Hace dos semana Claudia me pidió prestada mi cámara fotográfica. Llegó a mi casa a verme y a recoger la cámara. Se la tuve lista para cuando ella llegó, con las baterías cargadas y el cable dobladito y ordenadito para bajarse las fotos a la computadora. Siempre que Claudia me pedía algo yo no dudaba en complacerla, costase lo que me costase su pedido. Mientras cargaba las baterías y revolvía la casa para ubicar el bendito cable de datos, aquella adrenalina, que sentía cuando estaba con Claudia o cuando esperaba por ella, se apoderaba de mí.
Ese día le entregué la cámara con la fruición y alegría con las que un niño le entrega su tarea bien hecha a su maestra. Claudia y yo vimos la tele echados en mi cama, panza abajo y con nuestros hombros juntitos, chocando.
A veces, desviaba la mirada del monitor y, sesgadamente, observaba el lindo perfil de Claudia. Al contemplarla me decía que, a pesar de todo, la vida es linda cuando estoy a su lado. Sus ojos, su nariz pequeña y su fina boca me devolvían la esperanza en la vida.
Cuando era hora de que emprendiese su marcha hacia su casa en Los Olivos, no dudé en robarle un beso. Luego de algunos infructuosos intentos, ella accedió. Fueron unos “picos” riquísimos. Claudia es, quizá, la mejor besadora del mundo. A pesar de que no fue un beso lo que nos dimos sino más bien la puntual unión de nuestros labios durante breves segundos, volví a sentirme renovado y con muchas ganas de triunfar en la vida.
Habíamos acordado en que el día martes regresaría para devolverme la cámara. No fue así. Ese día esperé pero ella nunca llegó. La llamé a su casa muy tarde en la noche. Me dijo que el día viernes, con toda seguridad, estaría yendo a verme con la cámara en las manos.
El día viernes tomé la decisión de visitar a mi familia en Chimbote el día sábado. Viajaría en la noche y amanecería el domingo por la mañana.
Atosigué ferozmente a Claudia a su celular. Faltaban pocos minutos para nuestro pactado encuentro y ella no me había llamado para decirme que venía. Eso siempre me ha molestado de ella: su falta de puntualidad y previsión.
Finalmente me contestó y, para mi alivio, me comunicó que estaba a quince minutos de mi casa. Me alegré muchísimo, volví a lavarme la cara y a echarme un poco más de mi loción barata.
Salí a esperarla a la calle. Al poco rato, la vi aparecer caminando por la recta de las dos principales bodegas de la avenida Pacífico. Llevaba unas zapatillas blancas, un par de blue jeans y una casaca púrpura, su color favorito. Estaba preciosa.
Nos saludamos y ella me preguntó que para qué quería la cámara con tanta insistencia.
-Seguro quieres tomarte fotos con esa-me dijo. Con “esa” se refería a Karina-. No puedo entender cómo un chico de La Católica, un ingeniero de La Católica, puede estar con esa chola fea.
-Es que yo no soy un “chico pituquito de La Católica”. Yo soy un chico pobre, de pueblo, que gracias al esfuerzo de sus padres pudo estudiar en esa universidad. Además, Karina me gusta y mucho. Y sí, la cámara la quiero para tomarme fotos con ella-le dije. Esto último lo dije para despertarle celos. Funcionó.
Discutimos sobre Karina. Me dijo que cómo podía estar con una chica que ha estado con casi todo mi ex barrio.
-Estuvo con tu hermano, Dani. Yo no entiendo cómo puedes ser tan estúpido para enamorarte de ella-me dijo Claudia. Noté que ella no leía mi blog. Si lo leyera, descubriría que yo no estoy enamorado de nadie y procuro no hacerlo. Creo en el amor írrito, es decir, sin fuerza ni obligación. Aún así, continué con la mascarada de estar muy entusiasmado con Karina.
Le conté a Claudia que al día siguiente viajaba a Chimbote.
-Seguro te vas con ella. Y quieres la cámara para tomarle fotos calata en un hotel-me dijo Karina, quien me demostraba que tenía una imaginación endemoniada y muy prolífica. Le seguí el juego.
Claudia se molestó y me dijo que mejor se iba, que otro día me daba la cámara.
-Además, no la he traído-me dijo.
Cedí y me desmentí. Le conté que la cámara la quería para hacerme una foto para la solapa de mi libro.
-Chinita, cómo se te ocurre que voy a viajar con Karina a Chimbote. Ella tiene que trabajar todos los días. No podría.
La tranquilicé y la llevé a mi cuarto.
Echados sobre la cama, vimos televisión. Nuevamente estábamos juntos.
-No entiendo cómo estás con esa chola fea-me reprendió cariñosamente.
Le dije que hace tiempo que no tengo relaciones con Karina, que no me provocaba hacerle el amor. Lo que sí me provocaba era conversar con Karina porque siempre terminábamos matándonos de risa.
Le acaricié la mejilla y su cabecita. Jugueteé con su pelo mientras ella veía televisión.
-Mentiroso. No te creo. Tú nunca puedes estar quieto, Dani. Tú eres un arriola.
No mentía. No se me antojaba estar con nadie en la intimidad.
-Lo que pasa es que no puedo sacarme tu cuerpo de la cabeza, chinita. Sólo se me para cabalmente cuando estoy contigo-le dije, buscándole la boca.
Nos dimos un pequeño beso. A partir de ese momento, pude acariciarle las nalgas y su espalda. Al poco rato, hicimos lo que siempre hemos hecho: acariciarnos y besarnos sin ningún tipo de penetración.
En los siete u ocho años en que estuvimos juntos, jamás penetré a Claudia. Todas nuestras relaciones se limitaron a caricias y besos a lo largo y ancho de nuestras anatomías.
Esta vez no fue la excepción. Sin embargo, Claudia no participó. Me dejó acariciarla y besarla compulsivamente. Cuando faltaban pocos minutos para que terminase nuestro encuentro le dije si podía eyacular mientras la besaba.
Ella aceptó.
-Pero que no me caiga en la piel-me advirtió.
Quedé satisfecho y muy contento. Había sido una experiencia maravillosa volver a tocar el cuerpo de Claudia después de muchos meses de alejamiento.
La acompañé al paradero de buses. Antes, nos detuvimos en una pollería. Le invité un cuarto de pollo - que compartimos- y una gaseosa mediana. Ella se encargó de dejarle una propina al mesero quien había estado muy atento y servicial.
-La vez anterior leí tu blog y la verdad que me haces quedar como una chica perversa-me dijo mientras devoraba sus papas bañadas en mayonesa-. Además, das a entender que tú y yo hemos tenido relaciones sexuales con penetración y todo. Creo que deberías aclarar eso.
Y eso es lo que acabo de hacer, Claudia. Este artículo tiene por finalidad dejar en claro que en nuestras sesiones amatorias jamás hubo penetración. No obstante, no podemos negar que intentábamos una de vez en cuando, pero el dolor que te producía nos hacía desistir de tal empresa. También quiero decirte Claudia que siempre serás mi mejor amiga y la chica más espectacular que haya conocido. Como era natural, tú y yo no podíamos ser más enamorados porque soy un chico que no está a tu altura. Fue una buena decisión la tuya el cortar nuestra longeva relación y asignarle el verdadero título que merece: el de la amistad. Y, te repito, tú siempre conservarás en mi corazón el escaño más importante.
lunes, 31 de mayo de 2010
domingo, 30 de mayo de 2010
Raymundo y su metamorfosis
Cuando uno es ingenuo y no ha abierto los ojos al exterior, uno cree que es invencible y que los problemas jamás se le presentarán. Uno es más ingenuo cuando es más soberbio. Uno es más soberbio cuando cree tener mucho dinero. Y si un problema, o un conjunto de ellos, se presenta pues uno cree que el dinero los solucionará tan rápido como el chasquido de los dedos. Algunas veces es verdad.
Acabo de llegar a Chimbote. He venido a visitar a mi padre, a mis dos hermanitas y hermanito, a Elizabeth –la esposa de mi papá y segunda madre para mí cuando arribo a este puerto peruano- y a toda la multitud que conforma mi familia paterna.
Mi papá me recibió muy alegre. Me condujo a la habitación que ocuparé por los próximos días. Vi con mucha satisfacción lo bien organizada que está la clínica que mi padre está implementando en su casa. Le felicité por ello.
-¿Quieres descansar un poco más?-me dijo Raymundo.
-No, papá. Te agradecería más bien si me puedes permitir usar la computadora para leer el periódico-le digo, así, con esa formalidad. Cuando era pequeño mi papá solía ser muy estricto conmigo y con mi hermano. En algunas ocasiones mi hermano y yo cometíamos ciertos desmanes propios de la edad que teníamos. Raymundo utilizaba su correa para corregirnos y amonestarnos. Miguel, que siempre ha sido el más despierto, escurridizo y cazurro de los hermanos, me usaba como adarga o escudo humano y, era yo, por tanto, quien recibía las tundas que estaban destinadas a él.
Debido a los flagelos que recibíamos por parte de nuestro padre, Miguel y yo edificamos cierto respeto fundido con miedo hacia nuestra figura paterna. Siendo mucho mayor el miedo que sentíamos cuando él llegaba del trabajo, por ejemplo.
La decisión sobre si pensábamos permanecer con la madre o el padre cuando ellos decidieron separarse fue inmediata para nosotros: disfrutaríamos mucho más pasando el resto de nuestras vidas al lado de mamá. Y así crecimos.
Mi papá regresó a su Chimbote natal. Luego de haber trabajado en grandes hospitales en Lima, tuvo que empezar desde cero en aquella ciudad del norte chico peruano. Se instaló en la casa de mis abuelos. En un par de habitaciones de la casa ubicada en el distrito de Villa María implementó un pequeño consultorio médico. Además, consiguió trabajo en el hospital regional chimbotano Eleazar Guzmán Barrón.
El tiempo se encargó de darle a mi padre lo que su habilidad e inteligencia iban sembrando a su paso. Conoció a Elizabeth y, en el año 2000, ella dio a luz a mi hermanita Alicia. Mi padre había alcanzado un puesto gerencial en el hospital. Por esos tiempos, compró un extenso terreno en el emergente distrito de Garatea. Con mucho esfuerzo y no poco sudor, mi padre edificó su casa, siempre con la idea de convertirla en una exitosa clínica médica. Cuando la casa estuvo en condiciones de ser habitada, dejó la residencia que el hospital le ofreció por ser el director –residencia en la que casi llego a copular con Janet, una chica muy carismática y encantadora que estaba encargada del cuidado de mi hermanita Alicia. Yo había aprovechado la ausencia de Elizabeth y Raymundo quienes habían salido con dirección a un compromiso. Janet tenía unos granitos en la cara y poseía un exceso de peso para su edad. Sin embargo, esas “minucias” no arredraron mi libidinoso espíritu que me apuraba por dar cuenta de su apoteósico y duro trasero-.
La casa de mi papá ahora tiene tres pisos. De lejos es la más grande y mejor edificada de todo Garatea. Tengo miedo de que pueda sufrir un atraco o algún tipo de extorsión por parte de criminales que no ven una mejor salida a sus problemas que medrar del dinero que otros han conseguido con denodado esfuerzo.
Ahora tengo dos hermanitos más: Rebeca y Raymundo.
La relación con mi padre se ha hecho más sincera y el miedo que antes me dominaba cuando lo veía o tenía que pedirle algo, ha desaparecido. Mi padre es otro hombre, muy diferente al que empleaba la correa para corregir los desmanes míos y de Miguel. Raymundo se ha suavizado, creo yo, gracias a la presencia de mis tres hermanitos. Y es que en verdad, los hijos le cambian la perspectiva a uno para bien.
Me siento muy bien cuando a mi padre le digo, ya no papá, sino “pá”. Me siento muy bien cuando me sale un trato natural y de cariño hacia él. El tiempo y mis hermanitos –que están preciosos y por suerte para ellos no se parecen en nada a mí- han hecho su trabajo en Raymundo.
Esta columna iba a tener como objetivo contar sobre la ocasión en que un par de señoritas muy pechugonas me pepearon y despojaron de una cantidad no menor de dinero. Esto, en alusión a una noticia que salió hoy en Perú 21 sobre la captura de una tía de 40 y su sobrina de 20 que pepeaban a los despistados parroquianos que frecuentaban el boulevard de Los Olivos.
Pero cuando escribo, siempre me dejo llevar por los espíritus que dominan mi estro literario.
Dejaré la historia del pepeo para otra ocasión.
Hasta pronto.
Acabo de llegar a Chimbote. He venido a visitar a mi padre, a mis dos hermanitas y hermanito, a Elizabeth –la esposa de mi papá y segunda madre para mí cuando arribo a este puerto peruano- y a toda la multitud que conforma mi familia paterna.
Mi papá me recibió muy alegre. Me condujo a la habitación que ocuparé por los próximos días. Vi con mucha satisfacción lo bien organizada que está la clínica que mi padre está implementando en su casa. Le felicité por ello.
-¿Quieres descansar un poco más?-me dijo Raymundo.
-No, papá. Te agradecería más bien si me puedes permitir usar la computadora para leer el periódico-le digo, así, con esa formalidad. Cuando era pequeño mi papá solía ser muy estricto conmigo y con mi hermano. En algunas ocasiones mi hermano y yo cometíamos ciertos desmanes propios de la edad que teníamos. Raymundo utilizaba su correa para corregirnos y amonestarnos. Miguel, que siempre ha sido el más despierto, escurridizo y cazurro de los hermanos, me usaba como adarga o escudo humano y, era yo, por tanto, quien recibía las tundas que estaban destinadas a él.
Debido a los flagelos que recibíamos por parte de nuestro padre, Miguel y yo edificamos cierto respeto fundido con miedo hacia nuestra figura paterna. Siendo mucho mayor el miedo que sentíamos cuando él llegaba del trabajo, por ejemplo.
La decisión sobre si pensábamos permanecer con la madre o el padre cuando ellos decidieron separarse fue inmediata para nosotros: disfrutaríamos mucho más pasando el resto de nuestras vidas al lado de mamá. Y así crecimos.
Mi papá regresó a su Chimbote natal. Luego de haber trabajado en grandes hospitales en Lima, tuvo que empezar desde cero en aquella ciudad del norte chico peruano. Se instaló en la casa de mis abuelos. En un par de habitaciones de la casa ubicada en el distrito de Villa María implementó un pequeño consultorio médico. Además, consiguió trabajo en el hospital regional chimbotano Eleazar Guzmán Barrón.
El tiempo se encargó de darle a mi padre lo que su habilidad e inteligencia iban sembrando a su paso. Conoció a Elizabeth y, en el año 2000, ella dio a luz a mi hermanita Alicia. Mi padre había alcanzado un puesto gerencial en el hospital. Por esos tiempos, compró un extenso terreno en el emergente distrito de Garatea. Con mucho esfuerzo y no poco sudor, mi padre edificó su casa, siempre con la idea de convertirla en una exitosa clínica médica. Cuando la casa estuvo en condiciones de ser habitada, dejó la residencia que el hospital le ofreció por ser el director –residencia en la que casi llego a copular con Janet, una chica muy carismática y encantadora que estaba encargada del cuidado de mi hermanita Alicia. Yo había aprovechado la ausencia de Elizabeth y Raymundo quienes habían salido con dirección a un compromiso. Janet tenía unos granitos en la cara y poseía un exceso de peso para su edad. Sin embargo, esas “minucias” no arredraron mi libidinoso espíritu que me apuraba por dar cuenta de su apoteósico y duro trasero-.
La casa de mi papá ahora tiene tres pisos. De lejos es la más grande y mejor edificada de todo Garatea. Tengo miedo de que pueda sufrir un atraco o algún tipo de extorsión por parte de criminales que no ven una mejor salida a sus problemas que medrar del dinero que otros han conseguido con denodado esfuerzo.
Ahora tengo dos hermanitos más: Rebeca y Raymundo.
La relación con mi padre se ha hecho más sincera y el miedo que antes me dominaba cuando lo veía o tenía que pedirle algo, ha desaparecido. Mi padre es otro hombre, muy diferente al que empleaba la correa para corregir los desmanes míos y de Miguel. Raymundo se ha suavizado, creo yo, gracias a la presencia de mis tres hermanitos. Y es que en verdad, los hijos le cambian la perspectiva a uno para bien.
Me siento muy bien cuando a mi padre le digo, ya no papá, sino “pá”. Me siento muy bien cuando me sale un trato natural y de cariño hacia él. El tiempo y mis hermanitos –que están preciosos y por suerte para ellos no se parecen en nada a mí- han hecho su trabajo en Raymundo.
Esta columna iba a tener como objetivo contar sobre la ocasión en que un par de señoritas muy pechugonas me pepearon y despojaron de una cantidad no menor de dinero. Esto, en alusión a una noticia que salió hoy en Perú 21 sobre la captura de una tía de 40 y su sobrina de 20 que pepeaban a los despistados parroquianos que frecuentaban el boulevard de Los Olivos.
Pero cuando escribo, siempre me dejo llevar por los espíritus que dominan mi estro literario.
Dejaré la historia del pepeo para otra ocasión.
Hasta pronto.
sábado, 29 de mayo de 2010
No a la dictadura amorosa
El señor Fernando Maestre ha escrito una magnífica columna el día de hoy en cuanto a su contenido. La columna se titula “Triángulo particular”.
A continuación transcribiré la sentencia con la que termina su columna y que resume lo que expone: “Por eso, hoy se habla de un amor de a tres: él, ella, y la “falta”, que es la aceptación de que no soy su ídolo, su tótem, ni su Dios. Y con eso tenemos bastante”.
Es más o menos lo que escribí en mi columna titulada mi chica ideal y que transcribo seguidamente: “Mi chica ideal debe llevarse bien con sus ex enamorados –en caso de que los haya tenido- y salir a menudo con ellos. Puede, si ella lo desea, tener intimidad con ellos. No soy celoso. Eso sí, debe protegerse al momento de que sus ex la vuelvan a poseer. Quiero morir joven pero no de alguna penosa enfermedad venérea”.
Lo que escribí revela que me acepto como un ser incompetente para cumplir plenamente las satisfacciones de una posible compañera sentimental. En general, nadie es la horma del zapato de alguna otra persona. Nadie es el dios de nadie y nadie debe aspirar a serlo. Lo contrario constituiría una actitud dictatorial y, en el subjetivo terreno amoroso, las dictaduras sólo acarrean desdichas, divorcios, penas, lágrimas, platos rotos y muerte.
Karina, la chica con la que salgo actualmente, me contó que hace un tiempo vivió en Italia. Allí conoció a un chico chileno del cual quedó perdidamente enamorada. Me dijo que con él no tuvo ninguna pelea y que durante el mes que duró su relación jamás huo siquiera un conato de bronca.
Al mes de haberlo conocido, una noticia remeció los cimientos y el futuro de Karina. Su madre estaba muy mal de salud y a punto de encontrarse con el Señor. Karina tuvo que abandonar Italia y la relación con Alex, el chileno, para regresar a Perú y estar al lado de su mamá.
Decidió quedarse en Perú para hacerle compañía a su papá. No se alejaría nunca de esta tierra a menos que se quedase sola en el mundo.
Sin embargo, siguió en comunicación con Alex a través del Messenger y correos electrónicos. En esos mensajes, él le decía que regresase a Italia, que él la mantendría para que no tuviese que preocuparse por nada. Ella le respondía que no podía hacer aquello; su deber natural como hija era estar al lado de su padre.
Alex le ha prometido a Karina visitar Perú en diciembre de este año y retomar la relación. Alex le ha pedido que considere la propuesta de estar a su lado. Alex le ha confiado la ilusión que tiene de establecerse en Perú y formar un pequeño negocio al lado de ella.
Todo esto me lo ha contado Karina porque yo no soy un tirano del amor que le exige exclusividad. Yo le he dicho: “Karina, cuando venga Alex yo no me voy a hacer problemas si decides permanecer con él. Es más, yo celebraría esa decisión porque, como ya te he dicho, yo no te convengo para tener algún tipo de relación seria. Yo no creo en esas huevadas. Creo en la libertad absoluta de la persona para estar con quien le dé la gana”.
Aquello se lo dije mientras hacía una pausa al succionarle con ternura las tetas que, como a mí me gustan, son muy grandes.
Desde que vivo bajo estas ideas liberales, muy propias del marqués de Sade, respiro más tranquilo, soy más tolerante y mucho más democrático.
Hasta pronto y mis saludos para Karina, con quien, sobre todo, vivo una gran amistad.
A continuación transcribiré la sentencia con la que termina su columna y que resume lo que expone: “Por eso, hoy se habla de un amor de a tres: él, ella, y la “falta”, que es la aceptación de que no soy su ídolo, su tótem, ni su Dios. Y con eso tenemos bastante”.
Es más o menos lo que escribí en mi columna titulada mi chica ideal y que transcribo seguidamente: “Mi chica ideal debe llevarse bien con sus ex enamorados –en caso de que los haya tenido- y salir a menudo con ellos. Puede, si ella lo desea, tener intimidad con ellos. No soy celoso. Eso sí, debe protegerse al momento de que sus ex la vuelvan a poseer. Quiero morir joven pero no de alguna penosa enfermedad venérea”.
Lo que escribí revela que me acepto como un ser incompetente para cumplir plenamente las satisfacciones de una posible compañera sentimental. En general, nadie es la horma del zapato de alguna otra persona. Nadie es el dios de nadie y nadie debe aspirar a serlo. Lo contrario constituiría una actitud dictatorial y, en el subjetivo terreno amoroso, las dictaduras sólo acarrean desdichas, divorcios, penas, lágrimas, platos rotos y muerte.
Karina, la chica con la que salgo actualmente, me contó que hace un tiempo vivió en Italia. Allí conoció a un chico chileno del cual quedó perdidamente enamorada. Me dijo que con él no tuvo ninguna pelea y que durante el mes que duró su relación jamás huo siquiera un conato de bronca.
Al mes de haberlo conocido, una noticia remeció los cimientos y el futuro de Karina. Su madre estaba muy mal de salud y a punto de encontrarse con el Señor. Karina tuvo que abandonar Italia y la relación con Alex, el chileno, para regresar a Perú y estar al lado de su mamá.
Decidió quedarse en Perú para hacerle compañía a su papá. No se alejaría nunca de esta tierra a menos que se quedase sola en el mundo.
Sin embargo, siguió en comunicación con Alex a través del Messenger y correos electrónicos. En esos mensajes, él le decía que regresase a Italia, que él la mantendría para que no tuviese que preocuparse por nada. Ella le respondía que no podía hacer aquello; su deber natural como hija era estar al lado de su padre.
Alex le ha prometido a Karina visitar Perú en diciembre de este año y retomar la relación. Alex le ha pedido que considere la propuesta de estar a su lado. Alex le ha confiado la ilusión que tiene de establecerse en Perú y formar un pequeño negocio al lado de ella.
