El poder es un centauro: mitad coerción, mitad
legitimidad.
Antonio Gramsci
Nos
rectificamos, dijo la periodista Susana Vargas en la transmisión
que hacía para el Canal 5. En un primer momento, temerariamente llamamos a
la señorita que pereció fatídicamente en la marcha “camarada”. La “camarada
Vera” fue el calificativo que le endilgamos en vista de algunas informaciones
que nos llegaron a nuestra redacción y a las que, lamentablemente, les
otorgamos confiabilidad.
Mientras
Susana hablaba, en la esquina superior derecha de la pantalla, aparecía una
fotografía risueña de la susodicha Vera.
La señorita
Vera, que ese es su verdadero nombre y no un perverso alias; la señorita Vera,
repito, es una heroína. Sí, repetimos; la señorita Vera es la heroína que, por
reclamar el justo derecho que tenemos todos los peruanos de vivir bajo un
gobierno con las manos limpias de sangre y de corrupción, y no el que viene
llevando la señora Boluarte, murió a manos de un proyectil disparado por la
policía.
Un tipo
detrás de la cámara a la que se dirigía Susana hacía unas señas.
Me indican
que tenemos las imágenes del casquillo del proyectil que acabó con la vida de esta
noble muchacha de…, Susana buscó en sus papeles; no podía creer la cifra
que el teleprompter le mostraba. El tipo detrás de cámaras, que podía ser el
productor del noticiero, le señalaba enfáticamente a la pantalla negra del
prompter. Lee, lee lo que está ahí, parecía decirle. A Susana se le llegó
a oír lo que murmuraba: Pero no puede ser tan vieja; tiene que ser más joven.
Tras unos eternos segundos de pesquisa en sus apuntes, dio con la edad de la
heroína. Era cierto lo que estaba escrito en el teleprompter.
Sí, ejem,
ejem, decía que pasaremos el vídeo del hallazgo del casquillo de bala que cegó
la vida de nuestra heroína de… cuarenta y nueve años, la mártir Vera, dijo
Susana con cierta resignación.
***
Cierto día,
una mujer es asesinada de un balazo en la cabeza y es acusada de terrorista. Los
medios elogian la actitud del gobierno de Boluarte: Así debe tratarse a los
terroristas. Quien a hierro mata, a hierro muere. Ese mismo día, asume la
presidencia del Congreso peruano el mejor amigo de Germán Morante en el colegio
y en la universidad.
Dos días después,
la mujer asesinada de un balazo en la cabeza ya no es terrorista; es una
heroína de la democracia, un símbolo de la libertad. Los medios destruyen a
Boluarte: Que caiga la presidenta. No puede seguir en Palacio alguien que
tiene las manos manchadas con la sangre de una inocente.
Al día
siguiente, el mejor amigo de Germán Morante, tanto en el colegio cuanto en la
universidad, es nombrado, en céleres elecciones congresales, presidente de la República
del Perú. Los medios celebran la caída de Boluarte y aplauden con esperanzas al
nuevo mandatario.
***
Oye, dijo la
señora de Morante. Oye, mocoso, adónde vas.
No soy
mocoso, mamá, le respondió Jack. Tengo cuarenta años. No me
trates como a un niño. Voy a salir y punto.
¿No vas a
ir a la juramentación del amigo de tu papá?, inquirió, escandalizada, la
señora.
No, mamá,
yo tengo mi propia vida. Tengo MIS propios amigos, dijo Jack
condescendientemente, a punto de cruzar la puerta a la calle.
Óyeme, alzó la
voz la señora de Morante.
¡Qué, mamá!, suspiró
Jack.
La señora
se acercó a su hijo y le extendió unos billetes. Diviértete, dijo, una
sonrisa de madre abnegada inundándole el rostro. Pero cuídate siempre.
Gracias,
mamá, dijo Jack, mansito, los ojos absortos por el monto regalado.
Cuando
estuvo a una nada de cerrar la puerta, alcanzó a decirle la señora de Morante: La
chica esa que murió en la marcha se parecía bastante a la horrorosa con la que
salías, ¿no? ¿O me equivoco?
Te equivocas, mamá, dijo Jack y
desapareció.
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