El escritor mediocre ya no sabe sobre qué escribir. Está en blanco. Siempre que se sienta frente a esa simulación de la hoja en blanco de la computadora se halla vacío. Eso lo deprime. No lo deprime tanto como antaño, pues hogaño tiene a Morgana, quien con su bella sonrisa y esbelta figura le insufla muchas ganas de seguir viviendo.
Sin embargo, un día sin escribir le recuerda su mediocre destino. Un día que ha transcurrido sin que el escritor mediocre pueda poner por escrito aquello que lo sorprende, agobia o atribula es un día nulo, un día en el que ha consumido inútilmente una parte de ese 21% de oxígeno que cubre la Tierra.
El escritor mediocre sabe que no ha nacido con el instinto negociante que tuvieron su padre y su abuelo materno. No es carismático como su hermano. No es diligente como su madre y su abuelita materna. No es pródigo como sus tíos. El escritor mediocre no ha nacido ni para ser millonario, ni generoso ni bonachón. Ha nacido, únicamente, para escribir sus tonterías más íntimas.
Un día desierto de palabras transformadas en diminutos píxeles en la pantalla o en minúsculos corpúsculos de tinta en el papel revela que el escritor mediocre trató de vivir esa otra vida impostada que lleva, empleando sus exiguas fuerzas en aquello que no es y nunca será.
Un día de esos son el reflejo de que el escritor no tuvo los cojones de dejar esas vidas accesorias para dedicarse a lo único que lo conmueve y estimula: escribir mil y un naderías.
Esos días de páramo son días que no ha vivido, son días de acquaforte: “ya no me conocen, estoy solo y viejo, no hay luz en mis ojos…, la vida se va…”
martes, 25 de diciembre de 2012
martes, 20 de noviembre de 2012
Cuerpos Secretos - Alonso Cueto
Alonso Cueto (Lima, 1954) ha publicado “Cuerpos Secretos”, novela que narra las circunstancias en las que un romance, atípico y vetado por la sociedad, se gesta y se complica. Es la historia del amor que surge entre dos amantes muy improbables: una señora de cuarenta años, económica y socialmente muy acomodada, y un muchacho de veinticinco años, cuzqueño, que reside buena parte de su vida en Los Olivos, dedicado a la enseñanza de matemáticas en un instituto sanisidrino. Sus nombres: Lourdes Paz y Renzo Lozano.
Lourdes es una empresaria que se dedica al negocio de las telas. Está casada con el empresario José Schon, personaje que desempeña un cargo ministerial en el gobierno peruano. Ambos viven en una lujosa casa en la urbanización Camacho. Además, como toda familia de boato y poder, tienen una casa de playa en Asia. Es ese balneario el escenario del encuentro entre Lourdes y Renzo, quien viaja hasta allí para darles clases particulares de matemática a los hijos de la vecina de aquella. En uno de los azares creados por el escritor, Paula –nombre de la vecina- le pide a Lourdes que le dé un aventón a Renzo, quien tiene que ir a San Isidro para impartir clases de matemática en un instituto. Durante ese aventón, Lourdes se sentirá atraída por aquel joven, por “el dibujo largo de las cejas, los hombros altos, la tez de color tierra, y en el centro de toda esa larga oscuridad, sus ojos cristalinos.” Previamente, el escritor nos ha narrado la vida monótona y predecible del matrimonio de Lourdes y José, de quien ella sospecha que le es repetidas veces infiel con invariables mujeres. Entonces, el señuelo para justificar el posterior comportamiento adúltero de Lourdes está claramente establecido: una mujer abandonada sentimentalmente que encuentra aquello que cree que carece en Renzo. Desde ese momento, Renzo y Lourdes permanecerán juntos, conversando, conociéndose y citándose en diferentes hoteles, de los cuales, el que más frecuentan es el hotel Cazorla en la avenida Colmena del Centro de Lima. El amor va medrando a escondidas de los respectivos familiares de los protagonistas. Solamente Félix, amigo de Renzo, es eventual testigo de ese amor furtivo gracias a los retazos episódicos que Renzo le cuenta buenamente. Aquel le aconseja a su amigo dejar de ver a Lourdes, pues el marido podría matarlo fácilmente. Un romance erigido por tales protagonistas debe ser descubierto –de lo contrario, la novela no tendría sentido- y obligado a deshacerse por aquellos que nunca estuvieron a favor de semejante enlace. El autor coloca algunos personajes que ayudarán a que el sino de la unión espiritual de Renzo y Lourdes continúe vivo. El final de la historia resulta algo irreal y, al menos desde mi parcializado punto de vista, pobre. Da la impresión de que el autor no sabía cómo terminar su historia. El final escrito contradice los arrestos emprendedores de los protagonistas, cuyos perfiles han sido tenuemente dibujados por el escritor. Además, el final es mediana y mediocremente feliz, lo cual cimienta su pobreza literaria.
El estilo de Cueto es el mismo que sus lectores le conocen a través de sus varias novelas. Uno reconoce esas descripciones lírico-telegráficas que abren párrafos y que compelen al lector a imaginarse los ambientes que usa el escritor a través de aquellos corpúsculos rápidos y precisos con que los pinta. Algunos ejemplos:
“La iglesia en misa de once, las bancas llenas y tantos recuerdos. Una sala con paredes de ladrillos rojos, una fila de bancas, flores en el altar de plomo.”
“La hierba y el muro y la masa serena y furiosa del mar a sus pies, el promontorio de San Lorenzo, la línea que corta el agua en el cielo, el territorio violento y armónico del agua.”
Aquello que causa cierta desazón en la historia narrada es la poca profundidad con la que son retratados los personajes centrales de la novela –ni qué decir de los periféricos-. Una apropiada sumersión en las interioridades de Renzo y Lourdes, por lo menos, explicaría el por qué dos personas tan disímiles y de mundos completamente alejados llegan a amarse con tal furor. Lo sólito, en cualquier latitud del globo, debiera ser que dos personas, al margen de sus etnias o creencias, se quieran o amen; lo insólito, en un país como el Perú, es que dos personas como Lourdes y Renzo se amen con semejante fogosidad. Es decir, en muy poco tiempo –es decir, durante el trayecto de Asia a San Isidro-, años de prejuicio se esfumaron. En una sociedad como la peruana, el individuo de las esferas más altas desdeña al peruano cuyos rasgos físicos son muy semejantes a los de los indios e incas retratados en los libros, rasgos semejantes a aquellos que portan con orgullo los pobladores de las serranías, rasgos como los que posee el que esto escribe. Y este desdén no es propiedad exclusiva de las clases blancas adineradas –uno de los leitmotiv de la novela de Cueto es la diferencia cromática entre sus personajes: lo blanco y lo trigueño-. Si hablamos claro, un cholo con plata comienza a ver a sus “congéneres” por encima del hombro y apuntará siempre, mientras más dinero y estatus acumule, a “emparentarse” con blancos con plata. Basta con echarle un ojo a esta sociedad para enterarse cabalmente de esto que escribo. Lourdes ve a Renzo como un chico de cejas largas, hombros altos, tez de color tierra y ojos cristalinos. La apariencia que Cueto le confiere a Renzo no es muy precisa y parece distar mucho de aquella que caracteriza al peruano de las serranías. Que una señora como Lourdes se hubiese enamorado de un Renzo cuyo rostro se asemejara al de un cerámico mochica propicia, sin lugar a dudas, una verdadera historia de amor dentro de una atmósfera hostil. Por la vaga descripción que hace Cueto de Renzo, parece que ese no es el caso. Es, pues, “Cuerpos Secretos”, una historia que no transgrede ninguna tara social peruana, ya que el autor no tuvo la valentía o el tino de crear personajes más reales ni de explorar en las conciencias de los que ya había creado. Un ejemplo de esto es que Renzo no es un personaje complicado o sinuoso, si tenemos en cuenta que, según el autor, aquel fue violentado sexualmente cuando tenía ocho años de su edad por un tío en el Cusco. Un hecho de ese calibre definitivamente remece a cualquiera y genera un gran impacto en su vida futura. No obstante, Renzo parece haber crecido al margen de las consecuencias de ese funesto episodio y, por el contrario, se relaciona muy bien con las mujeres y con su entorno. Así las cosas, el hecho de la violación se lee como una carga que el autor quiso endilgarle a su personaje para dotarlo de cierto drama que luego no sabe cómo usar ni desarrollar.
El que esto escribe ha vivido en Los Olivos mucho tiempo. Cueto cumple con la descripción de los sitios más conocidos de ese distrito. Menciona, incluso, a la conocida parroquia “El Buen Pastor”, lugar al que acude la atribulada madre de Renzo para rezar por el destino de su hijo y a donde Lourdes llega para entablar con ella una conversación decisiva en la novela. Cueto se tomó, al menos en ese aspecto, el trabajo de investigar aquellos ambientes olivenses que, supongo, no le son muy familiares. Así como no le son familiares, al que esto escribe, los entornos del balneario de Asia.
“Cuerpos secretos” hubiera quedado mejor si la relación de amor que cuenta se limitaba a ser protagonizada por un jovenzuelo que se involucra con una señora mayor y casada, perteneciendo ambos a la misma alta clase social. Un lector, que ha vivido en Los Olivos y que ha padecido diariamente la marginación por el rostro incaico que tiene y por el color terroso de su piel, difícilmente podrá tragarse el cuento de Cueto. ¿Y no es acaso la misión de toda buena ficción convencer a su lector de que las mentiras que cuenta son verdades palmarias?
miércoles, 14 de noviembre de 2012
DiBisa Minera: La Gaceta Deportiva
Conocido por usar constantemente las filudas palabras del diccionario de procacidades cuando su equipo (Procesos Futbol Team) cae aparatosamente frente a sus más encarnizados rivales, el ingeniero Bardales nos concedió una breve entrevista antes del partido que sus dirigidos sostendrán frente a AC Minas.
Daniel (D): Ingeniero, ¿unas palabras?
Bardales (B): Sobre qué, uón. Estoy apurado. Tengo una reunión.
(D): Disculpe, ingeniero. Algo corto nomás. Sobre el partido del jueves.
(B): Qué quieres que te diga.
(D): Cómo ve el partido
(B): Con los ojos pues. Cómo te gusta huevear, muchacho. Allá en el piso 15 hay harto trabajo, ¿por qué no te das una vuelta por ahí? A ver, si te dan algo para hacer.
(D): Claro, claro, ingeniero, como diga. Pero qué opina del partido del jueves.
(B): Nada, nada, solo dile a tu jefe que los peloteros hablamos en la cancha, que no arrugue porque yo he jugado en La Huerta Perdida y en el Callejón de las Siete Puñaladas. Yo le hacía huachitas al jefe de Los Destructores. Además, como ya les he dicho a mis muchachos, “nosotros podemos perder con todos menos con Minas”. También les he dicho: “nuestros rivales son Piping, Inmobiliaria, etc, pero Minas son nuestros enemigos y ningún enemigo mío me puede ganar”.
(D): Ah, ya, ingeniero. Sabias palabras. Suerte en su reunión.
(B): Ya, no te preocupes, muchacho, y ya deja de huevear, pues.
Daniel (D): Ingeniero, ¿unas palabras?
Bardales (B): Sobre qué, uón. Estoy apurado. Tengo una reunión.
(D): Disculpe, ingeniero. Algo corto nomás. Sobre el partido del jueves.
(B): Qué quieres que te diga.
(D): Cómo ve el partido
(B): Con los ojos pues. Cómo te gusta huevear, muchacho. Allá en el piso 15 hay harto trabajo, ¿por qué no te das una vuelta por ahí? A ver, si te dan algo para hacer.
(D): Claro, claro, ingeniero, como diga. Pero qué opina del partido del jueves.
(B): Nada, nada, solo dile a tu jefe que los peloteros hablamos en la cancha, que no arrugue porque yo he jugado en La Huerta Perdida y en el Callejón de las Siete Puñaladas. Yo le hacía huachitas al jefe de Los Destructores. Además, como ya les he dicho a mis muchachos, “nosotros podemos perder con todos menos con Minas”. También les he dicho: “nuestros rivales son Piping, Inmobiliaria, etc, pero Minas son nuestros enemigos y ningún enemigo mío me puede ganar”.
(D): Ah, ya, ingeniero. Sabias palabras. Suerte en su reunión.
(B): Ya, no te preocupes, muchacho, y ya deja de huevear, pues.
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viernes, 2 de noviembre de 2012
"Dabai, Chelo, dabai" - Giovanni Barletti
Gracias
a la feliz iniciativa del blog “Lee por Gusto” de obsequiar a sus lectores con libros,
pude leer “Dabai, Chelo, dabai”, colección de cuatro cuentos, más o menos
extensos, escritos por el moqueguano Giovanni Barletti (1988) y publicados por Cascahuesos
editores.
“Dabai,
Chelo, dabai” es el nombre del segundo relato que presta su nombre al libro.
Este cuento, así como los dos últimos, “Rojizo” y “El detective salvaje”, son
cualitativamente inferiores al primero, “Como quien no quiere la cosa”, de
lejos el más original, mejor trabajado e ingenioso. No es que los últimos tres
relatos sean malos; son buenos y entretenidos. Sin embargo, el primer texto
descuella notablemente. Todo esto, claro, según mi modesto, discutible y muy
subjetivo parecer. Como diría don Marco Aurelio Denegri, parafraseando al
eximio cuentista Cortázar: “Es muy difícil hallar cuentarios que tengan más del
10% de bondad cuentística. Si un cuentario tiene 10% de bondad ya es aceptable”.
Los
cuatro relatos del libro están publicados de acuerdo con el orden cronológico en
que fueron escritos, así tenemos: “Como quien no quiere la cosa” en diciembre
del 2009, “Dabai, Chelo, dabai” en marzo del 2010, “Rojizo” en octubre del 2010
y “El detective salvaje” en enero del 2011.
Si
consideramos lo escrito anteriormente, podríamos inferir que el autor perdió
originalidad y desfachatez con el tiempo, ya que “Como quien no quiere la cosa”
es un relato que toca problemáticas sociales muy actuales y recurrentes, pero
que son tratadas y presentadas al lector de un modo asaz particular e
interesante. Digamos, y esto siempre desde mi propia subjetividad, que este
cuento podría ser antologable, pues invita al lector a ser parte de la trama de
la narración, que no es lineal, sino que salta en el tiempo a través de las
voces de sus cuatro personajes principales: Meche, Mario, Tavo y Analú. Este
relato involucra al lector y lo convierte en un engranaje necesario para que la
maquinaria del texto se mueva. Una característica encomiable del cuento es que
le entrega datos discretos al lector para que él arme en su mientes el
argumento propuesto.
“Dabai,
Chelo, dabai” (en español: “Vamos, Chelo, vamos”) describe los deliquios
amorosos de un joven universitario peruano en un lugar tan lejano e improbable
como Kiev. La mente del protagonista, Chelo, flota sobre apasionadas nubes
creadas por una guapa ucraniana, mientras que su tío (Loco), y el amigo de éste
(Deivid Charaja), lo cogen de los pies para enclavarlo en la poco poética
realidad que los rodea: “Ten cuidado, Chelo, no confíes en las ucranianas. Ya
te he dicho que lo único que quieren es meterte la rata.”
“Rojizo”
da cuenta de las peripecias en las que se embarcan un par de amigos cuando
deciden incursionar infructuosamente en la proscrita actividad del proselitismo
de un grupo marxista. Uno de ellos es arrastrado hacia esa ideología luego de sufrir
un revés amoroso a causa de una muchacha que no tenía reparos en relacionarse
con tal o cual chico.
“El
detective salvaje” es un claro guiño a Bolaño –el personaje principal, un
detective taimado, alcohólico y putañero, conduce un coche Impala-. Si bien el
relato es entretenido, se regodea en lo repetitivo de los encuentros sexuales
del protagonista en lenocinios y en sus grandes curdas.
Si
bien estos tres últimos relatos son entretenidos y muestran cierto trabajo
técnico, son muy largos; una poda verbal no les hubiera caído mal.
Giovanni
Barletti, a pesar de su juventud, demuestra un sano afán por explorar distintos
artificios narrativos y, por los epígrafes colocados en el libro, una vastedad
de lecturas interesantes. Definitivamente, el primer cuento de “Dabai, Chelo,
dabai”, convierte al libro en un texto recomendable.
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lunes, 29 de octubre de 2012
Discutible opinión sobre la revocatoria de Susana Villarán
Yo no voté por Susana Villarán. Voté por el candidato de Acción Popular quien, en el ocaso de la campaña, decidió disfrazarse del Increíble Hulk para aligerar su imagen. Esto último me causó cierta desazón pues pensaba votar por él con convicción, porque parecía que contaba con un plan más o menos coherente, según pude apreciar en un debate. En ese episodio, el plan de ese candidato fue, a mi modesto parecer, de lejos, el más serio y organizado. Sin embargo, como en este país priman los circos a las ideas, dicho candidato prefirió unirse al show –disfrazándose de Hulk- y vender una imagen en vez de programas. En cualquier caso, la batalla final tuvo como adversarias a Susana Villarán y a Lourdes Flores.
Sabemos ya que Susana Villarán resultó electa alcaldesa de Lima.
Ahora bien, resulta un tanto incoherente con los principios democráticos tan propugnados y encomiados por la fauna política nacional el hecho de solicitar la revocatoria de doña Susana Villarán del cargo de alcaldesa.
La mayoría de limeños eligió a Susana Villarán pues, imagino, evaluó su programa de trabajo a conciencia. Por tanto, se debe respetar dicha elección. Que la actual gestión de Susana Villarán no sea ahora del agrado de cierto sector político no debiera constituir mérito suficiente para iniciar los trámites de su destitución.
Que se entienda de una vez el proceso democrático. Elegimos a una persona sobre la base de ciertas consideraciones. Si luego dicha persona encabeza una administración regular o mala, pues qué pena, ella deberá cumplir su periodo según la ley que permitió su elección. A quienes deberían revocar del país -si cabe dicha acción- son a esos ciudadanos que la eligieron y ahora la quieren afuera. La gente debe ser consecuente con sus actos. Debemos dejar que la señora Villarán termine su gestión y ejecute las obras que ha planeado para Lima.
Considero que el único motivo para destituir a alguien de su cargo público debe ser la insania total de esa persona. Una persona que no tiene pleno control de sus facultades mentales no debiera ejercer un cargo de tamaña responsabilidad.
jueves, 25 de octubre de 2012
Los detectives salvajes - Roberto Bolaño
«Los detectives salvajes», de Roberto Bolaño (1953-2003), es mucho más que un libro denso -denso por las 609 páginas que tiene-. Es uno de esos textos que abren senderos innovadores en la literatura. El libro que Bolaño publicara en 1998 sirve de acicate para aquellos escritores en ciernes, así como para los que ya llevan ciertos años en la escena, para que no cesen en la búsqueda de un estilo, un estilo que sea atrevido, fresco y propio, que asombre e interese. Asimismo, los lectores que se topen con esta obra totalizadora ampliarán con ella sus horizontes literarios. Es el estilo –y la historia- de esta novela la que la hace legible y entretenida al lector. Y es debido a ese estilo que el autor consideró necesarias emplear tal número de páginas. Uno no se plantea cuántas páginas tendrá una historia. Esa cantidad surge como consecuencia del estilo empleado, de la técnica de la que se eche mano para construir el armazón de aquello que se desea contar.
Como decía Diego Trelles en una entrevista publicada en el blog literario del diario Perú 21 “Lee por gusto”, hablando sobre su premiada novela Bioy: “Bioy no nació así, yo no empecé a escribirla pensando «voy a hacer una novela total», la forma se fue dando y cuando uno es escritor se va dando cuenta de que lo que te dicta la forma es la propia trama, los personajes y las peripecias.” Podemos percibir en la obra de Trelles cierta influencia de Bolaño.
Roberto Bolaño Ávalos dijo, en una entrevista en Chile, que la novela de este nuevo siglo tiene que ser una que no repita a las del Boom. «Los detectives salvajes» es un claro ejemplo de esta novela del nuevo siglo. Lo que propugna Bolaño y sus novelas es la no repetición; la búsqueda de la originalidad. También decía: “Una novela, que solo se sostiene por un argumento y por la forma lineal de contar un argumento, o no lineal, simplemente un argumento que se sostiene en una forma más o menos archiconocida, pero no archiconocida en este siglo sino en el diecinueve, esa novela se acabó, se va a seguir haciendo ese tipo de novelas durante muchísimos años; pero después de «La invención de Morel» (novela de Adolfo Bioy Casares) no se puede escribir una novela en la que lo único que la aguanta es el argumento, en donde no hay estructura, en donde no hay juego, en donde no hay cruce de voces.”