Todo esto me lo ha contado Karina porque yo no soy un tirano del amor que le exige exclusividad. Yo le he dicho: “Karina, cuando venga Alex yo no me voy a hacer problemas si decides permanecer con él. Es más, yo celebraría esa decisión porque, como ya te he dicho, yo no te convengo para tener algún tipo de relación seria. Yo no creo en esas huevadas. Creo en la libertad absoluta de la persona para estar con quien le dé la gana”.
Aquello se lo dije mientras hacía una pausa al succionarle con ternura las tetas que, como a mí me gustan, son muy grandes.
Desde que vivo bajo estas ideas liberales, muy propias del marqués de Sade, respiro más tranquilo, soy más tolerante y mucho más democrático.
Hasta pronto y mis saludos para Karina, con quien, sobre todo, vivo una gran amistad.
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Confrontador,
Daniel Gutiérrez Híjar,
Perú 21
Tolerancia, democracia y liberalidad
Estoy totalmente de acuerdo con las opiniones vertidas por Santiago Pedraglio en su columna de hoy en Perú 21 titulada “La ley es también para los adversarios”.
Transcribo uno de los párrafos de esa columna: “Las reacciones de los días recientes dejan ver que, en estos terrenos, la sensibilidad y la desconfianza se mantienen vivas. Sin duda, las particularidades del caso –el que Berenson sea norteamericana, por ejemplo– y el peso de los medios de comunicación en Lima –que en su mayoría alentaron el acoso– han hecho que esos sentimientos se exacerben, al punto que hubo quienes gritaron hostilidades a los padres y al hijo de la excarcelada, un pequeño de dos años”.
El director de ese diario, en una columna anterior dijo que las reacciones de protesta que surgieron de los vecinos de Miraflores al oponerse a que Lori Berenson viva en el mismo distrito donde el MRTA perpetró un hórrido atentado son “comprensibles”.
Lamento discrepar de lo que opina el director de ese diario y muchas otras personas del mismo pensamiento.
Si vivimos –o pretendemos- vivir en una democracia, lo primero que debemos aprender a prohijar dentro de nosotros en la tolerancia.
La señora Berenson ha cumplido con su sentencia y ha sido puesta en libertad tal y como lo dictan las leyes. Como dije en una columna anterior, la culpa no es de ella si no de las bestias que le impusieron 20 años y de los animales que crearon ese DL 927 al que cualquier senderista pudo haberse acogido.
En un país en democracia, las leyes son tan iguales en su aplicación para el prelado Cipriani como para el “negro” Canebo. Si dentro del marco legal, la ley ha dictaminado la salida del presidio del más sanguinario asesino de un pueblo pues habrá que respetar el dictamen y ser tolerantes.
Para mí no son comprensibles las reacciones de esos vecinos miraflorinos. Un verdadero demócrata respeta las leyes y acata sus mandatos. Las leyes que permitieron la liberación de Lori Berenson fueron promulgadas durante el gobierno de Toledo. ¿Quién eligió a ese señor para que sea presidente? Nosotros. El pueblo. Entonces tenemos que ser consecuentes con nuestros actos y nuestras elecciones.
Quizá yo posea una tolerancia rayana a la cojudez, pero no podrán decir que no respeto las leyes y que no poseo un espíritu liberal y democrático.
Un ejemplo de tolerancia es el que a continuación transcribo de la perfectamente tolerante y democrática columna del señor Pedraglio: “En las zonas rurales, donde largamente se sufrió la mayor cantidad de muertes y destrucción, van superándose las barreras, aunque no sin dificultades. En Lucanamarca, por ejemplo, se ha construido un monumento que tiene inscritos, en un lado, los nombres de las 69 personas asesinadas por Sendero y, en otro, los nombres de la familia senderista asesinada como represalia por la matanza. En Putis, uno y otro saben de qué lado estuvo cada quien, pero se soportan. Hoy por hoy, la palabra clave para entender estos nuevos vínculos, más que reconciliación, quizá sea tolerancia. Una tolerancia que lleva en sí la esperanza de alcanzar la reconciliación”.
Por otro lado, el abogado de Abimael Guzmán ha salido con el disparate de que su defendido está al frente de un nuevo y remozado partido político llamado Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales Este partido tendría bases en todo el territorio peruano y seguiría extendiendo su ideología en otras regiones vírgenes. Las autoridades tienen que seguir muy de cerca estos avances aunque, así como están las cosas, no creo que puedan realizar una vigilancia minuciosa.
Si ese partido ha crecido teniendo a su líder preso, qué no harán ahora que este país no cuenta con un sistema de inteligencia que permita frenar los chispazos de terror que enciendan la llama de lo que alguna vez vivimos los peruanos.
Hasta pronto.
Transcribo uno de los párrafos de esa columna: “Las reacciones de los días recientes dejan ver que, en estos terrenos, la sensibilidad y la desconfianza se mantienen vivas. Sin duda, las particularidades del caso –el que Berenson sea norteamericana, por ejemplo– y el peso de los medios de comunicación en Lima –que en su mayoría alentaron el acoso– han hecho que esos sentimientos se exacerben, al punto que hubo quienes gritaron hostilidades a los padres y al hijo de la excarcelada, un pequeño de dos años”.
El director de ese diario, en una columna anterior dijo que las reacciones de protesta que surgieron de los vecinos de Miraflores al oponerse a que Lori Berenson viva en el mismo distrito donde el MRTA perpetró un hórrido atentado son “comprensibles”.
Lamento discrepar de lo que opina el director de ese diario y muchas otras personas del mismo pensamiento.
Si vivimos –o pretendemos- vivir en una democracia, lo primero que debemos aprender a prohijar dentro de nosotros en la tolerancia.
La señora Berenson ha cumplido con su sentencia y ha sido puesta en libertad tal y como lo dictan las leyes. Como dije en una columna anterior, la culpa no es de ella si no de las bestias que le impusieron 20 años y de los animales que crearon ese DL 927 al que cualquier senderista pudo haberse acogido.
En un país en democracia, las leyes son tan iguales en su aplicación para el prelado Cipriani como para el “negro” Canebo. Si dentro del marco legal, la ley ha dictaminado la salida del presidio del más sanguinario asesino de un pueblo pues habrá que respetar el dictamen y ser tolerantes.
Para mí no son comprensibles las reacciones de esos vecinos miraflorinos. Un verdadero demócrata respeta las leyes y acata sus mandatos. Las leyes que permitieron la liberación de Lori Berenson fueron promulgadas durante el gobierno de Toledo. ¿Quién eligió a ese señor para que sea presidente? Nosotros. El pueblo. Entonces tenemos que ser consecuentes con nuestros actos y nuestras elecciones.
Quizá yo posea una tolerancia rayana a la cojudez, pero no podrán decir que no respeto las leyes y que no poseo un espíritu liberal y democrático.
Un ejemplo de tolerancia es el que a continuación transcribo de la perfectamente tolerante y democrática columna del señor Pedraglio: “En las zonas rurales, donde largamente se sufrió la mayor cantidad de muertes y destrucción, van superándose las barreras, aunque no sin dificultades. En Lucanamarca, por ejemplo, se ha construido un monumento que tiene inscritos, en un lado, los nombres de las 69 personas asesinadas por Sendero y, en otro, los nombres de la familia senderista asesinada como represalia por la matanza. En Putis, uno y otro saben de qué lado estuvo cada quien, pero se soportan. Hoy por hoy, la palabra clave para entender estos nuevos vínculos, más que reconciliación, quizá sea tolerancia. Una tolerancia que lleva en sí la esperanza de alcanzar la reconciliación”.
Por otro lado, el abogado de Abimael Guzmán ha salido con el disparate de que su defendido está al frente de un nuevo y remozado partido político llamado Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales Este partido tendría bases en todo el territorio peruano y seguiría extendiendo su ideología en otras regiones vírgenes. Las autoridades tienen que seguir muy de cerca estos avances aunque, así como están las cosas, no creo que puedan realizar una vigilancia minuciosa.
Si ese partido ha crecido teniendo a su líder preso, qué no harán ahora que este país no cuenta con un sistema de inteligencia que permita frenar los chispazos de terror que enciendan la llama de lo que alguna vez vivimos los peruanos.
Hasta pronto.
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Confrontador,
Daniel Gutiérrez Híjar,
Perú 21
viernes, 28 de mayo de 2010
Alva Castro forever
Cualquier persona que ocupe un cargo público, como el de la presidencia, por ejemplo, debe contar entre sus convicciones con la idea de que reelegirse es un acto de soberbia.
Reelegirse es creer que no hay nadie mejor que uno. Reelegirse es creer firmemente que solamente uno sabe cómo manejar la cosa pública y que nadie más posee esa capacidad o alguna otra habilidad. La reelección es la antípoda de una democracia cabal.
Cualquier político que aspire a la reelección debe ser tachado moralmente de forma inmediata.
Sin embargo, en el caso de nuestro tan desprestigiado parlamento, considero que Alva Castro –sabiendo que es un político de poco fiar- debe seguir continuar como su presidente.
El mandato de García ya está a punto de culminar y, desde mi punto de vista, no tendría sentido “quemar” a algún otro personaje para ponerlo al frente de esa casa de orates que es el congreso.
Que continúe al frente el señor Alva Castro. Si ya ha robado, que siga robando en los pocos meses que le quedan. Total, nadie le va a descubrir nada. Este gobierno se ha blindado muy bien ante cualquier denuncia y sabe obliterar las pruebas en su contra.
Hasta pronto.
Reelegirse es creer que no hay nadie mejor que uno. Reelegirse es creer firmemente que solamente uno sabe cómo manejar la cosa pública y que nadie más posee esa capacidad o alguna otra habilidad. La reelección es la antípoda de una democracia cabal.
Cualquier político que aspire a la reelección debe ser tachado moralmente de forma inmediata.
Sin embargo, en el caso de nuestro tan desprestigiado parlamento, considero que Alva Castro –sabiendo que es un político de poco fiar- debe seguir continuar como su presidente.
El mandato de García ya está a punto de culminar y, desde mi punto de vista, no tendría sentido “quemar” a algún otro personaje para ponerlo al frente de esa casa de orates que es el congreso.
Que continúe al frente el señor Alva Castro. Si ya ha robado, que siga robando en los pocos meses que le quedan. Total, nadie le va a descubrir nada. Este gobierno se ha blindado muy bien ante cualquier denuncia y sabe obliterar las pruebas en su contra.
Hasta pronto.
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Alva Castro,
Confrontador,
Daniel Gutiérrez Híjar,
Perú 21
jueves, 27 de mayo de 2010
Atención con los secuestros a menores
Causa zozobra e inseguridad el hecho de que las mesnadas de criminales hayan trasladado su target de acción hacia indefensos niños.
Las autoridades que tenemos demuestran su cabal ineficiencia al no ser capaces de controlar a los criminales que poseen encerrados en los recintos carcelarios.
Sí, porque es desde los propios penales desde donde los capitostes del crimen y de la mafia elucubran y planean sus próximas movidas.
Desde el penal de Lurigancho se ha planeado y dirigido el secuestro de cinco niños en lo que va del año.
Estos delincuentes toman ventaja del dolor de los padres y familiares quienes al saber que sus pequeños permanecen capturados, se ven forzados a reunir el monto de dinero que les solicitan en el menor tiempo y de donde fuese.
Esta noticia me preocupa porque, aunque no sea padre, tengo cuatro hermanos pequeños que, de encontrarse en el momento, lugar y hora equivocados pueden caer en las fauces de esos malhechores. Y las autoridades que permiten que esas atrocidades puedan existir tendrán mucha culpa en todo ello.
Hasta pronto.
Las autoridades que tenemos demuestran su cabal ineficiencia al no ser capaces de controlar a los criminales que poseen encerrados en los recintos carcelarios.
Sí, porque es desde los propios penales desde donde los capitostes del crimen y de la mafia elucubran y planean sus próximas movidas.
Desde el penal de Lurigancho se ha planeado y dirigido el secuestro de cinco niños en lo que va del año.
Estos delincuentes toman ventaja del dolor de los padres y familiares quienes al saber que sus pequeños permanecen capturados, se ven forzados a reunir el monto de dinero que les solicitan en el menor tiempo y de donde fuese.
Esta noticia me preocupa porque, aunque no sea padre, tengo cuatro hermanos pequeños que, de encontrarse en el momento, lugar y hora equivocados pueden caer en las fauces de esos malhechores. Y las autoridades que permiten que esas atrocidades puedan existir tendrán mucha culpa en todo ello.
Hasta pronto.
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miércoles, 26 de mayo de 2010
Lori Berenson y su inminente libertad
Jurídicamente hablando –no soy abogado pero tengo mi corriente y moliente opinión como ciudadano de a pie de lo que es la justicia me permite enunciar mis ideas-, la manumisión de Lori Berenson me parece justa. Ella se acogió a los beneficios que procuraba el ahora derogado Decreto Legislativo 927 que establecía la libertad condicional para el reo que cumpliese los dos tercios de su condena.
Lori Berenson se acogió a ese DL 927 antes de que fuese derogado.
Lori Berenson fue recluida en la cárcel en enero de 1996. Fue condenada a 20 años de prisión. Si hacemos los cálculos, hasta el momento lleva un poco más de catorce años de reclusión. Un tercio de 20 es 6.67 años. Si sumamos 6.67 y 6.67 obtenemos 13.34 años. Por tanto, la señora Berenson está en todo su derecho de salir de la prisión conforme lo estipulaba el DL 927.
La jueza que pronunció este laudo se llama Jéssica León Yarango. Ella, además de basar su decisión en el DL 927, también respaldó su veredicto en los informes psicológicos practicados a la procesada que dicen que “(Berenson) ha reconocido que cometió un error al involucrarse con las actividades del MRTA y se arrepiente de las actividades subversivas en las que colaboró”.
Con todo esto expuesto, creo firmemente que la liberación de la señora Berenson ha sido justa.
Por otro lado, la futura liberada ha pertenecido a una de las bandas de criminales más cruentas que ha conocido este país. Nadie duda que el MRTA le ha endilgado al país muerte, atraso y odio.
Uno puede dudar del arrepentimiento de la señora Berenson, pero lo que dictamina la ley debe aplicarse para cualquier ciudadano por más mierda y escoria que éste sea o haya sido.
Lori Berenson puede no haber mudado de opinión y puede que sea más emerretista que antes de que haya sido capturada. Puede que sea la futura líder de un futuro atentado terrorista que me pueda costar la vida o a alguno de mis familiares. Sin embargo, lo que es seguro es que ella va a salir en libertad con “todas las de la ley”.
Si queremos buscar culpables para esta inminente salida de Lori Berenson –y posiblemente de otros más-, debemos centrarnos en lo estúpido que es nuestro sistema judicial.
Para empezar, cómo le van a colocar 20 años de prisión a alguien que planeaba tomar el Congreso de la República, a alguien que fue cómplice de numerosos asesinatos. ¿Quién fue ese juez acéfalo que le otorgó esa pena a la señora Berenson? A una persona que mata a otra con toda la alevosía y premeditación del caso–como lo hacían estas horrendas huestes del MRTA y Sendero Luminoso-, se le debe condenar a la máxima pena de reclusión: la cadena perpetua; sin beneficios de por medio.
¿A qué ser mono neuronal se le ocurrió establecer ese DL 927? Ningún asesino, pertenezca o no a algún movimiento fanático, debe gozar de algún beneficio. Cadena perpetua para los asesinos y punto.
Hasta pronto.
Lori Berenson se acogió a ese DL 927 antes de que fuese derogado.
Lori Berenson fue recluida en la cárcel en enero de 1996. Fue condenada a 20 años de prisión. Si hacemos los cálculos, hasta el momento lleva un poco más de catorce años de reclusión. Un tercio de 20 es 6.67 años. Si sumamos 6.67 y 6.67 obtenemos 13.34 años. Por tanto, la señora Berenson está en todo su derecho de salir de la prisión conforme lo estipulaba el DL 927.
La jueza que pronunció este laudo se llama Jéssica León Yarango. Ella, además de basar su decisión en el DL 927, también respaldó su veredicto en los informes psicológicos practicados a la procesada que dicen que “(Berenson) ha reconocido que cometió un error al involucrarse con las actividades del MRTA y se arrepiente de las actividades subversivas en las que colaboró”.
Con todo esto expuesto, creo firmemente que la liberación de la señora Berenson ha sido justa.
Por otro lado, la futura liberada ha pertenecido a una de las bandas de criminales más cruentas que ha conocido este país. Nadie duda que el MRTA le ha endilgado al país muerte, atraso y odio.
Uno puede dudar del arrepentimiento de la señora Berenson, pero lo que dictamina la ley debe aplicarse para cualquier ciudadano por más mierda y escoria que éste sea o haya sido.
Lori Berenson puede no haber mudado de opinión y puede que sea más emerretista que antes de que haya sido capturada. Puede que sea la futura líder de un futuro atentado terrorista que me pueda costar la vida o a alguno de mis familiares. Sin embargo, lo que es seguro es que ella va a salir en libertad con “todas las de la ley”.
Si queremos buscar culpables para esta inminente salida de Lori Berenson –y posiblemente de otros más-, debemos centrarnos en lo estúpido que es nuestro sistema judicial.
Para empezar, cómo le van a colocar 20 años de prisión a alguien que planeaba tomar el Congreso de la República, a alguien que fue cómplice de numerosos asesinatos. ¿Quién fue ese juez acéfalo que le otorgó esa pena a la señora Berenson? A una persona que mata a otra con toda la alevosía y premeditación del caso–como lo hacían estas horrendas huestes del MRTA y Sendero Luminoso-, se le debe condenar a la máxima pena de reclusión: la cadena perpetua; sin beneficios de por medio.
¿A qué ser mono neuronal se le ocurrió establecer ese DL 927? Ningún asesino, pertenezca o no a algún movimiento fanático, debe gozar de algún beneficio. Cadena perpetua para los asesinos y punto.
Hasta pronto.
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martes, 25 de mayo de 2010
Gente de mierda
En su columna de hoy la doctora Carmen Gonzales cuenta que está muy asustada por el incremento de la violencia en las calles, en donde una banda de barristas te puede matar en plena vía pública o arrojar por pura diversión de un medio de transporte en movimiento.
Afirma también que la culpa de los hechos de corrupción y sevicia no es exclusiva de los que los cometen sino también de las víctimas, que toleran, no denuncian y permiten que el estado de cosas continúe.
La doctora Carmen Gonzales dice: “Cuando hay agresión, también el agredido es responsable, o sea, usted y yo, que nada hacemos por defendernos; que hemos elegido gobiernos corruptos desde que se inició la República; que nos sentimos ciudadanos solo el día de las elecciones; que creemos en todo lo que nos dicen porque es más fácil”.
Me indigno cuando veo que jóvenes entre los 18 y 30 años leen periódicos exclusivamente deportivos en lugar de enterarse cómo maneja el país la gente que ha elegido para dirigirlo. Están más interesados en saber qué dijo tal jugador de fútbol, cuál será la alineación de su equipo favorito para el próximo encuentro o cuántos carros tiene aquel futbolista que ha anotado muchos goles en una liga extranjera.
Respeto la libertad de expresión. Respeto que exista variedad de información para todos los tipos de gusto. Lo que me exaspera es ver que los jóvenes de más bajos recursos, sobretodo, malgasten su tiempo leyendo tonterías.
Comprendo también que los jóvenes de más bajos recursos no tengan tiempo para informarse cumplidamente de la realidad nacional. Sin embargo, he podido ver que el poco tiempo libre que encuentran en sus faenas diarias lo emplean en leer sobre asuntos que están totalmente divorciados con la realidad política y social del país.
Por ello, cuando llega el momento de elegir un nuevo gobernante, es esa masa desinformada la que será fácilmente encandilada por los candidatos populistas quienes a base de promesas sin fundamento “comprarán” sus votos.
Hace tres semanas, luego de haber estado bebiendo con unas amigas en una discoteca de Los Olivos, decidí visitar a mi antiguo barrio para hacer hora hasta que pasasen carros que me llevasen a La Perla.
Al llegar a mi antigua cuadra, me encontré con unos amigos que estaban bebiendo en la esquina del descuidado parque de mi ex barrio. Se sorprendieron al verme y me invitaron unos tragos de sus botellas de cerveza. Me dijeron justamente estaban hablando de mí.
Cuando estoy con mucho alcohol encima, se me revela toda la personalidad ego maníaca que llevo dentro. Me convierto en un míster Hyde de la vanidad y la altanería. Muchas veces, con litros de cerveza o cualquier otra bebida alcohólica en la sangre, me convierto en un ser que defiende sus ideas con los puños.
Llevé nuestros temas de discusión hacia el terreno político. Como era de esperarse no había entre ellos alguien que pudiera conversar conmigo sobre esos temas. Estaban más perdidos en los asuntos de actualidad política y social que yo en materia de deporte nacional e internacional.
No recuerdo cómo pero uno de ellos terminó propinándome una golpiza que no dejó mayor huella en mí. Luego de derribarme contra un montículo de tierra y desmonte, me encajó un par de puñetes en la cara. Uno de esos puños extrajo un poco de sangre de mis orificios nasales. A pesar de ello, al día siguiente no sufrí ningún tipo de malestar por esos golpes.
Yo no estuve muy motivado para reaccionar. Quizá no estuve lo suficientemente bebido como para asestarle puñetes –solamente me entrelacé con él para tratar de tumbarlo pero no quise encajarle ningún tipo de golpe- en la cara o en alguna parte de su anatomía. Lo que bebí solamente me alcanzó para ser desafiante y altanero, no para ser violento.
Porque en otras ocasiones he sido muy violento y salvaje. Por suerte, para ese compañero y para mí, no reaccioné y me limité a disculparme por las ofensas verbales que le había otorgado tan altaneramente. Si hubiera estado realmente violento quizá él no la hubiera contado y yo estaría preso o metido en un lío del carajo.
Lo que me quedó claro –y lo tomé como un acto de defensa de la cultura y la información- es que yo siempre defenderé mis ideales así tenga a todos mis amigos y conocidos en mi contra.
Si en este país la gente no sabe quién nos está robando, vamos a elegirlo mecánicamente en las siguientes elecciones dejándonos llevar por sus demagógicas promesas y este país seguirá tan anquilosado y esquilmado como siempre, con gente que solamente sirve para opinar sobre la final de la Champions League.
No es que el Perú sea un país de mierda. Es la gente que la puebla la que es la verdadera mierda.
Hasta pronto.
Afirma también que la culpa de los hechos de corrupción y sevicia no es exclusiva de los que los cometen sino también de las víctimas, que toleran, no denuncian y permiten que el estado de cosas continúe.
La doctora Carmen Gonzales dice: “Cuando hay agresión, también el agredido es responsable, o sea, usted y yo, que nada hacemos por defendernos; que hemos elegido gobiernos corruptos desde que se inició la República; que nos sentimos ciudadanos solo el día de las elecciones; que creemos en todo lo que nos dicen porque es más fácil”.
Me indigno cuando veo que jóvenes entre los 18 y 30 años leen periódicos exclusivamente deportivos en lugar de enterarse cómo maneja el país la gente que ha elegido para dirigirlo. Están más interesados en saber qué dijo tal jugador de fútbol, cuál será la alineación de su equipo favorito para el próximo encuentro o cuántos carros tiene aquel futbolista que ha anotado muchos goles en una liga extranjera.
