1. Estás en la combi con ella. En la radio suena una canción que ella, en un acto de confianza, te ha contado que era la que su ex le enseñó, la que la hace recordarlo. Ves que su cara cambia. Su mirada se torna más bien melancólica y se desenfoca. Tú sospechas poderosamente que ella está pensando en él, en los tiempos pasados. Tú, que siempre quieres saberlo todo, que quieres hacerla sentir una basura por pensar en otro hombre y que quieres demostrarle que a ti nadie te engaña, le preguntas: ¿estás pensando en él? Obviamente no te va a decir: “Sí, estoy pensando en él”. Se quedará callada y se sentirá presionada y asfixiada a tu lado. No se sentirá libre de acongojarse o alegrarse por lo que sea. ¿Acaso, a pesar de que la ames, no has recordado a tus ex con canciones, lugares, comidas o libros? ¿No has sentido cierta nostalgia por esos tiempos idos de felicidad? Pues bien, ella también tiene derecho a sentir nostalgia. A la próxima que te vuelva a ocurrir ese fenómeno, dale cierto espacio para sentir según mejor le parezca. Verás que comenzará a tenerte más confianza de la que solía tenerte.
2. Apenas llevas un mes saliendo con ella. Ya se besaron. Ya tuvieron relaciones sexuales, inclusive. Tú le dices que la amas y, a cambio, le exiges que te diga lo mismo preguntándole si ella te ama a ti. Ella ha salido de una relación de largo tiempo y todavía está encontrándose a sí misma para poder empezar a amarte. Te ha dicho miles de veces que te quiere y que gusta de estar contigo. La pasa bien. Pero le es imposible decirte que te ama, por el momento, porque no siente eso. Esto te lo ha dicho muchas veces. Sin embargo, tú vuelves a la carga con la misma pregunta estúpida: ¿me amas? Ella te puede decir sí, por compromiso, y lo único que vas a lograr es que se sienta presionada y agobiada cuando está a tu lado, arrojándola, sin que esa fuese tu intención, a los brazos del ex o de cualquier otro que la esté rondando. Deja que las cosas se den de manera natural. Si la tratas bien y le concedes sus tiempos, el “te quiero” mudará en un “te amo” (claro, si es que entre ustedes dos hay de verdad ese sentimiento que llaman amor)
3. Ella está triste. Lo has notado mientras caminaban con dirección a su casa. De pronto, ha cambiado su semblante, está grave, ceñudo y melancólico a la vez. Tiene problemas en casa, y lo sabes porque te lo ha contado muchas veces. Necesita estar sola. Pero tú, que siempre quieres estar jodiendo, le preguntas: ¿por qué estás así? ¿Ya no me amas? ¿no te hace feliz estar a mi lado? Preguntas estúpidas. Lo único que vas a lograr es hacer su enojo más profundo, su tristeza más honda y su repulsión hacia ti, todavía mayor. Ella, como tú algunas veces, necesita de su soledad. Todos la necesitamos.
4. Sales del trabajo. La llamas al celular. Está apagado. Maldices. La maldices. Comienzas a tejer una novela en tu mente; un melodrama en el que ella está tirando con otro hombre mientras que a ti te están creciendo semejantes cuernos en la frente. Luego de breves minutos, tu celular suena. Es un número de cabina telefónica. Contestas. Es ella. No la dejas hablar y le preguntas con una marcada dosis de desesperación y enojo: ¿por qué estaba apagado tu celular? ¿qué estabas haciendo? Estas preguntas, lejos de unirlos, terminará separándolos. Son una clara evidencia de que no confías en ella (y de que tienes serios problemas de inseguridad), a pesar de que su comportamiento y su franqueza hacia ti han sido impecables. Al margen de lo que ella te pueda contestar, jamás escucharás confirmarte tus desquiciadas sospechas: “Apagué el celular porque no quería que entrara tu llamada mientras tiraba rico con Julio”. Así ella te hubiera engañado con una docena de hombres, jamás te lo diría. Deja de elucubrar hiperbólicas versiones de culebrones mexicanos y trata de vivir tranquilo.
Así que ya no le hagas más preguntas estúpidas, a menos que quieras perderla pronto.
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