viernes, 14 de marzo de 2025

NOVELA PERUANA BRUTALIDAD de Daniel Gutiérrez Híjar - Cap 09: ¡Tío Marly, Patito, perdónenme!

 


¿Aló?, dijo la anciana.

¿Aló? ¿Estoy hablando con la mama de Groover?

, dijo la anciana. Había dejado a un ladito su bordado. Justo había estado a punto de irse al baño cuando le cayó esa llamada inopinada que provenía de un número largo, interminable, interplanetario. Dígame, joven.

Su hijo me ha ultrajado, señora. Su hijo me ha hecho lo que ha querido y me ha contagiado de sida. Yo lo voy a denunciar ahorita mismo con las autoridades de Newark. Así que, prepárese, señora, porque su hijo es un elemento peligroso. Tiene un arma muy gruesa y cabezona ahí abajo que me ha dejado adolorido durante semanas. El juez le va a poner veinte años por cada día de dolor que me ha procurado el muy perverso.

Joven, cálmese. Mi hijo es inocente, se lo aseguro, imploró la viejecilla. Cálmese y dígame quién es usted, por favor.

La saluda el abogado Aquile Cacho, dijo la voz.

¿Aquile? ¿No será Aquiles, joven?

No, señora, me llamo Aquile Cacho, tal cual. Ya sabe. Ponga en autos a su hijo porque me voy con todo. Lo voy a empapelar y lo voy a regresar al Perú enmarrocado. Y si usted no coopera, también me la deporto, ah. Cuando el ciclón sopla, todos vuelan. Ya sabe.

La llamada se cortó y la señora quedó sumida en una honda preocupación. No podía creer lo que había acabado de escuchar. Entonces, caminó hacia la habitación de su hijo quien, desde hacía varias semanas, ya solo se encerraba ahí y no salía para nada, ni para trabajar. Su uniforme del Seven Eleven estaba desde hacía rato limpito y sin ser usado en el armario.

Ni bien abrió la puerta de su dormitorio para dirigirse al de su hijo, pudo oír con nitidez las exaltaciones que provenían del cuarto de él. A medida que se acercaba escuchaba retazos cada vez más fuertes de la estentórea voz de su vástago: ¡Cambrito, eres un pobre diablo que no tiene talento! Lo único que sabes hacer es hablar huevadas sin sentido. ¿Y así quieres entrar a mi canal? Escucha bien esto, Cambrito: me puedes mamar bien los…

¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!, se escuchó en la transmisión del hombre de casi cincuenta años que, al parecer de su madre, aún se comportaba como un mozuelo rabioso de quince.

¿Hasta qué hora vas a estar despierto?, dijo la señora tras el toc-toc-toc que ya estaba siendo la comidilla deliciosa en los comentarios del programa de YouTube “Cuchillos Largos”, nombre del que se apropió el dueño del canal para rendir homenaje a Hitler y su genial embestida ocurrida en 1934 para liquidar a sus enemigos de un solo plumazo, empezando por el dolor de huevos llamado Ernst Röhm.

¿Qué pasa?, dijo el hombre, cortante y frío, como si no se tratase de su madre sino de cualquier otra persona distante.

Me acaban de llamar diciéndome que has violado a un joven.

¿Qué?, se exaltó el hombre y cayó en la cuenta de que esa bizarra conversación con su madre estaba siendo oída por los pezuñentos de sus seguidores quienes prestamente generarían clips y memes ridiculizándolo de por vida. Rápidamente hizo clic sobre el botón de “mute”.

¿Qué pasó, mamá? ¿No ves que estoy trabajando?, protestó el hombre. ¿Cómo estuvo eso de que he violado a alguien?

Sí, y que le desgarraste el ano y le contagiaste de sida, detalló la anciana, agregando unos cuantos datos que no le habían dicho pero que ella había intuido: si no hubo desgarro de las paredes mucosas, no pudo haber contagio.

Dame tu celular. Quiero ver el número del conchasumadre que te ha llamado.

La viejecilla extendió una mano trémula acercándole el celular a su maduro retoño.

El número en pantalla era una sarta de jeroglíficos, letras del griego arcaico combinadas con números y símbolos matemáticos y hasta químicos.

El hombre elucubró rápidamente. Esto es obra de Marly y su puta cibernética, el maricón del Pato. Espérense a que salgan los resultados de mi investigación coordinada con la benemérita policía del Perú y los voy a cagar, pensó rabiosamente el hombre.