Respeto la libertad de expresión. Respeto que exista variedad de información para todos los tipos de gusto. Lo que me exaspera es ver que los jóvenes de más bajos recursos, sobretodo, malgasten su tiempo leyendo tonterías.
Comprendo también que los jóvenes de más bajos recursos no tengan tiempo para informarse cumplidamente de la realidad nacional. Sin embargo, he podido ver que el poco tiempo libre que encuentran en sus faenas diarias lo emplean en leer sobre asuntos que están totalmente divorciados con la realidad política y social del país.
Por ello, cuando llega el momento de elegir un nuevo gobernante, es esa masa desinformada la que será fácilmente encandilada por los candidatos populistas quienes a base de promesas sin fundamento “comprarán” sus votos.
Hace tres semanas, luego de haber estado bebiendo con unas amigas en una discoteca de Los Olivos, decidí visitar a mi antiguo barrio para hacer hora hasta que pasasen carros que me llevasen a La Perla.
Al llegar a mi antigua cuadra, me encontré con unos amigos que estaban bebiendo en la esquina del descuidado parque de mi ex barrio. Se sorprendieron al verme y me invitaron unos tragos de sus botellas de cerveza. Me dijeron justamente estaban hablando de mí.
Cuando estoy con mucho alcohol encima, se me revela toda la personalidad ego maníaca que llevo dentro. Me convierto en un míster Hyde de la vanidad y la altanería. Muchas veces, con litros de cerveza o cualquier otra bebida alcohólica en la sangre, me convierto en un ser que defiende sus ideas con los puños.
Llevé nuestros temas de discusión hacia el terreno político. Como era de esperarse no había entre ellos alguien que pudiera conversar conmigo sobre esos temas. Estaban más perdidos en los asuntos de actualidad política y social que yo en materia de deporte nacional e internacional.
No recuerdo cómo pero uno de ellos terminó propinándome una golpiza que no dejó mayor huella en mí. Luego de derribarme contra un montículo de tierra y desmonte, me encajó un par de puñetes en la cara. Uno de esos puños extrajo un poco de sangre de mis orificios nasales. A pesar de ello, al día siguiente no sufrí ningún tipo de malestar por esos golpes.
Yo no estuve muy motivado para reaccionar. Quizá no estuve lo suficientemente bebido como para asestarle puñetes –solamente me entrelacé con él para tratar de tumbarlo pero no quise encajarle ningún tipo de golpe- en la cara o en alguna parte de su anatomía. Lo que bebí solamente me alcanzó para ser desafiante y altanero, no para ser violento.
Porque en otras ocasiones he sido muy violento y salvaje. Por suerte, para ese compañero y para mí, no reaccioné y me limité a disculparme por las ofensas verbales que le había otorgado tan altaneramente. Si hubiera estado realmente violento quizá él no la hubiera contado y yo estaría preso o metido en un lío del carajo.
Lo que me quedó claro –y lo tomé como un acto de defensa de la cultura y la información- es que yo siempre defenderé mis ideales así tenga a todos mis amigos y conocidos en mi contra.
Si en este país la gente no sabe quién nos está robando, vamos a elegirlo mecánicamente en las siguientes elecciones dejándonos llevar por sus demagógicas promesas y este país seguirá tan anquilosado y esquilmado como siempre, con gente que solamente sirve para opinar sobre la final de la Champions League.
No es que el Perú sea un país de mierda. Es la gente que la puebla la que es la verdadera mierda.
Hasta pronto.
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lunes, 24 de mayo de 2010
Los Híjar
Algunas veces, sueño sobre cosas fastuosas y lujosas, sueño con palacios lejanos y antiguos, sueño con pompas y festejos majestuosos en los que yo no aparezco por ningún lado ni como protagonista ni como actor secundario ni como extra. Simplemente veo estas cosas opulentas que ocurren mientras yo seguramente estoy agazapado bajo una mesa o detrás de un matorral como una rata asustadiza y simple testigo.
Siempre me he cuestionado sobre estos sueños heteróclitos. Estaba totalmente seguro de que mi futuro no estaba augurado en esas utopías oníricas. Entonces alguna explicación debía existir para que mi mente elucubrara esas fantasías suntuosas.
La solución a ese enigma la encontré cierta vez que me puse a investigar sobre mi árbol genealógico. El apellido materno Híjar me parecía curioso.
Mi madre se llama Carmen Híjar quien es hija de Manuel Híjar. Manuel Híjar fue, en vida, un próspero ganadero. Un fatal accidente de tránsito, allá por el año 1989, cegó la vida de un hombre que se desvivía por su familia y, en especial, por sus nietos.
Manuel Híjar nació en el distrito de Huancapón, provincia de Cajatambo, Lima en 1934.
Según me cuenta mi abuelita, mi abuelo Manuel fue hijo de Donato Híjar.
-Tu bisabuelo Donato era gringo-me dice mi abuelita-. Él nació en un pueblito cercano a Huancapón. En Ámbar, creo. Que también pertenece a Cajatambo.
-¿Era gringo mi bisabuelo?-le pregunto a mi abuelita. En el Facebook hay un grupo creado por todos los Híjar en el mundo. La mayoría de fotos en ese grupo retrata a gente blanca de gualdas cabelleras.
-Sí-me responde mi abuelita-. Tú tienes algunas tías blanconas que…-y me hizo recordar sobre tías que ya no veía hacía mucho y a las que me gustaría volver a ver para preguntarles sobre la ascendencia de los Híjar.
Hasta Donato Híjar llegó mi rastreo sobre mi genealogía materna.
Mi mamá piensa invitar a la casa a una de las hermanas de mi abuelo, mi tía Magda. Según mi abuelita, Magda conoce más acerca de quién fue el papá de Donato y quizá quién fue el papá del papá de Donato. Esperaré el día de su visita para formularle mis preguntas.
Ya que el apellido Híjar no es común, hice una búsqueda en internet. Encontré que los Híjar provienen de cuna noble y real. Gracias a las herramientas de búsqueda de hoy pude llegar hasta un ancestro que vivió por los años 800.
El primer Híjar fue Pedro Fernández de Híjar (1245 – 1299) quien procreó a Pedro Fernández de Híjar “El Señalero” (1263 – 1322)
Lo que debo hallar es qué personajes se sucedieron entre Pedro Fernández de Híjar y Donato Híjar, qué vertiente de Híjar decidió abandonar Europa para afincarse en el Nuevo Continente. En Latino América, los Híjar son mayoría en México. De México llegaron al Perú. Un impulso genético me compele a averiguar cuándo lo hicieron y quiénes se arriesgaron a llegar a estos confines del mundo.
En internet averigüé que:
Pedro Fernández de Híjar fue hijo de Jaime I “El Conquistador” Rey de Aragón (Montpellier, 2 de Febrero de 1208 – Alcira, 27 de Marzo de 1276).
Jaime I “El Conquistador” Rey de Aragón fue hijo de Pedro II de Aragón “El Católico” (Huesca, Agosto de 1178 – Muret, 13 de Octubre 1213).
Pedro II de Aragón “El Católico” fue hijo de Alfonso II de Aragón “El Casto” (Huesca, Marzo de 1157 – Perpiñán, 25 de Abril de 1196).
Alfonso II de Aragón “El Casto” fue hijo de Ramón de Berenguer IV “El Santo” Príncipe de Aragón (Barcelona, 1113 – Borgo San Dalmazzo, 7 de Agosto de 1162).
Ramón de Berenguer IV “El Santo” Príncipe de Aragón fue hijo de Ramón Berenguer III “El Grande” (Rodez, Rouergue 1082 – Barcelona, 1131).
Ramón Berenguer III “El Grande” fue hijo de Ramón Berenguer II, alías Cabeza de Estopa en alusión a su espesa cabellera de color rubio pajizo (1053 – Montnegre, 1082).
Ramón Berenguer II fue hijo de Ramón Berenguer I “El Viejo” (1023 – 1076).
Ramón Berenguer I “El Viejo” fue hijo de Berenguer Ramón I Conde de Barcelona (1005 – 1035).
Berenguer Ramón I fue hijo de Ramón Borrell, Conde de Barcelona (972 – Barcelona, 1017).
Ramón Borrell fue hijo de Borrel II, Conde de Barcelona (927 – 992).
Borrel II fue hijo de Suñer I, Conde de Barcelona (870 – 950).
Suñer I fue hijo de Wilfredo “El Velloso” (¿? – 897).
Wilfredo fue hijo de Sunifredo I, Conde de Barcelona.
Y Sunifredo I fue hijo de Bellón, conde de Barcelona (¿? – 812)
Este último personaje, Bellón, además de ser conde de Barcelona, fue conde de Carcasona. Fue fundador del linaje de “los bellónidas”. Era un magnate de origen godo, de la región del Conflent. Se dice que Carlomagno lo habría designado conde de la región de Carcasona como parte de su política de confiar los nuevos condados fronterizos del sur de su Imperio a nobles godos locales.
Hace unos años visité la casa de un amigo de la universidad. Habíamos quedado en estudiar cierta materia. Al entrar a su casa, vi, colgando de una de las paredes de su sala, un escudo. Él me explicó que era el escudo de la familia. Su apellido no era común sino que provenía de Irlanda y, en ese lugar, sus ancestros habían poseído títulos nobiliarios.
Desde aquella vez deseé que mis ancestros hubiesen pertenecido a algún tipo de nobleza.
Con el hallazgo de mi prosapia hasta el magnate godo –y quizá “gordo”- Bellón, que conoció a Carlomagno, vi cristalizados mis prístinos sueños de poseer un escudo familiar.
Los Híjar tienen un escudo. Figura en el internet. Me gustaría, sin embargo, pagarle a alguien para que haga una réplica palpable y poder colgarla en la sala de mi casa.
Leeré sobre cada uno de los personajes de mi genealogía que tengo registrados y descubriré cuál de todos ellos fue un verdadero loco del carajo para escribir una historia sobre él. Debo encontrar el tiempo necesario solamente.
Pero todavía me falta documentación sobre los personajes que están comprendidos entre Donato Híjar y Pedro Fernández de Híjar “El Señalero”. Entre ellos se encuentra el verdadero loco del carajo que decidió dejar la comodidad europea para descubrir el incierto porvenir en Las Américas. Y de ese loco es sobre el que me encantaría escribir una historia llena de risa y epopeya. Ese loco me estimulará a realizar un trabajo de investigación muy superior al que he realizado para hacer mi tesis y muy superior a cualquier cosa que haya hecho en mi vida.
Por esta razón genealógica y –lo admito, muy superficial y vanidosa- es que le pedí al editor del libro que publicaré en junio que incluya mi apellido materno en la portada. No quiero ser simplemente Daniel Gutiérrez. Yo soy Daniel Gutiérrez Híjar y así tiene que quedar establecido en todo lo que publique –si es que llego a publicar- en el futuro.
Hasta pronto.
Siempre me he cuestionado sobre estos sueños heteróclitos. Estaba totalmente seguro de que mi futuro no estaba augurado en esas utopías oníricas. Entonces alguna explicación debía existir para que mi mente elucubrara esas fantasías suntuosas.
La solución a ese enigma la encontré cierta vez que me puse a investigar sobre mi árbol genealógico. El apellido materno Híjar me parecía curioso.
Mi madre se llama Carmen Híjar quien es hija de Manuel Híjar. Manuel Híjar fue, en vida, un próspero ganadero. Un fatal accidente de tránsito, allá por el año 1989, cegó la vida de un hombre que se desvivía por su familia y, en especial, por sus nietos.
Manuel Híjar nació en el distrito de Huancapón, provincia de Cajatambo, Lima en 1934.
Según me cuenta mi abuelita, mi abuelo Manuel fue hijo de Donato Híjar.
-Tu bisabuelo Donato era gringo-me dice mi abuelita-. Él nació en un pueblito cercano a Huancapón. En Ámbar, creo. Que también pertenece a Cajatambo.
-¿Era gringo mi bisabuelo?-le pregunto a mi abuelita. En el Facebook hay un grupo creado por todos los Híjar en el mundo. La mayoría de fotos en ese grupo retrata a gente blanca de gualdas cabelleras.
-Sí-me responde mi abuelita-. Tú tienes algunas tías blanconas que…-y me hizo recordar sobre tías que ya no veía hacía mucho y a las que me gustaría volver a ver para preguntarles sobre la ascendencia de los Híjar.
Hasta Donato Híjar llegó mi rastreo sobre mi genealogía materna.
Mi mamá piensa invitar a la casa a una de las hermanas de mi abuelo, mi tía Magda. Según mi abuelita, Magda conoce más acerca de quién fue el papá de Donato y quizá quién fue el papá del papá de Donato. Esperaré el día de su visita para formularle mis preguntas.
Ya que el apellido Híjar no es común, hice una búsqueda en internet. Encontré que los Híjar provienen de cuna noble y real. Gracias a las herramientas de búsqueda de hoy pude llegar hasta un ancestro que vivió por los años 800.
El primer Híjar fue Pedro Fernández de Híjar (1245 – 1299) quien procreó a Pedro Fernández de Híjar “El Señalero” (1263 – 1322)
Lo que debo hallar es qué personajes se sucedieron entre Pedro Fernández de Híjar y Donato Híjar, qué vertiente de Híjar decidió abandonar Europa para afincarse en el Nuevo Continente. En Latino América, los Híjar son mayoría en México. De México llegaron al Perú. Un impulso genético me compele a averiguar cuándo lo hicieron y quiénes se arriesgaron a llegar a estos confines del mundo.
En internet averigüé que:
Pedro Fernández de Híjar fue hijo de Jaime I “El Conquistador” Rey de Aragón (Montpellier, 2 de Febrero de 1208 – Alcira, 27 de Marzo de 1276).
Jaime I “El Conquistador” Rey de Aragón fue hijo de Pedro II de Aragón “El Católico” (Huesca, Agosto de 1178 – Muret, 13 de Octubre 1213).
Pedro II de Aragón “El Católico” fue hijo de Alfonso II de Aragón “El Casto” (Huesca, Marzo de 1157 – Perpiñán, 25 de Abril de 1196).
Alfonso II de Aragón “El Casto” fue hijo de Ramón de Berenguer IV “El Santo” Príncipe de Aragón (Barcelona, 1113 – Borgo San Dalmazzo, 7 de Agosto de 1162).
Ramón de Berenguer IV “El Santo” Príncipe de Aragón fue hijo de Ramón Berenguer III “El Grande” (Rodez, Rouergue 1082 – Barcelona, 1131).
Ramón Berenguer III “El Grande” fue hijo de Ramón Berenguer II, alías Cabeza de Estopa en alusión a su espesa cabellera de color rubio pajizo (1053 – Montnegre, 1082).
Ramón Berenguer II fue hijo de Ramón Berenguer I “El Viejo” (1023 – 1076).
Ramón Berenguer I “El Viejo” fue hijo de Berenguer Ramón I Conde de Barcelona (1005 – 1035).
Berenguer Ramón I fue hijo de Ramón Borrell, Conde de Barcelona (972 – Barcelona, 1017).
Ramón Borrell fue hijo de Borrel II, Conde de Barcelona (927 – 992).
Borrel II fue hijo de Suñer I, Conde de Barcelona (870 – 950).
Suñer I fue hijo de Wilfredo “El Velloso” (¿? – 897).
Wilfredo fue hijo de Sunifredo I, Conde de Barcelona.
Y Sunifredo I fue hijo de Bellón, conde de Barcelona (¿? – 812)
Este último personaje, Bellón, además de ser conde de Barcelona, fue conde de Carcasona. Fue fundador del linaje de “los bellónidas”. Era un magnate de origen godo, de la región del Conflent. Se dice que Carlomagno lo habría designado conde de la región de Carcasona como parte de su política de confiar los nuevos condados fronterizos del sur de su Imperio a nobles godos locales.
Hace unos años visité la casa de un amigo de la universidad. Habíamos quedado en estudiar cierta materia. Al entrar a su casa, vi, colgando de una de las paredes de su sala, un escudo. Él me explicó que era el escudo de la familia. Su apellido no era común sino que provenía de Irlanda y, en ese lugar, sus ancestros habían poseído títulos nobiliarios.
Desde aquella vez deseé que mis ancestros hubiesen pertenecido a algún tipo de nobleza.
Con el hallazgo de mi prosapia hasta el magnate godo –y quizá “gordo”- Bellón, que conoció a Carlomagno, vi cristalizados mis prístinos sueños de poseer un escudo familiar.
Los Híjar tienen un escudo. Figura en el internet. Me gustaría, sin embargo, pagarle a alguien para que haga una réplica palpable y poder colgarla en la sala de mi casa.
Leeré sobre cada uno de los personajes de mi genealogía que tengo registrados y descubriré cuál de todos ellos fue un verdadero loco del carajo para escribir una historia sobre él. Debo encontrar el tiempo necesario solamente.
Pero todavía me falta documentación sobre los personajes que están comprendidos entre Donato Híjar y Pedro Fernández de Híjar “El Señalero”. Entre ellos se encuentra el verdadero loco del carajo que decidió dejar la comodidad europea para descubrir el incierto porvenir en Las Américas. Y de ese loco es sobre el que me encantaría escribir una historia llena de risa y epopeya. Ese loco me estimulará a realizar un trabajo de investigación muy superior al que he realizado para hacer mi tesis y muy superior a cualquier cosa que haya hecho en mi vida.
Por esta razón genealógica y –lo admito, muy superficial y vanidosa- es que le pedí al editor del libro que publicaré en junio que incluya mi apellido materno en la portada. No quiero ser simplemente Daniel Gutiérrez. Yo soy Daniel Gutiérrez Híjar y así tiene que quedar establecido en todo lo que publique –si es que llego a publicar- en el futuro.
Hasta pronto.
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domingo, 23 de mayo de 2010
Las horas extra
“Nadie puede ser obligado a trabajar horas extra”, dice la ministra del Trabajo y Promoción del Empleo, Manuela García.
Afirma también que “el trabajo en sobretiempo es voluntario”.
Hasta ahí, todo muy bien.
Sin embargo, añade después que se le puede obligar a una persona a trabajar horas extra en casos justificados en que la labor resulte indispensable por un hecho fortuito o de fuerza mayor que ponga en peligro al personal o los bienes del centro de trabajo.
Con esto último, lo que al principio era un dictamen perspicuo se presta a diversas interpretaciones que pueden hacer que el trabajador jamás perciba económicamente lo que le corresponde por trabajar de más.
Para la persona o empresa que contrata siempre va a haber casos fortuitos o casos de fuerza mayor. Siempre existirán casos de urgencia que necesitarán que el empleado trabaje por arriba del límite horario establecido con su empleador. Y el empleado jamás verá un centavo de su producción adicional.
Conozco algún caso de empresas en los que quedarse luego de que la hora de salida ha llegado es parte de la entrega personal con la compañía. Así, resulta meritoria y loable la actitud del empleado que se queda unos minutos más tarde de lo establecido. Pero ese mérito no se reflejará en monedas que puedan brindarles al trabajador y a su familia la satisfacción y bienestar que necesitan.
Mi queridísima amiga Claudia rara vez sale a la hora pactada en su contrato de la oficina en la que vive recluida seis días a la semana. Me cuenta que “lo normal” es que salga media hora o una hora después de las siete de la noche. Nunca ha recibido un pago adicional por el sobretiempo que realiza en la semana.
Cuando yo me desempeñaba como supervisor en un laboratorio, dejaba que los practicantes se retirasen a la hora que estipulaba nuestro régimen laboral. Algunas veces, por órdenes que venían desde arriba de la pirámide laboral, algunos compañeros tenían que hacer sobretiempo. A fin de mes se les depositaba el íntegro de su sueldo pero sin algún añadido.
A mí siempre me gustó hacer sobretiempo. Nunca me he quejado. Creo que aprendo un poco más quedándome un rato extra. Aprendo a ejecutar mis actividades dentro de los límites de tiempo establecidos. Siempre se aprende algo más cuando uno hace sobretiempo.
Nunca se me ha recompensado, en ninguno de los trabajos que he ejecutado, por haberme “comprometido” con la empresa. Sin embargo, seguiré poniéndome la camiseta del lugar para el que trabaje, aunque “mal paguen” o no paguen.
Pero, en esta columna, mi propósito es defender el derecho de los demás. Y la mayoría de trabajadores exige que se le reconozcan esas horas que pierden en desmedro de un buen descanso o de un buen momento familiar y a favor de la producción de sus empresas.
La ley debe ser clara y no un cobijo de equívocos. La ley debe ser así: “Nadie está obligado a trabajar horas extra, bajo ningún motivo”. Punto. “Si se trabaja en sobretiempo entonces se debe hacer efectivo el pago que la ley estipula”. Punto final.
Hasta pronto.
Afirma también que “el trabajo en sobretiempo es voluntario”.
Hasta ahí, todo muy bien.
Sin embargo, añade después que se le puede obligar a una persona a trabajar horas extra en casos justificados en que la labor resulte indispensable por un hecho fortuito o de fuerza mayor que ponga en peligro al personal o los bienes del centro de trabajo.
Con esto último, lo que al principio era un dictamen perspicuo se presta a diversas interpretaciones que pueden hacer que el trabajador jamás perciba económicamente lo que le corresponde por trabajar de más.
Para la persona o empresa que contrata siempre va a haber casos fortuitos o casos de fuerza mayor. Siempre existirán casos de urgencia que necesitarán que el empleado trabaje por arriba del límite horario establecido con su empleador. Y el empleado jamás verá un centavo de su producción adicional.
Conozco algún caso de empresas en los que quedarse luego de que la hora de salida ha llegado es parte de la entrega personal con la compañía. Así, resulta meritoria y loable la actitud del empleado que se queda unos minutos más tarde de lo establecido. Pero ese mérito no se reflejará en monedas que puedan brindarles al trabajador y a su familia la satisfacción y bienestar que necesitan.
Mi queridísima amiga Claudia rara vez sale a la hora pactada en su contrato de la oficina en la que vive recluida seis días a la semana. Me cuenta que “lo normal” es que salga media hora o una hora después de las siete de la noche. Nunca ha recibido un pago adicional por el sobretiempo que realiza en la semana.
Cuando yo me desempeñaba como supervisor en un laboratorio, dejaba que los practicantes se retirasen a la hora que estipulaba nuestro régimen laboral. Algunas veces, por órdenes que venían desde arriba de la pirámide laboral, algunos compañeros tenían que hacer sobretiempo. A fin de mes se les depositaba el íntegro de su sueldo pero sin algún añadido.
A mí siempre me gustó hacer sobretiempo. Nunca me he quejado. Creo que aprendo un poco más quedándome un rato extra. Aprendo a ejecutar mis actividades dentro de los límites de tiempo establecidos. Siempre se aprende algo más cuando uno hace sobretiempo.
Nunca se me ha recompensado, en ninguno de los trabajos que he ejecutado, por haberme “comprometido” con la empresa. Sin embargo, seguiré poniéndome la camiseta del lugar para el que trabaje, aunque “mal paguen” o no paguen.