«Los detectives salvajes», ganadora del premio Herralde de novela y del Rómulo Gallegos, está dividida en tres capítulos. El primero y el último son el diario del joven poeta Juan García Madero. El segundo, el más variado y ecléctico, además del más extenso, reúne las voces de personajes que aparecen y desaparecen, algunos; otros, que aparecen y no vuelven a aparecer. Los tres capítulos dan cuenta, en parte, del periplo vital de los personajes principales de la novela, los real visceralistas Arturo Belano (alter ego del autor) y Ulises Lima (alter ego del poeta mexicano Mario Santiago Papasquiaro (1953-1998), que leía poesía enfebrecidamente incluso mientras se duchaba). Estos dos poetas jamás “se echan” un discurso. Son los personajes que los rodean y que los han conocido quienes hablan por ellos. Nosotros los lectores nos encontramos siempre expectantes, con el correr de la historia, ante los diversos testimonios y anécdotas que, como un puzzle, van encajando y construyendo el recorrido de esos dos poetas malditos, enigmáticos y fundadores del real visceralismo: Belano y Lima.
El primer capítulo del libro, es decir, los hechos que suceden a finales de 1978 y que son narrados por García Madero retratan un México poblado de jóvenes aventureros que experimentan con todo aquello que tienen a su alcance y que tienen en común una pasión que dicta el curso de sus vidas: la poesía. Este capítulo finaliza con la huida de Belano y Lima en un coche Impala. Bolaño, a través de García Madero, retrata vivazmente las mentes adolescentes de los poetas que conforman ese círculo real visceralista.
El segundo capítulo está compuesto por una variedad de personajes quienes en un momento dado han conocido a Belano o a Lima o a ambos durante el exilio de estos personajes por España, África, Alemania, Italia, París, etc. El lector valorará la capacidad del autor para ofrecerle a cada uno de esos personajes una singularidad que difícilmente podrá olvidarse. Me asalta el recuerdo de Xosé Lendoiro, abogado que soltaba frases en latín; el de Amadeo Salvatierra, un escritor carcamal que, entre tequila y tequila, conversaba con Belano y Lima sobre Cesárea Tinajero; el de la fisicoculturista que hospeda a Belano por un tiempo en su casa; el del poeta homosexual y real visceralista Piel Divina; el de Joaquim Font, arquitecto medio desquiciado –nunca se sabe si el loco era él o el resto de personas que lo rodeaban, incluso uno no llega a saber si Font está más cuerdo que nosotros- que les regala el coche Impala a Belano y Lima para que huyan en la noche vieja del 78, etc.
El tercer capítulo retoma las memorias del joven García Madero. Son los primeros días del año 1979 y la mayoría de los hechos se dan en el coche Impala, el cual pasea sus ruedas por distintos pueblitos de Sonora, México, buscando a Cesárea Tinajero, la primera y misteriosa poetisa real visceralista aparecida en los años 20. Las primeras páginas de ese capítulo pueden ser muy instructivas para aquellas personas interesadas en los tecnicismos lingüísticos y poéticos tales como síncopa, gliconio, hápax legómenon, zéjel, epanadiplosis (“…figura sintáctica que consiste en la repetición de una palabra al principio y al final de una frase, de un verso o de una serie de versos. Un ejemplo: Verde que te quiero verde, de García Lorca.”), entre otros. Mientras leía ese torrente de conocimientos puestos en la novela como al desgaire, pues no se percibe que el autor haya pretendido pavonearse con ellos, me decía: ¡Caramba, cuánto sabe este Bolaño! Y la lectura de estos diálogos –conversaciones de poetas vagos y haraganes como lo eran Belano y Lima- claveteados con aquellos términos tan inextricables, al menos para lectores principiantes como yo, o con menciones a los más diversos poetas del mundo, me hacía pensar: ¡Qué sería del mundo si todos los vagos y haraganes poseyeran esa avidez por la lectura como los vagos Belano y Lima!
Leer «Los detectives salvajes» es penetrar –y dejarse llevar- por la impresionante sapiencia literaria de Bolaño. Al menos, yo me preguntaba “qué no ha leído este Bolaño”.
Juan Villoro, escritor mexicano, dice sobre esta novela: «Los detectives salvajes» son investigadores de la vida, investigadores de la experiencia, que están buscando vivir de manera artística, y que no necesariamente van a escribir una obra o van a pintar un cuadro; simplemente ellos son artistas de la vida. Creo que, en buena medida, por eso los libros de Roberto Bolaño, y en especial «Los detectives salvajes», conectan tan bien con los lectores jóvenes que están tratando de entender la vida como una obra de arte.”
Toda la novela, en buena cuenta, trata sobre poesía y sobre cómo todo un grupo de muchachos, especialmente dos de ellos, los más visceralmente poetas, viven, como diría el propio Mario Santiago, “sin timón y en el delirio”.
martes, 9 de octubre de 2012
Un hombre feo - Pierre Castro
“Un
hombre feo” es un libro de cuentos que, supongo, porque lo acabo de leer, fue
uno de los cuatro más vendidos de la Feria del Libro de Lima del 2011 en gran
parte debido a lo atrayente de la portada y a lo llamativo del título.
Yo
no compré el libro. Lo descargué en formato PDF, descarga que, imagino, cuenta
con la anuencia del propio escritor. Saludo y aplaudo esa desprendida
iniciativa. Entregarle al lector la novela o cuentos de uno, sin que medie
algún tipo de transacción metálica, es ciertamente un acto noble y humilde. Yo
no me aventuro a hacer con mi libro tal cosa, pues tengo la seguridad de que
nadie lo descargaría.
Pierre
Castro Sandoval (1979) es el nombre del joven autor de este libro. Según
declara, “Un hombre feo” es una colección de relatos que compuso entre los 17 y
los 30 años de su edad. Le presentó 46 textos a su editora, de los cuales 12
tenían en común cierta fealdad –fealdad espiritual, facial, etc.- enlazadora
entre sus personajes. De ahí el nombre del libro.
No
soy una voz autorizada en la crítica de libros. Así que no criticaré el libro. Solo
daré mis subjetivas impresiones.
El
primer cuento se titula “Un hombre feo” y encontré en él la conversación más
cojuda que una pareja puede sostener. Lo bueno del cuento (Bolaño afirmaba que cualquier
libro, por más malo que fuese, siempre contenía algo que podría sernos útil) es
que me recordó que debo ver una vez más “Reservoir dogs”.
La
mayoría de los cuentos de este libro, si bien son muy entretenidos (a pesar de
que descubría la maldad –cualidad de malo- de cada uno de los textos, la
frescura de éstos me mantenía pegado a la pantalla), carecen, según mi muy voluble
gusto, de un buen final. Encontré finales chatos y sosos, ante los cuales decía
lo que los pocos lectores de este blog exclaman cuando lo leen: “Ya, ¿y?”
En
el cuento “Cómo ganar un millón de dólares”, encontré insoportable a ese joven intelectualoide que trabaja en una librería e impide, por todos sus medios, que una señora
compre un best seller en lugar de un respetable libro de literatura. Me
preguntaba ¿qué le importa a ese huevón lo que esa encopetada señora compre o
no? ¿Si esa señora quiere leer un best seller o uno de esos libros cuyo título
empieza con “Cómo…”, pues que lo haga?
“Diez
preguntas antes de dar el sí” discurre en torno a la lectura que dos jóvenes
hacen de una encuesta frívola de una revista femenina. Sé que la literatura es
ficción, es mentira. Pero la mentira debe ser cojonudamente real. Ahora, me
pareció estúpidamente irreal que dos jóvenes de estos tiempos lean con tanto
interés una revista de ese tipo (Cosmopolitan, creo) y repasen las preguntas de
un tonto cuestionario destinado a mujeres de escaso entendimiento. Otra vez, la historia es entretenida, pero el
final no existe. No hay emoción epilogal.
A
pesar de sus finales, o de la inexistencia de ellos en los textos, me gustó el
cuento “Carta desde el África”, que narra la historia de un romance a bordo de un
crucero. El personaje del multimillonario moreno africano, que gusta por su
casi pordiosera humildad, es memorable. Este personaje capturó mi atención
seguramente por mi natural predilección por las personalidades que no se toman
muy en serio, a pesar de su buena fortuna. El párrafo que transcribo a
continuación me gustó mucho porque resalta el carácter sereno, paciente y modesto
de Ambers, tal es el nombre del africano navegante: “Allí andaba siempre con
esas guayaberas que más parecían como para irse a trapear mercados y por las
que nadie (incluyéndome, sí señor) sospechamos que el negro era dueño de la
mitad del África y que de haberlo querido, hubiese podido comprar el crucero
completo con todos nosotros dentro. No dabas un sol por el negro, pobre negro.”
domingo, 7 de octubre de 2012
La niña que me araña la cara cuando la cargo
Dejas
surcos delgados e invisibles sobre el rostro cansado del hombre que te sostiene.
Una
frente que se deja besar, tocar y acariciar por manos ajenas, manos que te
adoran.
Dices
poemas de amor: gu, gu, gu, pah, pah, pah.
Rabias
poemas de ira: buuh, burr.
Gritas
versos de dolor: awah, uuu, ñaaah.
Hablas
con exquisitez el idioma que trajiste del reino de los ángeles, en donde,
seguramente, eras la poeta por antonomasia.
Muy
pronto te corromperás y tu lengua dejará de hablar el idioma que tan bellos
versos nos regala a cualquier hora del día.
Una
sonrisa bella con la ausencia de innecesarios dientes. Una sonrisa
transparente, etérea.
Hilos
finos y transparentes que tu boca derrama cuando te alzan para que recuerdes tu vuelo, como cuando eras un angelito nefelibata.
Hilos
que esos dos seres de pelo largo que siempre te acompañan beben cuando desde
arriba los miras a través de esas dos rayitas oblicuas, arqueadas y refulgentes.
Ojos
que lo escrutan todo. Manos diminutas que lo quieren atrapar todo: el iPod
mientras el hombre feo de cabello largo lee 1984 de Orwell en él; la Tablet mientras
la mujer de cabello luengo chatea en el Facebook; la Memoria Descriptiva de la Mina
Candelaria escrita por algún ingeniero; el grueso, fantástico y tocador libro
de Bolaño: Los Detectives Salvajes.
Tus
manos están ansiosas por sentirlo todo. Chupas el borde del iPod; clavas tus
garritas en la pantalla de la Tablet; estrujas y alborotas esas letras sin
sentido que pueblan la Memoria Descriptiva; pretendes seguirles el rastro a
Belano y a Lima.
Babeas
todo y todos babean por ti.
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viernes, 5 de octubre de 2012
O! SAD N’ LIAR
Duties have to be done
An urge for seeing you
Are you alone?
Is your boss near you?
Tell him to go away
Or I’ll go astray
Getting rid of me
Getting rid of you
Loneliness is the right and natural choice
Kiss me with your unbridled poise
I always dare to invade your environment
While you just move around my heart like an enticing serpent
French classes
Time passes
By
Good bye
O! Sad n’ liar
(Photo from: http://britlit3.wikispaces.com/The+Serpent+of+Macbeth)
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O SAD N LIAR,
Poem
La chola peruana
El
diario Perú 21 del día 03 de octubre recoge la siguiente declaración de la
modelo y empresaria peruana Mónica Chacón: “Hoy, el mundo de la moda mira a las
cholas como yo”.
