¿Quién eres
tú?
Y ¿quién eres tú?
Silvio Valencia Guerra
¿Hace cuánto
trabajas aquí?
Omar Palma prendió
un cigarro y dio vueltas en su oficina. En una silla, Luis Fuentes lo escuchaba.
Dos años,
señor.
¿Dos años?
Nunca te he visto, huevón. Te juro que es la primera vez que te veo. En mi vida
te había visto. ¿En serio trabajas aquí?
Sí, señor. Luis Fuentes
vaciló un momento sobre si recordarle o no la vez en que él mismo le llevó la
tarjeta de crédito que había extraviado en las afueras del edificio de la
oficina. Decidió no hacerlo. La situación no cambiaría un ápice; estaba en
presencia de Omar Palma, uno de los hijos de puta más ególatras que había
tenido la desgracia de conocer.
¿Sabías que
me has arruinado el cien por ciento de participación en la encuesta de clima
laboral?
Vesteconcha, pensó
Luis.
Todos
participaron en la encuesta, menos tú. Yo quisiera saber por qué no. ¿Está muy
ocupado acaso el señor que desatiende los problemas importantes de la empresa?
Luis no había
llenado la encuesta porque le pareció cojudo hacerlo. ¿De qué clase de clima
laboral hablaba Palma si él mismo no saludaba a sus ingenieros? No se diga ya
de siquiera lanzarle una levantadita de cejas al pobre Domingo, el señor que
limpiaba los baños. Solamente enfrente del gringo Fred se derretía en saludos y
loas, el muy puta.
Discúlpeme,
señor, pero tenía un entregable con la fecha casi por cumplirse y tuve que
posponer la encuesta. Cuando me di cuenta, la fecha de vencimiento de la
encuesta ya se había cumplido. Lo siento, señor, se
justificó Luis.
Así que lo
sientes, dijo Palma, chupando con dureza su cigarro. Tras un par de vueltas
circulares, se echó una pastilla de mentol en la boca. Qué bonito saber que
lo sientes. Pero para tu mala suerte, no siento que lo sientas. Y si lo
sientes, me llega altamente porque a mí lo que me importa es que me cagaste el
cien por ciento de participación.
Señor Palma, llamó
Checha, que había entrado a la oficina sin tocar. Ella parecía ser la única
persona que podía entrar en la oficina de Omar Palma sin anunciarse.
¿Qué pasa?, dijo
Palma, botando el humo de su cigarro y mirando la nuca de Luis, decidiendo
sobre dónde asestarle el golpe de la deshonra.
Su esposa
está viniendo para acá, dijo Checha. ¿Puede acercarse un ratito?, pidió,
bajando el tono de su voz e imprimiéndole cierta urgencia.
Palma se
acercó al umbral de la puerta de su oficina desde donde Checha parecía revelar
cierta preocupación en su expresión.
Luis Fuentes,
sentado de espaldas a la puerta, no podía escuchar lo que se decían Palma y
Checha, pero no era cojudo: claramente había algo más que una relación jefe-secretaria
entre esos dos.
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