Pero, en esta columna, mi propósito es defender el derecho de los demás. Y la mayoría de trabajadores exige que se le reconozcan esas horas que pierden en desmedro de un buen descanso o de un buen momento familiar y a favor de la producción de sus empresas.
La ley debe ser clara y no un cobijo de equívocos. La ley debe ser así: “Nadie está obligado a trabajar horas extra, bajo ningún motivo”. Punto. “Si se trabaja en sobretiempo entonces se debe hacer efectivo el pago que la ley estipula”. Punto final.
Hasta pronto.
sábado, 22 de mayo de 2010
En junio
En junio saldrá al mercado mi primer libro de relatos. No creo llegar a tener el éxito que coloque mi pequeño opúsculo en los semáforos de las principales avenidas. Muy poca gente me leerá. Es un libro de relatos que, si lo llegan a leer las personas que están más o menos retratadas en ella, me hará el blanco de muchos odios totalmente fundados y justificados.
En junio sustentaré la tan postergada tesis que ha venido abrumando mi mente en estos últimos dos años. Muy poca gente asistirá a la sala de grados de la Universidad. Espero sinceramente que no asista nadie. No diré gran novedad y seguramente nadie aprenderá nada de lo que diga.
En junio continuaré escribiendo en este blog porque, de no escribir, podría volverme loco. Más loco de lo que ya estoy.
En junio seguiré escribiendo, a pasos lentos y cuando mi escurridizo numen me ilumine, mi primera novela. Es una novela que, si llega a ver la luz de las librerías, me granjeará más de una acérrima enemistad. Es una novela en la que revelo muchos secretos que una persona cuerda no debería revelar. Es una novela en la que el alter ego de alguna gente queda mal, pero mi alter ego queda peor.
En junio, espero estar trabajando en una empresa minera. Espero ganar alguna experiencia y algo de dinero para aportar en la economía de mi hogar.
En junio puede ocurrir algunas de las cosas -o todas ellas- que he mencionado. Quizá, lo más seguro es que nada de eso ocurra porque me conozco lo suficiente como para saberme vago, flojo y muy iluso. Si me pagaran por soñar, ya sería millonario.
Hasta pronto.
En junio sustentaré la tan postergada tesis que ha venido abrumando mi mente en estos últimos dos años. Muy poca gente asistirá a la sala de grados de la Universidad. Espero sinceramente que no asista nadie. No diré gran novedad y seguramente nadie aprenderá nada de lo que diga.
En junio continuaré escribiendo en este blog porque, de no escribir, podría volverme loco. Más loco de lo que ya estoy.
En junio seguiré escribiendo, a pasos lentos y cuando mi escurridizo numen me ilumine, mi primera novela. Es una novela que, si llega a ver la luz de las librerías, me granjeará más de una acérrima enemistad. Es una novela en la que revelo muchos secretos que una persona cuerda no debería revelar. Es una novela en la que el alter ego de alguna gente queda mal, pero mi alter ego queda peor.
En junio, espero estar trabajando en una empresa minera. Espero ganar alguna experiencia y algo de dinero para aportar en la economía de mi hogar.
En junio puede ocurrir algunas de las cosas -o todas ellas- que he mencionado. Quizá, lo más seguro es que nada de eso ocurra porque me conozco lo suficiente como para saberme vago, flojo y muy iluso. Si me pagaran por soñar, ya sería millonario.
Hasta pronto.
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Confrontador,
Daniel Gutiérrez Híjar
Mi chica ideal
Mi chica ideal debe tener tetas grandes; no importa sin están duras o fláccidas.
Mi chica ideal debe tener unos pies pequeños, bonitos y de uñas perfectamente cuidadas y decoradas.
Mi chica ideal debe poseer un rostro más o menos armonioso. No soy muy exigente en ese aspecto porque no tengo la autoridad física para serlo. Basta ver la foto que desdora mi perfil.
Mi chica ideal debe tener un cuerpo que me pueda proveer un calorcito bienhechor al momento de la intimidad. No exijo cinturas de avispa o culo de vedette.
Mi chica ideal debe aceptar que sólo podríamos vernos los días sábados o domingos. Una vez a la semana. El encuentro sería para conversar primero, y hacer el amor, después.
Mi chica ideal debe enviarme mensajes de textos cariñosos y empalagosos para medrar mi excesivo ego. Ella no debe esperar que yo la llame o que le responda los mensajes. Ella debe comprender que, a mi edad, ya no tengo cabeza para andar esparciendo mimos verbales a discreción.
Mi chica ideal no debe esperar que le compre cosas por su cumpleaños, San Valentín, Navidad o por cualquier otro estúpido motivo. Si ella lo desea, puede regalarme cosas en mi cumpleaños, San Valentín, Navidad o en cualquier otro estúpido motivo.
Mi chica ideal debe saber que conmigo jamás se casará o tendrá hijos. Ella no debe ver en mí a un novio, a un esposo o a un futuro padre de sus críos.
Mi chica ideal debe comprender que yo no quiero vivir mucho y que, por lo tanto, mi estancia en estos “senderos del Señor” será breve.
Mi chica ideal debe comprender que soy un tipo muy egocéntrico y voluble. Si un día despierto con excesivos deseos de follar, ella debe estar dispuesta, disponible y lúbrica para saciar a mis libidinosos demonios.
Mi chica ideal no debe esperar que mis padres la lleguen a conocer. Yo no esperaré que ella me haga parte del tonto ritual en el que seré presentado a sus progenitores.
Mi chica ideal debe estar lista para responder a mis excéntricas preguntas, verbigracia, ¿cuál de todos sus ex enamorados la hizo más feliz en la cama? ¿En qué posición me colocaría a mí en ese ranking sexual? ¿Es mi pene más grande o más chico que el de sus ex?
Mi chica ideal no debe esperar nada de mí; sólo sexo mediocre y una conversación graciosa y entretenida.
Mi chica ideal debe llevarse bien con sus ex enamorados –en caso de que los haya tenido- y salir a menudo con ellos. Puede, si ella lo desea, tener intimidad con ellos. No soy celoso. Eso sí, debe protegerse al momento de que sus ex la vuelvan a poseer. Quiero morir joven pero no de alguna penosa enfermedad venérea.
Mi chica ideal debe aceptar que a mí me gusta eyacular dentro de ella y, por tanto, debe cuidarse usando el método anticonceptivo de su preferencia. El condón me pesa mucho y siempre arruina lo que pudo haber sido mi única erección de la sesión amatoria.
Mi chica ideal debe aceptar que algún fin de semana yo no tenga muchas ganas de verla y, a cambio, decida irme a una discoteca para conocer a una fulana que –si no me pepea, porque en estos tiempos las chicas te duermen y te desvalijan- me provea un buen momento de solaz.
Mi chica ideal no debe pedirme explicaciones de ningún tipo. Yo siempre lo contaré todo.
Mi chica ideal, de preferencia, debe ser pintora, escritora, o loca. Da igual. Debe tener ideas originales y enseñarme a ser un poco más loco de lo que soy.
Mi chica ideal debe saber que nunca la amaré. Pero debe tener por seguro que siempre la querré eternamente y que le guardaré una estima incalculable por el hecho de haber malgastado algún tiempo de su vida conmigo.
Hasta pronto.
Mi chica ideal debe tener unos pies pequeños, bonitos y de uñas perfectamente cuidadas y decoradas.
Mi chica ideal debe poseer un rostro más o menos armonioso. No soy muy exigente en ese aspecto porque no tengo la autoridad física para serlo. Basta ver la foto que desdora mi perfil.
Mi chica ideal debe tener un cuerpo que me pueda proveer un calorcito bienhechor al momento de la intimidad. No exijo cinturas de avispa o culo de vedette.
Mi chica ideal debe aceptar que sólo podríamos vernos los días sábados o domingos. Una vez a la semana. El encuentro sería para conversar primero, y hacer el amor, después.
Mi chica ideal debe enviarme mensajes de textos cariñosos y empalagosos para medrar mi excesivo ego. Ella no debe esperar que yo la llame o que le responda los mensajes. Ella debe comprender que, a mi edad, ya no tengo cabeza para andar esparciendo mimos verbales a discreción.
Mi chica ideal no debe esperar que le compre cosas por su cumpleaños, San Valentín, Navidad o por cualquier otro estúpido motivo. Si ella lo desea, puede regalarme cosas en mi cumpleaños, San Valentín, Navidad o en cualquier otro estúpido motivo.
Mi chica ideal debe saber que conmigo jamás se casará o tendrá hijos. Ella no debe ver en mí a un novio, a un esposo o a un futuro padre de sus críos.
Mi chica ideal debe comprender que yo no quiero vivir mucho y que, por lo tanto, mi estancia en estos “senderos del Señor” será breve.
Mi chica ideal debe comprender que soy un tipo muy egocéntrico y voluble. Si un día despierto con excesivos deseos de follar, ella debe estar dispuesta, disponible y lúbrica para saciar a mis libidinosos demonios.
Mi chica ideal no debe esperar que mis padres la lleguen a conocer. Yo no esperaré que ella me haga parte del tonto ritual en el que seré presentado a sus progenitores.
Mi chica ideal debe estar lista para responder a mis excéntricas preguntas, verbigracia, ¿cuál de todos sus ex enamorados la hizo más feliz en la cama? ¿En qué posición me colocaría a mí en ese ranking sexual? ¿Es mi pene más grande o más chico que el de sus ex?
Mi chica ideal no debe esperar nada de mí; sólo sexo mediocre y una conversación graciosa y entretenida.
Mi chica ideal debe llevarse bien con sus ex enamorados –en caso de que los haya tenido- y salir a menudo con ellos. Puede, si ella lo desea, tener intimidad con ellos. No soy celoso. Eso sí, debe protegerse al momento de que sus ex la vuelvan a poseer. Quiero morir joven pero no de alguna penosa enfermedad venérea.
Mi chica ideal debe aceptar que a mí me gusta eyacular dentro de ella y, por tanto, debe cuidarse usando el método anticonceptivo de su preferencia. El condón me pesa mucho y siempre arruina lo que pudo haber sido mi única erección de la sesión amatoria.
Mi chica ideal debe aceptar que algún fin de semana yo no tenga muchas ganas de verla y, a cambio, decida irme a una discoteca para conocer a una fulana que –si no me pepea, porque en estos tiempos las chicas te duermen y te desvalijan- me provea un buen momento de solaz.
Mi chica ideal no debe pedirme explicaciones de ningún tipo. Yo siempre lo contaré todo.
Mi chica ideal, de preferencia, debe ser pintora, escritora, o loca. Da igual. Debe tener ideas originales y enseñarme a ser un poco más loco de lo que soy.
Mi chica ideal debe saber que nunca la amaré. Pero debe tener por seguro que siempre la querré eternamente y que le guardaré una estima incalculable por el hecho de haber malgastado algún tiempo de su vida conmigo.
Hasta pronto.
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Daniel Gutiérrez Híjar
El elecTARADO peruano
Ayer, al promediar las once de la noche, estaba bañado y talqueado sobre mi cama, cubierto por una gruesa frazada y disfrutando de un bistec –cortado en trocitos por mi madre y a pedido mío- mientras veía el introito de Prensa Libre.
Para empezar, la conductora de dicho programa presentó un reportaje sobre la candidatura de Humberto Lay al sillón de Nicolás de Ribera.
Mi abuelita me alcanzó un vaso de jugo de maracuyá súper concentrado y frío. Me gusta tomar cualquier clase de bebida en estado gélido pues así la disfruto mejor. Mi abuelita se oponía a este gusto.
-Te va a dar una pulmonía-me decía-. ¿Cómo puedes tomar algo helado en pleno frío?
-No importa, abuelita. A mí me gusta el frío-le decía-. Además, no quiero vivir mucho.
Mi tozudez la convenció de que jamás iba a cambiar esa preferencia. Detesto las bebidas calientes. Ahora, mi abuelita Bertha, resignada, pero feliz, me entrega mi jugo de maracuyá hiper gélido.
-Gracias mami. Gracias abue- les digo, por engreírme así. Tienen un hijo y un nieto vago y sin embargo me siguen queriendo y mimando como si fuese un recién nacido a quien le aguarda un futuro de relumbrón.
¡Que Dios –si existe- las bendiga y las preserve en su seno celestial!
A las 11 y 13, al llevar mis ojos a la pantalla del televisor, al pie de mi cama, me topo con la cara del señor Lay que decía que “el electorado de hoy no es el mismo al de hace algún tiempo. El electorado de hoy es mucho más inteligente y pensante”.
Craso error, señor Lay.
Si el electorado de hoy fuese tan inteligente y pensante como usted preconiza entonces Alex Kouri no contaría con el 28% de las preferencias electorales, según las últimas encuestas, para alcanzar el municipio limeño.
Si el electorado fuese realmente inteligente e informado Alex Kouri tendría 2 o 3 por ciento de las preferencias, Lourdes apenas un 5% y, las pocas personas decentes que rellenan las últimas casillas en las encuestas obtendrían las posiciones superiores de la tabla.
El electorado peruano será siempre, como lo motejó algún periodista cuyo nombre no recuerdo –aunque creo que fue Aldo Mariátegui- un anquilosado y percebe elecTARADO.
Hasta pronto
Para empezar, la conductora de dicho programa presentó un reportaje sobre la candidatura de Humberto Lay al sillón de Nicolás de Ribera.
Mi abuelita me alcanzó un vaso de jugo de maracuyá súper concentrado y frío. Me gusta tomar cualquier clase de bebida en estado gélido pues así la disfruto mejor. Mi abuelita se oponía a este gusto.
-Te va a dar una pulmonía-me decía-. ¿Cómo puedes tomar algo helado en pleno frío?
-No importa, abuelita. A mí me gusta el frío-le decía-. Además, no quiero vivir mucho.
Mi tozudez la convenció de que jamás iba a cambiar esa preferencia. Detesto las bebidas calientes. Ahora, mi abuelita Bertha, resignada, pero feliz, me entrega mi jugo de maracuyá hiper gélido.
-Gracias mami. Gracias abue- les digo, por engreírme así. Tienen un hijo y un nieto vago y sin embargo me siguen queriendo y mimando como si fuese un recién nacido a quien le aguarda un futuro de relumbrón.
¡Que Dios –si existe- las bendiga y las preserve en su seno celestial!
A las 11 y 13, al llevar mis ojos a la pantalla del televisor, al pie de mi cama, me topo con la cara del señor Lay que decía que “el electorado de hoy no es el mismo al de hace algún tiempo. El electorado de hoy es mucho más inteligente y pensante”.
Craso error, señor Lay.
Si el electorado de hoy fuese tan inteligente y pensante como usted preconiza entonces Alex Kouri no contaría con el 28% de las preferencias electorales, según las últimas encuestas, para alcanzar el municipio limeño.
Si el electorado fuese realmente inteligente e informado Alex Kouri tendría 2 o 3 por ciento de las preferencias, Lourdes apenas un 5% y, las pocas personas decentes que rellenan las últimas casillas en las encuestas obtendrían las posiciones superiores de la tabla.
El electorado peruano será siempre, como lo motejó algún periodista cuyo nombre no recuerdo –aunque creo que fue Aldo Mariátegui- un anquilosado y percebe elecTARADO.
Hasta pronto
viernes, 21 de mayo de 2010
Empresario de Gamarra salta de la combi de Cambio Radical
Diógenes Alva es relativamente conocido en el medio local por ser un exitoso comerciante y empresario del llamado y conocidísimo Emporio Comercial de Gamarra.
Se conocía –y lo he podido comprobar al ver algunos afiches mientras recorría ciertas calles victorianas- que se estaba postulando a la Alcaldía de La Victoria. Lo que yo no sabía era que el señor Alva lo hacía a través del camaleónico partido del también camaleónico Barba Caballero, Cambio Radical.
A través de un comunicado, el señor Diógenes retiró su postulación y se “bajó de la furcia combi” de Cambio Radical. Alva manifestó que en el partido de Kouri “se estaría imponiendo a personas que no son idóneas para las regidurías”.
Además, agregó: “No quiero formar parte de un equipo corrupto y desleal” porque “el entorno más cercano de Kouri” negocia las candidaturas bajo la mesa. Así lo informó Perú 21 en su edición de hoy.
En el documento, en el que dejaba sentada su renuncia al partido de Barba y Kouri, expresó: “Un empresario honesto como yo no puede tolerar que, empezando la campaña, el señor Kouri no sea transparente. Si así comienza, qué hará después de ganar las elecciones”.
Yo no sé si el señor Diógenes Alva es honesto o corrupto. Sólo sé, por medio de algunas noticias sueltas, que tal señor es un empresario de éxito. Sólo sé que Diógenes ha hecho muy bien en apearse de aquella combi enviciada y enrarecida debido a las flatulencias del dueño de ella (Barba), del cobrador (Kouri) y de los veleidosos pasajeros.
Lo que sí sé es que el entorno de Kouri es un medio podrido y corrupto. El propio Kouri es un tipo de poco fiar. Conozco, algo de cerca, a un fámulo de las filas de Kouri y ello me da derecho a preconizar lo que escribo. Ya me ocupé de ese personaje en una columna anterior titulada “El asesor de prensa de Kouri celoso, tozudo y autoritario”.
Sin embargo, todavía le tengo reservadas a ese señor algunas palabritas más que ya plasmaré en una futura entrega.
Hasta pronto.
Se conocía –y lo he podido comprobar al ver algunos afiches mientras recorría ciertas calles victorianas- que se estaba postulando a la Alcaldía de La Victoria. Lo que yo no sabía era que el señor Alva lo hacía a través del camaleónico partido del también camaleónico Barba Caballero, Cambio Radical.
A través de un comunicado, el señor Diógenes retiró su postulación y se “bajó de la furcia combi” de Cambio Radical. Alva manifestó que en el partido de Kouri “se estaría imponiendo a personas que no son idóneas para las regidurías”.
Además, agregó: “No quiero formar parte de un equipo corrupto y desleal” porque “el entorno más cercano de Kouri” negocia las candidaturas bajo la mesa. Así lo informó Perú 21 en su edición de hoy.
En el documento, en el que dejaba sentada su renuncia al partido de Barba y Kouri, expresó: “Un empresario honesto como yo no puede tolerar que, empezando la campaña, el señor Kouri no sea transparente. Si así comienza, qué hará después de ganar las elecciones”.
Yo no sé si el señor Diógenes Alva es honesto o corrupto. Sólo sé, por medio de algunas noticias sueltas, que tal señor es un empresario de éxito. Sólo sé que Diógenes ha hecho muy bien en apearse de aquella combi enviciada y enrarecida debido a las flatulencias del dueño de ella (Barba), del cobrador (Kouri) y de los veleidosos pasajeros.
Lo que sí sé es que el entorno de Kouri es un medio podrido y corrupto. El propio Kouri es un tipo de poco fiar. Conozco, algo de cerca, a un fámulo de las filas de Kouri y ello me da derecho a preconizar lo que escribo. Ya me ocupé de ese personaje en una columna anterior titulada “El asesor de prensa de Kouri celoso, tozudo y autoritario”.
Sin embargo, todavía le tengo reservadas a ese señor algunas palabritas más que ya plasmaré en una futura entrega.
Hasta pronto.
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Perú 21
jueves, 20 de mayo de 2010
La niña confrontadora
Una pequeña, de padres peruanos, le dijo a Michelle Obama, quien se encontraba sentada ante un círculo de infantes durante una visita que realizó a una escuela primaria en Washington, lo siguiente: “Mi mamá (...) dice que Barack Obama se está llevando a todos los que no tienen papeles”.
Michelle Obama, muy serenamente respondió: “Sí, bueno, eso es algo sobre lo que tenemos que trabajar, para asegurarnos de que las personas puedan estar aquí con el tipo correcto de papeles”.
La niña, replicó: “Pero mi mamá no tiene papeles”,
La esposa de Barack Obama, sin inmutarse o sobresaltarse, le dijo: “Sí, tendremos que trabajar en eso, tenemos que corregir eso y que todos van a trabajar en el Congreso para asegurar que esa corrección tenga lugar.
Muy bueno y admirable lo que hizo aquella niña: Hablarle con la mayor naturalidad a una autoridad tan importante como Michelle Obama sobre un tema actual álgido y preocupante. ¿Quién no ha tenido un familiar que ingresó a los Estados Unidos de manera ilegal? Espero que no deporten a la niñita y a su mamá luego de que se supiera que no tienen papeles. Espero que a esa niñita y a su madre les den la nacionalidad americana para toda la vida por ese gesto de confrontación democrático que la niña ha demostrado.
Muy bien por Michelle Obama quien no esquivó aquel pedregoso tema y, más bien, lo enfrentó con la mesura y calma característica de un buen estadista. Cualquier político de este país peruano hubiera mandado callar a la niña y hubiera toreado el tema con un desparpajo flagrante.
Ojalá existiesen periodistas con los “cojones” y agallas de aquella niña. Ojalá existiesen personas como esa valiente niña que salió en defensa de los intereses de su abnegada madre.
Hasta pronto.
Michelle Obama, muy serenamente respondió: “Sí, bueno, eso es algo sobre lo que tenemos que trabajar, para asegurarnos de que las personas puedan estar aquí con el tipo correcto de papeles”.
La niña, replicó: “Pero mi mamá no tiene papeles”,
La esposa de Barack Obama, sin inmutarse o sobresaltarse, le dijo: “Sí, tendremos que trabajar en eso, tenemos que corregir eso y que todos van a trabajar en el Congreso para asegurar que esa corrección tenga lugar.
Muy bueno y admirable lo que hizo aquella niña: Hablarle con la mayor naturalidad a una autoridad tan importante como Michelle Obama sobre un tema actual álgido y preocupante. ¿Quién no ha tenido un familiar que ingresó a los Estados Unidos de manera ilegal? Espero que no deporten a la niñita y a su mamá luego de que se supiera que no tienen papeles. Espero que a esa niñita y a su madre les den la nacionalidad americana para toda la vida por ese gesto de confrontación democrático que la niña ha demostrado.
Muy bien por Michelle Obama quien no esquivó aquel pedregoso tema y, más bien, lo enfrentó con la mesura y calma característica de un buen estadista. Cualquier político de este país peruano hubiera mandado callar a la niña y hubiera toreado el tema con un desparpajo flagrante.
Ojalá existiesen periodistas con los “cojones” y agallas de aquella niña. Ojalá existiesen personas como esa valiente niña que salió en defensa de los intereses de su abnegada madre.
Hasta pronto.
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Perú 21
¿Por qué escribo?
Últimamente, algunas personas me han formulado las siguientes preguntas cuando se han enterado que voy a publicar mi primer libro de relatos: ¿Por qué escribes? ¿No se supone que eres un ingeniero? ¿No crees que te hayas equivocado de carrera?
Empezaré diciendo que la Ingeniería de Minas es una profesión que me atrae mucho. Es cierto que no fue, para utilizar la trillada frase que el común de la gente usa, “un amor a primera vista” sino que más bien nos hallamos por casualidad.