Últimamente,
creo que debido a las nuevas presiones pseudo moralistas que propugnan la igualdad
en la sociedad, mucha gente –sobre todo aquella que pertenece a la farándula,
como la antedicha señora- que antaño no se describía a sí misma como “cholo” o “chola”,
ha empezado a identificarse con esos calificativos. ¿Por qué? Porque pretenden
ser parte de esta oleada atosigante de la marca Perú, de la reivindicación de
lo cholo y tantos otros bárbaros “superpatrioterismos gastronómicos, botánicos
o agropecuarios”, como dice Julio Cortázar en su libro “Un tal Lucas”.
No
hay entrevista televisiva o radial en la cual estos personajes, que pertenecen
al mundo del espectáculo, o sea, al mundo de la hipocresía, no se despachen a
su gusto exaltando su “peruanidad” llamándose “cholo”. No faltará aquel que se
presente en tales entrevistas vistiendo un polo negro con la palabra “cholo”
inscrito en él.
No
tendría nada de malo calificarse así. Pero tal calificación debe ser sincera y
no una mera impostura para estar a tono con la moda patriotera de estos días.
Estoy casi seguro de que estos personajes afectados de “peruanidad” y “choledad”
se desdicen cuando nadan en la comodidad de su círculo más íntimo. Es ahí
cuando emplean el término “cholo”, ya no para describirse a sí mismos sino, más
bien, para designar al jardinero, al cobrador de combi o a todo aquel que posea
rasgos indios, o sea, peruanos.
¿Son,
acaso, los rasgos faciales de Mónica Chacón los rasgos de la chola peruana
(huelga la redundancia)?
No.
Si Mónica Chacón tuviera los verdaderos rasgos de una chola peruana, jamás
hubiera sido modelo, pues la élite de la belleza jamás se lo hubiera permitido.
Dejémonos
de gazmoñerías y patrañas. La sociedad todavía no acepta lo cholo. Es decir, en
su fuero más íntimo, en las conversaciones privadas, lejos de cámaras y
flashes, la sociedad todavía abomina de lo cholo, de lo serrano, de lo peruano.
A continuación, se muestra a algunas fieles representantes de lo cholo.
El
día en que estas dignas representantes de la chola peruana lleguen a las pasarelas,
no de Milán, pero al menos de Lima, podremos decir que lo cholo ha sido
aceptado. Esto configura una utopía (una utopía arcaica, como diría Vargas
Llosa) pues los cholos somos feos por antonomasia y los maricones de las élites
de belleza jamás nos aceptarán. (Digo “maricones” no para significar algún
detrimento en cuanto a la sexualidad de estas personas. Lo digo en el sentido
de cobardía y pusilanimidad).
Me
tomé la libertad de coger prestadas las anteriores fotografías de las páginas web de “amixers”.
Creo conveniente mencionar, además, que algunas de las muchachas retratadas
tuvieron la desdicha de ser mis enamoradas.
viernes, 28 de septiembre de 2012
Píldoras que eliminan la grasa
Viernes 21-09-2012
El escritor come unas salchipapas con una de sus amigas. Él no lo confiesa abiertamente, pero uno de los tantos motivos por el cual disfruta de las salidas con esa amiga es porque ella siempre paga las cuentas. Ella sabe que el escritor lleva los bolsillos agujereados y, además, tiene que mantener a una bella niña de seis meses de edad. El dinero es para el escritor un asunto abstracto. Es una idea vaga, algo que tiene poca vida, una sustancia que se desvanece en sus manos.
Han recorrido gran parte de la avenida Arenales, conversando. En determinada cuadra de esa avenida se han topado con un establecimiento que expende caldos de gallina y salchipapas. El escritor recordó haber estado allí, hacía más de un año, para tomar un caldo de gallina que le aliviara la tremenda curda que había ganado luego de beber litros de cerveza con sus compañeros de trabajo.
Entran en el local. Toman la primera mesa que encuentran. El lugar no está lleno. El escritor percibe que hay pocas mesas para semejante gran área.
Ningún mozo se acerca a atender al escritor y a su amiga. Hay tres o cuatro mozos -todos con caras de pendejos- que están parados cerca de la mesa que el escritor y su amiga ocupan. Ninguno de ellos tiene la cortesía de acercarse, a pesar de las señas que el escritor hace. Inevitablemente se siente ignorado. Se lo dice a su amiga: “Cuando llego a un lugar, todo el mundo me ignora. En cualquier reunión, mi presencia es más bien una ausencia prescindible”.
Un mozo, surgido de un extremo del restaurante y quien, al parecer, era el único que trabajaba en ese lugar, se acerca a la mesa del escritor y su amiga. Ellos habían pensado ordenar unas salchipapas y una jarra de sangría. El escritor había insistido particularmente en el tema de la jarra de sangría. Su oscuro objetivo era embriagar a su amiga y seducirla para copular en algún hotel de 50 soles. La amiga no intuía estas negras intenciones. Le pareció, más bien, que sería rico tomar un vasito de sangría. El mozo le dice que no tienen sangría. ¿Vino? Tampoco. ¿Cerveza? Menos. El escritor, resignado a su mala suerte –como siempre-, ordena una jarrita helada de chicha.
Conversan mientras les preparan el pedido. Ella es la que habla. El escritor prefiere escuchar. Siente que no tiene nada interesante que contar. En realidad, nadie tiene nada interesante que contar, piensa el escritor. Las personas creen que sus vidas son interesantes y sienten que el mundo debe estar enterado de ellas. El escritor está desanimado: comerá grasa lacrosa pero no tendrá sexo. No vale la pena comerse esa grasa, entonces, piensa el escritor. El escritor piensa que prefiere pensar en mil y un huevadas antes que hablar de algo.
Llega el pedido. De cada plato podrían comer tres personas. Es una barbaridad la cantidad servida. El escritor le había insistido a su amiga en pedir solamente un plato. “Encima que voy a pagar yo, todavía quieres que se haga según tu voluntad. No te pases” le dice la mujer. El escritor calla. Ella tiene razón. La conchudez se le había trepado al cerebro. También llega la jarra de chicha. Es una jarra diminuta para el precio que cobran por ella.
Continúan con su conversación mientras comen. El escritor traga. Siente que ya tiene la suficiente confianza con su amiga y se despacha la comida con sus grotescos modales. El escritor come como si su tiempo estuviese siendo cronometrado para una competencia. Ella come despacio, como si no tuviera ganas de ingerir nada.
“Cuánta grasa habrá en este plato”, dice el escritor quien, a pesar de su reflexión, engulle con felina voracidad las papitas y los trozos de hot dog. “Me siento mal por toda esta grasa”.
Su amiga le dice que para ella eso no es problema, porque siempre que ingurgita ese tipo de comidas, toma una píldora especial.
“¿Cuál píldora?” dice el escritor. No está muy interesado en la respuesta. Sabe que su amiga le dirá el nombre una de esas tantas píldoras que publicitan en la tele y que no sirven para otra cosa que para adelgazar las billeteras de sus compradores.
“Es una píldora que hace que elimines toda la grasa que comes cuando vas al baño”, dice ella.
“¿En la caca o en la pichi?”, dice el escritor. Ambos amigos no tienen ascos ni remilgos para hablar de temas escatológicos sobre la mesa. O, al menos, eso es lo que el escritor cree.
“En lo primero”, dice la mujer, incapaz de decir caca o pichi.
El escritor se imagina cagando las serpientes que suele crear en el baño, pero plastificadas con la grasa que ha tragado.
“¿Son efectivas?”
“Sí, muy efectivas”
“Por fa, regálame una”, suplica el escritor.
Su amiga se resiste pero, ante la insistencia de ese ser pedigüeño, cede.
“¿Cómo será?”, se pregunta el escritor en voz alta, una mano sosteniendo la píldora que luego tragará con un sorbo de chicha morada. “Ya verás”, dice su amiga, “ya lo verás”.
Sábado 22-09-2012
Mientras el escritor sostiene a su hija en brazos y ve la televisión, ha sentido que debe ocuparse en el baño impostergablemente. Esta urgencia va precedida de insonoros pedos. Decide aguantar la situación hasta que su hija consiga conciliar el sueño.
Los minutos han pasado y el escritor ha sentido que le han embadurnado el culo con aceite. Es una sensación harto incómoda. No sabe qué puede ser.
Su hija no duerme. Falta poco. Por otro lado, el escritor ya no puede aguantar defecar. Tiene que hacerlo. Además, tiene que limpiarse ¿el aceite? que de algún modo ha aparecido en su culo.
Deja a su niña en su coche y le entrega la bolsita del CD de su película pirata “Scarface”. La niña se entretiene con la bolsita.
En el baño, se pasa un pedazo de papel por el culo y nota que, efectivamente, tenía grasa o aceite en toda la raya. ¿De dónde habrá salido? Luego, se sienta en la taza. Cuando termina de eyectar su carga intestinal, ve que el agua del wáter se asemeja a la superficie de una sopa fría: hay lamparones de grasa flotando junto con la culebrota que ha expulsado. Se limpia el orto y es como si se estuviera quitando mantequilla de ahí. Fueron las pastillas de su amiga. Qué sensación más jodida: cagar aceite.
Domingo 23-09-2012
El escritor sigue cagando su grasa.
Ya sabe por qué la raya de su culo se barniza con grasa. Los lectores de buen gusto deben evitar leer esto: Al escritor siempre le suda el culo, como al 80% de los peruanos de buen corazón. Cuando se suelta un gas, las moléculas de éste están impregnadas de grasa. Dichas moléculas se adhieren a la capa del sudor ya excretado en la raya de su culo, lo que causa la creación de la pátina de grasa que el escritor se limpia una y otra vez en el baño –porque una y otra vez se tira pedos-, causándole una incomodidad del carajo.
El escritor ha jurado solemnemente no tomar nunca más esas píldoras.
El escritor come unas salchipapas con una de sus amigas. Él no lo confiesa abiertamente, pero uno de los tantos motivos por el cual disfruta de las salidas con esa amiga es porque ella siempre paga las cuentas. Ella sabe que el escritor lleva los bolsillos agujereados y, además, tiene que mantener a una bella niña de seis meses de edad. El dinero es para el escritor un asunto abstracto. Es una idea vaga, algo que tiene poca vida, una sustancia que se desvanece en sus manos.
Han recorrido gran parte de la avenida Arenales, conversando. En determinada cuadra de esa avenida se han topado con un establecimiento que expende caldos de gallina y salchipapas. El escritor recordó haber estado allí, hacía más de un año, para tomar un caldo de gallina que le aliviara la tremenda curda que había ganado luego de beber litros de cerveza con sus compañeros de trabajo.
Entran en el local. Toman la primera mesa que encuentran. El lugar no está lleno. El escritor percibe que hay pocas mesas para semejante gran área.
Ningún mozo se acerca a atender al escritor y a su amiga. Hay tres o cuatro mozos -todos con caras de pendejos- que están parados cerca de la mesa que el escritor y su amiga ocupan. Ninguno de ellos tiene la cortesía de acercarse, a pesar de las señas que el escritor hace. Inevitablemente se siente ignorado. Se lo dice a su amiga: “Cuando llego a un lugar, todo el mundo me ignora. En cualquier reunión, mi presencia es más bien una ausencia prescindible”.
Un mozo, surgido de un extremo del restaurante y quien, al parecer, era el único que trabajaba en ese lugar, se acerca a la mesa del escritor y su amiga. Ellos habían pensado ordenar unas salchipapas y una jarra de sangría. El escritor había insistido particularmente en el tema de la jarra de sangría. Su oscuro objetivo era embriagar a su amiga y seducirla para copular en algún hotel de 50 soles. La amiga no intuía estas negras intenciones. Le pareció, más bien, que sería rico tomar un vasito de sangría. El mozo le dice que no tienen sangría. ¿Vino? Tampoco. ¿Cerveza? Menos. El escritor, resignado a su mala suerte –como siempre-, ordena una jarrita helada de chicha.
Conversan mientras les preparan el pedido. Ella es la que habla. El escritor prefiere escuchar. Siente que no tiene nada interesante que contar. En realidad, nadie tiene nada interesante que contar, piensa el escritor. Las personas creen que sus vidas son interesantes y sienten que el mundo debe estar enterado de ellas. El escritor está desanimado: comerá grasa lacrosa pero no tendrá sexo. No vale la pena comerse esa grasa, entonces, piensa el escritor. El escritor piensa que prefiere pensar en mil y un huevadas antes que hablar de algo.
Llega el pedido. De cada plato podrían comer tres personas. Es una barbaridad la cantidad servida. El escritor le había insistido a su amiga en pedir solamente un plato. “Encima que voy a pagar yo, todavía quieres que se haga según tu voluntad. No te pases” le dice la mujer. El escritor calla. Ella tiene razón. La conchudez se le había trepado al cerebro. También llega la jarra de chicha. Es una jarra diminuta para el precio que cobran por ella.
Continúan con su conversación mientras comen. El escritor traga. Siente que ya tiene la suficiente confianza con su amiga y se despacha la comida con sus grotescos modales. El escritor come como si su tiempo estuviese siendo cronometrado para una competencia. Ella come despacio, como si no tuviera ganas de ingerir nada.
“Cuánta grasa habrá en este plato”, dice el escritor quien, a pesar de su reflexión, engulle con felina voracidad las papitas y los trozos de hot dog. “Me siento mal por toda esta grasa”.
Su amiga le dice que para ella eso no es problema, porque siempre que ingurgita ese tipo de comidas, toma una píldora especial.
“¿Cuál píldora?” dice el escritor. No está muy interesado en la respuesta. Sabe que su amiga le dirá el nombre una de esas tantas píldoras que publicitan en la tele y que no sirven para otra cosa que para adelgazar las billeteras de sus compradores.
“Es una píldora que hace que elimines toda la grasa que comes cuando vas al baño”, dice ella.
“¿En la caca o en la pichi?”, dice el escritor. Ambos amigos no tienen ascos ni remilgos para hablar de temas escatológicos sobre la mesa. O, al menos, eso es lo que el escritor cree.
“En lo primero”, dice la mujer, incapaz de decir caca o pichi.
El escritor se imagina cagando las serpientes que suele crear en el baño, pero plastificadas con la grasa que ha tragado.
“¿Son efectivas?”
“Sí, muy efectivas”
“Por fa, regálame una”, suplica el escritor.
Su amiga se resiste pero, ante la insistencia de ese ser pedigüeño, cede.
“¿Cómo será?”, se pregunta el escritor en voz alta, una mano sosteniendo la píldora que luego tragará con un sorbo de chicha morada. “Ya verás”, dice su amiga, “ya lo verás”.
Sábado 22-09-2012
Mientras el escritor sostiene a su hija en brazos y ve la televisión, ha sentido que debe ocuparse en el baño impostergablemente. Esta urgencia va precedida de insonoros pedos. Decide aguantar la situación hasta que su hija consiga conciliar el sueño.
Los minutos han pasado y el escritor ha sentido que le han embadurnado el culo con aceite. Es una sensación harto incómoda. No sabe qué puede ser.
Su hija no duerme. Falta poco. Por otro lado, el escritor ya no puede aguantar defecar. Tiene que hacerlo. Además, tiene que limpiarse ¿el aceite? que de algún modo ha aparecido en su culo.
Deja a su niña en su coche y le entrega la bolsita del CD de su película pirata “Scarface”. La niña se entretiene con la bolsita.
En el baño, se pasa un pedazo de papel por el culo y nota que, efectivamente, tenía grasa o aceite en toda la raya. ¿De dónde habrá salido? Luego, se sienta en la taza. Cuando termina de eyectar su carga intestinal, ve que el agua del wáter se asemeja a la superficie de una sopa fría: hay lamparones de grasa flotando junto con la culebrota que ha expulsado. Se limpia el orto y es como si se estuviera quitando mantequilla de ahí. Fueron las pastillas de su amiga. Qué sensación más jodida: cagar aceite.
Domingo 23-09-2012
El escritor sigue cagando su grasa.
Ya sabe por qué la raya de su culo se barniza con grasa. Los lectores de buen gusto deben evitar leer esto: Al escritor siempre le suda el culo, como al 80% de los peruanos de buen corazón. Cuando se suelta un gas, las moléculas de éste están impregnadas de grasa. Dichas moléculas se adhieren a la capa del sudor ya excretado en la raya de su culo, lo que causa la creación de la pátina de grasa que el escritor se limpia una y otra vez en el baño –porque una y otra vez se tira pedos-, causándole una incomodidad del carajo.
El escritor ha jurado solemnemente no tomar nunca más esas píldoras.
jueves, 20 de septiembre de 2012
Hablas huevadas
Si ya tienes enamorada, no tiene sentido salir con ella a alguna discoteca. Las discotecas se crearon para conocer chicas nuevas.
Una chica puede resultarte interesante hasta que te comprometes con ella en una relación. Una vez que inicias esa relación, querrás huir de ella cuanto antes.
No puedo estar con una sola mujer. Lo he intentado, pero no puedo. A pesar de mi fealdad, siempre estoy involucrado con alguien.
No existe nadie que sea ciento por ciento original. Todos imitamos a alguien de algún modo. Yo estoy hecho de muchas partes. No soy nada original.
¿Por qué los fans varones de Lady Gaga son todos muy amanerados o, para ser tan crudos como los protagonistas de Los Detectives Salvajes, muy maricones? (Al menos hablo de aquellos a quienes vi bailando las canciones de Lady Gaga en la Plaza San Martín, protagonizando un flashmob)
No soy homofóbico.
Me gusta todo aquello que tenga la forma de una mujer voluptuosa.
Siempre utilizo prendas negras para vestirme. Uno no tiene que lavarlas muy seguido.
Utilizo un par de medias y un mismo bóxer para los cinco días de una semana laboral.
Mi querida madre todavía lava mi ropa.
Me gusta estar solo.
¿Por qué la gente mira a un solo punto (la pantalla con números) cuando está en el ascensor? ¿Por qué no se atreven a mirarse las caras?
Cuando uno se casa, se masturba en lugares que no imaginó cuando soltero.
No esperaba ser papá, no estaba en mis planes.
No tengo planes.
¿Escribir cuatro novelas y morirte a los cuarenta años cuenta como plan?
Si eres papá de una niña tan hermosa que te hace mejor persona con solo sonreírte o con llorar porque quiere teta, entonces eres el hombre más feliz y completo del mundo.
La felicidad y la buena literatura están reñidas.
Soy feliz gracias a mi hija. Por eso soy un escritor mediocre. Jamás haré literatura de calidad. Solo las penas, los rencores, los odios y el dolor puede engendrar una excelente literatura.
Las verdades duelen. Por eso miento mucho.
Nasir fumaba marihuana mientras cuidaba a su hijita y ambos pasaban un momento de puta madre. Yo bebo una botella de vino mientras cuido a mi bebe y la paso de puta madre caminando por el Centro de Lima.
Soy un gran hipócrita de mierda. Dejaré de serlo a los 40 años.
Si la casa en la que vivo fuera mía, pintara el rostro de Charlie Sheen en una pared, o mejor, los rostros de los libretistas de la serie Two and a Half Men. Esos tipos son unos genios.
“Maestro, ¿cómo ha hecho para sostener un matrimonio de 17 años?”, le preguntó un reportero a un hincha de la selección peruana. El hincha, gordito y con cara de buena gente, le respondió: “Dejándose pegar por la mujer”. Muy sabio el hincha. Muy vivido.
Si mi hermano leyera esto, me diría: “Hablas huevadas”.
martes, 18 de septiembre de 2012
Aprovechar la ocasión, Aprovecharse de la ocasión
Me falta mucho para hablar y escribir de acuerdo con lo establecido por las normas de la Real Academia de la Lengua Española, pero cada día que transcurre me esfuerzo un mucho más (mi esfuerzo ya es bastante si consideramos que mi naturaleza es la de ser un gran vago) por hablar y escribir con propiedad.
Si se bombardea constantemente el idioma español con pifias y dislates que pasarán inexorablemente de una generación a otra generación ¿qué quedaría entonces de aquella bella herramienta de la que se han servido tantos escritores quienes a través de sus ficciones nos han hecho sentir que esta vida vale la pena vivirla por un corto periodo (al menos hasta los cuarenta años)?
No quedaría nada. El idioma perdería su exuberante belleza.
Entonces, analizaremos (la palabra analizar me suena distante puesto que soy más un diletante que un analista. Ni modo, no encontré un verbo mejor) el siguiente fragmento de un mensaje que recibió toda una organización. El mensaje fue escrito por el gerente de una determinada área de negocio.
“Estimado Fulano,
Aprovecho para felicitarte por la exposición realizada ayer en…”
¿Qué es lo que aprovecha el escritor de ese mensaje? ¿Es correcto el modo en cómo emplea “aprovecho” el escribiente de ese correo? No, no es correcto el modo en cómo emplea “aprovecho”, y no es culpa del escribidor de dicho correo, pues seguramente lo adquirió (me refiero al modo de utilizar “aprovecho”) en su entorno social.
Son los componentes –gran mayoría- de ese entorno social los que, alambicadamente, destruyen los giros y expresiones correctos del idioma.
Afortunadamente, contamos con herramientas como el “Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española” de Manuel Seco para despejar cualquier vacilación.
Según Seco, aprovechar, en el sentido que refiere el escribiente del mensaje anterior, debe escribirse como “aprovechar la ocasión” o “aprovecharse DE la ocasión”.
Entonces, el correo de nuestro estimado escribidor debió decir:
“Estimado Fulano,
Aprovecho la ocasión (o Aprovecho el momento o Aprovecho la oportunidad) para felicitarte…”
Es oportuno señalar que Seco proscribe el empleo de “Aprovechar (sin se) DE la ocasión” por ser una construcción francesa y no española.
Cuidemos, sin melindres y peros, la naturaleza de nuestro idioma.
Eso sí, el que tiene plata habla como quiere y puede obviar este mensaje. Los que no tenemos, debemos cuidar el único patrimonio que nos queda: el castellano.
lunes, 17 de septiembre de 2012
Uso correcto del verbo "aunar"
Antes de entrar en detalles sobre el asunto que deseo tratar, primero debo mencionar que no soy lingüista (me gustaría serlo). Soy, por capricho supongo, una persona que trata de hablar y escribir correctamente. Me gustaría estar rodeado de gente que me corrija cuando cometo algún desvarío gramatical al hablar o escribir. Sería estupendo que alguien –alguien que posea ingentes conocimientos gramaticales- estuviera a mi lado corrigiéndome una y otra vez. Sin embargo, ante la falta de ese alguien, están los libros y diccionarios que no vacilo en consultar ante cualquier duda que pueda atentar contra el bien decir. Uno de mis referentes y modelos más conspicuos es Marco Aurelio Denegri. Sus libros son ejemplos del bien decir.
Ahora sí, paso a relatar el punto de hoy.
El gerente general de una compañía de cierto prestigio le escribe a uno de sus empleados para felicitarlo por la excelente acogida que tuvo la disertación que dio en cierta institución. Previamente, el gerente del área para la que trabaja dicho empleado lo había felicitado en un mensaje. Entonces, el gerente general escribe lo siguiente:
“Estimado Fulano:
Me aúno al mensaje de Mengano y reitero mis felicitaciones por tu exposición de ayer ¡¡¡” (los tres signos de admiración abiertos y consecutivos son de la autoría del gerente general)
Mucha gente emplea verbos que consideran “más cultos” que otros más simples para aparentar cierta cultura que, en realidad (cruda realidad), no tienen. Si una persona va a usar verbos que no son parte de su vocabulario entonces tiene dos opciones: 1) no los usa y emplea los que conoce, o 2) si los usa, debe investigar sobre su correcto empleo.
El gerente general apostó por la segunda opción. Pero no investigó –tarea que debía serle natural- sobre el uso apropiado del verbo “aunar” y envió un mensaje incorrectamente escrito a todos sus empleados, quienes seguramente repetirán el error puesto que lo escribió su “omnisciente” gerente general.
Según el “Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española” de Manuel Seco, aunar se construye del siguiente modo: aunarse CON otro.
Así, el mensaje del gerente general debió escribirse: “Me aúno con Mengano para felicitar…”
Considero que aquellas personas que ostentan cargos importantes en las organizaciones deben tener la obligación de ser ejemplos para sus empleados y deben esmerarse en la forma en cómo se comunican, pues de lo contrario, sus trabajadores repetirán las mismas barrabasadas que aquellos irrogan al idioma.
miércoles, 5 de septiembre de 2012
Proyecto Tía María
Informarse de un solo medio no es suficiente si se desea poseer un conocimiento cabal de los hechos, de la verdad. Y es que la verdad es un concepto tan inasible que no puede caber en unos cuantos párrafos
Leo una noticia en el portal web del diario Perú 21: “Proyecto para Tía María en Octubre”. Referirse al link: http://peru21.pe/economia/proyecto-tia-maria-octubre-2040778
Leo una noticia en el portal web del diario Perú 21: “Proyecto para Tía María en Octubre”. Referirse al link: http://peru21.pe/economia/proyecto-tia-maria-octubre-2040778
La noticia empieza con: “La minera Southern Copper intentará desarrollar nuevamente el proyecto suspendido el año pasado en Arequipa, al presentar un nuevo Estudio de Impacto Ambiental.”
A continuación, se dice que la minera presentará el EIA a fines de octubre o comienzos de noviembre. El detalle que se menciona luego es importante: “…suspendido [el proyecto Tía María] el año pasado [2011] debido a conflictos por el uso del agua.”
Luego, de acuerdo con lo detallado en la noticia, el presidente de Southern Copper, Óscar Gonzales, manifiesta a la agencia Reuters que “si el Ministerio de Energía y Minas aprueba el estudio a principios del próximo año, Tía María podría entrar en producción en 2015”.
¿Cómo puede el señor Gonzales afirmar que una vez que se apruebe su EIA, el proyecto Tía María podría entrar en producción en el 2015? ¿Acaso ha olvidado que el principal óbice para la realización del Proyecto no es la aprobación del organismo gubernamental respectivo sino, más bien, la opinión de los pobladores que reclaman vivamente su derecho de usar el agua? La declaraciones vertidas por el señor Gonzales demuestran claramente que los más altos niveles de poder en las mineras todavía ignoran que la consecución de un proyecto no se logra con el simple cumplimiento de los dispositivos legales sino, además, dialogando con las personas que se verán influenciadas directamente por la instauración de la mina.
Si la fuerza popular ha sido capaz de frenar Tía María en el 2011, es pues muy probable que la trate de frenar nuevamente. Las declaraciones de los gestores mineros debiera ser más juiciosa si desean conseguir sus objetivos. El señor Gonzales Rocha ya se mandó pronosticando que Tía María producirá en el 2015. Cabría preguntar ¿ya consultó eso con los pobladores? ¿Ya se dialogó? ¿O piensa que elaborando un simple Estudio de Impacto Ambiental el proyecto será una realidad?
Estos precipitados y faltosos cuestionamientos los he formulado según lo que he leído del extracto mencionado. Puede ser que el señor Gonzales se haya referido a los asuntos sociales en otras declaraciones o en otros medios. Difícil de saberlo si mi base es únicamente la información de Perú 21. Por ello mencionaba aquello de lo inasible de la verdad. En caso de que el señor Gonzales Rocha sí haya declarado sobre el asunto humano del proyecto, entonces este artículo ha sido un completo desbarro.
Sin embargo, la minería es una actividad de gran importancia para el país y, por ello, los directores, dueños o gerentes de las minas deben considerar el factor social antes de mandarse con sus lucrativos pronósticos. Ya muchas vidas se han perdido debido a la ausencia de diálogo.
martes, 4 de septiembre de 2012
Los fines de semana son de Ella
Es mediodía. Sábado. Puede ser domingo. Ambos días son casi iguales. La mujer sale a trabajar. Morgana quedará al cuidado de su padre, el escritor mediocre. La mujer regresará a las diez de la noche si es sábado y a las siete si es domingo.
El escritor pasa el tiempo con su hija, le canta canciones cuya letra inventa mientras las entona, la pasea por el departamento hasta que siente que sus brazos se acalambran, la echa en la cama y le ofrece todo aquello que pueda entretenerla: el iPod, un frasco de desodorante, el envase vacío del quitaesmalte de uñas, algún juguete. Cada objeto es atenazado por los diminutos y finos dedos de su hija, quien los mira con avidez y curiosidad, se diría que los estudia con profusión, antes de metérselos en la boca y tratar de morderlos con los dientes que todavía no tiene. Al cabo de unos instantes, Morgana se desencanta de sus objetos. Se aburre. Se enfada. Tiene cinco meses y ya se enfada. Al escritor le enternece ver a su hija así. Además, se siente orgulloso de verla así: reclamando por diversión. Ojalá que le guste reclamar por lo que siente que es justo, que le sea natural el defender sus derechos, piensa el escritor. Que no sea un ser apocado como yo, ruega el escritor para su coleto.
Es casi la una de la tarde y ha salido el sol. El escritor, a través de la ventana del departamento, ve techos y fachadas iluminadas por ese sol inusitado. Considera darle un paseo a su hija. Recuerda las palabras determinantes de su esposa: “Si vas a sacar a la bebe, sácala bien abrigada: ponle su gorrito, alguna casaquita que la cubra toda y su pantalón jean. Ah, y no te olvides de ponerle sus zapatillas para abrigarle sus piececitos”. El escritor, que es muy tonto, pero si se trata de su hija puede retener algunas recomendaciones en su memoria, sigue las indicaciones a pie juntillas.
Antes de vestirla para el paseo, verifica que su hija no haya defecado. Morgana, replegada en la cama, ve cómo ese hombre pelucón y de bigote ridículo le levanta las dos piernotas y acerca su nariz a la zona en la cual se encontraría la descarga intestinal. El hombre no huele nada que justifique un cambio de pañal.
Morgana llora, pero se calma en los momentos en los cuales su tonto papá trata de ponerle la casaca y el jean. Lo hace con sumo cuidado y delicadeza. Teme fracturarle un hueso en el intento de guiar sus extremidades a través de las mangas de la casaca o las perneras del pantalón. Morgana observa, no sin esbozar cierta sonrisa sarcástica, cómo su papá se deshace en cuidados para vestirla apropiadamente.
Cuando está lista la bebe, la coloca en el coche. Morgana, como esperaba el escritor, se enfada, llora: no le gusta estar ahí. El escritor la calma con palabras suaves: “ya, amor, ya nos vamos, déjame abrir la puerta, espera un poquito, amorcito”. Cuando Morgana siente que las ruedas de su coche se mueven y ve cambiar el paisaje a su alrededor, se tranquiliza: le gustan los paseos.
Su esperpéntico padre está vestido con el consabido jean negro, polo negro y gorra negra. Todo de negro. Si la bebe tuviera uso de razón, se avergonzaría de salir con alguien así. El escritor coloca el celular dentro de un bolsillo del coche de su hija. Al celular están conectados los audífonos que compró por 30 soles en un hueco de la avenida Garcilaso de la Vega, ex Wilson.
Cuando está dando vueltas en la Plaza San Martín, comiendo un helado D’Onofrio, la gente lo mira: “será posible que eso sea el papá de tan linda criatura”. El escritor pasa con su hija cerca de un patrullero apostado en uno de los costados de la plaza. El escritor ve con el rabillo del ojo que el patrullero ha echado a andar muy lentamente: “quizá me está siguiendo porque cree que me he robado a una niña linda”.
