Un pacto
El pacto más elevado que podemos hacer con otra
persona
es: que siempre haya verdad entre nosotros dos.
Napoleon Hill
Ya están en
tu cuenta los veinte mil dólares, dijo Palma. Ojo: prometiste desaparecer de mi
vida y de la empresa, ¿correcto?
Correcto, dijo Luis
Fuentes, luego de revisar en su celular que el depósito de dicho dinero era,
efectivamente, una realidad. Nunca había tenido tanta plata en su cuenta. Muy
bien; no me verá más, señor.
Bueno, chau.
No me gustan las despedidas, dijo Palma, pero Luis Fuentes ya se estaba yendo.
Esta va a
ser la última vez que viajo en una carcacha, pensó Luis al momento de
trepar de un salto a un bus metropolitano. Parado para concha, se lamentó.
Durante media hora viajó de pie, agarrándose del tubo grasiento del cual se colgaban
una treintena de perdedores como él. A pocos minutos de llegar a su destino, se
desocupó un asiento.
Pensó en lo
que haría ni bien llegase a casa. Llenaría en una mochila una puesta de ropa y
le diría a su mujer que se largaba de la casa, que le había salido un trabajo
muy bien remunerado en provincia, no sé, en un lugar bien lejano, en Tumbes, ya
qué chucha. Y que debía largarse de inmediato, que la cosa era urgente. ¿Los
chicos? Le enviaría dinero a partir del próximo fin de mes, sin falta. Y buen
dinero, ya verás. Despídeme de ellos. Qué bueno que estén dormidos. Sí, siempre
se toman una siesta a estas horas. Me voy por el bien de ellos, dirá él. Sí,
hazlo por ellos, porque entre nosotros no creo que se arregle la situación,
dirá ella. Se darían la mano y sellarían un pacto de no agresión. No vale la
pena pelear estando tan lejos. Debemos enfocarnos en los chicos. Les das un
beso de mi parte. Ya los llamo llegando allá, le dirá a su mujer, y se marchará
con la consigna de conquistar Risso en el menor tiempo posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario