Cualquier persona que ocupe un cargo público, como el de la presidencia, por ejemplo, debe contar entre sus convicciones con la idea de que reelegirse es un acto de soberbia.
Reelegirse es creer que no hay nadie mejor que uno. Reelegirse es creer firmemente que solamente uno sabe cómo manejar la cosa pública y que nadie más posee esa capacidad o alguna otra habilidad. La reelección es la antípoda de una democracia cabal.
Cualquier político que aspire a la reelección debe ser tachado moralmente de forma inmediata.
Sin embargo, en el caso de nuestro tan desprestigiado parlamento, considero que Alva Castro –sabiendo que es un político de poco fiar- debe seguir continuar como su presidente.
El mandato de García ya está a punto de culminar y, desde mi punto de vista, no tendría sentido “quemar” a algún otro personaje para ponerlo al frente de esa casa de orates que es el congreso.
Que continúe al frente el señor Alva Castro. Si ya ha robado, que siga robando en los pocos meses que le quedan. Total, nadie le va a descubrir nada. Este gobierno se ha blindado muy bien ante cualquier denuncia y sabe obliterar las pruebas en su contra.
Hasta pronto.
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