Ahora la niña y su padre pasean por el Jirón de la Unión, que a esa hora está muy congestionado de gente. Algunas señoras o señoritas se detienen a contemplar el paso de Morgana quien, con los ojos muy abiertos y la frentecita despejada, observa el paisaje: gente caminando, sonriéndole, tiendas, globos multicolores, pollos a la brasa, discos piratas, ropa, personajes peludos que animan a la gente a comprar calzones o remedios.
Cada tanto, Morgana ve aparecer el horrendo rostro de su padre, quien verifica que esté lo más cómoda posible mientras disfruta de su paseo. Cuando Morgana está a punto de llegar a la Iglesia de La Merced, su padre se asoma a verla nuevamente. Está dormida. Sus ojitos inquisidores se han cerrado para tomar un merecido descanso. El escritor considera que ya es hora de acabar el paseo. Gira el coche ciento ochenta grados y deshace los pasos andados.
Han llegado al departamento y su hija todavía duerme. Con mucho cuidado la saca del coche y la tiende en su cuna. Se conmueve al ver a Morgana. Ciertamente, no merecía una hija tan sana y tan linda. Cierra la puerta de la habitación para evitar que algún ruido molesto le arruine el sueño a su bebé.
Sentado sobre el sillón verde, un libro que ha dejado de leer entre sus manos, recuerda que ha dejado a mucha gente plantada en ese fin de semana. La mirada clavada en algún punto de su biblioteca –la cual hierve de libros piratas-, piensa que esos paseos con su hija han valido la pena. Quiere ver esa carita sonriente de su hija durante los pocos años de vida que le quedan. Como diría Kafka: “El tiempo es breve, las fuerzas exiguas…”
lunes, 3 de septiembre de 2012
The Marriage of Heaven and Hell - William Blake
“The Marriage of Heaven and Hell”, opúsculo escrito por el poeta y pintor William Blake, es un manifiesto de libertad y una invitación a sus lectores a percibir el mundo más allá de sus cinco sentidos, ya que, según Blake, el cuerpo es solo una parte del alma que es discernida a través de aquellos sentidos, los cuales representan las principales entradas del alma.
“The Marriage of Heaven and Hell” puede considerarse como una guía para leer adecuadamente la Biblia. Es decir, para leerla desde un punto de vista totalmente desnudo de prejuicios y restricciones de la más alta y constrictora moralidad. Así lo afirma el poeta en la página 42 (Boston, John W. Luce and company, 1906): “This Angel, who is now become a Devil, is my particular friend; we often read the Bible together in its infernal or diabolical sense, which the world shall have if they behave well” (Ese Angel, que es ahora un Demonio, es mi amigo; siempre leemos la Biblia en su sentido infernal y diabólico, el cual el mundo tendrá si se comporta bien). Así es, Blake encuentra en la lectura “diabólica” de la Biblia el verdadero mensaje de aquellos escritos, el mensaje liberador del ser humano, pues es una lectura que parte de la Energía, del impulso natural. En la página 41, se lee: “I tell you, no virtue can exist without breaking these ten commandments. Jesus was all virtue, and acted from impulse, nor from rules” (Les digo, ninguna virtud puede existir sin romper aquellos diez mandamientos. Jesús fue todo virtud, y actuó por impulso, no por reglas). El libro mantiene esta línea liberadora a través de sus 47 páginas. Basta leer en la página 19: “Damn braces; bless relaxes”
Blake redefine el concepto de “Evil” o maligno. Es interesante el modo en cómo se presenta este concepto en las primeras páginas del libro, cautivantes desde el inicio hasta el fin: “Without contraries is no progression. Atraction and repulsion, reason and energy, love and hate, are necessary to human existence. For these contraries spring what religious called Good and Evil. Good is the passive that obeys reason; Evil is the active springing from Energy. Good is heaven. Evil is hell” (Sin opuestos no hay progresos. Atracción y repulsión, razón y energía, amor y odio, son necesarios para la existencia humana. De estos contrarios surgen lo que los religiosos llaman el Bien y el Mal. El Bien es pasivo y obedece a la razón; el Mal es lo activo que emerge de la Energía. El Bien es el cielo. El Mal es el infierno)
Pero ¿qué hace que el tal llamado Mal sea superior al Bien? Blake ha establecido que todo aquello que surja de la Energia es Mal. Continúa, entonces, en la página 8: “Energy is the only life, and is from the Body; and Reason is the bound or outward circumference of Energy” (La Energía es la única vida, y proviene del Cuerpo; y la Razón es la circunferencia limitante de la Energía) Luego, el poeta dice: “Energy is Eternal Delight” (La Energía es el Encanto Eterno). Ergo, a través del Mal se alcanza el disfrute total. Pero, debe entenderse este Mal como lo opuesto a aquello que los sacerdotes, curas y religiosos propugnan: el seguimiento dogmático y testarudo de ciertos mandamientos cuyo velado fin es constreñir las libertades de los seres humanos, creando odios entre ellos por la defensa cerril de sus creencias. Cada religioso creerá firmemente que sus apotegmas son los únicos y los correctos. En la página 20, el poeta narra cómo se originó el sacerdocio, es decir, las religiones. En la página 21, las religiones imperando y campeando por el mundo, y los sacerdotes entronizados como embajadores de “sus dioses”, el poeta reflexiona: “Thus men forgot that all deities reside in the human breast” (Así, los hombres olvidaron que todas las deidades residen en sus pechos).
La siguiente, fue una de las frases preferidas de Jim Morrison y de la que se valió para extraer el nombre que le colocaría a la banda que formaría con Ray Manzarek: “If the doors of perception were cleansed everything would appear to man as it is, infinite” (Si las puertas de la percepción estuvieran limpias, todo aparecería ante el hombre como realmente es, infinito) Otra invitación más para ver el mundo sin los espejuelos de las ataduras, prejuicios y cerrazones.
Los Proverbios del Infierno (página 13 a la 21) deben leerse y tatuarse en la memoria pues nos convertirán en hombres libres. Ciertamente, hay mucha más sustancia, inteligencia y bondad en esos proverbios que en toda la Biblia o que en cualquier libro de autoayuda. A saber, un ejemplo de bondad y humildad: “The most sublime act is to set another before you” (El acto más sublime es colocar a alguien antes que tú). Un frase para levantar los ánimos de aquellas personas que buscan consuelo y soporte en los libros de autoayuda: “No bird soars too high if he soars with his own wings” (Ningún ave vuela tan alto si lo hace con sus propias alas). La inteligencia para apreciar lo hermoso de la creación está demostrada en este proverbio: “The nakedness of woman is the work of God” (La desnudez de la mujer es la obra de Dios). En estos proverbios, además, se aconseja sobre nutrición: “All wholesome food is caught without a net or a trap” (Toda la comida saludable es aquella que se captura sin redes o trampas). Se diría una nutrición del tipo vegetariano.
Publicado en 1790, “The Marriage of Heaven and Hell” es un libro de libertad, un ataque certero a aquellos que oprimen por diversos motivos. Es un libro de libertad en todo aspecto, es decir, en cuanto figura un llamado de atención al opresor y en tanto es un llamado a la liberación y expansión de nuestros sentidos, los únicos medios que poseemos los seres humanos para adentrarnos en lo infinito y obtener el anhelado disfrute. Es interesante el cuestionamiento de la página 12 formulado por un Demonio (en este libro los Demonios son los heraldos de la libertad): “How do you know but every bird that cuts the airy way is an immense world of delight, closed by your senses five?” (¿Cómo no sabes que cada ave que revolotea en el aire es un inmenso mundo de encanto, encerrado por tus cinco sentidos?)
En algunos proverbios, la invitación a ir más allá de los límites impuestos por la razón es demasiado tentadora: “The road of excess leads to the palace of wisdom” (El camino de los excesos conduce al palacio de la sabiduría). Por un tiempo, traté yo de seguir ese camino de los excesos y la experimentación. Fracasé. Nunca llegué a fumar marihuana en la segura compañía de mi amigo Nasir, pues mi esposa me amenazó con extenderme soberana paliza si lo hacía. Ciertamente, me faltaron agallas para acometer tal empresa y ampliar mis horizontes de percepción. No soy un tipo muy dado a las aventuras y los riesgos, aunque trato conscientemente de convertirme en uno. Soy un hombre apocado y muy prudente. Este es mi error: ser prudente. La prudencia es un defecto del que trato de zafarme con mucho ahínco. Prueba de ese esfuerzo es la existencia de este blog. Ya lo dijo el poeta William Blake, considerado por muchos como un místico: “Prudence is a rich ugly old maid courted by Incapacity” (La Prudencia es una dama vieja, rica y fea que está acompañada por la Incapacidad).
“The Marriage of Heaven and Hell” puede considerarse como una guía para leer adecuadamente la Biblia. Es decir, para leerla desde un punto de vista totalmente desnudo de prejuicios y restricciones de la más alta y constrictora moralidad. Así lo afirma el poeta en la página 42 (Boston, John W. Luce and company, 1906): “This Angel, who is now become a Devil, is my particular friend; we often read the Bible together in its infernal or diabolical sense, which the world shall have if they behave well” (Ese Angel, que es ahora un Demonio, es mi amigo; siempre leemos la Biblia en su sentido infernal y diabólico, el cual el mundo tendrá si se comporta bien). Así es, Blake encuentra en la lectura “diabólica” de la Biblia el verdadero mensaje de aquellos escritos, el mensaje liberador del ser humano, pues es una lectura que parte de la Energía, del impulso natural. En la página 41, se lee: “I tell you, no virtue can exist without breaking these ten commandments. Jesus was all virtue, and acted from impulse, nor from rules” (Les digo, ninguna virtud puede existir sin romper aquellos diez mandamientos. Jesús fue todo virtud, y actuó por impulso, no por reglas). El libro mantiene esta línea liberadora a través de sus 47 páginas. Basta leer en la página 19: “Damn braces; bless relaxes”
Blake redefine el concepto de “Evil” o maligno. Es interesante el modo en cómo se presenta este concepto en las primeras páginas del libro, cautivantes desde el inicio hasta el fin: “Without contraries is no progression. Atraction and repulsion, reason and energy, love and hate, are necessary to human existence. For these contraries spring what religious called Good and Evil. Good is the passive that obeys reason; Evil is the active springing from Energy. Good is heaven. Evil is hell” (Sin opuestos no hay progresos. Atracción y repulsión, razón y energía, amor y odio, son necesarios para la existencia humana. De estos contrarios surgen lo que los religiosos llaman el Bien y el Mal. El Bien es pasivo y obedece a la razón; el Mal es lo activo que emerge de la Energía. El Bien es el cielo. El Mal es el infierno)
Pero ¿qué hace que el tal llamado Mal sea superior al Bien? Blake ha establecido que todo aquello que surja de la Energia es Mal. Continúa, entonces, en la página 8: “Energy is the only life, and is from the Body; and Reason is the bound or outward circumference of Energy” (La Energía es la única vida, y proviene del Cuerpo; y la Razón es la circunferencia limitante de la Energía) Luego, el poeta dice: “Energy is Eternal Delight” (La Energía es el Encanto Eterno). Ergo, a través del Mal se alcanza el disfrute total. Pero, debe entenderse este Mal como lo opuesto a aquello que los sacerdotes, curas y religiosos propugnan: el seguimiento dogmático y testarudo de ciertos mandamientos cuyo velado fin es constreñir las libertades de los seres humanos, creando odios entre ellos por la defensa cerril de sus creencias. Cada religioso creerá firmemente que sus apotegmas son los únicos y los correctos. En la página 20, el poeta narra cómo se originó el sacerdocio, es decir, las religiones. En la página 21, las religiones imperando y campeando por el mundo, y los sacerdotes entronizados como embajadores de “sus dioses”, el poeta reflexiona: “Thus men forgot that all deities reside in the human breast” (Así, los hombres olvidaron que todas las deidades residen en sus pechos).