Yo había ingresado a la Universidad Católica a estudiar Ingeniería Electrónica por el estúpido hecho de que, cierto día en el colegio, en quinto de secundaria, encontré muy interesante una clase de Física sobre circuitos eléctricos. Ese día, mientras regresaba a casa, me decía que me dedicaría a la Ingeniería Electrónica. Unos años después, me arrepentiría de haber optado por esa carrera que no me provocaba el menor interés. Desorientado, sin saber qué hacer con todos los años que ya había perdido, pasé por esos momentos en que uno duda sobre si debe continuar viviendo, sobre si había valido la pena que tus padres te costeasen una universidad cara.
Meses atrás, gracias a que Claudia estaba muy interesada en cambiarse de carrera, la había acompañado a unas charlas de orientación vocacional que la entonces Oficina de Orientación y Apoyo al Estudiante de la Católica había organizado. Claudia estudiaba Ingeniería Informática. Quería hacer su traspaso a Ingeniería Industrial. Pero quería convencerse de que realmente la Ingeniería Industrial era lo suyo. Ese día en la charla, disertaron tres profesionales en representación de Ingeniería Mecánica, de Minas e Industrial; en ese orden. Tuvimos que oír las exposiciones de los representantes de Mecánica y Minas. Debo decir que quedé fascinado y engatusado con lo que el expositor minero habló sobre la minería. Durante esa charla, mi elección de haber elegido Ingeniería Electrónica dio su primer tropiezo.
Meses después, recordando esa charla y recibiendo los consejos y el apoyo de Claudia, reordené mis ideas e hice mi traspaso a Ingeniería de Minas. Desde que conocí esa carrera y desde que realicé mis dos prácticas pre profesionales, quedé muy satisfecho con aquella ulterior elección.
Por otro lado, el vicio de escribir siempre vivió conmigo. Descubrí, primero, el vicio de la lectura, cuando mi madre me llevó, allá por los años 90, al entonces prestigioso Centro Comercial de Fiori en Los Olivos. Allí, ella me compró Las Fábulas de Esopo. A partir de ese libro, mantuve una relación idílica con los textos literarios.
A los nueve o diez años, esta vez en Metro, mi madre me compró libros de Agatha Christie. Quedé prendado de la habilidad de esa mujer para sumergir al lector a un suspenso trepidante en donde siempre el asesino o criminal resultaba ser quien menos te esperabas que fuera.
Entusiasmado por esas historias, a los diez años, escribí mi primer relato. Era un relato, inconcluso, de dos páginas, escritas con un lápiz Mongol 2B, en el que un par de asaltantes huían de la persecución de un par de policías.
Para cuando tenía diecinueve años, el vicio por la lectura y la escritura habían desaparecido. Aunque yo prefiero pensar que estaban dormidos. A los diecinueve años, cursando todavía los estudios generales, llevé un electivo que obligaba el plan de estudios. Opté por Literatura Peruana. Fue en esa clase en que conocí a Claudia. Claudia y esa clase reactivaron mi pasión por escribir y leer. Hice mi re ingreso al apasionante mundo de las novelas ni más ni menos que con la monumental obra de Vargas Llosa: Conversación en La Catedral. Desde ese momento no he parado de leer y escribir.
Los cuentos, que saldrán publicados antes de mediados de este año, son una compilación de algunas de las afiebradas historias que escribí desde que tuve veinte años.
¿Por qué no estudié Literatura, entonces? Porque, particularmente, creo que el escribir es un don al igual que el saber cantar. Puedes perfeccionar tus técnicas de narración, claro, para eso hay talleres; pero si no posees el germen o el impulso de escribir simplemente no lo disfrutarás y, por ende, tus lectores te encontrarán falso e impostado.
No estudié Literatura porque hubiera sido muy infeliz. Me hubieran hecho leer cosas que no encontraría interesantes. A mí me gusta cierto tipo de novelas e historias. No me gusta la poesía, por ejemplo. Tuve una enamorada, quien vivía enamorada de la poesía. Yo traté de que me gustase la lírica para complacerla, sin embargo, mis intentos no fueron fructuosos. Me acepté como el ser prosaico que soy.
Hoy leí la columna de Alonso Alegría en Perú 21. Alonso Alegría es hijo del gran escritor Ciro Alegría. Alonso dice en su columna de hoy: “Dedicarse al teatro –a cualquier arte, en realidad- es un triunfo del corazón sobre el cerebro, y se da cuando las ganas de hacer lo que a uno lo inspira se imponen sobre el natural deseo de lograr una situación cómoda en algo más o menos interesante”.
Luego continúa: “Los mejores contadores –y los mejores ingenieros, analistas de sistemas, abogados-, a la larga o a la corta, buscan en la práctica del arte un alimento espiritual, algo que renueve y enriquezca sus vidas. Por ello asisten a talleres artísticos o hacen arte como aficionados… ¿Cuántos artistas, pregunto yo, buscan la renovación espiritual de sus vidas en talleres de contaduría?”
No podría estar más de acuerdo con Alonso.
Continuaré escribiendo hasta que deje de existir a los cuarenta o cincuenta años. No existe ningún tipo de incompatibilidad entre ser un ingeniero y ser un escritor. Creo que ambos bandos se complementan: la Ingeniería y los trabajos que realizaré como ingeniero alimentarán mi imaginación y mi caudal de historias; y la Literatura, me hará ser más sensible ante la naturaleza humana que encuentre en mi devenir como profesional y persona.
Para terminar, Jamiroquai no lo hubiera podido decir mejor: I’ve got my soul education / You know it’s stitched to the clothes that I wear.
La Literatura es eso para mí: mi educación del alma. Está cocida a la ropa que visto.
Hasta pronto.
Empezaré diciendo que la Ingeniería de Minas es una profesión que me atrae mucho. Es cierto que no fue, para utilizar la trillada frase que el común de la gente usa, “un amor a primera vista” sino que más bien nos hallamos por casualidad.
Yo había ingresado a la Universidad Católica a estudiar Ingeniería Electrónica por el estúpido hecho de que, cierto día en el colegio, en quinto de secundaria, encontré muy interesante una clase de Física sobre circuitos eléctricos. Ese día, mientras regresaba a casa, me decía que me dedicaría a la Ingeniería Electrónica. Unos años después, me arrepentiría de haber optado por esa carrera que no me provocaba el menor interés. Desorientado, sin saber qué hacer con todos los años que ya había perdido, pasé por esos momentos en que uno duda sobre si debe continuar viviendo, sobre si había valido la pena que tus padres te costeasen una universidad cara.
Meses atrás, gracias a que Claudia estaba muy interesada en cambiarse de carrera, la había acompañado a unas charlas de orientación vocacional que la entonces Oficina de Orientación y Apoyo al Estudiante de la Católica había organizado. Claudia estudiaba Ingeniería Informática. Quería hacer su traspaso a Ingeniería Industrial. Pero quería convencerse de que realmente la Ingeniería Industrial era lo suyo. Ese día en la charla, disertaron tres profesionales en representación de Ingeniería Mecánica, de Minas e Industrial; en ese orden. Tuvimos que oír las exposiciones de los representantes de Mecánica y Minas. Debo decir que quedé fascinado y engatusado con lo que el expositor minero habló sobre la minería. Durante esa charla, mi elección de haber elegido Ingeniería Electrónica dio su primer tropiezo.
Meses después, recordando esa charla y recibiendo los consejos y el apoyo de Claudia, reordené mis ideas e hice mi traspaso a Ingeniería de Minas. Desde que conocí esa carrera y desde que realicé mis dos prácticas pre profesionales, quedé muy satisfecho con aquella ulterior elección.
Por otro lado, el vicio de escribir siempre vivió conmigo. Descubrí, primero, el vicio de la lectura, cuando mi madre me llevó, allá por los años 90, al entonces prestigioso Centro Comercial de Fiori en Los Olivos. Allí, ella me compró Las Fábulas de Esopo. A partir de ese libro, mantuve una relación idílica con los textos literarios.
A los nueve o diez años, esta vez en Metro, mi madre me compró libros de Agatha Christie. Quedé prendado de la habilidad de esa mujer para sumergir al lector a un suspenso trepidante en donde siempre el asesino o criminal resultaba ser quien menos te esperabas que fuera.
Entusiasmado por esas historias, a los diez años, escribí mi primer relato. Era un relato, inconcluso, de dos páginas, escritas con un lápiz Mongol 2B, en el que un par de asaltantes huían de la persecución de un par de policías.
Para cuando tenía diecinueve años, el vicio por la lectura y la escritura habían desaparecido. Aunque yo prefiero pensar que estaban dormidos. A los diecinueve años, cursando todavía los estudios generales, llevé un electivo que obligaba el plan de estudios. Opté por Literatura Peruana. Fue en esa clase en que conocí a Claudia. Claudia y esa clase reactivaron mi pasión por escribir y leer. Hice mi re ingreso al apasionante mundo de las novelas ni más ni menos que con la monumental obra de Vargas Llosa: Conversación en La Catedral. Desde ese momento no he parado de leer y escribir.
Los cuentos, que saldrán publicados antes de mediados de este año, son una compilación de algunas de las afiebradas historias que escribí desde que tuve veinte años.
¿Por qué no estudié Literatura, entonces? Porque, particularmente, creo que el escribir es un don al igual que el saber cantar. Puedes perfeccionar tus técnicas de narración, claro, para eso hay talleres; pero si no posees el germen o el impulso de escribir simplemente no lo disfrutarás y, por ende, tus lectores te encontrarán falso e impostado.
No estudié Literatura porque hubiera sido muy infeliz. Me hubieran hecho leer cosas que no encontraría interesantes. A mí me gusta cierto tipo de novelas e historias. No me gusta la poesía, por ejemplo. Tuve una enamorada, quien vivía enamorada de la poesía. Yo traté de que me gustase la lírica para complacerla, sin embargo, mis intentos no fueron fructuosos. Me acepté como el ser prosaico que soy.
Hoy leí la columna de Alonso Alegría en Perú 21. Alonso Alegría es hijo del gran escritor Ciro Alegría. Alonso dice en su columna de hoy: “Dedicarse al teatro –a cualquier arte, en realidad- es un triunfo del corazón sobre el cerebro, y se da cuando las ganas de hacer lo que a uno lo inspira se imponen sobre el natural deseo de lograr una situación cómoda en algo más o menos interesante”.
Luego continúa: “Los mejores contadores –y los mejores ingenieros, analistas de sistemas, abogados-, a la larga o a la corta, buscan en la práctica del arte un alimento espiritual, algo que renueve y enriquezca sus vidas. Por ello asisten a talleres artísticos o hacen arte como aficionados… ¿Cuántos artistas, pregunto yo, buscan la renovación espiritual de sus vidas en talleres de contaduría?”
No podría estar más de acuerdo con Alonso.
Continuaré escribiendo hasta que deje de existir a los cuarenta o cincuenta años. No existe ningún tipo de incompatibilidad entre ser un ingeniero y ser un escritor. Creo que ambos bandos se complementan: la Ingeniería y los trabajos que realizaré como ingeniero alimentarán mi imaginación y mi caudal de historias; y la Literatura, me hará ser más sensible ante la naturaleza humana que encuentre en mi devenir como profesional y persona.
Para terminar, Jamiroquai no lo hubiera podido decir mejor: I’ve got my soul education / You know it’s stitched to the clothes that I wear.
La Literatura es eso para mí: mi educación del alma. Está cocida a la ropa que visto.
Hasta pronto.
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Daniel Gutiérrez Híjar,
Perú 21
miércoles, 19 de mayo de 2010
Nunca seré tan culto como mi papá
En la mañana de hoy estuve construyendo, de a pocos, sin mucho entusiasmo, con la desidia o flojera que me caracteriza, las diapositivas que utilizaré en el día, cada vez más cercano e inminente, de la sustentación de mi tesis.
Mi abuelita descansaba en la cama de mi hermano Miguel, recuperándose de la reciente operación a la que fue sometida el día de ayer. Mi pequeño hermano Carlos estaba en el colegio. Mi mamá Carmen se alistaba para ir al mercado.
Yo tenía en mente mi encuentro con Karina. Le había prometido ir a su trabajo en La Victoria para conversar de algunas cosas de minúscula importancia. Le dije que estaría allí a las dos en punto.
Creaba las diapositivas que utilizaré el día en que exponga las bases de mi tesis escuchando música en Youtube. Mantenía el volumen casi al mínimo para no perturbar el sueño y reposo de mi abuelita. Me resultaba impactante verla postrada en la cama, ella que es una mujer que, a pesar de sus setenta y tantos años, siempre se ha caracterizado por su diligencia y laboriosidad.
A las diez y media, mi madre me anunció que se iba al mercado y que regresaba en veinte minutos como mucho. Le dije que por favor se apresurara porque pensaba salir. Yo no quería dejar a mi abuelita sola en la casa en esas condiciones, o sea, con sus fuerzas disminuidas. Un terremoto podía ocurrir y luego quién se ocupaba de ponerla a buen recaudo.
Mi mamá me aseguró que no tardaría más de veinte minutos. Pero para mi madre la puntualidad es un concepto que le resulta extranjero. Así que calculé que quizá podía tardar media hora.
El reloj de la computadora marcó las once. Era momento de partir. Yo detesto llegar tarde a cualquier tipo de cita. Mi mamá no regresaba del mercado. Le dije a mi abuelita si me permitía salir. Ella me dijo: -Anda nomás, hijito. Ya tu mamá va a venir, No te preocupes que voy a estar bien.
A mi abuelita le dije que iba a hacer unas “gestiones” en la universidad que tenían que ver con mi tesis. De saber que iba a verme con una chica, quizá no hubiese sido tan comprensiva con mi permiso de salida.
En una de las esquinas de la avenida Pacífico, compré un ejemplar de Perú 21. Lo leería en el bus camino a La Victoria y al regresar a casa, escribiría sobre alguna noticia que me haya impactado. Para cuando llegué al lugar acordado, ya había leído todo ese diario. Ninguna noticia me había sobrecogido. Quizá una, pero con poca fuerza.
Esperé a que Karina terminase de trabajar. Me dijo que la esperase en un restaurante muy cerca de allí. Fui al lugar y esperé sentado a una de las mesas. Mientras la esperaba, recibí la llamada de mi papá. Me preguntó sobre el estado de salud de mi abuelita. Le respondí que venía recuperándose bien, que estaba reposando en la casa.
-¿Y dónde estás, viejoste?-me preguntó. Él tiene esa manía de llamarme “viejoste” porque, entre mi hermano Miguel y yo, yo soy el de mayor edad. Es ese tipo de apodos que padres e hijos establecen entre ellos-. Estoy en Plaza San Miguel-se me ocurrió decirle, con una naturalidad para la mentira que me asombró y que pensé no poseía-. Estoy comprando un talco para pies.
-¿No estás con tu chica Pamela, Sandra, Claudia? ¿Cómo se llama la chica con la que sales?-me dijo Raymundo (así se llama mi padre).
-No, papá. Cómo crees-le contesté.
Le mentí a mi papá para que no pensase que su hijo era un desalmado que abandonaba a su abuelita con el único y torvo fin de ver a una chica con la que llevaba una relación poco convencional.
La conversación con Karina estuvo muy divertida y entretenida. La acompañé hasta su casa en Los Olivos, mi ex barrio. Estuvimos conversando un poco más en la puerta de su casa. Le porfié, no con mucho ahínco, para que me hiciese pasar a su habitación para tomar una siesta reparadora.
-En serio, Karina. Hoy no quiero tener ningún tipo de actividad sexual. Solamente quiero echarme a tu lado y sentir tu calorcito. Ese seco de pollo que comí en el restaurante me ha dejado con unas ganas de dormir bárbaras.
Karina me dijo que eso no iba ser posible porque su papá estaba alerta y podía darse cuenta de mi penetración en su casa y, por qué no, de mi penetración en su hija.
Muchas veces le he contado a Karina de mi disfunción sexual. Ella ha sido testigo de mis problemas para, a la hora de la verdad, levantar mi alicaído miembro. A mis veintiséis años, poseo la masculinidad de un hombre de ochenta años. Justamente porque ella sabe muy bien de mis no tan secretos problemas, es que me creía cuando le decía que solamente deseaba dormir a su lado, como dos buenos hermanitos. Es seguro que mi disfunción erectil se deba a que de chico comí mucho pollo. Tal debe ser la causa, como asevera Evo Morales.
A las cinco de la tarde estaba rumbo a mi casa en La Perla, Callao. Mi mamá me llama al celular y me pregunta por mi paradero.
-Ya estoy camino a la casa, mami-le digo.
-Ah ya. Tu comida está en el microondas-me dice.
-¿Qué preparaste, mami?
-Pollo al horno.
-Mi favorito. Ya llego, mamá.
Luego de procesar el pollo al horno, me eché la postergada siesta.
Alrededor de las ocho de la noche, mi madre toca la puerta de mi cuarto (mi cuarto siempre está con llave por precaución. Suelo dormir desnudo –sea invierno o sea verano- y quiero ahorrarles a mis familiares el penoso espectáculo de pillarme in púribus mientras duermo) y dice: -Dani, tu papá quiere hablar contigo.
Me deshago de las bienhechoras frazadas que me cubren. Me coloco un pantalón y, con el torso desnudo y los ojos muy susceptibles a la luz artificial de los focos de la sala, salgo a contestar el teléfono.
Mi papá me amonesta por no haber posteado algunos de mis “sesudos comentarios” –como él una vez calificó a las insulsas opiniones que vierto en este espacio personal- el día de hoy.
-¿Qué pasó, Comfrontador? ¿Por qué no has publicado hoy?
-Es que no encontré una noticia que me impactara-le digo.
-Cómo que no-me dice-. Hay tanto de qué comentar, por ejemplo, sobre la crisis financiera en Grecia y su repercusión en las bolsas de valores del mundo, la recuperación económica de los Estados Unidos, ¿es estable o no? Yo comentaría sobre esos temas pero me falta el tiempo-dice Raymundo-. Debes leer pues, Viejoste, Gestión. Ahí te vas a enterar de temas económicos-no le dije a mi papá que yo solamente leo Perú 21 porque cuesta setenta céntimos y porque casi siempre estoy de acuerdo con su puntillosidad para denunciar la corrupción imperante y con las correctas editoriales de su director Du Bois.
Yo me quedé asombrado por los siempre superlativos conocimientos de actualidad de mi padre, y apocado porque me di cuenta que estoy muy perdido en este mundo. Los temas económicos no me invitan demasiado a ocuparme de ellos porque no entiendo muy bien de bolsas de valores y demás cosas por el estilo. Prefiero ocuparme de temas de corrupción porque están más relacionados con el espíritu del ser humano. Me atrae mucho más el analizar sobre la catadura moral del hombre, precisamente debido a que yo no poseo moral y por ende me es fácil opinar de ella.
Me dije, el verdadero Confrontador es mi papá. Él sí sabe de temas de actualidad de cualquier estofa: políticos, económicos, de salud, de educación, etc. Mi papá lee Caretas, Gestión, El Comercio, el New York Times, además de otras prestigiosas publicaciones. Yo soy simplemente un tipo que sabe alguna que otra palabra “difícil” del diccionario y que osa opinar de temas en los que no posee ningún tipo de autoridad. Me dije: "Diablos, nunca seré tan culto como mi papá".
-¿Quieres hablar con Lika?-me pregunta mi padre. Lika es la esposa de mi papá. Ella nos ha dado, a mí y a mi hermano Miguel, tres hermosos hermanitos: Raymundito, Rebeca y Alicia.
Lika me felicitó por la manera en que escribo. Le agradecí sinceramente por sus inmerecidos encomios. Me contó que mi papá está haciéndome propaganda entre sus amigos y colegas de trabajo.
-Danielito, queremos decirte que acá todos (en Chimbote tengo una familia bastante numerosa) estamos muy orgullosos de ti por la próxima publicación de tu libro. Estamos contentos de tener a alguien que deje en alto el nombre de la familia.
Muchas gracias, Lika, por tus sentidas palabras. Mientras me las decías, me ruborizaba porque no podía entender cómo un tipo, sin trabajo y sin perspectivas como yo, causaría orgullo entre sus familiares.
-Te paso con Miguel-me dijo Lika-. Y recuerda, Danielito, que aquí te estamos esperando. Tienes que venir urgentemente. Tus hermanitos ya se están olvidando de tu rostro.
Le dije que apenas concretara una posibilidad laboral, iría inmediatamente para Chimbote.
Mi hermano Miguel ha estado desde hace una semana en Chimbote. Me dijo que regresaba el día viernes.
-Oe Dani. Acá mi papá está promocionando tu blog. Cuando habla con sus amigos o pacientes y se entera de que en esos momentos están “navegando” en la web, les dice: Escriban Daniel Gutiérrez Híjar en Google y hagan click en El Confrontador para que lean las opiniones de mi hijo-me cuenta mi hermano, ligeramente achispado porque está tomando, con Lika y con Raymundo, un buen vino tinto.
Muchas gracias, papá, por la propaganda que me haces. Sólo espero que tu buen ganado prestigio como médico ginecólogo no se vea afectado cuando la gente se entere de que el personaje que escribe estos artículos insípidos y desvergonzados es tu hijo.
Hasta pronto.
Mi abuelita descansaba en la cama de mi hermano Miguel, recuperándose de la reciente operación a la que fue sometida el día de ayer. Mi pequeño hermano Carlos estaba en el colegio. Mi mamá Carmen se alistaba para ir al mercado.
Yo tenía en mente mi encuentro con Karina. Le había prometido ir a su trabajo en La Victoria para conversar de algunas cosas de minúscula importancia. Le dije que estaría allí a las dos en punto.
Creaba las diapositivas que utilizaré el día en que exponga las bases de mi tesis escuchando música en Youtube. Mantenía el volumen casi al mínimo para no perturbar el sueño y reposo de mi abuelita. Me resultaba impactante verla postrada en la cama, ella que es una mujer que, a pesar de sus setenta y tantos años, siempre se ha caracterizado por su diligencia y laboriosidad.
A las diez y media, mi madre me anunció que se iba al mercado y que regresaba en veinte minutos como mucho. Le dije que por favor se apresurara porque pensaba salir. Yo no quería dejar a mi abuelita sola en la casa en esas condiciones, o sea, con sus fuerzas disminuidas. Un terremoto podía ocurrir y luego quién se ocupaba de ponerla a buen recaudo.
Mi mamá me aseguró que no tardaría más de veinte minutos. Pero para mi madre la puntualidad es un concepto que le resulta extranjero. Así que calculé que quizá podía tardar media hora.
El reloj de la computadora marcó las once. Era momento de partir. Yo detesto llegar tarde a cualquier tipo de cita. Mi mamá no regresaba del mercado. Le dije a mi abuelita si me permitía salir. Ella me dijo: -Anda nomás, hijito. Ya tu mamá va a venir, No te preocupes que voy a estar bien.
A mi abuelita le dije que iba a hacer unas “gestiones” en la universidad que tenían que ver con mi tesis. De saber que iba a verme con una chica, quizá no hubiese sido tan comprensiva con mi permiso de salida.
