparece, mamita; yo ya me serví.
Además, mujeres como tú son lo que más me sobra en esta vida.
Los
alegatos se transmutaron en lloriqueos y en una que otra mentada de madre. El
hombre no estaba dispuesto a continuar oyendo los lamentos de una mujer que,
como la mayoría, por dos o tres almuerzos espectaculares en los restaurantes
más exclusivos de Lima, se creía ya su dueña. Ni su esposa lo jodía tanto. ¡Habrase
visto! Cortó la llamada.
Un mensaje
le llegó al teléfono. El taxista no podía recogerlo: Señor Morante, ¿desea
que le envíe un reemplazo?
Germán Morante
pensó: Claro, pues, huevón, ¿o crees que me voy a ir caminando? Pero
decidió no contestar. Hacía tiempo que no estaba en el Centro de Lima así, sin la
urgencia de acudir a las reuniones en Palacio o las oficinas de los diarios afectos
al Gobierno, como la de la que acababa de salir. Se sentaba a una mesa,
participaba de la toma de decisiones y, con las mismas, tomaba un taxi
prepagado a casa. Prefería no llevar su auto al Centro. El tráfico de ese lugar
era desesperante. Era mejor que las angustias de los bocinazos y trancazos las
sufriera otra persona que no fuera él al volante.
Pensó
recorrer las calles aledañas, perderse por los vericuetos generados por
aquellas vetustas y elegantes estructuras que, lo admitía, le fascinaban. Si
los cholos estos que han infestado el Centro fueran limpios, otra cosa sería
este lugar, pensaba con cada paso dado. Lima le recordaba a la vieja
Montreal, ciudad donde formó sus mejores años universitarios.
Así, llegó
a la plaza San Martín. Había cambiado mucho desde la última vez que la visitó.
Estaba muchísimo más limpia que las zonas vecinas y algunos policías cuidaban
de que no se produjera algún tipo de manifestación en favor del expresidente
Castillo. Los últimos días habían estado calientes por las protestas surgidas
en el interior del país. Se corría la voz del surgimiento de una marcha que
tomaría la ciudad y derrocaría (y quizá ajusticiaría) a la actual presidente
Boluarte. Esta marcha estaría compuesta, en su mayoría, por un grueso factor
provinciano.
El terno
que paseaba por ahí, en medio de esa plaza, era más costoso que todas las
grises ropas que se congregaban en grupúsculos bullangueros y disformes;
incluso, se animó a pensar, mucho más valioso que todos esos seres que las
lucían con el rutinario desgarbo del habitante del Centro de Lima, seres sin
destino e ignorantes de su pasado.
Uno de los
corrillos parecía el más sensato. El resto se desgañitaba pregonando la llegada
de Jesús, exigiendo arrepentimientos urgentes, so pena de seguir muriendo en
este infierno que es la vida, hermanos, conviértanse, carajo.
Se acercó a
la redondela de gente donde un tipo de pelo blanco hablaba con enérgica
elocuencia. Entonces, lo reconoció. ¿Sigue por aquí este conchasumadre?,
pensó.
Estoy agradecido por la relevancia y aplicabilidad práctica que mantuviste en tu artículo. ¡Es valioso en la vida cotidiana!
ResponderEliminar