***

Al principio, se embarraba las manos o dejaba manchado el piso de la camioneta. Luego, con el correr de los kilómetros, mejoró su técnica: cagar en bolsa no era nada fácil.

El Tío Marly había quedado reducido a vivir en una combi. La persona que le procuraba una vida regalada había decidido cerrarle el caño por unos meses hasta que aprendiera la lección de no renunciar tan pronto a los trabajos que ella misma le conseguía.

Ahora vas a vivir en esa combi que compré de tercera mano. A ver si así aprendes a mantener un trabajo por más de dos meses, había sido amonestado Marly. A pesar del castigo, y mientras se desplazaba por los alrededores de Australia, Marly continuaba participando activamente en el “Habla Montesito”.  

Marly, dijo la combi, mientras su dueño la conducía y hacía programa con Montes, Lorna y el Pato, un intrépido hacker computacional que era capaz de extraer toda la información personal de un individuo a partir de una sola llamada telefónica, solo podré llevarte dos kilómetros más. Necesito que me eches gasolina. No trabajo a pilas, carajo.

¡Puta!, explotó el conductor, pero yo soy el Tío Marly, cómo chucha te vas a detener y me vas a dejar botado en medio de la nada en este país de mierda.

La combi, por más que lo intentó, no halló una conexión lógica y razonable en los argumentos de Marly.

No le puedes hacer esto al Tío Marly, conchatumadre. Tú sigue andando o te voy a cagar como estoy a punto de cagarlo al Viejo Groover por soplón, por exponer el rostro de menores en internet.

Pero si ya tú me cagas todos los días cuando no le apuntas bien a tu bolsa. Y encima me orinas cuando no embocas bien la pichula en las botellas de cerveza que te chupas, dijo la combi, serena y equilibrada.

Los más de cuarenta años de vida que tenía de fabricada y de interacción con seres humanos descocados como Marly convencieron a la combi de que no valía la pena continuar con esa discusión sin sentido. Pensó que haría todo lo posible para estirar la poca gasolina que tenía en su tanque y alcanzar, al menos, tres kilómetros más.

Marly retomó su dialogo con el Pato.

Ya me contesto su tía, dijo el Pato, riéndose a mandíbula batiente. Ahora no se me escapan.

Se escuchó un tecleteo y unos ruidos cibernéticos. El Pato estaba hackeando los celulares de todos los familiares de una su víctima.

Ahora vas a pagar Groover por haberme confundido con un indio de mierda.

***

Cayó este miserable, este delincuente cibernético, exclamaba Groover mientras se jalaba la tripa. Sus seguidores no podían ver cómo se masturbaba a costa del placer que le producía el haber descubierto a uno de sus más encarnizados enemigos y brazo derecho armado de Marly, el Pato Steven, autor de una de las más crueles tropelías que le habían infligido en su vida: haber llamado hacía un tiempo a su señora madre para informarle de un modo abracadabrante que tenía sida.  

Miren todos esta cara de indio. Por eso usaba el modulador de voz de un patito, para que no se le notara la voz de serrano.

Aspiró una bocanada de su cigarrillo electrónico repleto de marihuana. Dejó de jalarse la tripa. No pudo sacarse el semen por muy enfebrecido de placer que se encontraba. Cuando no se podía, no había por qué forzar la cosa. Luego el pene le quedaba inflamado y adolorido.

Ahora, queridos televidentes de Cuchillos Largos, les tengo varias chuletas sobre este despreciable ser que ha sido identificado por la benemérita y alabada policía nacional del Perú gracias a unas denuncias que yo mismo, esto último lo dijo como si él hubiese liderado las pesquisas, he puesto en contra de este delincuente cibernético que se creía intocable.

Ahí está su cacharrazo, continuó. Miren bien esa cara de serrano. Y ahora, colocó un redoble de tambores que se había descargado de algunas páginas de YouTube, miren a los integrantes de su familia. Aparecieron rostros de adultos, ancianos, y niños. Groover había colocado el árbol genealógico del Pato Steven hasta el virreinato, en donde se apreciaba que sus orígenes eran muy humildes.

Imitó las arcadas de una embarazada a la que se le podría haber antojado, en el quinto mes de preñez, comer un pan con caca.

Aggghhh, puaggghhh, miren esas carulis, puro indio, conchasumare. Y así serraneaba este patito cibernético, este delincuente digital que ha tantos ha cagado bajo las órdenes de Marly. Ahí lo tienen. Y ahí está su casta.