En una de las esquinas de la avenida Pacífico, compré un ejemplar de Perú 21. Lo leería en el bus camino a La Victoria y al regresar a casa, escribiría sobre alguna noticia que me haya impactado. Para cuando llegué al lugar acordado, ya había leído todo ese diario. Ninguna noticia me había sobrecogido. Quizá una, pero con poca fuerza.
Esperé a que Karina terminase de trabajar. Me dijo que la esperase en un restaurante muy cerca de allí. Fui al lugar y esperé sentado a una de las mesas. Mientras la esperaba, recibí la llamada de mi papá. Me preguntó sobre el estado de salud de mi abuelita. Le respondí que venía recuperándose bien, que estaba reposando en la casa.
-¿Y dónde estás, viejoste?-me preguntó. Él tiene esa manía de llamarme “viejoste” porque, entre mi hermano Miguel y yo, yo soy el de mayor edad. Es ese tipo de apodos que padres e hijos establecen entre ellos-. Estoy en Plaza San Miguel-se me ocurrió decirle, con una naturalidad para la mentira que me asombró y que pensé no poseía-. Estoy comprando un talco para pies.
-¿No estás con tu chica Pamela, Sandra, Claudia? ¿Cómo se llama la chica con la que sales?-me dijo Raymundo (así se llama mi padre).
-No, papá. Cómo crees-le contesté.
Le mentí a mi papá para que no pensase que su hijo era un desalmado que abandonaba a su abuelita con el único y torvo fin de ver a una chica con la que llevaba una relación poco convencional.
La conversación con Karina estuvo muy divertida y entretenida. La acompañé hasta su casa en Los Olivos, mi ex barrio. Estuvimos conversando un poco más en la puerta de su casa. Le porfié, no con mucho ahínco, para que me hiciese pasar a su habitación para tomar una siesta reparadora.
-En serio, Karina. Hoy no quiero tener ningún tipo de actividad sexual. Solamente quiero echarme a tu lado y sentir tu calorcito. Ese seco de pollo que comí en el restaurante me ha dejado con unas ganas de dormir bárbaras.
Karina me dijo que eso no iba ser posible porque su papá estaba alerta y podía darse cuenta de mi penetración en su casa y, por qué no, de mi penetración en su hija.
Muchas veces le he contado a Karina de mi disfunción sexual. Ella ha sido testigo de mis problemas para, a la hora de la verdad, levantar mi alicaído miembro. A mis veintiséis años, poseo la masculinidad de un hombre de ochenta años. Justamente porque ella sabe muy bien de mis no tan secretos problemas, es que me creía cuando le decía que solamente deseaba dormir a su lado, como dos buenos hermanitos. Es seguro que mi disfunción erectil se deba a que de chico comí mucho pollo. Tal debe ser la causa, como asevera Evo Morales.
A las cinco de la tarde estaba rumbo a mi casa en La Perla, Callao. Mi mamá me llama al celular y me pregunta por mi paradero.
-Ya estoy camino a la casa, mami-le digo.
-Ah ya. Tu comida está en el microondas-me dice.
-¿Qué preparaste, mami?
-Pollo al horno.
-Mi favorito. Ya llego, mamá.
Luego de procesar el pollo al horno, me eché la postergada siesta.
Alrededor de las ocho de la noche, mi madre toca la puerta de mi cuarto (mi cuarto siempre está con llave por precaución. Suelo dormir desnudo –sea invierno o sea verano- y quiero ahorrarles a mis familiares el penoso espectáculo de pillarme in púribus mientras duermo) y dice: -Dani, tu papá quiere hablar contigo.
Me deshago de las bienhechoras frazadas que me cubren. Me coloco un pantalón y, con el torso desnudo y los ojos muy susceptibles a la luz artificial de los focos de la sala, salgo a contestar el teléfono.
Mi papá me amonesta por no haber posteado algunos de mis “sesudos comentarios” –como él una vez calificó a las insulsas opiniones que vierto en este espacio personal- el día de hoy.
-¿Qué pasó, Comfrontador? ¿Por qué no has publicado hoy?
-Es que no encontré una noticia que me impactara-le digo.
-Cómo que no-me dice-. Hay tanto de qué comentar, por ejemplo, sobre la crisis financiera en Grecia y su repercusión en las bolsas de valores del mundo, la recuperación económica de los Estados Unidos, ¿es estable o no? Yo comentaría sobre esos temas pero me falta el tiempo-dice Raymundo-. Debes leer pues, Viejoste, Gestión. Ahí te vas a enterar de temas económicos-no le dije a mi papá que yo solamente leo Perú 21 porque cuesta setenta céntimos y porque casi siempre estoy de acuerdo con su puntillosidad para denunciar la corrupción imperante y con las correctas editoriales de su director Du Bois.
Yo me quedé asombrado por los siempre superlativos conocimientos de actualidad de mi padre, y apocado porque me di cuenta que estoy muy perdido en este mundo. Los temas económicos no me invitan demasiado a ocuparme de ellos porque no entiendo muy bien de bolsas de valores y demás cosas por el estilo. Prefiero ocuparme de temas de corrupción porque están más relacionados con el espíritu del ser humano. Me atrae mucho más el analizar sobre la catadura moral del hombre, precisamente debido a que yo no poseo moral y por ende me es fácil opinar de ella.
Me dije, el verdadero Confrontador es mi papá. Él sí sabe de temas de actualidad de cualquier estofa: políticos, económicos, de salud, de educación, etc. Mi papá lee Caretas, Gestión, El Comercio, el New York Times, además de otras prestigiosas publicaciones. Yo soy simplemente un tipo que sabe alguna que otra palabra “difícil” del diccionario y que osa opinar de temas en los que no posee ningún tipo de autoridad. Me dije: "Diablos, nunca seré tan culto como mi papá".
-¿Quieres hablar con Lika?-me pregunta mi padre. Lika es la esposa de mi papá. Ella nos ha dado, a mí y a mi hermano Miguel, tres hermosos hermanitos: Raymundito, Rebeca y Alicia.
Lika me felicitó por la manera en que escribo. Le agradecí sinceramente por sus inmerecidos encomios. Me contó que mi papá está haciéndome propaganda entre sus amigos y colegas de trabajo.
-Danielito, queremos decirte que acá todos (en Chimbote tengo una familia bastante numerosa) estamos muy orgullosos de ti por la próxima publicación de tu libro. Estamos contentos de tener a alguien que deje en alto el nombre de la familia.
Muchas gracias, Lika, por tus sentidas palabras. Mientras me las decías, me ruborizaba porque no podía entender cómo un tipo, sin trabajo y sin perspectivas como yo, causaría orgullo entre sus familiares.
-Te paso con Miguel-me dijo Lika-. Y recuerda, Danielito, que aquí te estamos esperando. Tienes que venir urgentemente. Tus hermanitos ya se están olvidando de tu rostro.
Le dije que apenas concretara una posibilidad laboral, iría inmediatamente para Chimbote.
Mi hermano Miguel ha estado desde hace una semana en Chimbote. Me dijo que regresaba el día viernes.
-Oe Dani. Acá mi papá está promocionando tu blog. Cuando habla con sus amigos o pacientes y se entera de que en esos momentos están “navegando” en la web, les dice: Escriban Daniel Gutiérrez Híjar en Google y hagan click en El Confrontador para que lean las opiniones de mi hijo-me cuenta mi hermano, ligeramente achispado porque está tomando, con Lika y con Raymundo, un buen vino tinto.
Muchas gracias, papá, por la propaganda que me haces. Sólo espero que tu buen ganado prestigio como médico ginecólogo no se vea afectado cuando la gente se entere de que el personaje que escribe estos artículos insípidos y desvergonzados es tu hijo.
Hasta pronto.
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martes, 18 de mayo de 2010
El celibato en la Iglesia Católica (cuando quise ser cura)
Uno de los oligofrénicos latinoamericanos más conspicuos se llama Evo Morales. El solo hecho de admirar al "abuelito sabio" Fidel Castro y emitir ditirambos al dictador venezolano Hugo Chávez es ya un signo flagrante de estupidez y retraso mental.
Sin embargo, rescato las últimas declaraciones que hizo el señor "Huevo" Morales con respecto a la Iglesia: "La Iglesia no tiene que negar una parte fundamental de nuestra naturaleza como seres humanos, y debe abolir el celibato".
Si la Iglesia Católica ha decidido imponer el celibato entre sus pastores, es cuestión de ella y de ellos. Yo no voy a decir que la Iglesia "debe" abolir el celibato. Voy, más bien, a sugerirle que sería genial que los curas puedan, si lo desean, tener relaciones sexuales con mujeres -o con hombres, si así son sus gustos- y llevar una vida normal.
Las relaciones sexuales son parte de la vida y del desarrollo de cada ser humano. Son un factor que nos humaniza más. Es respetable también la decisión de aquellos que voluntariamente deciden no tener comercio sexual con ningún tipo de ser viviente. El tema, en todo caso, podría quedar en la decisión de cada ser humano que opte por formar parte de la Iglesia Católica.
Sería estupendo que a un candidato a sacerdote se le pregunte al momento de ordenarse: "Señor, haga con su cuerpo lo que usted desee mientras haga el bien al prójimo".
"Hacerle el bien al prójimo" es un precepto que recuerdo haber leído en la Biblia. No he leído, sin embargo, en ningún lugar de ese voluminoso libro, que Dios les haya impuesto a sus pastores en la Tierra el celibato.
Cuando tenía nueve o diez años, yo me disfrazaba de cura poniéndome el mantel de la mesa del comedor y oficiaba misas en la sala de mi casa. Reunía a mis familiares y les brindaba el pan fránces -que no habíamos comido en el desayuno y que estaba medio duro- "convertido" en el cuerpo de Cristo. Luego les pasaba una copa con agua haciendo la cuenta de que se trataba de vino tinto y de la sangre del Señor.
Mis ímpetus religiosos se acrecentaban más cuando vivíamos la Semana Santa. Me enganchaba tanto con las películas de la vida de Jesús que yo mismo me alucinaba un Jesús recidivo.
Pero me puse a pensar que mis deliquios sacros no eran compatibles con los feroces impulsos que sentía en la zona de la entrepierna. Desde los cinco años, mi zona genital le enviaba a mi cerebro rijosas pulsiones que provocaron que me enamorase de una amiguita cuando aún estaba en el nido. A partir de los ocho o nueve años ya descubría los inmesos placeres que me producía el manipular mi diminuto falo en la oscuridad de mi habitación. A los once o trece años ya había experimentado el cambio que se había producido allí abajo cuando al finalizar una sesión de mis furtivos tocamientos se eyectó de mi pene una sustancia medio transparente.
Todos esos descubrimientos me indicaron que, indefectiblemente, mi futuro no andaba por el sacerdocio. Yo, un lujurioso impenitente, no iba a aceptar ni a balas vivir una vida de celibato. Es mucho más rico hablar con Dios a mi manera y a la hora que deseo -me he abierto una cuenta en el messenger y twitter con Diosito-, y estar con una chica haciendo "cositas ricas".
La abolición del celibato de repente me hubiera hecho cura. En fin, ese tema queda en manos del Vaticano. Me queda por decir que aquella manumisión haría de la Iglesia Católica una iglesia más humana y más de este siglo.
Hasta pronto.
Sin embargo, rescato las últimas declaraciones que hizo el señor "Huevo" Morales con respecto a la Iglesia: "La Iglesia no tiene que negar una parte fundamental de nuestra naturaleza como seres humanos, y debe abolir el celibato".
Si la Iglesia Católica ha decidido imponer el celibato entre sus pastores, es cuestión de ella y de ellos. Yo no voy a decir que la Iglesia "debe" abolir el celibato. Voy, más bien, a sugerirle que sería genial que los curas puedan, si lo desean, tener relaciones sexuales con mujeres -o con hombres, si así son sus gustos- y llevar una vida normal.
Las relaciones sexuales son parte de la vida y del desarrollo de cada ser humano. Son un factor que nos humaniza más. Es respetable también la decisión de aquellos que voluntariamente deciden no tener comercio sexual con ningún tipo de ser viviente. El tema, en todo caso, podría quedar en la decisión de cada ser humano que opte por formar parte de la Iglesia Católica.
Sería estupendo que a un candidato a sacerdote se le pregunte al momento de ordenarse: "Señor, haga con su cuerpo lo que usted desee mientras haga el bien al prójimo".
"Hacerle el bien al prójimo" es un precepto que recuerdo haber leído en la Biblia. No he leído, sin embargo, en ningún lugar de ese voluminoso libro, que Dios les haya impuesto a sus pastores en la Tierra el celibato.
Cuando tenía nueve o diez años, yo me disfrazaba de cura poniéndome el mantel de la mesa del comedor y oficiaba misas en la sala de mi casa. Reunía a mis familiares y les brindaba el pan fránces -que no habíamos comido en el desayuno y que estaba medio duro- "convertido" en el cuerpo de Cristo. Luego les pasaba una copa con agua haciendo la cuenta de que se trataba de vino tinto y de la sangre del Señor.
Mis ímpetus religiosos se acrecentaban más cuando vivíamos la Semana Santa. Me enganchaba tanto con las películas de la vida de Jesús que yo mismo me alucinaba un Jesús recidivo.
Pero me puse a pensar que mis deliquios sacros no eran compatibles con los feroces impulsos que sentía en la zona de la entrepierna. Desde los cinco años, mi zona genital le enviaba a mi cerebro rijosas pulsiones que provocaron que me enamorase de una amiguita cuando aún estaba en el nido. A partir de los ocho o nueve años ya descubría los inmesos placeres que me producía el manipular mi diminuto falo en la oscuridad de mi habitación. A los once o trece años ya había experimentado el cambio que se había producido allí abajo cuando al finalizar una sesión de mis furtivos tocamientos se eyectó de mi pene una sustancia medio transparente.
Todos esos descubrimientos me indicaron que, indefectiblemente, mi futuro no andaba por el sacerdocio. Yo, un lujurioso impenitente, no iba a aceptar ni a balas vivir una vida de celibato. Es mucho más rico hablar con Dios a mi manera y a la hora que deseo -me he abierto una cuenta en el messenger y twitter con Diosito-, y estar con una chica haciendo "cositas ricas".
La abolición del celibato de repente me hubiera hecho cura. En fin, ese tema queda en manos del Vaticano. Me queda por decir que aquella manumisión haría de la Iglesia Católica una iglesia más humana y más de este siglo.
Hasta pronto.
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lunes, 17 de mayo de 2010
La deuda con el banco y con mi papá
No tengo trabajo. Cada día postulo a algún llamado que solicite ingenieros de minas. Sin embargo, nunca recibo respuestas. Empero, no me doblego y continúo porfiando.
No tengo hijos, no tengo novia, pero tengo una deuda en el banco que debo pagar mensualmente.
El débito lo contraje en una época en que las deudas en mi familia nos obligaron a vender nuestra casa. En esa casa -sito en Los Olivos, calle Los Flamingos, urbanización Los Nogales- se me cayó mi primer diente, me peleé con mi hermano una y muchas veces al jugar y picarnos, tuve mis primeras borracheras con gente de la universidad y del barrio, me masturbé viendo calatas en los calendarios, celebré secretamente mi ingreso a la universidad. A esa casa llevé a algunas de las chicas quienes, confundidas, tenían el infortunio de haberme aceptado como su enamorado. En la habitación que tenía en esa casa tuve relaciones sexuales con esas chicas porque no podía costear un hotel.
Cuando la casa se vendió, recibimos un dinero estimable. Gran parte de ese dinero se esfumó en pagar las onerosas deudas. Quedó un monto que no era suficiente para adquirir una casa, sin muchos lujos, pero cómoda al fin y al cabo. Tuve que ir al banco y solicitar un préstamo por cierto monto de dinero que sumado con el que había quedado de la venta de la casa de Los Olivos podía permitir la compra de una casita pequeña en La Perla.
La adquisición de la deuda y de la casa ocurrió en julio del año pasado (2009). En ese periodo de tiempo yo tenía un trabajo bien remunerado. Durante los seis meses que restaban para concluir el año 2009 pude pagar sin mayor apuro, y con puntualidad, la deuda contraída con el banco.
Tengo que hablar del trabajo que me ocupaba en ese año. Era supervisor de un laboratorio de geología. Cuando egresé de la universidad, en agosto del 2008, inmediatamente entré a trabajar en aquel puesto. Un año y medio estuve ocupando aquel cargo. Básicamente, tenía que velar porque los procesos en el laboratorio se hicieran respetando los estándares de seguridad. Pero, para comprometerme con la gente que allí laboraba realizaba alguna que otra tarea menor. Todo lo hacía con mucho gusto.
Para mediados del 2009 yo ya no estaba muy ilusionado en seguir trabajando para el laboratorio. Modestia aparte, según mis jefes, yo había realizado un trabajo aceptable. Se acercaba agosto y con ese mes el fin de mi contrato anual. Yo le comuniqué a mi jefe que no quería renovar mi contrato. Me programaron una cita para conversar el asunto con Sara quien trabajaba para Recursos Humanos.
Fui al edificio de la empresa en Miraflores. Sara me recibió en su oficina con vista al mar gris. Muy amablemente me ofreció tomar asiento.
-¿Deseas algo? ¿Una gaseosa, agua?
-Una gaseosa estará bien-le dije.
Le conté que mi motivo para no continuar en la empresa se debía a que quería trabajar en algo directamente relacionado con la minería. En el laboratorio sentía que estaba perdiendo conexión con el mundo minero.
-¿Pero ya has buscado algo? ¿Tienes alguna oferta de trabajo?
Le respondí que no. El trabajo me agotaba tanto que solamente llegaba a mi casa a dormir. Claro que ello no era excusa. Podía navegar en internet un sábado o un domingo y postularme para algunos trabajos en el mercado laboral. Sin embargo, mi ilusión era continuar trabajando para esa empresa, pero en una operación minera que esa institución tenía alrededor del mundo. Compartí con Sara aquella ilusión. Me comentó que por el momento eso no era posible.
-Pero podemos extender tu contrato hasta diciembre y en ese tiempo puedo ir averiguando qué podríamos hacer para que seas parte del plan de Training de la empresa en sus operaciones en el extranjero.
Me gustó mucho la idea. Acepté renovar con la empresa hasta diciembre. A los dos días regresé a Miraflores para firmar la extensión de mi primer contrato. Cuando estampaba mi firma ya podía sentir que tomaba un avión con rumbo a alguna mina en el extranjero. Alucinaba que mi familia me despedía en el aeropuerto y que yo sentía que no iba a extrañar para nada a este país tercermundista. Me encantaba la idea de vivir solo y disfrutar de mi soledad. Fantaseaba que trabajaba y aprendía en un entorno completamente diferente, que ganaba mucho dinero y que conocía mujeres y vivía aventuras que luego plasmaría en un libro.
En noviembre, Sara me comunicó que la posibilidad de trabajar en el extranjero no iba a realizarse. La noticia me cayó como un baldazo de agua fría. Mis sueños se desmoronaron. El ego se me cayó por los suelos. Para un ego maníaco como yo, que siempre ha soñado con vivir fuera de este país, mucho mejor si el lugar de destino es de habla inglesa, la noticia de saber que me quedaría varado en el Perú y con una deuda impostergable fue devastadora.
A los pocos días, mi jefe, Bill Mathews, me dijo que el ingeniero a cargo del departamento de minas de la empresa estaba en busca de un asistente. La empresa estaba realizando exploraciones en la concesión que poseía en una región de Cajamarca. El departamento de mina, que en ese momento constaba solamente del gerente de mina, estaba expandiéndose. La expansión, sin embargo, se cristalizaba en contratar a una sola persona. Le dije a Bill que estaba muy interesado en ocupar dicha plaza. Con suerte, siendo asistente de aquel ingeniero, podía viajar al extranjero para alguna capacitación. Bill le comentó a Kyle Murray –ese era el nombre del gerente de mina en cuestión- sobre mis aptitudes. Kyle concedió entrevistarme. La conversación que tuvimos fue muy amena. Salí de aquella reunión sabiéndome el futuro asistente de Kyle. Me convertiría en un maestro en el dominio de un software minero. Sería uno de los pioneros en erigir la futura mina de la empresa. Me cagaría en plata. Publicaría libros con mis estrafalarias e insignificantes historias. Escribiría tratados sobre los temas mineros que me fascinasen. Sería un hombre de triunfos. Tomé el ascensor para bajar al primer piso e irme. Estaba nuevamente cargado de ilusiones.
Al llegar al laboratorio le conté como me fue en la entrevista a Xiomara –estimada compañera del trabajo- y a Bill. Les dije que Kyle y yo habíamos tenido una buena conversación y que con suerte sería su asistente.
Ya no me interesó buscar otro trabajo. En mi mente las cosas estaban claras: Acabaría mi contrato con el laboratorio en diciembre y en enero empalmaría con el trabajo en el departamento de mina de la empresa.
Pero toda mi ilusión, que para ese momento ya había crecido y con ella mi orgullo, se desbarató nuevamente cuando Sara me anunció que Kyle había decidido no contratarme. Kyle contrató a un ingeniero de su país -Estados Unidos- que ya tenía experiencia en el tema de modelamiento de yacimientos con los software mineros. Estábamos a mediados de diciembre.
Sin perspectivas ni ofertas laborales en mi incierto porvenir, esperé resignadamente a que acabara mi contrato.
Mi madre, mi abuelita y mi padre me aconsejaban que siga en el laboratorio. Tenía una deuda que cancelar. Una deuda que se extendía hasta mediados del 2013. Ellos argüían que en el laboratorio me pagaban bien, que no podía dejar de recibir ese dinero. No obstante todas aquellas razones, les dije que mi decisión era inexpugnable e incoercible. Yo no iba a renovar mi contrato por el solo hecho de seguir ganando un buen dinero si iba a ejercer un trabajo que ya no disfrutaba realizar. Si permanecía en un lugar era porque me sentía cómodo ejecutando la actividad para la que se me contrató. Permanecer en el laboratorio hubiera sido un acto desleal con la empresa y conmigo.
Recibí el año con la consigna de encontrar un nuevo empleo a la brevedad posible. Hasta el momento sigo buscando el tan anhelado trabajo en el mundo minero y sigo no recibiendo respuestas de las aplicaciones a las que me suscribo.
El dinero que me pagaron al liquidarme sirvió para pagar la deuda en estos meses de desempleo. Pero esa plata se extinguía con facilidad. Debía procurar guardar una partecita en caso sucediera alguna emergencia. Es en ese momento en que solicito la ayuda de mi padre. Le escribí un correo explicándole que necesitaba que él se hiciera cargo de pagar el débito con el banco por un periodo de tres meses como máximo. En ese tiempo yo encontraría un trabajo “a como diera lugar” –como decían los personajes de un conocido cartoon futbolero llamado “Los Súper Campeones”. En todo caso, la vida me ha demostrado que yo soy todo lo contrario de un súper campeón, soy, y a mucha honra, un súper cagón-. Mi padre, de buena gana, accedió a ayudarme con el pago mensual al banco.
Hace una semana, mi abuelita fue acosada por unos dolores terribles en la zona ventral. Más exactamente, cerca del hígado. Mi madre la llevó a que se haga unos chequeos en el hospital. El veredicto fue la aparición de un cálculo en la vesícula.
