jueves, 7 de diciembre de 2023

De minero a peluquero: la historia de Colita - Cuento de Daniel Gutiérrez Híjar, desarrollado en su Taller de Redacción Brutality

 


¡Auuu, conchatumadreeee!, exclamó Mitra, famoso delantero y goleador peruano.

Colita tenía entre sus dientes los pelos púbicos del jugador. De las raíces de esas pilosidades, se aferraban cruentamente pedazos de piel morena.

Gordo conchatumadreeee, me has arrancado la piel de los huevos. Ahhhhh, cúrame, cúrame, cúrameeeee.

Colita estaba paralizado por el miedo; jamás en su exitosa carrera profesional de peluquero le había ocurrido semejante revés. En lugar de llamar a algún servicio de asistencia médica, su mente se refugió en el recuerdo de sus inicios, sus comienzos en la minería.

 

***

 

Colita nació con pelo; tenía un pocotón acumulado encima de la frente que caía sobre ella asemejando una pícara cola de chancho. Los señores De Cerdo, padres de Colita, decidieron llamarlo así: Colita. Días después, el Registro Público de Lima aupaba entre sus páginas el nombre del recién nacido: Colita De Cerdo.

 

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Colita era blanquito, y desde su nacimiento tuvo el culo paradito. Con el tiempo, el trasero se le abultó más y más, hasta convertirse en la tentación de sus amigos y vecinos. Colita vivía en un barrio movido de Lima, habitado por salerosos morenos de pie grande. Uno de esos vecinos era el Profe Kunta, único moreno del barrio que llegó a ser alguien en la vida. Kunta casi se desvía del derrotero profesional que lo esperaba porque el culo de Colita, por un momento, lo trajo loco.

 

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¡Oye, recondenado! Te dije que quería que me saques trescientas toneladas del tajo Rosa María, gritó Maximiliano Puerta, jefe de sección de la mina La Contaminada. Colita, jefe de guardia del mencionado tajo, no supo qué decir. Siempre que un hombre le gritaba, se hacía la pichi y enmudecía.

Habla, carajo, ¿qué pasó?, le espetó Maximiliano.

No tuve la guardia completa. De los tres chamberos, dos dijeron estar enfermos, se excusó Colita con un hilito de voz.

¿Y tú les creíste, pedazo de maricón? Por eso, todo el mundo te huevea. ¿Sabes qué? Chapa tus chivas y lárgate de mi mina. No te quiero ver más. Regrésate por donde viniste y pon tu peluquería. Seguro para eso sí sirves.

Colita, con lágrimas en los ojos, reflexionó un momento. , pensó, la peluquería; eso me gusta, eso sí me apasiona.

 

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Colita de Cerdo abrió su peluquería en el picante barrio que le cobijó sus mejores años iniciales. Sus primeros clientes fueron sus morenos vecinos, quienes se dedicaban al sano oficio de comentar las incidencias del barrio en la esquina de la cuadra, siempre acompañados de chatas de ron, pasta y marihuana.

Cortas de la putamadre, culón, le dijo Romeo Dogos, uno de los vecinos de Colita que tenía la pieza más grande y gorda que jamás se haya visto. Te voy a recomendar con mis patas, pero no con estos vagos de acá. Yo manyo gente en distritos fichos.

Genial, Romeo, exclamó, exultante, Colita.

Pero ¿cómo es gordo?, dijo Romeo, serio, mirándose el corte en el espejo.

¿Cómo es qué?

Ese culito, pe. Tú sabes que le tengo hambre. Dame el poto y te penetro en el mundo de la gente con plata, aseveró Dogos.

Colita quiso desmarcarse de la duda que le rondaba la cabeza: ¿Y tú cómo conoces gente de plata?

Son mis caseros, pe, sano. Les vendo su rica pasta a unos precios que ya quisiera mi competencia.

Colita, convencido, y con el dolor de su aparente masculinidad, llevó al joven Dogos a la trastienda. Ahí le inauguraron la cochera. Dogos gozó de felicidad con tamaño y codiciado panetón.

 

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La fama de Colita en distritos como San Isidro, Miraflores y Chacarilla del Estanque despuntó. Era el profesional de las tijeras más solicitado por la gente encopetada del país. Un corte de pelo para varón no bajaba de quinientos dólares. Sin embargo, a pesar de este éxito, Colita no superaba el umbral que se había trazado: cortarles el pelo a las estrellas del balompié peruano. Pero no a los pezuñentos que jugaban en la Liga 1; no, él quería trozar los cabellos de los jugadores que militaban en equipos del extranjero. Uno de ellos era el popular Mitra.

 

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¿Cómo hago para que se fijen en mí?, se rompía la cabeza el señor Colita de Cerdo, quien, desde que fue desflorado por su vecino Romeo Dogos, había descubierto un ingente placer en la reventazón de su anillo. Por eso, adoraba al jugador peruano Mitra, de quien se decía poseía una verga de cuidado.

¿Cómo hago para que los peloteros me incluyan en su círculo y pueda así llegar a conocer a mi Mitra?

La idea se le ocurrió durante una de las cópulas que Colita sostenía regularmente con un guapo y atlético morador del distrito de San Isidro, el joven Blasco Núñez de Vela. Este muchacho llevaba los pelos púbicos aleonados. Siempre se trababan entre los dientes de Colita luego de que este le practicaba un riquísimo mamey. Entonces, Colita se los cortó con los dientes. El resultado no pudo ser mejor. A pesar de que los cortes (o los mordiscos) fueron hechos en plena oscuridad, debajo de las sábanas de la cama del hotel Bola 8, el resultado fue esplendoroso.

Eso es, se felicitó Colita, cortaré los pelos de la gampi con los dientes. Esa será mi marca registrada, mi valor agregado.   

 

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Lima ya era una ciudad moderna y desprejuiciada. No se escandalizaba por minucias. Por ello, la variante del señor Colita de Cerdo de cortar los pelos de la gampi con los dientes, alcanzó un éxito supremo. Fue así como Mitra, dotado y aberenjenado jugador peruano del Manchester City, requirió sus servicios.

 

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Cuando lo tuvo desnudo, Colita se arrodilló ante él y empezó a cortarle los pelos púbicos con los dientes. Mitra le había solicitado el estilo Surferito, que consistía en que se le dejase un mechón de pelo cuasi rectangular por encima del falo, un mechón semejante a la silueta de una tabla de surf.

Mientras le podaba los pelos del escroto, Colita no pudo contenerse y, olvidando sus expertas técnicas bucales de corte, le arrancó los gruesos y retorcidos vellos de las bolas en un fallido intento por tragarse esas pelotas morenas que eran su perdición. Tal fue la contundencia del involuntario jalón que los pelos salieron acompañados de pedazos sanguinolentos de piel de la bolsa testicular de Mitra.  

Tremendamente adolorido, el delantero echó de su casa al anonadado Colita, asegurándole que le lloverían severas denuncias por atentar contra su vida.

 

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Debido al sangriento escándalo con Mitra, la fama de Colita declinó. El peluquero fue presa de una vertiginosa espiral depresiva.

Cierto día, husmeando en el mundo del YouTube, se encontró con la trasmisión en vivo del joven Pajoy. Se animó al verlo bailando semidesnudo sin ningún prejuicio. Decidió mandarle un superchat con la poca plata que aún tenía.

Pajoy, ¿podemos vernos?

Con el corazón en la mano y las esperanzas intactas, Colita de Cerdo aguardó por una positiva contestación.


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