Todo parece indicar que en este pueblo en el que nos tocó nacer:
1) La gente olvida con una celeridad inaudita y,
2) Para adquirir cierta popularidad es válido delinquir, mentir o corromper y ser corrupto.
En el Perú poco se valora la inteligencia y la honestidad. Son muy aburridas y generan escasos réditos. Todo lo opuesto es mucho más atrayente y lucrativo.
Ya lo decía Martha Hildebrandt en la entrevista que concediera a Perú 21 y que salió publicada el día domingo 2 de mayo. "¿Dónde están los primeros alumnos? Detrás de un mostrador muchas veces, fracasados absolutos, pobres divorciados que no han tenido éxito en nada. ¿Y de dónde han salido los presidentes de la República? De los medianos, de los últimos. La política tiene poco que ver con el nivel intelectual".
Y justamente porque la política tiene poco que ver con el nivel intelectual es que vemos tantos casos de corrupción inundando los periódicos y pantallas de televisión.
Allí está Susan Hoefken. Aún no concluye el proceso judicial en su contra por los delitos de falsa denuncia y falsedad genérica. Es decir, todavía la justicia peruana no ha dado su veredicto acerca de la culpabilidad o inocencia de la señorita Hoefken. Sin embargo, una revista le hace unas fotos profesionales, colocándola en el rango de "estrella mediática". Como si nada hubiera pasado.
¿No hubiera sido más razonable esperar a que se pronuncie la justicia para luego hacerle las fotos y toda la publicidad que implica una vez que Hoefken sea hallada inocente?
En el Perú, la verdad ha sido degradada.
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