Mi madre hizo lo posible para que la operasen en el hospital mediante el seguro. Pero recibía respuestas indignas de un establecimiento público de salud.
-Señora, no podemos operarla. La vamos a operar solamente si está grave-le decían las enfermeras a mi abuelita con olímpico desdén y desinterés-. Si quiere que la operemos espérese hasta octubre porque ya todo está copado.
-Qué pendeja que es esta gente-le dije a mi madre-. Como puede trabajar este tipo de gente para el Estado. Con razón estamos tan jodidos en este país.
La única forma de aliviar los estruendosos dolores que aquejaban a mi abuelita Bertha con ferocidad era sometiéndola a una operación de urgencia en una clínica. En un hospital solamente nos “mecerían” más hasta provocarle la muerte a Bertha. Mi madre averiguó cuánto costaría ejecutar la operación que necesitaba mi abuelita en una clínica. Un doctor, amigo de una amiga de mi madre, le dio un precio módico. Ese precio módico era justamente el dinerillo que había guardado en mi cuenta de ahorros en caso de una emergencia. La emergencia ya se había presentado así que le extendí mi tarjeta de débito a mi madre para que hoy mismo la operasen a mi abuelita.
En este mes se acaba el plazo que yo mismo establecí para que mi buen padre le pague la mensualidad al banco. En este mes, acabo de sacrificar mis ahorros por el bien de mi abuelita.
A pesar de todos estos problemas, no lamento el haber renunciado a mi antiguo y bien pagado trabajo. Pienso que las convicciones de una persona no deben intercambiarse por dinero. Yo puedo ser un tonto, estúpido, ignorante, pero siempre procuraré no ser un mercenario. Prefiero ser pobre y hacer lo que quiero a poseer tranquilidad económica mientras soy infeliz en mi trabajo. Alguna gente considerará que soy un huevón a la vela. Es cierto, soy un huevón a la vela, pero un huevón feliz que, a pesar de las adversidades, todavía ve una diminuta luz en lontananza.
Sé que mi papá lee estas afiebradas, tontas y ridículas columnas. Sé que se ha reído con mis historias. Le he hecho saber que me siento muy halagado de que mis historias le hayan procurado un rato de esparcimiento. Ahora, haré público mi agradecimiento a él por todo el apoyo actual que me brinda, por haber socorrido a mi abuelita con sus gastos en medicinas y sobre todo, por haberme inculcado –indirectamente, a través de su ejemplo- los recios valores de la honorabilidad, la transparencia y el rechazo a lo venal.
Gracias papá por toda tu ayuda. Trataré, con todo el ahínco que pueda poner, ser un hijo del cual puedas sentirte orgulloso. Siempre estaré en deuda contigo, y esa deuda es la que voy a pagar con mucho gusto.
Hasta pronto
No tengo hijos, no tengo novia, pero tengo una deuda en el banco que debo pagar mensualmente.
El débito lo contraje en una época en que las deudas en mi familia nos obligaron a vender nuestra casa. En esa casa -sito en Los Olivos, calle Los Flamingos, urbanización Los Nogales- se me cayó mi primer diente, me peleé con mi hermano una y muchas veces al jugar y picarnos, tuve mis primeras borracheras con gente de la universidad y del barrio, me masturbé viendo calatas en los calendarios, celebré secretamente mi ingreso a la universidad. A esa casa llevé a algunas de las chicas quienes, confundidas, tenían el infortunio de haberme aceptado como su enamorado. En la habitación que tenía en esa casa tuve relaciones sexuales con esas chicas porque no podía costear un hotel.
Cuando la casa se vendió, recibimos un dinero estimable. Gran parte de ese dinero se esfumó en pagar las onerosas deudas. Quedó un monto que no era suficiente para adquirir una casa, sin muchos lujos, pero cómoda al fin y al cabo. Tuve que ir al banco y solicitar un préstamo por cierto monto de dinero que sumado con el que había quedado de la venta de la casa de Los Olivos podía permitir la compra de una casita pequeña en La Perla.
La adquisición de la deuda y de la casa ocurrió en julio del año pasado (2009). En ese periodo de tiempo yo tenía un trabajo bien remunerado. Durante los seis meses que restaban para concluir el año 2009 pude pagar sin mayor apuro, y con puntualidad, la deuda contraída con el banco.
Tengo que hablar del trabajo que me ocupaba en ese año. Era supervisor de un laboratorio de geología. Cuando egresé de la universidad, en agosto del 2008, inmediatamente entré a trabajar en aquel puesto. Un año y medio estuve ocupando aquel cargo. Básicamente, tenía que velar porque los procesos en el laboratorio se hicieran respetando los estándares de seguridad. Pero, para comprometerme con la gente que allí laboraba realizaba alguna que otra tarea menor. Todo lo hacía con mucho gusto.
Para mediados del 2009 yo ya no estaba muy ilusionado en seguir trabajando para el laboratorio. Modestia aparte, según mis jefes, yo había realizado un trabajo aceptable. Se acercaba agosto y con ese mes el fin de mi contrato anual. Yo le comuniqué a mi jefe que no quería renovar mi contrato. Me programaron una cita para conversar el asunto con Sara quien trabajaba para Recursos Humanos.
Fui al edificio de la empresa en Miraflores. Sara me recibió en su oficina con vista al mar gris. Muy amablemente me ofreció tomar asiento.
-¿Deseas algo? ¿Una gaseosa, agua?
-Una gaseosa estará bien-le dije.
Le conté que mi motivo para no continuar en la empresa se debía a que quería trabajar en algo directamente relacionado con la minería. En el laboratorio sentía que estaba perdiendo conexión con el mundo minero.
-¿Pero ya has buscado algo? ¿Tienes alguna oferta de trabajo?
Le respondí que no. El trabajo me agotaba tanto que solamente llegaba a mi casa a dormir. Claro que ello no era excusa. Podía navegar en internet un sábado o un domingo y postularme para algunos trabajos en el mercado laboral. Sin embargo, mi ilusión era continuar trabajando para esa empresa, pero en una operación minera que esa institución tenía alrededor del mundo. Compartí con Sara aquella ilusión. Me comentó que por el momento eso no era posible.
-Pero podemos extender tu contrato hasta diciembre y en ese tiempo puedo ir averiguando qué podríamos hacer para que seas parte del plan de Training de la empresa en sus operaciones en el extranjero.
Me gustó mucho la idea. Acepté renovar con la empresa hasta diciembre. A los dos días regresé a Miraflores para firmar la extensión de mi primer contrato. Cuando estampaba mi firma ya podía sentir que tomaba un avión con rumbo a alguna mina en el extranjero. Alucinaba que mi familia me despedía en el aeropuerto y que yo sentía que no iba a extrañar para nada a este país tercermundista. Me encantaba la idea de vivir solo y disfrutar de mi soledad. Fantaseaba que trabajaba y aprendía en un entorno completamente diferente, que ganaba mucho dinero y que conocía mujeres y vivía aventuras que luego plasmaría en un libro.
En noviembre, Sara me comunicó que la posibilidad de trabajar en el extranjero no iba a realizarse. La noticia me cayó como un baldazo de agua fría. Mis sueños se desmoronaron. El ego se me cayó por los suelos. Para un ego maníaco como yo, que siempre ha soñado con vivir fuera de este país, mucho mejor si el lugar de destino es de habla inglesa, la noticia de saber que me quedaría varado en el Perú y con una deuda impostergable fue devastadora.
A los pocos días, mi jefe, Bill Mathews, me dijo que el ingeniero a cargo del departamento de minas de la empresa estaba en busca de un asistente. La empresa estaba realizando exploraciones en la concesión que poseía en una región de Cajamarca. El departamento de mina, que en ese momento constaba solamente del gerente de mina, estaba expandiéndose. La expansión, sin embargo, se cristalizaba en contratar a una sola persona. Le dije a Bill que estaba muy interesado en ocupar dicha plaza. Con suerte, siendo asistente de aquel ingeniero, podía viajar al extranjero para alguna capacitación. Bill le comentó a Kyle Murray –ese era el nombre del gerente de mina en cuestión- sobre mis aptitudes. Kyle concedió entrevistarme. La conversación que tuvimos fue muy amena. Salí de aquella reunión sabiéndome el futuro asistente de Kyle. Me convertiría en un maestro en el dominio de un software minero. Sería uno de los pioneros en erigir la futura mina de la empresa. Me cagaría en plata. Publicaría libros con mis estrafalarias e insignificantes historias. Escribiría tratados sobre los temas mineros que me fascinasen. Sería un hombre de triunfos. Tomé el ascensor para bajar al primer piso e irme. Estaba nuevamente cargado de ilusiones.
Al llegar al laboratorio le conté como me fue en la entrevista a Xiomara –estimada compañera del trabajo- y a Bill. Les dije que Kyle y yo habíamos tenido una buena conversación y que con suerte sería su asistente.
Ya no me interesó buscar otro trabajo. En mi mente las cosas estaban claras: Acabaría mi contrato con el laboratorio en diciembre y en enero empalmaría con el trabajo en el departamento de mina de la empresa.
Pero toda mi ilusión, que para ese momento ya había crecido y con ella mi orgullo, se desbarató nuevamente cuando Sara me anunció que Kyle había decidido no contratarme. Kyle contrató a un ingeniero de su país -Estados Unidos- que ya tenía experiencia en el tema de modelamiento de yacimientos con los software mineros. Estábamos a mediados de diciembre.
Sin perspectivas ni ofertas laborales en mi incierto porvenir, esperé resignadamente a que acabara mi contrato.
Mi madre, mi abuelita y mi padre me aconsejaban que siga en el laboratorio. Tenía una deuda que cancelar. Una deuda que se extendía hasta mediados del 2013. Ellos argüían que en el laboratorio me pagaban bien, que no podía dejar de recibir ese dinero. No obstante todas aquellas razones, les dije que mi decisión era inexpugnable e incoercible. Yo no iba a renovar mi contrato por el solo hecho de seguir ganando un buen dinero si iba a ejercer un trabajo que ya no disfrutaba realizar. Si permanecía en un lugar era porque me sentía cómodo ejecutando la actividad para la que se me contrató. Permanecer en el laboratorio hubiera sido un acto desleal con la empresa y conmigo.
Recibí el año con la consigna de encontrar un nuevo empleo a la brevedad posible. Hasta el momento sigo buscando el tan anhelado trabajo en el mundo minero y sigo no recibiendo respuestas de las aplicaciones a las que me suscribo.
El dinero que me pagaron al liquidarme sirvió para pagar la deuda en estos meses de desempleo. Pero esa plata se extinguía con facilidad. Debía procurar guardar una partecita en caso sucediera alguna emergencia. Es en ese momento en que solicito la ayuda de mi padre. Le escribí un correo explicándole que necesitaba que él se hiciera cargo de pagar el débito con el banco por un periodo de tres meses como máximo. En ese tiempo yo encontraría un trabajo “a como diera lugar” –como decían los personajes de un conocido cartoon futbolero llamado “Los Súper Campeones”. En todo caso, la vida me ha demostrado que yo soy todo lo contrario de un súper campeón, soy, y a mucha honra, un súper cagón-. Mi padre, de buena gana, accedió a ayudarme con el pago mensual al banco.
Hace una semana, mi abuelita fue acosada por unos dolores terribles en la zona ventral. Más exactamente, cerca del hígado. Mi madre la llevó a que se haga unos chequeos en el hospital. El veredicto fue la aparición de un cálculo en la vesícula.
Mi madre hizo lo posible para que la operasen en el hospital mediante el seguro. Pero recibía respuestas indignas de un establecimiento público de salud.
-Señora, no podemos operarla. La vamos a operar solamente si está grave-le decían las enfermeras a mi abuelita con olímpico desdén y desinterés-. Si quiere que la operemos espérese hasta octubre porque ya todo está copado.
-Qué pendeja que es esta gente-le dije a mi madre-. Como puede trabajar este tipo de gente para el Estado. Con razón estamos tan jodidos en este país.
La única forma de aliviar los estruendosos dolores que aquejaban a mi abuelita Bertha con ferocidad era sometiéndola a una operación de urgencia en una clínica. En un hospital solamente nos “mecerían” más hasta provocarle la muerte a Bertha. Mi madre averiguó cuánto costaría ejecutar la operación que necesitaba mi abuelita en una clínica. Un doctor, amigo de una amiga de mi madre, le dio un precio módico. Ese precio módico era justamente el dinerillo que había guardado en mi cuenta de ahorros en caso de una emergencia. La emergencia ya se había presentado así que le extendí mi tarjeta de débito a mi madre para que hoy mismo la operasen a mi abuelita.
En este mes se acaba el plazo que yo mismo establecí para que mi buen padre le pague la mensualidad al banco. En este mes, acabo de sacrificar mis ahorros por el bien de mi abuelita.
A pesar de todos estos problemas, no lamento el haber renunciado a mi antiguo y bien pagado trabajo. Pienso que las convicciones de una persona no deben intercambiarse por dinero. Yo puedo ser un tonto, estúpido, ignorante, pero siempre procuraré no ser un mercenario. Prefiero ser pobre y hacer lo que quiero a poseer tranquilidad económica mientras soy infeliz en mi trabajo. Alguna gente considerará que soy un huevón a la vela. Es cierto, soy un huevón a la vela, pero un huevón feliz que, a pesar de las adversidades, todavía ve una diminuta luz en lontananza.
Sé que mi papá lee estas afiebradas, tontas y ridículas columnas. Sé que se ha reído con mis historias. Le he hecho saber que me siento muy halagado de que mis historias le hayan procurado un rato de esparcimiento. Ahora, haré público mi agradecimiento a él por todo el apoyo actual que me brinda, por haber socorrido a mi abuelita con sus gastos en medicinas y sobre todo, por haberme inculcado –indirectamente, a través de su ejemplo- los recios valores de la honorabilidad, la transparencia y el rechazo a lo venal.
Gracias papá por toda tu ayuda. Trataré, con todo el ahínco que pueda poner, ser un hijo del cual puedas sentirte orgulloso. Siempre estaré en deuda contigo, y esa deuda es la que voy a pagar con mucho gusto.
Hasta pronto
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Daniel Gutiérrez Híjar
sábado, 15 de mayo de 2010
Otra de Benedicto XVI
Creer en las profecías de la Virgen de Fátima a estas alturas del partido -como se suele decir en el argot futbolístico- es como creer que Papa Noel existe y que recorre el mundo en su trineo repartiendo regalos a discreción.
Creer en vírgenes y demás es tan absurdo como creer que existen el "cielo" y el "infierno".
Benedicto XVI ha dicho que una de las profecías de la Virgen de Fátima se refieren a los escándalos por pedofilia que remecen a la Iglesia Católica. En una multitudinaria misa que ofreció el día jueves 13 de mayo, Benedicto XVI ha dicho que las acusaciones y trapatiestas causadas en el seno de la Iglesia debido a la pedofilia forman parte del "tercer secreto".
No, pues. La pedofilia en la Iglesia ha existido seguramente desde que ésta se fundó. No nos venga, señor Ratzinger, con el cuento de que los casos de pedofilia son recientes y que la Virgen de Fátima tenía reservada la aparición de estos casos para estos tiempos actuales.
La cerrazón en la mente del líder del Catolicismo es supina e increíble. Benedicto XVI ha afirmado que el aborto y el homosexualismo son peligros "insidiosos". ¿No es inaudito que semejante barrabasada se pueda decir en estos tiempos, en donde la tolerancia se abre paso de a pocos, sin ser castigado? Las declaraciones del Purpurado solamente generan odio y escisiones entre el "pueblo de Dios". ¿No debiera ser la actitud y los mensajes del Papa sentencias conciliadoras y no disgregadoras?
Si una mujer no desea tener un bebe está en plena libertad de abortarlo si así lo desea. Es su cuerpo y ella posee todo el derecho de hacer con él lo que mejor le parezca.
Los homosexuales no eligieron ser homosexuales. Esas personas simplemente comparten gustos distintos del resto de sus similares. ¿Hay que marginar a la gente por eso? Los homosexuales son tan iguales como los heterosexuales. Todos tenemos los mismos derechos para expresarnos y amar a quien nos guste.
Yo no confío en la Iglesia Católica ni en ningún tipo de iglesia. Sin embargo, respeto la irrestricta libertad de culto de la gente. Prefiero "hablar" con Dios sin intermediarios, como diría el inefable Eloy Jáuregui, y en mi propio lenguaje.
Hasta pronto.
Creer en vírgenes y demás es tan absurdo como creer que existen el "cielo" y el "infierno".
Benedicto XVI ha dicho que una de las profecías de la Virgen de Fátima se refieren a los escándalos por pedofilia que remecen a la Iglesia Católica. En una multitudinaria misa que ofreció el día jueves 13 de mayo, Benedicto XVI ha dicho que las acusaciones y trapatiestas causadas en el seno de la Iglesia debido a la pedofilia forman parte del "tercer secreto".
No, pues. La pedofilia en la Iglesia ha existido seguramente desde que ésta se fundó. No nos venga, señor Ratzinger, con el cuento de que los casos de pedofilia son recientes y que la Virgen de Fátima tenía reservada la aparición de estos casos para estos tiempos actuales.
La cerrazón en la mente del líder del Catolicismo es supina e increíble. Benedicto XVI ha afirmado que el aborto y el homosexualismo son peligros "insidiosos". ¿No es inaudito que semejante barrabasada se pueda decir en estos tiempos, en donde la tolerancia se abre paso de a pocos, sin ser castigado? Las declaraciones del Purpurado solamente generan odio y escisiones entre el "pueblo de Dios". ¿No debiera ser la actitud y los mensajes del Papa sentencias conciliadoras y no disgregadoras?
Si una mujer no desea tener un bebe está en plena libertad de abortarlo si así lo desea. Es su cuerpo y ella posee todo el derecho de hacer con él lo que mejor le parezca.
Los homosexuales no eligieron ser homosexuales. Esas personas simplemente comparten gustos distintos del resto de sus similares. ¿Hay que marginar a la gente por eso? Los homosexuales son tan iguales como los heterosexuales. Todos tenemos los mismos derechos para expresarnos y amar a quien nos guste.
Yo no confío en la Iglesia Católica ni en ningún tipo de iglesia. Sin embargo, respeto la irrestricta libertad de culto de la gente. Prefiero "hablar" con Dios sin intermediarios, como diría el inefable Eloy Jáuregui, y en mi propio lenguaje.
Hasta pronto.
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viernes, 14 de mayo de 2010
Cárcel para Álamo Pérez Luna
Hemos sido testigos de la temeraria imprudencia cometida por el señor Álamo Pérez Luna cuando atascó su auto en una zanja debido a que conducía su vehículo en palmario estado de ebriedad.
¿Cómo puede ser posible que una persona, como el señor Pérez Luna, quien en anteriores reportajes suyos incriminaba y amonestaba a los bebedores conductores actuando como si fuese un sumo pontífice, cometa la estupidez de manejar su auto totalmente ebrio?
El señor Pérez Luna se ha convertido en un ejemplo más que guardaré para demostrar que uno no puede fiarse de las personas que se auto proclaman poseedoras del bien y las correctas maneras.
Yo, por mi parte, y como siempre lo he afirmado, soy un mal tío, soy pérfido, desleal, ignorante y altanero. Lo reconozco. Sin embargo, trato de llevarme bien con las personas que me rodean y que tienen la gentileza -si no candidez- de brindarme su amistad.
Según me cuenta mi madre -quien es adicta a ver todo tipo de programas faranduleros- los compañeros de canal del señor Pérez Luna -a excepción de Magaly Medina- han salido en defensa de su "amigo". Mi madre me relata que estas personas de baja estofa han dicho: "Es la primera vez que Álamo hace algo así. Se le debe perdonar".
¡Qué estupidez más grande! Sólo porque son sus amigos le defienden, le prohijan. Toman la grave falta del señor Álamo como si fuese un pecado venial, como si solamente hubiera traspasado una línea contínua en la calzada.
Álamo ha ofrecido sus disculpas (Ojo: no se debe decir "Pedir disculpas". Lo correcto es escribir: "Ofrecer disculpas"). Ha dicho que la ha embarrado, que ha obrado mal.
Esas disculpas no son sinceras, desde mi punto de vista. El señor debe retirarse de las pantallas, abandonar el periodismo y recluirse, por voluntad propia, en un penal de máxima seguridad. Eso demostraría realmente el propósito de enmienda de aquel envanecido personaje. Caber anotar que el tal señor Pérez Luna jamás me cayó bien. No obstante, este artículo ha sido escrito sin la menor ojeriza. Este artículo lo he escrito porque me indigna que en este país se le de la licencia de conducir a gente irresponsable, que para colmo, no va a recibir el merecido castigo.
Hasta pronto.
¿Cómo puede ser posible que una persona, como el señor Pérez Luna, quien en anteriores reportajes suyos incriminaba y amonestaba a los bebedores conductores actuando como si fuese un sumo pontífice, cometa la estupidez de manejar su auto totalmente ebrio?
El señor Pérez Luna se ha convertido en un ejemplo más que guardaré para demostrar que uno no puede fiarse de las personas que se auto proclaman poseedoras del bien y las correctas maneras.
Yo, por mi parte, y como siempre lo he afirmado, soy un mal tío, soy pérfido, desleal, ignorante y altanero. Lo reconozco. Sin embargo, trato de llevarme bien con las personas que me rodean y que tienen la gentileza -si no candidez- de brindarme su amistad.
Según me cuenta mi madre -quien es adicta a ver todo tipo de programas faranduleros- los compañeros de canal del señor Pérez Luna -a excepción de Magaly Medina- han salido en defensa de su "amigo". Mi madre me relata que estas personas de baja estofa han dicho: "Es la primera vez que Álamo hace algo así. Se le debe perdonar".
¡Qué estupidez más grande! Sólo porque son sus amigos le defienden, le prohijan. Toman la grave falta del señor Álamo como si fuese un pecado venial, como si solamente hubiera traspasado una línea contínua en la calzada.
Álamo ha ofrecido sus disculpas (Ojo: no se debe decir "Pedir disculpas". Lo correcto es escribir: "Ofrecer disculpas"). Ha dicho que la ha embarrado, que ha obrado mal.
Esas disculpas no son sinceras, desde mi punto de vista. El señor debe retirarse de las pantallas, abandonar el periodismo y recluirse, por voluntad propia, en un penal de máxima seguridad. Eso demostraría realmente el propósito de enmienda de aquel envanecido personaje. Caber anotar que el tal señor Pérez Luna jamás me cayó bien. No obstante, este artículo ha sido escrito sin la menor ojeriza. Este artículo lo he escrito porque me indigna que en este país se le de la licencia de conducir a gente irresponsable, que para colmo, no va a recibir el merecido castigo.
Hasta pronto.
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"Antes, durante y después"
El congresista y periodista Guido Lombardi pretende abrirle una investigación a la congresista aprista Mercedes Cabanillas por su presunta negligencia al momento de manejar los hechos que propiciaron la matanza del 5 de junio del 2009 en Bagua. En aquel tiempo, la señora Cabanillas se desempeñaba como Ministra del Interior.
