lunes, 28 de marzo de 2011

Pedos que suenan, reputaciones manchadas

Uno

Estoy en la casa de mi amigo Benjamín. Él vive en un departamento en Surquillo con su hermana y la pareja de ella. Son tiempos de universidad. Estamos estudiando para el examen de Geología para Ingenieros. Ya deben de ser las doce de la madrugada. Hay silencio en el departamento. Afuera existe un mutismo total, apenas interrumpido por el chirriar de los neumáticos de un auto que pasa raudo por la avenida desierta. Todos duermen en el departamento; excepto Benjamín y yo, tratando de que las nociones del curso se nos queden grabadas en la cabeza.
La ventana de su cuarto está abierta. Hace frío. Yo estoy en polo. No tengo plata para comprarme una chompa y me da un poco de roche pedirle prestada una chompa a mi amigo.
El viento helado ocasiona estragos en mi estómago: lo llena de gases.
Quince minutos más tarde, tengo ganas de cagar.
Le pido, por favor, que me indique dónde está su baño. Como el departamento es pequeño, el baño se ubica entre el cuarto de su hermana, quien ya duerme, y el cuarto de él.
Entro. Echo seguro a la puerta. Me bajo el pantalón. La cagada: estoy con gases. Si suelto mi esfínter completamente, una arremetida brutal de cuescos (pedos) colmará todo el departamento, causando la hilaridad –o asco- de Benjamín, causando que su hermana se despierte alarmada y asqueada porque el amigo de su hermano es un pedorro mugroso.
Es ahí donde empieza mi dolor: hacer que los pedos –preliminares al mojón- no se sientan en absoluto. Es un trabajo que me exige mucha concentración. Es doloroso. Se trata de ahorcar, literalmente, a esos ruidosos pedos; convertirlos en silenciosos susurros.
Logro mi cometido. El esfuerzo me ha hecho sudar copiosamente, pero valió la pena. Nadie se despertó y nadie se rió de mis pedos.
Mi reputación quedó inmaculada.

Dos

Estoy en la oficina. Mi mamá, en el desayuno, me preparó un delicioso jugo de piña. Han prendido el aire acondicionado y han conseguido que la oficina sea una sucursal del Polo Norte. La piña y el aire frío me han descompuesto el estómago, que empieza a tronar y me compele a ir corriendo al baño.
El baño de la oficina está, prácticamente, muy cerca de los cubículos de mis compañeros.
¿La puerta y las paredes del baño serán a prueba de ruidos fuertes? Es muy tarde para realizar un pequeño test. Nuevamente, voy a tener que modular terriblemente mi esfínter para que esos pedos tronadores –que están desesperados por salir- pasen totalmente inadvertidos.
Es doloroso y arduo el proceso. Pero lo he logrado. Mi reputación sigue incólume y nadie podrá decir que soy un pedón de mierda.

Tres

Estoy en un hotel con mi chica. Hemos terminado de hacer el amor. Mejor dicho, yo he terminado porque ya me vine y ella todavía no. Otra vez, quedó insatisfecha. Se cubre con la frazada. La ventana del cuarto está abierta. La cortina flamea pues un helado y potente viento la acosa.
Ese mismo viento me acaba de averiar el estómago. Al estar desnudo, he sido presa fácil de su letal efecto.
Tengo que ir al baño.
¡Diablos! El baño está muy cerca de la cama. De todos modos, mi chica va a oír mis sonoros pedos. Ya no tengo fuerzas para andar asfixiándolos a costa del dolor de mi trajinado esfínter. Trato de urdir un plan para que mi chica no se gane con mis pedos.
“Prende la tele, amor, para que veas algo”, le digo. Mi intención es prender la tele y subirle todo el volumen posible; generar más ruido en la habitación que atenúe el bombardeo que mi culo iba a protagonizar en el baño.
“No quiero”, me dice, molesta porque una vez más la he dejado insatisfecha.
Voy al baño, derrotado. Me bajo el pantalón y, por más que hago mil y un esfuerzos, los sonidos guturales que expele mi culo se hacen escuchar con manifiesto poder. Me pongo rojo. Ella ha tenido que oírme pedorrear. Mi reputación ha quedado arruinada. Sé que ella me terminará por cagón.

Cuatro: Conclusión

Los baños deberían construirse bien alejados de las zonas en donde los seres humanos realizan sus diferentes actividades. Siempre hay un hombre pedorro que agradecerá ese sabio diseño arquitectónico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario