martes, 27 de abril de 2010

El asesor de prensa de Kouri celoso, tozudo y autoritario

Karina fue la primera enamorada con la que me inicié sexualmente. Mantuvimos una relación intensa de final aparatoso hace siete años. El romance murió cuando ella me dejó por un charapa que se había instalado hacía poco en el barrio donde vivíamos. Claro, tengo que aclarar que los tres: engañado, engañadora y amante selvático vivíamos en la misma cuadra en Los Nogales, Los Olivos.

Me dolió mucho aquella felonía porque me había entregado con genuina devoción a esa relación. Incluso, yo había bordado nuestros nombres en el trasero de un oso de peluche. Ese detalle a ella le había encantado.

Transcurrió el tiempo y yo me enamoré, también profundamente, de Claudia (ver artículo "Claudia, la literatura y yo" para más detalles). Nuestra relación, con altos y bajos, duró cerca de siete años. Karina ya no significaba mucho para mí. Podía verla pasar de la mano de un chico, u oír rumores de sus más recientes aventuras, y yo ya no sentía nada.

El último sábado 24 de abril, Karina y yo, luego de mucho tiempo, quedamos en vernos para comer un ceviche (¿así se escribe ceviche, con v? Ofrezco mis gramáticales disculpas si no es ese el caso) en un local llamado Laredo, al costado del hotel donde hicimos el amor por primera vez hace poco menos de una década.

Para ser descarnadamente sinceros, yo la cité en ese restaurante porque albergaba la posibilidad de que, luego del ceviche, nos dirigiésemos a la habitación que fue testigo de mi bienvenida al mundo masculino.

Debo decir que el restaurante, para estar ubicado en la fea zona en la que está, es muy bueno. Karina y yo nos tomamos unas cervezas, además. Un mozo nos servía diligentemente la cerveza cuando nuestros vasos quedaban vacíos. Buen servicio.

Durante la conversación, Karina rememoró todos los momentos de nuestra pretérita relación, incluso muchos detalles que yo -poseedor de una precaria memoria- ya había olvidado. Es más, había detalles que me parecía oirlos por primera vez. Lo que me quedó muy claro fue lo que ella me decía cada cierto tiempo: "Siempre quedé muy arrepentida de haberme alejado de ti". A buen entendedor, pocas palabras.

Luego del ceviche, nos fuimos a un bar por la avenida Izaguirre para continuar nuestra conversación. Era un lugar regentado por charapas y de aspecto bullicioso. Un hombre, acompañado de un puñado de músicos, cantaba las cumbias del momento. Al poco rato se nos unió su amiga Mariela. La experiencia fue muy enriquecedora: Mariela era una loca del carajo. Llegamos a congeniar muy bien.

En algún punto de nuestra estadía le dije a Karina que necesitaba sacar dinero del cajero. Mariela aceptó quedarse al cuidado de nuestra mesa. En el taxi camino al cajero, Karina y yo nos besamos desenfrenadamente. El taxista nos miraba por su expejo retrovisor. Ese instante selló nuestro regreso como enamorados. Aunque, claro, yo le dije: "Karina, nuestra relación de hecho no será como la de antes. Tú aún estás de enamorada con Anibal. Están peleados, lo sé. Ya no quieres estar con él, lo sé. Pero te pido una cosa: quiero que esta relación sea lo mñás abierta posible. O sea, quiero que me tengas confianza y hagas lo que mejor te parezca. Eso sí, entre nosotros tiene que prevalecer algo muy importante: La Amistad". Con todo eso le estaba diciendo, muy sutilmente, que ella podía estar con el chico que desease, si le provacaba besar a un chico guapo "go ahead". Yo no me iba a molestar, porque así son las relaciones humanas. El ser humano no ha sido creado para estar atado a una sola persona. Eso es antinatural. A mi concepto, la monogamia es una perniciosa destructora de las más enriquecedoras relaciones humanas.

Después de un y mil acontecimientos ese sábado en el Tequendama, en la madrugada del domingo fuimos a un hotel. Le hice el amor. Ella no sintió nada porque estaba muy cansada y ni bien se echó en la cama comenzó a soñar con los angelitos.

Sin embargo, ayer la vi nuevamente. Nos encontramos en Megaplaza. Los dos sabíamos a lo que habíamos venido, así que sin demora nos dirigimos al mismo hotel de la madrugada del domingo.

Ella me había contado de Anibal. Es digamos, su último enamorado antes que yo. Los últimos dos años han convivido juntos en el departamente que él posee en una zona céntrica de Los Olivos. Anibal llegó a hacerse muy amigo del papá de Karina. Esto se debe a que a Anibal le gusta mucho la política y, hace un año, dejó la odontología para dedicarse (como dicen los futbolistas) "de lleno" a ser Jefe de Prensa de Alex Kouri. Karina me contó: "Anibal trabaja en prensa para Kouri. Saca todo lo bueno de Kouri, nada más. Y ahora más, porque están en campaña".

Últimamente, Anibal ha estado llamando a Karina constamente, rogándole para regresar. Ayer, mientras hacíamos el amor en aquel hotel, el celular de Karina no paraba de vibrar. El molesto sonido que emanaba de ese celular, rompía mi concentración por momentos. Tenía que redoblar mis besos y caricias para apuntalar mi abanderamiento.

Karina me contaba que unos mensajes, Anibal le decía: "Seguro estás con otro. Eres una pendeja".

¿Cómo es posible que un Jefe de Prensa de Kouri se exprese de esa manera de la mujer que alguna vez amó o sigue amando? ¿Son ese tipo de personas que queremos que nos gobiernen? ¿Personas que no saben reconocer que han perdido una batalla en el amor y por ello insultan al ser amado de la manera más ruin? Le sugiero leer a Wilde. Wilde es un buen maestro en la cuestión de saber amar y saber perdonar.

Por si fuera poco, mientras Karina y yo bajábamos las escaleras del hotel para dirigirnos a recepción y poder yo recoger mi DNI y devolver la llave del cuarto y el control remoto, Karina me dice: "¿Mi pantalón tiene un hueco por mi pierna?". Yo la reviso y le digo que sí, que había un hueco en su blue jean. Quiero mencionar que Karina tiene un buen par de piernas, un excelente tafanario y unas magníficas y "juicys" tetas.

Bromeando le dije: "Seguro Anibal tuvo una mala puntería y te dio en la pierna". "No, tonto", me dijo ella, "esto lo hizo con unas tijeras para evitar que yo saliera a una discoteca".

Creo que ese último dato pinta de cuerpo entero a ese Asesor de Prensa de Kouri, un tipo impulsivo que comete puerilidades para evitar que su "amada" huya. ¿Así se gobierna acaso? ¿Con intolerancia? ¿Con actitudes que están reñidas con la más irrestricta libertad del ciudadano? ¿Arruinando un blue jean que él ni siquiera ha comprado?

Si el señor Kouri se rodea de ese tipo de personas, es mejor que tengamos cuidado, ciudadanos de Lima, al momento de escoger a nuestras autoridades. Por ello, señor Anibal le recomiendo una vez más empaparse de literatura liberal y, humildemente, que lea mi artículo "Claudia, la literatura y yo" para que sepa como actúa un buen amante del amor libre y liberal en estos casos.

Hasta pronto

No hay comentarios:

Publicar un comentario