El tenor de este artículo no tiene por finalidad opinar sobre ese hecho. Por el contrario, este artículo va a posarse sobre un hecho que, a la mayoría de lectores de este blog, o sea, a dos o tres personas, le parecerá banal y superfluo: un tema de índole gramatical.
El redactor de Perú 21, que da cuenta sobre la noticia entre Guido y Mercedes, escribe en su artículo de la página 6 de la edición de hoy: "Para sustentar esta sugerencia, el legislador señala una serie de omisiones cometidas por la ex funcionaria antes, durante y después del denominado 'Baguazo'".
El resaltado en negrita lo hice yo justamente para poner en relieve aquella errónea construcción gramatical con la que el señor redactor anónimo de Perú 21 pretende embrutecerme y evitar que algún día alcance a hablar apropiadamente mi lengua nativa.
Marco Aurelio Denegri, eminencia en estos menesteres gramaticales, en uno de sus hebdomadarios programas, señaló que la contrucción "antes, durante y después" es una barbaridad propia de gente inculta. Ese calificativo provocó que cogiera lapiz y papel para anotar lo que Denegri iba a explicar al respecto y eludir en un futuro el uso de la mencionada y equivocada construcción.
La forma correcta de expresarse sería: "Para sustentar esta sugerencia, el legislador señala una serie de omisiones cometidas por la ex funcionaria durante el 'Baguazo', antes de éste y después de él".
Se requiere de la adición de unas cuantas palabras más, pero es la forma correcta.
Hasta pronto.
El tenor de este artículo no tiene por finalidad opinar sobre ese hecho. Por el contrario, este artículo va a posarse sobre un hecho que, a la mayoría de lectores de este blog, o sea, a dos o tres personas, le parecerá banal y superfluo: un tema de índole gramatical.
El redactor de Perú 21, que da cuenta sobre la noticia entre Guido y Mercedes, escribe en su artículo de la página 6 de la edición de hoy: "Para sustentar esta sugerencia, el legislador señala una serie de omisiones cometidas por la ex funcionaria antes, durante y después del denominado 'Baguazo'".
El resaltado en negrita lo hice yo justamente para poner en relieve aquella errónea construcción gramatical con la que el señor redactor anónimo de Perú 21 pretende embrutecerme y evitar que algún día alcance a hablar apropiadamente mi lengua nativa.
Marco Aurelio Denegri, eminencia en estos menesteres gramaticales, en uno de sus hebdomadarios programas, señaló que la contrucción "antes, durante y después" es una barbaridad propia de gente inculta. Ese calificativo provocó que cogiera lapiz y papel para anotar lo que Denegri iba a explicar al respecto y eludir en un futuro el uso de la mencionada y equivocada construcción.
La forma correcta de expresarse sería: "Para sustentar esta sugerencia, el legislador señala una serie de omisiones cometidas por la ex funcionaria durante el 'Baguazo', antes de éste y después de él".
Se requiere de la adición de unas cuantas palabras más, pero es la forma correcta.
Hasta pronto.
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jueves, 13 de mayo de 2010
Blindan a Luis Castañeda
Por todos es conocido que los costos de las obras del Corredor Vial Metropolitano se duplicaron de 400 millones de soles a poco más de 800 millones de soles.
Luis Castañeda y sus áulicos explicaron esa alza con febles argumentos. Para mí, es evidente que más de uno de los dirigentes de esa obra ha salido beneficiado con el "engorde" de esos costos.
Debido a las denuncias al respecto, se planeó crear un grupo investigador dentro de la Comisión de Fiscalización del Congreso que permita descubrir qué entuertos habían detrás de tal irregular obra.
Sin embargo, ayer quedó desestimada la formación del grupo investigador. O sea, al Congreso no le importa saber si hubo o no malos manejos administrativos en la construcción del Metropolitano. Congresistas de las bancadas de UN, del APRA, del Fujimorismo, Alianza Nacional y Bloque Popular creyeron conveniente dejar en paz a Luis Castañeda con el tema del Metropolitano.
Walter Menchola, íntimo y cortesano de Luis Castañeda, esgrimió unos cuantos argumentos en defensa de su "rey" antes que los congresistas de las bancadas mencionadas decidieran no investigar las atrocidades detrás del Metropolitano.
Yo no entiendo por qué alguien tiene que poner las manos al fuego por otra persona. Yo desconfío de las personas que creen ciegamente en otra u otras. Ese tipo de gente suele perseguir intereses personales crematísticos detrás de su fachada de abnegados defensores de sus corifeos.
Yo, por política personal, no confío en nadie. Lo cual no quiere decir que le guarde mucho respeto a ciertas personas, variando este respeto en magnitud, de acuerdo al grado de afinidad que sostenga con tal o cual individuo.
Las lealtades ciegas y obsecadas no representan buenas señales en los políticos. Debido a ellas, tapan los latrocinios que cometen sus confederados.
Hay que tener en cuenta los siguientes nombres: Luis Galarreta (UN), Daniel Robles (APRA), Elías Rodríguez (APRA), Mauricio Mulder (APRA), Carlos Raffo (Fujimorismo), Edgar Reymundo (Bloque Popular), Juan Perry (Alianza Parlamentaria), Víctor Andrés García Belaúnde (AP) y Walter Menchola (Alianza Nacional). Estos individuos no son gente transparente. Debemos evitar votar por ellos en cualquier tipo de contienda electoral porque de llegar nuevamente al poder solamente servirán para encubrir sus desaguisados y medrar del erario nacional.
Evitemos ser cómplices de más de sus fechorías.
Hasta pronto
Luis Castañeda y sus áulicos explicaron esa alza con febles argumentos. Para mí, es evidente que más de uno de los dirigentes de esa obra ha salido beneficiado con el "engorde" de esos costos.
Debido a las denuncias al respecto, se planeó crear un grupo investigador dentro de la Comisión de Fiscalización del Congreso que permita descubrir qué entuertos habían detrás de tal irregular obra.
Sin embargo, ayer quedó desestimada la formación del grupo investigador. O sea, al Congreso no le importa saber si hubo o no malos manejos administrativos en la construcción del Metropolitano. Congresistas de las bancadas de UN, del APRA, del Fujimorismo, Alianza Nacional y Bloque Popular creyeron conveniente dejar en paz a Luis Castañeda con el tema del Metropolitano.
Walter Menchola, íntimo y cortesano de Luis Castañeda, esgrimió unos cuantos argumentos en defensa de su "rey" antes que los congresistas de las bancadas mencionadas decidieran no investigar las atrocidades detrás del Metropolitano.
Yo no entiendo por qué alguien tiene que poner las manos al fuego por otra persona. Yo desconfío de las personas que creen ciegamente en otra u otras. Ese tipo de gente suele perseguir intereses personales crematísticos detrás de su fachada de abnegados defensores de sus corifeos.
Yo, por política personal, no confío en nadie. Lo cual no quiere decir que le guarde mucho respeto a ciertas personas, variando este respeto en magnitud, de acuerdo al grado de afinidad que sostenga con tal o cual individuo.
Las lealtades ciegas y obsecadas no representan buenas señales en los políticos. Debido a ellas, tapan los latrocinios que cometen sus confederados.
Hay que tener en cuenta los siguientes nombres: Luis Galarreta (UN), Daniel Robles (APRA), Elías Rodríguez (APRA), Mauricio Mulder (APRA), Carlos Raffo (Fujimorismo), Edgar Reymundo (Bloque Popular), Juan Perry (Alianza Parlamentaria), Víctor Andrés García Belaúnde (AP) y Walter Menchola (Alianza Nacional). Estos individuos no son gente transparente. Debemos evitar votar por ellos en cualquier tipo de contienda electoral porque de llegar nuevamente al poder solamente servirán para encubrir sus desaguisados y medrar del erario nacional.
Evitemos ser cómplices de más de sus fechorías.
Hasta pronto
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Perú 21
miércoles, 12 de mayo de 2010
Intervencionismo estatal
El Creador no me dio las suficientes neuronas para entender sobre cifras económicas, sobre cifras en la Bolsa de Valores, sobre los datos puntillosos que se dan en el diario Gestión.
Sin embargo, me atreveré a opinar sobre la declaración de emergencia de la compra de gas natural para el abastecimiento del mercado nacional dada por el Ministerio de Energía y Minas.
El MEM le ha propuesto al Gobierno, a través de un Decreto de Urgencia, intervenir en el mercado de hidrocarburos para satisfacer la demanda interna nacional que, según ese Ministerio, está en peligro. Para conjurar ese peligro, el MEM le sugiere al Gobierno que compre gas natural de modo directo a los productores locales a precios internacionales para que luego el aparato estatal lo venda a las empresas y otros usuarios del Perú.
Estoy de acuerdo con Frits Du Bois, director de Perú 21, cuando refiere, en su columna de hoy, que "el Decreto de Urgencia que declara en emergencia el abastecimiento de gas no es otra cosa que la expropiación de la producción de Camisea".
Yo siempre estaré en contra de cualquier intervención que el Estado se proponga hacer en los predios del libre mercado. Dichas intervenciones siempre generan corrupción, caos y anquilosamientos burocráticos, pero nunca provocan el crecimiento ni bienestar de la economía de las grandes masas populares.
Hasta pronto.
Sin embargo, me atreveré a opinar sobre la declaración de emergencia de la compra de gas natural para el abastecimiento del mercado nacional dada por el Ministerio de Energía y Minas.
El MEM le ha propuesto al Gobierno, a través de un Decreto de Urgencia, intervenir en el mercado de hidrocarburos para satisfacer la demanda interna nacional que, según ese Ministerio, está en peligro. Para conjurar ese peligro, el MEM le sugiere al Gobierno que compre gas natural de modo directo a los productores locales a precios internacionales para que luego el aparato estatal lo venda a las empresas y otros usuarios del Perú.
Estoy de acuerdo con Frits Du Bois, director de Perú 21, cuando refiere, en su columna de hoy, que "el Decreto de Urgencia que declara en emergencia el abastecimiento de gas no es otra cosa que la expropiación de la producción de Camisea".
Yo siempre estaré en contra de cualquier intervención que el Estado se proponga hacer en los predios del libre mercado. Dichas intervenciones siempre generan corrupción, caos y anquilosamientos burocráticos, pero nunca provocan el crecimiento ni bienestar de la economía de las grandes masas populares.
Hasta pronto.
martes, 11 de mayo de 2010
Velásquez Quesquén: El inocente
El señor Javier Velásquez Quesquén afirma que la corrupción voraz, que ha salido a la luz en estos últimos días proveniente de los predios de Cofopri, está ligada a funcionarios que vienen de gobiernos anteriores.
Creo que esa afirmación propicia que el señor Velásquez no sea digno de ejercer un cargo público. Tal aseveración simplemente confirma que un funcionario de este podrido gobierno hace uso de unaa excusa que posee inveteradas raíces en la idiosincracia de los ciudadanos que vivimos en este país: Echarle la culpa a otro por nuestras ominosas fallas.
Es lo más simple de hacer cuando una persona no posee la hidalguía, el valor y los cojones para aceptar la responsabilidad por los excesos, gazapos o entuertos cometidos.
Cuando un partido o caudillo aspira al poder, siempre organiza una serie de mítines en los cuales se lanzan promesas grandilocuentes y quiméricas que pronto se olvidan porque luego nunca llegan a solidificarse. Entre aquella cohorte de promesas siempre sale ésta: "Cuando lleguemos al poder vamos a erradicar la corrupción de raíz. No habrá lugar para la corrupción mientras gobernemos".
Seguramente que el APRA prometió aquello para poder llegar al poder durante este período 2006-2011. Todos los candidatos y los ciudadanos teníamos muy presente todavía el estigma de corrupción que caracterizó al gobierno de Fujimori y los escandaletes del gobierno de Toledo; por ello es que, con toda seguridad, los candidatos se valieron de izar el pendón de la anticorrupción para propulsar sus campañas.
Entonces, es lógico imaginar que si alguien promete erradicar la corrupción, debe tomar todas las medidas necesarias para asegurar que en ninguna de las dependencias y organismos del Estado supervivan las alimañas que apuntalan la podredumbre y las prebendas. De no hacerlo, aquella persona se convierte en responsable directo de los desfalcos y sacadas de vuelta a la ley que se comentan durante su régimen.
Por tanto, señor Velásquez, sus palabras no hacen más que evidenciar su falta de gónadas para hacer mea culpa y reconocer que los vicios y pifias cometidos en estos días son resultado de la ineficiencia y desidia del APRA para gobernar.
Hasta pronto
Creo que esa afirmación propicia que el señor Velásquez no sea digno de ejercer un cargo público. Tal aseveración simplemente confirma que un funcionario de este podrido gobierno hace uso de unaa excusa que posee inveteradas raíces en la idiosincracia de los ciudadanos que vivimos en este país: Echarle la culpa a otro por nuestras ominosas fallas.
Es lo más simple de hacer cuando una persona no posee la hidalguía, el valor y los cojones para aceptar la responsabilidad por los excesos, gazapos o entuertos cometidos.
Cuando un partido o caudillo aspira al poder, siempre organiza una serie de mítines en los cuales se lanzan promesas grandilocuentes y quiméricas que pronto se olvidan porque luego nunca llegan a solidificarse. Entre aquella cohorte de promesas siempre sale ésta: "Cuando lleguemos al poder vamos a erradicar la corrupción de raíz. No habrá lugar para la corrupción mientras gobernemos".
Seguramente que el APRA prometió aquello para poder llegar al poder durante este período 2006-2011. Todos los candidatos y los ciudadanos teníamos muy presente todavía el estigma de corrupción que caracterizó al gobierno de Fujimori y los escandaletes del gobierno de Toledo; por ello es que, con toda seguridad, los candidatos se valieron de izar el pendón de la anticorrupción para propulsar sus campañas.
Entonces, es lógico imaginar que si alguien promete erradicar la corrupción, debe tomar todas las medidas necesarias para asegurar que en ninguna de las dependencias y organismos del Estado supervivan las alimañas que apuntalan la podredumbre y las prebendas. De no hacerlo, aquella persona se convierte en responsable directo de los desfalcos y sacadas de vuelta a la ley que se comentan durante su régimen.
Por tanto, señor Velásquez, sus palabras no hacen más que evidenciar su falta de gónadas para hacer mea culpa y reconocer que los vicios y pifias cometidos en estos días son resultado de la ineficiencia y desidia del APRA para gobernar.
Hasta pronto
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lunes, 10 de mayo de 2010
¿Pasado vergonzante o Pasado vergonzoso?
Me gusta escribir. Disfruto el escribir sobre las historias que me han tocado vivir. A pesar de ser un tipo de modestos orígenes -o quizá por eso mismo-, he tenido la fortuna de llevar una vida azarosa, penosa y con algún sufrimiento. Todo ese turbión de anécdotas me sirve para alimentar mi imaginación y trastocar los hechos para convertirlos en sucesos más penosos y risibles de lo que originalmente eran.
Me gusta escribir utilizando alguna que otra palabra rebuscada. Yo disfruto mucho leer libros que me obliguen a usar un diccionario para nutrir un poquito mi alicaído léxico. Me gusta hablar empleando esas palabras rebuscadas. Mi desmedido ego me compele a usar esas palabras en reuniones de amigos y disfrutar ver sus caras de desconcierto cuando lanzo una que otra palabra que ellos no usan en su cotidiano lenguaje.
Me gustan los libros de Luis Alberto Sánchez y de Camilo José Cela porque siempre los leo con el iPod al costado, enganchado en la página del DRAE y anotando en mi cuaderno verde todas las palabras nuevas que en cada línea surgen para mi inmenso placer.
Cuando veo que alguien burla las reglas gramaticales o usa de un modo inapropiado una palabra, me indigno y tiendo a corregir el entuerto. Siempre que estaba con una chica, en plan de enamorados, la corregía inmediatamente si habla "incorrectamente".
Por ello, hoy al leer en la sección Plaza de Armas de Perú 21, me indigné al ver el título que le colocaron a una de sus micronoticias: "Pasado vergonzante".
En realidad, la persona que escribió aquello quiso decir "Pasado vergonzoso".
La lingüista Martha Hildebrandt en su libro El Habla Culta, explica la diferencia entre los vocablos vergonzante y vergonzoso.
Básicamente, la diferencia es la que transcribo del libro de Hildebrandt a continuación: "Vergonzoso es lo que causa -o debería causar- vergüenza, por ser algo incorrecto o inmoral". "Vergonzante es, en cambio, aquello que, no siendo incorrecto ni inmoral, no tenemos el valor de afrontar públicamente". "Vergonzante es un calificativo que se aplica también a quienes no se atreven a afrontar públicamente su adhesión a una ideología, actitud o costumbre determinada".
Me indigno cuando veo que alguien usa mal una palabra porque siento que esa persona me está embruteciendo. Y me siento un poquitín superior y estupendamente bien cuando corrijo ese desperfecto.
Hasta pronto.
Me gusta escribir utilizando alguna que otra palabra rebuscada. Yo disfruto mucho leer libros que me obliguen a usar un diccionario para nutrir un poquito mi alicaído léxico. Me gusta hablar empleando esas palabras rebuscadas. Mi desmedido ego me compele a usar esas palabras en reuniones de amigos y disfrutar ver sus caras de desconcierto cuando lanzo una que otra palabra que ellos no usan en su cotidiano lenguaje.
Me gustan los libros de Luis Alberto Sánchez y de Camilo José Cela porque siempre los leo con el iPod al costado, enganchado en la página del DRAE y anotando en mi cuaderno verde todas las palabras nuevas que en cada línea surgen para mi inmenso placer.
Cuando veo que alguien burla las reglas gramaticales o usa de un modo inapropiado una palabra, me indigno y tiendo a corregir el entuerto. Siempre que estaba con una chica, en plan de enamorados, la corregía inmediatamente si habla "incorrectamente".
Por ello, hoy al leer en la sección Plaza de Armas de Perú 21, me indigné al ver el título que le colocaron a una de sus micronoticias: "Pasado vergonzante".
En realidad, la persona que escribió aquello quiso decir "Pasado vergonzoso".
La lingüista Martha Hildebrandt en su libro El Habla Culta, explica la diferencia entre los vocablos vergonzante y vergonzoso.
Básicamente, la diferencia es la que transcribo del libro de Hildebrandt a continuación: "Vergonzoso es lo que causa -o debería causar- vergüenza, por ser algo incorrecto o inmoral". "Vergonzante es, en cambio, aquello que, no siendo incorrecto ni inmoral, no tenemos el valor de afrontar públicamente". "Vergonzante es un calificativo que se aplica también a quienes no se atreven a afrontar públicamente su adhesión a una ideología, actitud o costumbre determinada".
Me indigno cuando veo que alguien usa mal una palabra porque siento que esa persona me está embruteciendo. Y me siento un poquitín superior y estupendamente bien cuando corrijo ese desperfecto.
Hasta pronto.
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sábado, 8 de mayo de 2010
Todo por el Partido
Así como el inefable Omar Quesada -inefable por la poca vergüenza que tiene para no aceptar que bajo su administración en Cofopri se han cometido una serie de irregularidades-, hay muchos militantes del APRA que dicen que "su partido lo es todo".
Transcribo las palabras que aparecen hoy en Perú 21 atribuidas a Omar Quesada: "Si quieren que yo me aleje de la dirección del partido, yo digo por mí sí. Yo lo hago. Todo por el partido".
Ese tipo de declaración me parece irracional, y estoy seguro que cualquier aprista se expresaría de igual manera, o cualquier otro seguidor de una doctrina diría los mismo: "Todo por el partido".
O sea, ¿un Partido es más importante que sus familias, por ejemplo? ¿Vale la pena dar la vida, verbigracia, por un Partido que no es más que la agrupación mayoritaria de roedores con afición a medrar del poder hasta engordar elefanteasicamente sus colosales abdómenes?
Quizá el APRA tuvo un verdadero idealista que fue fiel a su causa. Me refiero a Haya De La Torre. Pero el resto que se agrupó en torno de esa figura sólo fue una estela de ganapanes con la única meta de llegar al poder para dejar de trabajar y ganar dinero a costa de las contribuciones de los sufridos ciudadanos.
Siempre voy a recelar de la gente dogmática pues no posee la capacidad de entablar un diálogo y concertar con los que piensan diferente.
La gente dogmática, sea aprista, pepecista, humalista, jamás reconoce que ha cometido un error. Luego surgen las confrontaciones que terminan casi siempre en violencia debido a la escasez de ideas.
Hace unos días oí hablar a este señor Quesada en una comisión del parlamento que lo investigaba. El señor Omar Quesada hablaba hieráticamente, como pontificando. Engolaba la voz para decir que él jamás había robado. Se despachaba sobre sus más ínclitos ideales de moral.
Yo me preguntaba ¿acaso habla así el señor Quesada cuando está entre sus amigos o entre sus familiares? Lo dudo mucho. Es seguro que en esos ambientes más privados, el señor Quesada se manda unas dos o tres lisuritas y habla en tono más campechano. ¿Por qué fingir entonces? Yo creo que en esos detalles mínimos se puede ver cuán hiócrita es una persona.
Hasta pronto
Transcribo las palabras que aparecen hoy en Perú 21 atribuidas a Omar Quesada: "Si quieren que yo me aleje de la dirección del partido, yo digo por mí sí. Yo lo hago. Todo por el partido".
Ese tipo de declaración me parece irracional, y estoy seguro que cualquier aprista se expresaría de igual manera, o cualquier otro seguidor de una doctrina diría los mismo: "Todo por el partido".
O sea, ¿un Partido es más importante que sus familias, por ejemplo? ¿Vale la pena dar la vida, verbigracia, por un Partido que no es más que la agrupación mayoritaria de roedores con afición a medrar del poder hasta engordar elefanteasicamente sus colosales abdómenes?
Quizá el APRA tuvo un verdadero idealista que fue fiel a su causa. Me refiero a Haya De La Torre. Pero el resto que se agrupó en torno de esa figura sólo fue una estela de ganapanes con la única meta de llegar al poder para dejar de trabajar y ganar dinero a costa de las contribuciones de los sufridos ciudadanos.
Siempre voy a recelar de la gente dogmática pues no posee la capacidad de entablar un diálogo y concertar con los que piensan diferente.
La gente dogmática, sea aprista, pepecista, humalista, jamás reconoce que ha cometido un error. Luego surgen las confrontaciones que terminan casi siempre en violencia debido a la escasez de ideas.
Hace unos días oí hablar a este señor Quesada en una comisión del parlamento que lo investigaba. El señor Omar Quesada hablaba hieráticamente, como pontificando. Engolaba la voz para decir que él jamás había robado. Se despachaba sobre sus más ínclitos ideales de moral.
Yo me preguntaba ¿acaso habla así el señor Quesada cuando está entre sus amigos o entre sus familiares? Lo dudo mucho. Es seguro que en esos ambientes más privados, el señor Quesada se manda unas dos o tres lisuritas y habla en tono más campechano. ¿Por qué fingir entonces? Yo creo que en esos detalles mínimos se puede ver cuán hiócrita es una persona.
Hasta pronto
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