Jamás han oído de perversión semejante
Me cacho a mí mismo sin interrupciones
Lujuriosos son mis pensamientos
e incomprensibles los halitos de vida y cordura que
aún perviven en mis manos de emperador chiflado
Mis pequeñas crías corren y juegan en las dulces tiendas de un sabio
cuyo adagio favorito era que en la vida las letras siempre terminan muertas
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