Los candidatos presidenciales siempre quieren capturar nuevas víctimas, víctimas que puedan creerse sus repetidas soflamas. Para ello, para ganarse a esa gente nueva, los candidatos tratan de mimetizarse con aquella juventud.
Esto ha sucedido en Colombia. Los candidatos Gustavo Petro y Juan Manuel Santos han confesado haber probado marihuana en su juventud.
Encuentro liberador que las personas confiesen ese tipo de secretos y que la gente no los juzgue por haber cometido cierto tipo de extravagancias en sus tiempos mozos. No quiero decir que el fumar marihuana sea una extravagancia. Cada persona es libre de intoxicarse con lo que desee.
Sin embargo, pienso que en esas confesiones no hay más que un afán de congraciarse con las juventudes. Los candidatos dicen: "Probé marihuana en mi juventud, pero ahora ya no lo hago". Yo estoy seguro de que la mayoría de gente que dice eso, aún la sigue fumando. Conozco gente en la universidad que fumó marihuana y que ahora, luego de algunos años, todavía prueban un porro de vez en vez. No hay nada de malo en ello, me parece.
Yo también fumé marihuana. Cierta vez, cuando era estudiante, me encontré con Alfonso Mina, un compañero de la facultad de minas. Estábamos tomando unas cervezas en un bar al frente de la Universidad Católica. Él tenía fama de fumador empedernido de marihuana. Y él no hacía nada para desbaratar esa fama. Se podría decir que le complacía los rumores que se tejían en torno a él. Era frecuente verlo en las reuniones en esos bares llegando durísimo y stone.
Aquella vez en que me lo encontré le insistí que me hiciera probar un poco de marihuana. Quería sentir cómo sería esa experiencia. Luego de muchos ruegos y un par de cervezas litro 100, él accedió. Salimos del local y nos dirigimos a un parque a espaldas del bar. Eran las cinco de la tarde. En una banca, armó, con mucha paciencia y meticulosidad, un troncho. Él le dio varias pitadas al porro. Yo apenas un par.
Ese par de pitadas fue suficiente para ponerme muy duro y experimentar una serie de nuevas sensaciones. Mi plan era tontear por el parque con Alfonso hasta que se nos pasase la "stonura". Él no parecía estar muy stone. Era como si se hubiese acostumbrado a los efectos del porro. Por eso, según contaban, Alfonso se aventuraba a otro tipo de drogas.
Grande fue mi sorpresa al verlo subir a la combi que lo llevaría a su casa. Entré en pánico. No podía quedarme solo y abandonado en las inmediaciones de la universidad en el estado en que me encontraba. Sentía que mis movimientos se hacían pesados. Mi capacidad de raciocinio mermaba.
Decidí subir a la misma combi en la que subió Alfonso. Esa combi también me dejaría en mi casa. Al subir, Alfonso ocupaba un asiento. A su lado, había un espacio. Me senté a su costado. Traté de hablarle pero las palabras no me salían. Tenía los labios, literalmente, hechos piedra. Alfonso actuaba como si no me conociera. Temía que fuera a ser catalogado por los pasajeros de ese bus como "el amigo de un drogadicto".
La pasé muy mal. Fue una muy mala experiencia el haber probado marihuana gracias a mi buen amigo Antonio Mina.
No obstante, quisiera dejar en claro que yo no voy a decir como los políticos cazurros y astutos, que solamente buscan quedar bien con todo el mundo, que "yo no voy a volver a probar marihuana".
Me gustaría volver a probar marihuana, a pesar de mi terrible experiencia, pero con una persona en quien yo confíe, con una persona que no me deje solo y abandonado con una carga de emociones y sensaciones que no podía controlar y por las que me hubieran podido haber metido preso por andar "stone" en plena vía pública.
Me gustaría probar marihuana con una enamorada. Volar juntos e intercambiar impresiones. No me malinterpreten, no quiero ser adicto a la marihuana. Todo en exceso hace daño. Simplemente quisiera probar un porrito con una chica a quien le tenga mucha confianza. Pienso proponerselo a Karina. Entre ella y yo existe una relación muy bonita que tiene poco tiempo de iniciada.
El problema es que no sé dónde conseguir marihuana. Sospecho que Karina tampoco. Recuerdo que tenía un amigo en la facultad de minas, de ascendencia árabe, el gran Farid Tebbeh. En nuestras conversaciones me contaba que de vez en cuando se fumaba un porrito y que sabía dónde conseguirlo.
Quizá algún día lo busque, conversemos y me consiga un poco de marihuana para llevar a cabo mi romántico plan.
Estoy en contra de la hipocresía. Es mejor confesar nuestros temores, miedos, alegrías y frustraciones a vivir en la falsedad. Así tengas que enemistarte con medio mundo, es mucho más reconfortante ser sincero contigo mismo. Sé que todo lo que diga o escriba será usado en mi contra. No me importa, al menos sé que hablo o escribo desde el corazón.
Hasta pronto.
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