Hace dos semana Claudia me pidió prestada mi cámara fotográfica. Llegó a mi casa a verme y a recoger la cámara. Se la tuve lista para cuando ella llegó, con las baterías cargadas y el cable dobladito y ordenadito para bajarse las fotos a la computadora. Siempre que Claudia me pedía algo yo no dudaba en complacerla, costase lo que me costase su pedido. Mientras cargaba las baterías y revolvía la casa para ubicar el bendito cable de datos, aquella adrenalina, que sentía cuando estaba con Claudia o cuando esperaba por ella, se apoderaba de mí.
Ese día le entregué la cámara con la fruición y alegría con las que un niño le entrega su tarea bien hecha a su maestra. Claudia y yo vimos la tele echados en mi cama, panza abajo y con nuestros hombros juntitos, chocando.
A veces, desviaba la mirada del monitor y, sesgadamente, observaba el lindo perfil de Claudia. Al contemplarla me decía que, a pesar de todo, la vida es linda cuando estoy a su lado. Sus ojos, su nariz pequeña y su fina boca me devolvían la esperanza en la vida.
Cuando era hora de que emprendiese su marcha hacia su casa en Los Olivos, no dudé en robarle un beso. Luego de algunos infructuosos intentos, ella accedió. Fueron unos “picos” riquísimos. Claudia es, quizá, la mejor besadora del mundo. A pesar de que no fue un beso lo que nos dimos sino más bien la puntual unión de nuestros labios durante breves segundos, volví a sentirme renovado y con muchas ganas de triunfar en la vida.
Habíamos acordado en que el día martes regresaría para devolverme la cámara. No fue así. Ese día esperé pero ella nunca llegó. La llamé a su casa muy tarde en la noche. Me dijo que el día viernes, con toda seguridad, estaría yendo a verme con la cámara en las manos.
El día viernes tomé la decisión de visitar a mi familia en Chimbote el día sábado. Viajaría en la noche y amanecería el domingo por la mañana.
Atosigué ferozmente a Claudia a su celular. Faltaban pocos minutos para nuestro pactado encuentro y ella no me había llamado para decirme que venía. Eso siempre me ha molestado de ella: su falta de puntualidad y previsión.
Finalmente me contestó y, para mi alivio, me comunicó que estaba a quince minutos de mi casa. Me alegré muchísimo, volví a lavarme la cara y a echarme un poco más de mi loción barata.
Salí a esperarla a la calle. Al poco rato, la vi aparecer caminando por la recta de las dos principales bodegas de la avenida Pacífico. Llevaba unas zapatillas blancas, un par de blue jeans y una casaca púrpura, su color favorito. Estaba preciosa.
Nos saludamos y ella me preguntó que para qué quería la cámara con tanta insistencia.
-Seguro quieres tomarte fotos con esa-me dijo. Con “esa” se refería a Karina-. No puedo entender cómo un chico de La Católica, un ingeniero de La Católica, puede estar con esa chola fea.
-Es que yo no soy un “chico pituquito de La Católica”. Yo soy un chico pobre, de pueblo, que gracias al esfuerzo de sus padres pudo estudiar en esa universidad. Además, Karina me gusta y mucho. Y sí, la cámara la quiero para tomarme fotos con ella-le dije. Esto último lo dije para despertarle celos. Funcionó.
Discutimos sobre Karina. Me dijo que cómo podía estar con una chica que ha estado con casi todo mi ex barrio.
-Estuvo con tu hermano, Dani. Yo no entiendo cómo puedes ser tan estúpido para enamorarte de ella-me dijo Claudia. Noté que ella no leía mi blog. Si lo leyera, descubriría que yo no estoy enamorado de nadie y procuro no hacerlo. Creo en el amor írrito, es decir, sin fuerza ni obligación. Aún así, continué con la mascarada de estar muy entusiasmado con Karina.
Le conté a Claudia que al día siguiente viajaba a Chimbote.
-Seguro te vas con ella. Y quieres la cámara para tomarle fotos calata en un hotel-me dijo Karina, quien me demostraba que tenía una imaginación endemoniada y muy prolífica. Le seguí el juego.
Claudia se molestó y me dijo que mejor se iba, que otro día me daba la cámara.
-Además, no la he traído-me dijo.
Cedí y me desmentí. Le conté que la cámara la quería para hacerme una foto para la solapa de mi libro.
-Chinita, cómo se te ocurre que voy a viajar con Karina a Chimbote. Ella tiene que trabajar todos los días. No podría.
La tranquilicé y la llevé a mi cuarto.
Echados sobre la cama, vimos televisión. Nuevamente estábamos juntos.
-No entiendo cómo estás con esa chola fea-me reprendió cariñosamente.
Le dije que hace tiempo que no tengo relaciones con Karina, que no me provocaba hacerle el amor. Lo que sí me provocaba era conversar con Karina porque siempre terminábamos matándonos de risa.
Le acaricié la mejilla y su cabecita. Jugueteé con su pelo mientras ella veía televisión.
-Mentiroso. No te creo. Tú nunca puedes estar quieto, Dani. Tú eres un arriola.
No mentía. No se me antojaba estar con nadie en la intimidad.
-Lo que pasa es que no puedo sacarme tu cuerpo de la cabeza, chinita. Sólo se me para cabalmente cuando estoy contigo-le dije, buscándole la boca.
Nos dimos un pequeño beso. A partir de ese momento, pude acariciarle las nalgas y su espalda. Al poco rato, hicimos lo que siempre hemos hecho: acariciarnos y besarnos sin ningún tipo de penetración.
En los siete u ocho años en que estuvimos juntos, jamás penetré a Claudia. Todas nuestras relaciones se limitaron a caricias y besos a lo largo y ancho de nuestras anatomías.
Esta vez no fue la excepción. Sin embargo, Claudia no participó. Me dejó acariciarla y besarla compulsivamente. Cuando faltaban pocos minutos para que terminase nuestro encuentro le dije si podía eyacular mientras la besaba.
Ella aceptó.
-Pero que no me caiga en la piel-me advirtió.
Quedé satisfecho y muy contento. Había sido una experiencia maravillosa volver a tocar el cuerpo de Claudia después de muchos meses de alejamiento.
La acompañé al paradero de buses. Antes, nos detuvimos en una pollería. Le invité un cuarto de pollo - que compartimos- y una gaseosa mediana. Ella se encargó de dejarle una propina al mesero quien había estado muy atento y servicial.
-La vez anterior leí tu blog y la verdad que me haces quedar como una chica perversa-me dijo mientras devoraba sus papas bañadas en mayonesa-. Además, das a entender que tú y yo hemos tenido relaciones sexuales con penetración y todo. Creo que deberías aclarar eso.
Y eso es lo que acabo de hacer, Claudia. Este artículo tiene por finalidad dejar en claro que en nuestras sesiones amatorias jamás hubo penetración. No obstante, no podemos negar que intentábamos una de vez en cuando, pero el dolor que te producía nos hacía desistir de tal empresa. También quiero decirte Claudia que siempre serás mi mejor amiga y la chica más espectacular que haya conocido. Como era natural, tú y yo no podíamos ser más enamorados porque soy un chico que no está a tu altura. Fue una buena decisión la tuya el cortar nuestra longeva relación y asignarle el verdadero título que merece: el de la amistad. Y, te repito, tú siempre conservarás en mi corazón el escaño más importante.
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