Luego, pegándola de moralista, continuó: ¿Ellos sabrán a qué se dedica este Patito que obedece al nombre de, lean bien, Steven Harriston Condorcanqui Gómez? Ya no te voy a decir Patito, delincuente; tu nombre ha quedado expuesto para siempre: Steven Condorcanqui. Rico apellido me sacaste de la chistera, hijo de puta. Con esa cara de pavo y malviviente llamando a ancianas, ¿no? Caíste, jajaja, las risas ya no podían alarmar a su madre porque, según decían sus detractores del Habla Montesito, había sido recluida en un albergue para adultos mayores con dinero de las suscripciones que recibía mensualmente del líder de la corporación a la que ahora pertenecía. Poco se sabía de ese personaje. Y lo poco que se conocía no inspiraba mucha confianza.  

***

¿Steven Harriston Condorcanqui Gómez? Ese viejo está hasta las huevas. Yo no soy ese indio que ha mostrado, dijo el Patito, cagándose de la risa. ¿Cómo van a creer que voy a caer tan fácilmente? Ayayay, me lo río, dijo.

Claro, pues, dijo el Tío Marly, ese viejo es más huevón. Ese indio no eres tú. Yo solo me junto con gente pituca. Tú, Pato, sí eres mi pata. Tú eres el único que sabe todas mis maldades y entre nosotros no hay traición.

El Patito, con su voz modulada, se cagaba de la risa: ¿Cómo le va a creer ese huevón de Groover a la policía nacional? La policía cibernética del Perú es un chiste mal contado. Te lo digo así, con autoridad, porque yo hago trabajitos ahí también. Esos huevones sin mí no atraparían a nadie.

El Tío Marly lanzó la propuesta de otra gran maldad: Yo tengo tiempo y plata de sobra. Todos saben aquí que mi hermana me mantiene y no tengo necesidad de trabajar. Solo que a veces la conchasumadre se me pone faltosa y no me suelta los billetes. Pero estoy esperando que se muera para heredar todo de una vez. Bueno, Viejo cojudo, vamos a llamar a toda la familia de Condorcanqui para mostrarles cómo has expuesto sus caras y los has acusado de huevadas que nunca han hecho. Yo les voy a dar plata para que te denuncien y Trump te deporte de las orejas por difamación agraviada, dijo Marly, quien, en cuanto al español, era un lúcido ignorante. El adjetivo correcto era “agravada”, de gravedad. La escasez de sus conocimientos era supina, aunque ello no le impedía opinar de los más diversos temas como si los conociera al dedillo.

Pero eso no es lo principal, dijo el Pato. Ya tengo los datos de toda la familia del Viejo. Se van a enterar ahorita mismo de que tiene sida y de que su hijo hace el ridículo en YouTube y en Kick, donde, para concha, solo lo ven 12 gatos.

***

Groover no podía creerlo. Habían empezado a llamarlo familiares y conocidos.

¿Tienes sida?

¿Es cierto que te han detenido y te van a deportar?

¿Tienes algo que ver con que me hayan vaciado mis cuentas bancarias? Me dijeron que tú me has desfalcado.

Tío Groover, en mi colegio han dicho que tienes sida.

Sobrino Groover, en mi trabajo han colocado una pancarta con tu cara y dicen que tienes sida y que yo te contagié.

Oiga, Groover, te habla tu exjefe, ¿es cierto que te cachaste a mi mujer y le contagiaste de sida cuando estabas en Perú? Te voy a buscar y te voy a ensartar mi cocacola de dos litros si te veo, conchatumadre.

Las llamadas de quejas continuaron.

Mientras Groover se mesaba los cabellos, el timbré de su casa gimió largamente. Sintió un ramalazo de miedo. Tomó el bate de béisbol con el que hacía un tiempo le había roto la mano a uno de esos negros toca-timbre que pulularon cierta temporada en Newark y se dirigió a la puerta. ¡Quién es!

Nada.

Hable, ¿quién es?

Groover estaba paranoico. El Pato había conseguido descolocarlo. Era verdad: el Pato era el delincuente cibernético más ágil y escurridizo del mundo. Se preguntó: ¿Entonces quién mierda es el huevón de Steven Condorcanqui que la benemérita policía me sindicó como el culpable de mis desgracias?

Se acercó a la puerta con el bate y volvió a preguntar por la identidad del toca-timbre.

Ninguna respuesta.