La siguiente, fue una de las frases preferidas de Jim Morrison y de la que se valió para extraer el nombre que le colocaría a la banda que formaría con Ray Manzarek: “If the doors of perception were cleansed everything would appear to man as it is, infinite” (Si las puertas de la percepción estuvieran limpias, todo aparecería ante el hombre como realmente es, infinito) Otra invitación más para ver el mundo sin los espejuelos de las ataduras, prejuicios y cerrazones.
Los Proverbios del Infierno (página 13 a la 21) deben leerse y tatuarse en la memoria pues nos convertirán en hombres libres. Ciertamente, hay mucha más sustancia, inteligencia y bondad en esos proverbios que en toda la Biblia o que en cualquier libro de autoayuda. A saber, un ejemplo de bondad y humildad: “The most sublime act is to set another before you” (El acto más sublime es colocar a alguien antes que tú). Un frase para levantar los ánimos de aquellas personas que buscan consuelo y soporte en los libros de autoayuda: “No bird soars too high if he soars with his own wings” (Ningún ave vuela tan alto si lo hace con sus propias alas). La inteligencia para apreciar lo hermoso de la creación está demostrada en este proverbio: “The nakedness of woman is the work of God” (La desnudez de la mujer es la obra de Dios). En estos proverbios, además, se aconseja sobre nutrición: “All wholesome food is caught without a net or a trap” (Toda la comida saludable es aquella que se captura sin redes o trampas). Se diría una nutrición del tipo vegetariano.
Publicado en 1790, “The Marriage of Heaven and Hell” es un libro de libertad, un ataque certero a aquellos que oprimen por diversos motivos. Es un libro de libertad en todo aspecto, es decir, en cuanto figura un llamado de atención al opresor y en tanto es un llamado a la liberación y expansión de nuestros sentidos, los únicos medios que poseemos los seres humanos para adentrarnos en lo infinito y obtener el anhelado disfrute. Es interesante el cuestionamiento de la página 12 formulado por un Demonio (en este libro los Demonios son los heraldos de la libertad): “How do you know but every bird that cuts the airy way is an immense world of delight, closed by your senses five?” (¿Cómo no sabes que cada ave que revolotea en el aire es un inmenso mundo de encanto, encerrado por tus cinco sentidos?)
En algunos proverbios, la invitación a ir más allá de los límites impuestos por la razón es demasiado tentadora: “The road of excess leads to the palace of wisdom” (El camino de los excesos conduce al palacio de la sabiduría). Por un tiempo, traté yo de seguir ese camino de los excesos y la experimentación. Fracasé. Nunca llegué a fumar marihuana en la segura compañía de mi amigo Nasir, pues mi esposa me amenazó con extenderme soberana paliza si lo hacía. Ciertamente, me faltaron agallas para acometer tal empresa y ampliar mis horizontes de percepción. No soy un tipo muy dado a las aventuras y los riesgos, aunque trato conscientemente de convertirme en uno. Soy un hombre apocado y muy prudente. Este es mi error: ser prudente. La prudencia es un defecto del que trato de zafarme con mucho ahínco. Prueba de ese esfuerzo es la existencia de este blog. Ya lo dijo el poeta William Blake, considerado por muchos como un místico: “Prudence is a rich ugly old maid courted by Incapacity” (La Prudencia es una dama vieja, rica y fea que está acompañada por la Incapacidad).
lunes, 27 de agosto de 2012
Yo soy... Jim Morrison
Viernes 24 de agosto del 2012
8pm-9pm:
Luego de haberse bañado (cosa inusual), se pone el polo negro de Bukowski, el bóxer gris (¡demonios! Nunca encuentra el tiempo para coser el hueco que sus constantes pedos han horadado. Ya habrá tiempo), el pantalón negro recto Rip Curl ya muy envejecido, se espolvorea el talco Efficient entre los dedos de sus pies, se pone las medias blancas que, de a pocos, se están deshilachando, se calza sus zapatillas cremas (conveniente imitación de alguna marca conocida, que adquirió en “El Hueco” por un precio irrisorio) y se para frente al espejo del baño. Se encuentra conforme con lo que ve. Le gustaría ser guapo. Pero con lo que tiene se las arregla. Se calza sus lentes de carey de marco negro. Se echa encima el blazer negro del 2009. Por último, se encasqueta en la cabeza esa boina que tanto le ha gustado desde que se la compró. Así, visto al desgaire, parece un pintor en decadencia, un fumón de los bajos fondos, un habitué del jirón Quilca. Sale a caminar por el Centro de Lima. Luego irá al Etnias Bar, al concierto homenaje a The Doors.
9pm-9:30pm:
Camina, sin prisa, hacia la avenida Alfonso Ugarte. Quiere comprar un terno y un chaleco de uno de esos vendedores que tienden sus mercaderías en las calles. No encuentra al vendedor. Encuentra, más bien, al chico que vende discos de música a un sol. Hacía dos días le había comprado un disco de salsa juvenil que le recordaba sus días en el colegio secundario Baden Powell, sobre todo, sus días de silencioso enamorado de una tal Patricia.
9:30pm-10pm:
La plaza San Martín está llena de fanáticos de Dios, comunistas, laberintosos, homosexuales viejos y feos que llevan un pedazo de tela al cuello y merodean buscando alguien que se los levante. Hay unos tres jóvenes que sostienen la constitución del 93 y amenazan con quemarla. Quieren la del 79. Invitan a la gente a practicar el coito andino en el Averno mañana domingo. Ya van a ser las 10. Camina hacia el Etnias Bar.
10pm-12pm:
Saca un billete de 10 soles de su blazer. Una chica muy guapa está cobrando las entradas. A su lado hay un gorila que no dudará en usar la fuerza ante algún faltoso. Desciende por unas escaleras. Está la barra y un amplio espacio en donde hay sillas y mesas. Algunos sofás también. Enfrente está el escenario. Los músicos que tocarán a The Doors afinan sus instrumentos. Ha pedido una cerveza litro 100. Ha desembolsado 12 soles. Se ha sentado a una mesa vacía. Comienza a beber. Diez minutos después, el deejay coloca una seguidilla de canciones de The Doors con la intención de no aburrir a su público, con el propósito de entusiasmar a la gente que, de a pocos, va llenando el Etnias Bar. Aquel que está bebiendo la cerveza parece conocer todas las letras. Las canta con fuerza. Quiere que todo el mundo allí presente sepa que él es un verdadero fanático de The Doors y que, de pasada, sabe inglés. Que se jodan, piensa. Hoy es mi noche, hoy quiero disfrutar a lo grande. Y traga un vaso de cerveza de golpe. Poco a poco, Jim Morrison va tomando posesión de su cuerpo.
12am-2am:
La banda ha empezado a cantar las canciones de The Doors. Cuando tocan Five To One, solamente el tipo la canta, la grita, el resto corea algo ininteligible. Es que Five To One no es muy popular. Queda claro que ese tipo de negro, de boina y pelo largo es un verdadero fanático de The Doors. La gente se reúne frente al estrado. Bailan y cantan. El de negro canta más. Se le acercan muchas personas al tipo de negro. Quieren bailar con él. Quieren cantar con él. Una chica también se le acerca. Es guapa. Él hace lo que suele hacer con todas las chicas guapas, ignorarlas. Las ignora porque sabe que, tarde o temprano, ellas lo ignorarán a él. La chica se le pega más. A pesar de que hay suficiente espacio para moverse, la chica pega su culo a la pelvis de ese Jim Morrison andino. Jim la ignora.
De pronto, cuando se retuerce mientras canta Break On Through, siente una mano en su hombro izquierdo. Es la mujer. Es muy guapa. Es una de las chicas que jamás le haría caso. Le pregunta si él no es el tipo que escribe “tonterías” en un blog. Él asiente sorprendido. Me gusta lo que escribes, dice ella. Estás bien quemado del cerebro. Gracias, dice él. Hay unas tres chicas más algo alejadas de la mujer. Parecen sus amigas. Le hacen guiños a Jim. Éste no sabe qué decir. Break On Through sigue. De pronto, Jim quiere besar a la mujer, pero ella se le adelanta. Nunca antes había sonado tan bien esa canción. Y eso que no la estaba cantando Morrison, sino, más bien, el gordito blancón y barbón que tocaba la batería.
2am-3am:
La banda ha terminado de tocar. Jim y la mujer se estuvieron besando con todo. Fue un beso que implicó manos y sentidos. La banda no ha tocado el himno de The Doors: L.A. Woman. Jim corre hacia el deejay dejando a la mujer con ganas de más. El deejay acepta poner la canción, pero a cambio quiere que le llenen el vaso de cerveza. Jim se lo llena. Al instante, ya está sonando L.A. Woman. Jim corre al escenario. Se trepa en él y empieza a cantar. Su botella vacía es su micrófono. Piensa que la gente se va a enfurecer y lo van a botar. Sucede todo lo contrario, lo aclaman. Él se tira al suelo, actúa, es Jim Morrison redivivo. Dos chicas suben al escenario y tocan sus piernas. Están borrachas, sin duda. Yo quiero esto, dice Jim, quiero ser famoso y aclamado. Todos disfrutan de la canción doblada por el Jim de los Andes.
3am-3:30am:
Jim está cagado de la garganta. Las chicas se fueron en un auto con un tipo que parecía el papá de todas. Jim está solo. Da vueltas por la plaza San Martín. Parece poseído. Le gustó jugar a ser dios. Había bebido tres margaritos en toda la noche. Ahora Jim tenía que ir a su hogar, a ver su sweet family.
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