Todos abrazamos un vicio
Todos nos arrimamos a un extremo y bien lo ocultamos o bien lo
justificamos
Y nos abrimos el apetito caminando o trabajando
librando dulce guerra contra quienes nos odian y
juzgan de lunes a viernes sin que el vecino se dé cuenta
Dejemos entonces los mimos grotescos y sonriamos con egregia
incongruencia ante las insípidas movidas que hacemos en nuestro tablero de
ajedrez
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