 Abrió con sigilo la puerta y encontró una caja de pizza. Había una nota encima de la caja. La tomó, no sin antes pegarle dos escuetas miradas a su alrededor. La calle estaba desierta salvo por dos grandes ratas que cuchicheaban entre sí, intercambiando los suculentos chismes del barrio de la calle Berger, en Newark.

¿Vieron quién dejó esto, par de mierdas?, les preguntó Groover.

Las ratas se miraron la una a la otra y luego lo miraron a él. Una de ellas dijo: ¡Fuera, conchatumare! Y corrieron hacia uno de los tanques de basura que se desparramaba metros más allá.

Ya se cagaron, dijo Groover. Ya no les voy a dejar mis sobras.

Leyó la nota que descansaba sobre la pizza: Prepárate. Ahora vas a saber lo que yo sentí al ver a mi familia difamada y expuesta. Prepara tu cuerpo deforme para que reciba una sarta de frejolazos. Atentamente: Steven Harriston Condorcanqui Gómez.

Groover tembló y se arrodilló. La cabeza la hundió en el suelo. Era mejor rendirse, pactar con el Patito y con Marly. Quiso tenerlos al lado. Pedirles una oportunidad, que terminen con todo ese vitriólico y venenoso ataque. Ambos, pero sobre todo el Patito, habían demostrado superioridad. ¿Acaso Napoleón Bonaparte no se vio obligado a abdicar en 1814 después de su derrota en la Batalla de Leipzig (1813) y la posterior invasión de Francia por las fuerzas aliadas? ¿Acaso no lo enviaron debido a ello a un exilio doloroso en Elba? Y, luego, tras regresar del exilio, en lo que se llamó la era de los Cien Días, ¿no volvió a aceptar su derrota en Waterloo, en 1815, para volver a ser exiliado en Santa Elena para evitar más sufrimiento? Ese era un gran ejemplo de pragmatismo en la derrota. Eso le habían enseñado en la gran escuela de las juventudes apristas. Tenía que aplicar ello en este momento lamentablemente cumbre de su vida.

Alzó los ojos como implorando al cielo: Tío Marly, Patito, hagamos un pacto, por favor. Tío Marly, Patito, cesen el fuego, ya me cagaron. Tío Marly, Patito, imploró, sumergido en lágrimas, perdónenme.

***

En una comandancia policial peruana, dos obesos policías de investigaciones cibernéticas comían dos pollos a la brasa, uno para cada uno, usando dos carpetas investigatorias como individuales, para no manchar la mesa de grasa.

Oe, y cómo va tu caso, dijo uno, la mayonesa y el kétchup que chorreaba de su pierna de pollo bañando las carpetas.

Nada, huevón, no tengo nada. Estos delincuentes cibernéticos son la cagada. Ellos tienen harto billete producto de sus robos y extorsiones y por eso van a cursos en los Estados Unidos donde se capacitan de la conchasumare. En cambio, mírame, qué capacitación voy a tener yo. Lo único que me han capacitado en informática es como hackear un correo de Hotmail. Nada más. Estos huevones en cambio con estrecharte la mano ya te hackearon hasta las cuentas del banco, porque en las yemas de tus dedos tienes todas las contraseñas almacenadas. Son la cagada. Y ya llevo un año en este caso de un delincuente cibernético. Lo único que sabemos de él es que se llama Steven. Nada más.

Al otro se le paró la oreja. Dejó de tragar sus papitas y dijo: ¿Qué? ¿Steven dijiste? Mira, mira.

Puso su pollo a la brasa a un lado y le mostró el contenido de la carpeta que había estado usando como individual.

Mira esta huevada. Aquí tengo a un huevón que se llama Steven Harriston Condorcanqui Gómez. Este pata ha sido detenido por traficar con vídeos para adultos de abuelitos haciendo gimnasia. No sabíamos cómo cagarlo para meterlo más tiempo en chirona. Entonces, se me acaba de ocurrir que le achaques a este pendejo esos delitos que estás investigando y listo; matamos dos pájaros de un tiro. Tú quedas bien y yo quedo bien.

Al primero la cosa le pareció fabulosa. Se le había quitado un gran peso de encima. Cerraron el trato con un apretón de manos rebosante en grasa animal y soltaron una gran carcajada. Ahora sí, terminamos esta jama y no nos vamos al cubil de la tía Katty, donde está de vuelta la Comelona que no te cobra extra ni por el anal ni por el zapatero. Todo está incluido en el precio que ya de por sí es para los amigos de la casa.  


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